19-Sayomi. Desconfianza
El ambiente adecuado hace que hasta las personas más introvertidas digan una palabra o dos.
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Casi en la madrugada y aprovechando el sonido de la tranquila respiración del Libro, de nuevo salió del apartamento por la ventana evitando hacer ruido. En cuanto estuvo fuera y sobre la acera de la calle, encendió un cigarrillo. Al caminar por unas cuantas casas a oscuras dentro de la profunda noche, identificó su objetivo incluso antes de tenerlo enfrente. La chica esperaba por él detrás de un poste de luz, iba cubierta con una chamarra gruesa y ocultaba su mirada con una gran gorra de béisbol.
–Parece que tomaste la mejor decisión –llamó su atención en la silenciosa calle. La chica giró para mirarle con temor, sin poder hacer frente a sus ojos profundos, aparatando la mirada. Hace dos días la había citado a ese lugar, cuando por la madrugada se encontraron después de que él sintiera su presencia; pues solo necesitaba dormir como máximo una hora al día para recuperarse, así que en cuanto se hubo recobrado salió por un cigarrillo y fue cuando la encontró la primera vez–. Me imagino que sabrás que he venido a decirte
–Más o menos –la muchacha debía tener unos quince años. Un Libro que se había mezclado en una pequeña escuela, sus acciones eran casi mínimas, sin embargo, el actual sensible sistema de Gabriel la volvía una fuente muy atrayente de sentimientos. Un estorbo.
–Será mejor que te vayas de esta zona, borra todo de tu familia de inmediato. He estado ocupado con mi propio sujeto y no quiero que me molestes –giró para irse, pero después de unos segundos se dio vuelta con algo en mente–. Aunque, antes puedes hacerme un favor, ya que acabo de darte la oportunidad de marcharte.
Nada convencida, la chica no tenía más opción que acceder.
– ¿Para qué me necesitas?
*****
¿El lugar?, el perfecto para sembrar una gran cantidad de hermosas flores, característica que el dueño del lugar no dudó en aprovechar. Las flores bajo su piel le hacían cosquillas y el polen amenazaba con hacerle estornudar, la brisa traía miles de aromas de temporada. Se incorporó, ya no estaba solo; en el vasto y extenso lugar donde las montañas se perdían hasta el infinito, se encontró de nuevo acompañado.
–Hola Makishima –saludó el chico de cabello negro.
–Hola –sin saber de qué hablar, volvió a tomar asiento, jugó con los pétalos de algunas flores cercanas y arrancó una–. Se ven muy vivas, tan llenas de colores.
– ¿Vivas? –permanecía de pie mirando hacia el límite del cielo y la tierra–. Cuando están más prontas a morir es que son más hermosas.
–No sabía –la que tenía en su mano comenzó a marchitarse, se hizo polvo entre sus dedos. Las cenizas se esparcieron con el viento, el cielo era pintado por un azul pastel y las cenizas volaban con total libertad.
–No te preocupes, no es muy común. Deberías escribir más... ¿sabías que las formas de expresarse mediante palabras son inagotables?
– ¿Eres la muerte?
El desconocido miró hacia las flores, tal vez buscando las palabras para contestar correctamente. Un gran ciervo pastaba sobre las flores marchitas, era blanco, imponente y con unas astas llamativas, caminaba por todo el lugar mientras buscaba buen pasto para comer.
–La muerte o... ¿la vida? –se preguntó a sí mismo–. No lo sé, quizá ambas –puso una mano sobre la hierba y esta creció, creció tanto que también murió–. La muerte es vida y la vida está en la muerte. Podría ser lo mismo, una sola persona para el único trabajo. Los animales se alimentan de otros por energía, para vivir un día más. Sería complicado tener a dos sujetos tan opuestos para conceder y quitar, cuando bien puede ser dictado por un único ser.
El ciervo se acercó a Makishima, inclinándose para dejarse acariciar la cabeza. El pelaje corto y con olor a primavera le hacía pensar hipnotizado sobre el lugar en donde se encontraba.
–Todo tendrá su fin pronto –el extraño desconocido continuó con sus palabras–. Me gustaría consolarte, pero necesitas aprender por tu propia fuerza. Hablaste con Bam; eso es bueno, él te necesitaba–. Y por primera vez en mucho tiempo, Makishima logró despertar solo con la ayuda del sol.
*****
Otra gran mañana. Y para su asombro, se encontró frente a frente con los ambarinos ojos de Gabriel apenas despertar, trató de no moverse por unos segundos, y decidió hablar primero.
– ¿Qué se supone que haces? –preguntó tranquilo, no estaba seguro de si seguía dormido o no, ¿era su oportunidad para golpearlo y fingir sorpresa?
–Te observo –luego de unos segundos más sin decir nada, se quitó de encima.
–Eres raro –bostezó y le miró salir de la habitación–, creí que te despertarías tarde como siempre –otro bostezo, ¿por qué se sentía tan cansado?
–Ya son más de las siete.
– ¡No es cierto! –paralizado y con el sueño aún sobre su cabeza, trató de reaccionar para tomar su celular y mirar la hora. Eran las siete con seis minutos. ¿Qué?, ¿y la alarma?, corrió hasta el baño para terminar de despertarse–. ¡Me quedé dormido! –luego del baño y con el rostro empapado, pasó corriendo a la cocina para revisar el refrigerador–, ¡ya es tarde! –corría de un lado a otro buscando sus cosas, sus ojos seguían pensando en cerrarse–. Me matarán en el trabajo.
– ¿Trabajo? –acomodado en el suelo le observaba dar vueltas.
–Mi turno empieza a las siete y media, no creo llegar –miró el reloj de la pared de la sala. Seguía ordenando su maletín y metiendo cosas sin orden en su otra mochila–. Los jueves son días que me toca estar con los niños.
–Hoy no es jueves, cabeza hueca–. El Libro se detuvo, pausando sus movimientos para mirarle interrogante.
– ¿En serio?–. Gabriel no contestó–. ¡Qué alivio! –se dejó caer junto a la entrada, para mirar de nuevo su celular. Había hecho un escándalo por nada, no era lo más común que le pasase, pero ¿ya qué? Unas cuantas veces al año mantienen la salud mental.
***** 6:09 p.m. *****
–Unos amigos vendrán a cenar, el lugar es pequeño pero siempre nos reunimos aquí, ya que es el sitio más cercano para todos –el chico limpiaba acomodando todo a su alrededor–. No pido que te retires, pero por favor, intenta ser lo más normal que puedas –casi parecía que le rogaba.
–Mmm... ¿Qué ganaría con eso? –estaba sobre la cama del Libro leyendo un manga, habló al tiempo que comía de una bolsa de papas. No aportaba ningún beneficio y no terminaba de perjudicar, sencillamente existía–. Además puedo ser su amigo de la preparatoria –recitó aburrido.
–No... en serio Gabriel, no te atrevas –ahora buscaba un delantal para preparar la cena, miró el reloj, eran las seis de la tarde y los chicos llegarían a las ocho y media, estaba ligeramente retrasado.
– ¿Quieres que nos conozcamos desde hace poco? –seguía sin ofrecer una aportación al atareado Libro en la cocina.
–No... esto... simplemente no pongas memorias en ellos, te presentaré como un familiar o algo –colocó una sartén al fuego y ordenó los ingredientes a un lado de la barra–. Solo sígueme la corriente, ¿puedes?
–Ah... –se quejó, no quería relacionarse con personas complicadas.
–Cocinaré lo que quieras –intentó tentarle.
–De acuerdo–. Fue sencillo–, y solo lo hago por la comida. ¿Qué más quieres que haga?
–Ja, ja, ja –se alegró de poder convencerlo. Parece que en verdad le gusta su comida–. Solo debes hablar natural, pero agrega unas cuantas cucharadas de sociabilidad –comenzó a cortar los vegetales recién lavados–. Y acomoda un poco la habitación –escuchó un golpe provenir de ésta, seguramente el Divino había rodado hasta caer al suelo. Pasados unos segundos le contestó.
–Listo.
– ¡No escondas nada debajo de la cama! –gritó para evitar que huyera tan fácilmente. Hubo otro momento de silencio.
–Listo.
–Dime, ¿prefieres carne de hamburguesa o croquetas? –se asomó a la habitación con ambos paquetes, en parte por la pregunta y en parte para ver lo que había hecho.
–Las dos –seguía sobre la cama, solo que sin las botanas y con los típicos audífonos a su alrededor.
–Eres un gordo –regresó a la cocina para preparar la mitad de cada paquete–. Por cierto, puedes ducharte primero; aún tardaré un poco.
Gabriel cruzó frente la cocina para dirigirse al cuarto de baño, parecía un niño obedeciendo a su madre, Makishima sonrió ante la imagen.
– ¿Quiénes vendrán? –hablaba desde la ducha, había dejado la puerta abierta.
–Estará Hyu que es mi compañero en el trabajo, también vendrá Ukio, que es una amiga de la universidad, ¿recuerdas que ella nos ayudó con el incidente del tren? –sin respuesta–. También vendrá Yuusuke –le incomodaba hablar de él, sus mejillas se colorearon ligeramente y dejó de poner atención a la cocina–. Es un amigo, le conozco desde hace mucho tiempo, estamos juntos desde el orfanato. Y posiblemente también venga Bam, aunque lo dudo mucho.
– ¿Él te gusta? –sin hacer mención de a quién se referiría realmente.
– ¿Cómo crees? –negó rápidamente, tratando de sonar neutral, continuó cortando las verduras. Pasaron unos minutos en silencio después de los cuales ya estaba completamente metido en terminar la cena.
–No mientas–. Su voz detrás lo sobresaltó; soltando la sartén y girando impresionado.
– ¡Me asustaste!... ¿t–terminaste?
–Si –le miró. Había salido solo con una toalla que rodeaba su cintura y otra que estaba sobre sus hombros, ni siquiera se había secado correctamente, el cabello le goteaba. En su pecho descubierto podía ver fácilmente un tatuaje de color negro, se trataba de una letra. Una "M" mayúscula y en cursiva, justo sobre el corazón.
–Gabriel, estás mojando todo el piso –se volteó de nuevo escapando de su mirada, concentrándose en seguir cocinando–. Apresúrate y ponte ropa –sus mejillas volvieron a tornarse levemente de rojo ante el desnudo torso de Gabriel.
–Te ves raro sonrojado –volvió hacerle saltar por su voz.
Suspiró, de nada serviría gritarle.
–No estaba sonrojado.
–Como digas.
–Está listo, ahora es mi turno de ducharme –se deshizo del delantal y caminó a su habitación–. No toques nada de la cocina–. Gabriel estaba en la entrada del cuarto, observando atentamente–. ¿Q–qué sucede? –le ponía nervioso que le mirara de esa manera, a decir verdad, desde que llegó no dejaba de observarle. Demasiado.
–Nada –pasó a su lado para buscar ropa para ponerse, y sin dar tiempo a que Makishima saliera, se quitó la toalla de la cintura.
–Salgo en un momento –unos segundos después de cerrar la puerta, gritó–. ¡¿Qué le hiciste al agua de la bañera?!
–Solo le puse colorante, sigue siendo buena para bañarse –aseguró sin emoción.
– ¿Se puede saber por qué lo hiciste? –seguía dentro sin dar una razón coherente para lo que miraba.
–Es una broma –dice sin la gracia que las acompaña–. Y ya no tienes shampoo.
– ¡Esto no es gracioso!, ¿qué pasó con el shampoo?
–Se cayó.
–Ya estoy retrasado. ¿Qué hago ahora? –murmuró para sí–, ¡esto te quita puntos! –gritó.
Pero a pesar de haberse duchado, Gabriel aún podía sentir una dulce esencia provenir del cocinero, pero no había miedo en sus ojos y sus movimientos eran tan seguros. Entonces ¿por qué seguía oliendo tan dulce? No le entraba en la cabeza. Y menos que en verdad no estuviera asustado, debía seguir pendiente de sus movimientos.
*****8:43 p.m. *****
–Bienvenido Yuusuke –la voz de Makishima saludó al recién llegado.
– ¡Hola a todos! –un chico llamativo entró después de que Makishima se apartara de la puerta. ¿Llamativo? Preguntaran, si lo vieran, sabrían de qué hablo–. Maki–kun me invitó a que pasara la noche con ustedes, traje unas bebidas y dulces –levantó una bolsa repleta de latas y empaques.
–Hola Yuusuke, hace tiempo que no te veíamos –Hyu saludó alegremente al chico. Estaba sentado junto a Bam en la mesa de la sala de su amigo.
–Cierto, cierto... ¿cómo has estado Yuu? –Ukio también se animó al verle, era la única chica en el departamento, casi siempre lo era, a excepción de cuando Yuusuke o ella llevaban a alguna amiga.
–Perfectamente... solo estoy agotado por el trabajo, pero todo correcto, ¿y ustedes? –sonrió confortado por el recibimiento.
–Como si los años no pasaran –bromeó Ukio.
–Ojalá, pero lamento informarles que...
–No te atrevas a terminar –la doctora trató de interrumpirle.
– ¡Nos sobran años! –gritó evitando que le acallara.
–Los únicos así aquí son ustedes –se fastidió la médico.
–Aceptémoslo, todos estamos entrando a los treinta... –jamás lograríamos que Yuusuke dejara de decir lo que pensaba.
Todos se habían acomodado frente a la televisión y conversaban animadamente, Yuusuke se marcaba como el último invitado de la noche. Conforme a su llegada, Makishima presentó a Gabriel como a un primo de México. Se sentía aliviado porque nadie le hostigaba con preguntas sobre su origen de llegada o algo complicado de contestar.
–Así que, Gabriel ¿eres familiar de Makishima? –Yuusuke preguntó intentando conversar con el teñido peliblanco.
Este no había hablado mucho, solo bebía y comía mientras revisaba su celular. En un intento de ignorarlo miró a otro lado, topándose con la mirada de Makishima; habían hecho un trato y le tocaba hacer su parte. Socializar.
–Justo como él dice –contestó en tono apático pero con una extraña mezcla de "amabilidad". De pronto, se volvió el centro de atención.
–Wow... no se parecen en nada –comentó Bam mientras giraba para inspeccionarlo. Su llegada tomó desprevenido a Makishima revolviendo sus planes en cuanto a la comida.
–Bam, no seas irrespetuoso –le contestó su pareja mientras le golpeaba discretamente entre las costillas.
–Ya, ya... lo siento –se revolvió por el ligero dolor.
– ¿Seguro que no es un acosador que te amenaza para que le dejes quedarse? –contraatacó Ukio. Era broma pero no sonaba como una, terminó pillándole por sorpresa, casi se atraganta con su refresco; no pasó desapercibido para nadie.
–No, se quedará unos días por aquí nada más –Makishima trató de sonar lo menos nervioso posible, necesitaba ayuda de su cómplice; al tratar de conectar con él, le ignoró con frialdad.
–Ukio, ya le conocía –comentó Hyu mientras se llevaba un trozo de carne a la boca–, le vi el otro día frente al hospital –dijo sin terminar de masticar. La sorpresa fue aún mayor para el Libro–; me imagino que estaba por dar con la casa de Maki–kun.
–Sigo creyendo que es un sujeto extraño –continuó la chica, no confiaba en que un completo desconocido de pronto se apareciera para quedarse a vivir con su solitario amigo. Era extraño, viese como se viese.
–No creo que sea raro –trató de refutar Yuusuke–, quizá sea porque es extranjero y no estamos acostumbrados. ¿Cómo es que aprendiste japonés? –se dirigió de nuevo al huésped de Makishima.
–Con práctica.
–Mmm... –Ukio seguía mirándole–, te pareces a alguien que conozco, pero bueno. Olvídenlo–. Makishima se ponía cada vez más nervioso, cualquier mal comentario y su teatro caería.
–Hyu, ¿de verdad le conocías? –preguntó interesado Bam.
–Sí, le vi hace unos días, pero ahora no estoy muy seguro de que sea la misma persona –luego a Makishima le sonrió–. Da igual ¿puedes pasarme eso?
Así fluyó el tiempo para ellos, divirtiéndose mientras charlaban sobre lo que habían hecho durante el poco tiempo sin verse. Trago tras trago, ya que Ukio había traído unas cuantas cervezas, a lo mismo que Bam y Yuusuke, tomaron con mucha confianza.
–Por cierto, ¿alguien más ha notado que Makishima cambió un poco?
El anfitrión se había levantado para buscar un postre que había preparado la noche anterior. Era un flan napolitano*, una de las tantas comidas que aprendió en México; sirvió trozos en platos y los repartió por la pequeña mesa.
– ¿A qué te refieres, Bam?
–Lo veo, más maduro –continuó Hyu–. No parece estar bajo presión, está más relajado, como si sus preocupaciones se hubiesen esfumado.
–Chicos, creo que exageran –se apresuró a decir el médico al darles las cucharillas–. Puedo no estar tan relajado –tendió una a Gabriel como referencia.
–Cambiando de tema –Yuusuke tomó la palabra–, tengo noticias geniales Maki –sonrió, e hizo que el corazón del chico latiera con fuerza cuando escuchó el diminutivo en su nombre en sus labios.
–Ah, ¿sí? –devolvió la sonrisa, nervioso.
–Sí, adivina ¿quién crees que vuelve a Japón? –tomó un bocado para darle oportunidad a contestar; ahora sus ojos también parecían emocionados.
La mente de Makishima pensó rápidamente en un nombre, pero dudó en que fuera, descartando a la mayoría de la lista de amigos que tenían en común, ese nombre persistió en su cabeza.
– ¿J–Josué? –titubeó.
– ¡Sí! –se emocionó solo–, vendrá por unas vacaciones de su trabajo. ¿Recuerdas que viajó hasta Australia? Pues se quedará unas semanas y me avisó.
–No me había enterado... –algo de la noticia le preocupaba.
– ¿No?, él dijo que te enviaría un mensaje, le pasé tu número –luego sin ponerle más atención, cambió de nuevo el tema de conversación. Ahora hablaban sobre el estreno de un nuevo tomo de cierto manga* medieval.
Algunos de los visitantes ya estaban más que indispuestos para mantener una conversación entendible, eran los típicos amigos que cambiaban de actitud tras beber, pero parece que entre borrachos se entienden así que no hubo problema. Sí, son de esos amigos con los que puedes reír por horas y por cualquier cosa.
El celular del médico tocó su melodía desde la cocina, así que se levantó para tomarlo. Para su sorpresa el nombre del contacto era del mismísimo demonio, lo habían invocado; lo tenía registrado pero jamás se había valorado como para ponerse en contacto.
Decidió leer de inmediato el mensaje:
Hola Makishima, soy Josué.
Espero que no me hayas olvidado en todo este tiempo, y lo siento por no haberme puesto en contacto contigo. Por ahora, solo quiero decirte que he decidido el destino de mis vacaciones, y ¡dirijo mi rumbo para Japón! Espero poder verte. Si estás ocupado para esas fechas no te preocupes. No descartes la idea de que haré lo imposible por que nos encontremos. Tengo mucho que contarte y ansío escuchar también tus aventuras. Nos veremos pronto.
Edgar no supo qué responder a tal extensión de palabras imprevistas.
Así que tecleó en automático:
También espero y nos encontremos, has emocionado a Yuusuke, así que la reunión será muy emotiva. Saludos desde Japón. Te esperamos.
¿Qué haría ahora que se reencontrarán?, ¿podría verle a los ojos?, ¿le habría perdonado? Habían sucedido más cosas de las que compartió con Gabriel. Cosas que siempre había deseado olvidar, pero incoherentemente había atesorado en su corazón. Suspiró y trató de volver con todos.
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Manga.– tipo de cómic japonés.
Flan napolitano.– esto es el lo que en México se conoce como tal:
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