25-Astartea. ¡Demonios!
Domingo por la mañana, el Libro había dejado de nuevo la casa al cuidado del Divino. Hoy solo tenía que cubrir medio turno, así que no estuvo en casa cuando Mercy y Séneca pasaron a visitar otra vez a su compañero. Manejaron un par de horas en sus motocicletas monstruosas y oscuras para llegar con Gabriel, ya que ir volando de un lado a otro se les hizo agotador.
Gabriel no se levantó desde que vio irse al Libro, y el par de Divinos lo encontró tumbado bocabajo en el futón, como la vez anterior.
–Me molesta ver que no te esfuerzas –frustrado por la falta de compromiso de su superior, Séneca sabía que ni siquiera debía estar tomándoles en serio–. Además ellos no deben tener contacto directo con nosotros, a menos que se trate de una purificación.
–Las ganas de fastidiarlo son menores a las de dormir –ni siquiera los miró.
Una mueca de disgusto se dibujó en su cara. Solo querían quitar todas las responsabilidades de la agenda del Divino Hermano, para presidir de su poder y ayudar en el problema del Cielo. Todos confiaban en ellos para llevarlo, ya que eran los únicos disponibles y a los que el Divino podía soportar.
–Dime una idea, lo primero que se te venga a la cabeza –apremió la joven Divina.
–No se me ocurre nada, Mercy –rodó para quedar bocarriba. Sus planes de participar en la purificación se notaban bastante lejanos. Era la excusa perfecta para pasar de sus deberes y de ayudar a sus compañeros Divinos–. Es solo que, parece darle igual que este aquí porque, no tiene nada que esconder.
–Como quieras –por suerte lo habían previsto todo–, conseguiré a alguien que sí.
– ¿Qué planeas? –por fin ganó una mirada, solo un movimiento de cabeza, pero era algo.
–Nada que seguramente te emocione–. Gabriel le dio la razón girándose de nuevo, Mercy miró mal a su hermano, arruinó lo poco que había conseguido.
–Pediremos recomendaciones a un Demonio –continuó con la explicación.
–Estás demente –acusó aburrido, y aun así siguió dándole la espalda–, ellos no sirven para nada.
–Te sorprendería lo que puedes encontrar si buscas bien –salió del cuarto para seguir con su plan–. Los demonios pueden ser muy ingeniosos.
–Son igual de interesantes que un Ángel –acostado, pronto escuchó ruidos en la sala, el Libro lo reñiría por haber permitido el desorden–. Por el Hacedor, solo hacen que me duela la cabeza.
Retiraron los muebles de la sala, dejando que Mercy estuviese sola sentada dentro de un extraño símbolo que ella misma había dibujado, rodeada por el fuego Divino, este no perjudicaba en nada la invocación de un ser infernal.
–Ten cuidado –pidió su hermano con seriedad.
–No te preocupes, conozco a esta chica –cerró los ojos y se concentró suspirando–. Sé lo que hago.
–No me preguntes de dónde la conoce –murmuró Séneca a Gabriel.
–Espíritu de la Luna –los calló con una voz solemne Mercy.
–Pero es de día –murmuró Gabriel. La chica le ignoró.
–Astartea, la cruz que se cruza en tu mano –el símbolo dibujado en el suelo de madera comenzaba a brillar –Baalit, madre del Amor y el Deseo. Diana, ángel del infierno. Tu atractivo y elegancia no conocen descripción. Ven, responde a tus nombres... necesito conocer tus secretos.
Las velas se apagaron, y como era lo único que iluminaba la sala después de cerrar las persianas, el cuarto quedó a oscuras. El frío que corrió por la habitación puso los pelos de punta de cada uno de los Divinos, pronto se escucharon unos pasos y las velas se encendieron de nuevo.
– ¿Me has llamado? –una chica apareció en medio de la sala, sosteniendo con la mano izquierda el sacrificio que Mercy había preparado. La sangre chorreaba manchando el suelo. Nadie sintió nada por su presencia demoníaca.
–Necesitamos tu ayuda –Mercy se puso en pie–. Queremos que un Libro utilice sus poderes –caminó hasta ella con completa confianza–, sin que sea algo positivo, agrego que el sujeto no sabe cómo usar sus poderes.
–Mercy... –la tomó por el rostro y lo acercó peligrosamente a sus labios, su voz era suave y envolvente, tranquila–. Tu mente ya tiene planeado una estrategia, ¿no es verdad?
–Sí, pero por algo te llamé –liberó su rostro con hostilidad.
–Es más fácil involucrar a otro a la historia, a que alguien tome una decisión por sí solo –recitó.
–Manos a la obra–. La chica demonio no se movió–. Cierto, tu pago... ¿Qué es lo que deseas?–. Por primera vez en su vida, Gabriel vio un brillo de duda en los ojos de la Divina Melliza.
–Quiero lo que te pertenece por nacimiento–. Séneca retrocedió perplejo, Gabriel siguió con su mirada de falta de ánimo–. Tranquilo hermano menor, quiero una de sus plumas.
– ¿Una de mis plumas?–. No le contestó, Astartea odiaba repetir lo que decía–. Está bien... te la daré –con un poder magistral hizo aparecer solo una de sus alas. Arrancó una con mueca de disgusto y se la entregó–. ¿Sería todo?
–Sí, nos veremos –pero en vez de retirarse se volvió a todos para hacerles una propuesta–. ¿Puedo ofrecerles a su nuevo personaje?
–Solo si nos convences –retó Séneca.
–Te escucho –la Divina sentía un poco de confusión, Astartea nunca se había ofrecido con ayuda.
–Claro que habrá un nuevo pago–. Ellos miraron a Mercy.
– ¿Qué es lo que quieres ahora?
–Lo único que has guardado por un siglo–. Mercy se ruborizó, dando un paso atrás, dudó por segunda vez–. Me entiendes –miró al hermano menor de su contratista, así como a su compañero–. No pediré mi pago en voz alta, pero espero lo respetes–. La Divina asintió lentamente. El Demonio sonrió con fingida dulzura–, llamaré a mi hermano. Su nombre es Azazel, será su nuevo personaje, y no necesitará un pago, solo que le expliquemos a detalle lo que queremos que haga.
– ¿Todos de acuerdo? –la Divina se giró a sus compañeros. Séneca asintió sin dudar, y Gabriel fingiendo no hacerlo.
–Está hecho –sentenció el demonio. Una marca apareció en la mano que estrechó con la Divina, la marca del pacto con un Demonio.
*****
– ¡Makishima!–. ¿Por qué a todos les gusta gritarme cuando estoy desprevenido? Mia corría en su dirección mientras vestía una gran sonrisa–. ¿Adivina qué?–. El chico dejó que le alcanzara.
– ¿Qué pasa? –intentó sonreír para imitarla.
–Kanon me pidió volver a salir –le rodeaba dando saltos mientras contaba la historia por partes–. Es un gran chico, amable, caballeroso. Creo que me enamoré –juntó sus manos pensando en la excelente cita que tuvieron–. Me llevó a un restaurante, se comportó muy dulce todo el tiempo, preguntando por mis pasatiempos, mi trabajo, estudios –suspiró en medio de su ensoñación–. Ha sido la noche más perfecta de mi vida.
–Eso es grandioso Mia –estaba animado, de verdad que lo estaba–. Nunca te había visto tan feliz–. Ella quedó totalmente ruborizada, hizo conciencia de sus expresiones.
– ¿Estoy enferma? –sonrió.
–Claro que no–. El amor controla a las personas que nunca lo han sentido con tanta profundidad y a los que lo sienten por primera vez.
–Bueno –miró hacia la izquierda, evitando sus ojos–, vendrá hoy y... pensaba presentártelo.
– ¿Okey?– ¿para qué o qué? Se veía tan emocionada que no pensó en negarse.
–Bien, pues vamos.
– ¡¿Qué?! ¿Ahora? –su turno terminaba en veinte minutos, Gabriel no sabría dónde encontrarlo.
–Sí, vámonos ya nos está esperando –le tomó de la mano para arrastrarlo fuera del hospital. No sabía cómo librarse, lo mejor sería seguir la corriente. El Libro pudo ver un auto rojo y llamativo cuando salieron, a un lado un sujeto de cabello negro ocultaba su mirada con unos lentes oscuros, al verlos salir se acercó con una sonrisa.
–Hola Mia, ¿qué tal todo? –tenía una voz gruesa, fácil de recordar y reconocer. También una barbilla pronunciada, partida por su anatomía elegante.
–Todo bien, Kanon –respondió animada–. Oh, este es mi compañero Makishima. Maki, este es Kanon.
–Mucho gusto.
–Lo mismo digo –estrecharon las manos; ambos sintieron algo, pero no le dieron importancia.
*****
– ¿Dónde te metiste? –la sombra de Gabriel esperaba apoyado en el muro trasero del hospital. El médico solo había pasado para ver si de casualidad seguía por ahí, de verdad no esperaba encontrarlo. Tembló un poco por el tono de su voz.
–Fui con unos amigos... lo siento, no me dieron opción –señalaba a todos lados para justificarse.
–Tengo hambre –confesó con una mueca mientras posaba una mano sobre su estómago. Eso era extraño en Gabriel, que no dejaba ver lo que sentía.
–Claro –sorprendido por la pequeña muestra de humanidad, saltó emocionado–. También estoy hambriento, vamos.
– ¿Qué tanto hicieron? –habían comenzado a caminar hasta la casa, y al parecer, Gabriel estaba bastante confiado de por dónde caminar; quizá porque ya había llegado solo hasta el hospital.
Un espectáculo de luces que los habitantes encendían al paso del manto de oscuridad, que robaba la luz natural.
–N–nada importante –quizá no fuera bueno contarle lo que descubrió–. Oh, tengo una pregunta.
–Hazla –no le miró, pero seguro su expresión era tan inanimada como siempre.
–Si los Divinos existen desde hace mucho, ¿hay personajes antiguos que hayan sido Divinos?
–De verdad tienes mucho tiempo libre –ahora sí que le echó un vistazo. Nadie nunca le había preguntado algo así; ah, porque no solía hablar sobre ser un Divino, o con gente que no lo fuera.
–Es que es muy emocionante –de verdad parecía estarlo.
–No, no hay algún personaje histórico que haya sido Divino–. El chico intentó interrumpirlo, continuó hablando–. Y es porque, hasta hace como ¿treinta años? Nuestra organización era muy cerrada. No permitía que nadie sobresaliera y si lo hacíamos, teníamos que borrar todo lo que nos involucrara –repitió en un susurro–. TODO.
–Que terrible.
–No tanto. Si no has conocido otro tipo de vida no te afecta –parecerá que la conversación había terminado–. De hecho, con la nueva ley, Mercy y Séneca son parte de un grupo musical. Son bastante conocidos, debo recalcar, no estoy seguro si ellos usan sus poderes para ser tan populares.
– ¿Lo ves?, tienes mucho que contar y yo soy bueno escuchando –sonrió, feliz por conversar y aclarar sus dudas, no importantes, pero se estaba divirtiendo. Vaya, ahora ambos lo hacían.
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Mercy*** ¿a que tiene un rostro desafiante?
Astartea****** una hermosa demonio.
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