14-Dulce rutina
Es normal que la confianza nazca con el trato, con palabras que revelamos y con las que demostramos nuestro interés por formar lazos.
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–Al principio imaginé que tendrías algún gato de mascota, como en el registro decía que eras solitario –llegaron cargados de bolsas hasta la puerta, y la repentina búsqueda de conversación tomó por sorpresa al médico. Decidió contestar a su curiosidad.
–Ja, ja. Disculpa por no cumplir tus expectativas; aunque la verdad, estuve contemplando la posibilidad de adoptar uno, porque me agradan más que los perros, se le pueden dar menos cuidados y con mis horarios tan cambiantes es algo favorable, pero creo que no me gustaría que creciera sin un dueño que le cuide –dejaron las bolsas sobre la pequeña mesa.
Su almuerzo fue un platillo súper elaborado que tomó horas de cocción.
Mentira, hicieron sopa instantánea.
Acordaron descansar hasta las seis, antes de comenzar a preparar la cena. A pesar de que quién cocinaría obviamente sería el Libro, pues el Divino incluso desconocía cómo se encendía la estufa eléctrica, aunque comprendía por completo la historia y origen del fuego. Más la parte filosófica que la práctica. Conocimiento es conocimiento al fin y al cabo.
A las cinco y media, tan solo cinco minutos después de que ellos encendieron el televisor, la lluvia descendió como baba sobre la diminuta ciudad. La mente de Gabriel instintivamente guió su mano hasta su bolsillo derecho, donde se sorprendió de no palmear el paquete de cigarrillos. El frío, a sabiendas de su vulnerable condición dentro de la casa ajena, se aproximó hasta él para recorrer sus brazos y piernas.
Al notar el estremecimiento del Purificador, el joven médico se levantó para preparar bebidas calientes.
Soportando en silencio los escalofríos, Gabriel cerró los ojos sobre el sillón, sin escuchar lo que se decía frente a él en la pantalla de colores. Con una sonrisa Makishima le tendió una taza de humeante chocolate caliente, Gabriel no se movió, desconfiado. Habiendo tenido suficiente de su actitud, Makishima dejó la taza sobre la mesa, deshaciéndose del deber de entregar el calmante, tenía una cena que comenzar.
El orgullo del Divino era casi nulo en este punto, así que tomó la taza color azul entre las manos y la llevó con delicadeza hasta sus labios. El frío retrocedió de su cuerpo con velocidad con esto por fin pudo relajarse. Tal vez había encontrado una nueva adicción.
Otra mentira, nada reemplazaría la sensación de nicotina en su paladar, pero la amabilidad no podía deshacer el pensamiento que se cruzó cuando se presentó con la taza. "Odio su sonrisa", seguía siendo parte de su descripción al Libro.
– ¡Deberías probar esto! –le llamó éste desde la cocina.
Casi en automático el Divino se guió por la voz para llegar junto al chico; éste le tendió los palillos con los que sostenía un bocado perfecto. Al Divino le daba curiosidad saber ¿cómo era tan hábil sosteniéndolos aún con los guantes de goma?
–Tiene una pinta horrible –intentó escapar siendo osco.
–Solo pruébalo, además no es como que algo así pudiera matarte –le picó socarrón.
–Más vale prevenir que lamentar–. Aprovechando su descuido, Makishima le deslizó la comida por su boca–. Esta caliente... –el vapor escapó mientras hablaba.
–Parece que te gustó; ayúdame cortando esto.
El encargo era novedad para el Divino quien con la boca llena, procedió a intentar lo desconocido.
– ¿Y cómo lo hago? –sostenía el cuchillo confundido, estaba casi seguro que era similar a rebanar a una "persona" o Libros, con tal, es la misma carne.
– ¿Jamás has cortado un vegetal en tu vida?
–Solo me las como... a veces–. Desconfiado, el Libro le miró. Después asintió levemente y le dio un pequeño tutorial de cómo cortar las zanahorias en rodajas, para luego pasar a concentrarse en lo que hervía en la olla. De pronto el cuchillo escapó de las manos del Divino que, con ojos conservadores, observaba como lentamente la sangre manaba del pequeño corte–. Parece que ahora si me moriré.
–Claro que morirás –deshaciéndose de los guantes, se lavó las manos antes de aproximarse a él–. Pero hoy no. ¿Bien?, no mientras que esté aquí para poner un curita en tu herida para que deje de sangrar –hizo todo lo que prometió con suma delicadeza–. Eres un Divino, no hagas un escándalo por un ligero corte.
–Tus intenciones son claras. De verdad planeas matarme poco a poco. Además, ¿podrías dejar de hacer referencia a que es casi imposible matarme?, igual puedo morir en cualquier momento.
–No creí que fueras tan torpe manejando cuchillos; no te arrepentirás cuando pruebes la cena.
Igual cumplió con esa última frase.
*****
Creo que todos conocen que para un médico es indispensable seguir aprendiendo y actualizando la información que maneja. La salud, las enfermedades, las medicinas; están en constante mejora, se debe conocer de todo para que siempre puedan seguir estar disponibles con lo más nuevo dentro del campo laboral.
Con esto en mente nuestro Libro siempre busca información que pueda ser de ayuda, a lo mismo que relee los libros que tiene consigo. Siempre lo hace por la noche y con unos auriculares cubriéndole las orejas por completo.
Lo único que cambiaba esa noche había sido transportar su zona de estudio a la habitación, en vez de la pequeña mesa frente al televisor. Sus ojos se paseaban entre la información de los libros que sabía de memoria a la que escribía en su tablet, los anteojos también estaban siendo usados, y le ayudaban a continuar con su responsabilidad.
Los conocimientos del aburrido ser que observaba la tele, y que lo único que había logrado con esto fue desplazar al Libro hasta la otra habitación, eran alucinantes y consideraba básica la información que Makishima repasaba con determinación. Distraído, se fijó en el reloj de su celular, eran las once de la noche.
Fue entonces apareció el Libro en la puerta de la habitación.
– ¿Te gusta la música clásica? –preguntó mientras se acercaba, su intención era guiar al Divino a que se durmiera de una vez; no tenía tantas dudas sobre él. Prefería mantenerlo a la vista que desconocer sobre sus actos mientras que estaba desprevenido.
–He tenido demasiado de ella en los siglos pasados.
–Odio admitir que se escucha demasiado interesante.
–Sí que lo fue –observando la televisión, devoraba el paquete de dulces que consiguió en la anterior compra.
–Por cierto –intentó terciar–. ¿Aún debo esperar para que puedas explicarme sobre mi condición actual?
–Ya te dije lo que sucede con mi Dádiva –el palillo de chocolate se balanceaba en su boca con maestría.
–No, no me refería a eso –el nerviosismo le hizo revolverse incómodo–. Era más con lo que soy un "Libro". No tengo nada claro. Porque bueno, no conocí a mis padres, después de un tiempo en un orfanato alguien me adoptó y tuve una vida normal hasta hace unos días que te conocí.
–Correcto, todo eso figura en el informe. Por lo que, no es imposible que seas un Libro.
–Ahí no dice nada sobre mis padres, ¿cierto?
–Lo único que viene aquí es información sobre los juzgados, no de segundos involucrados con él.
–Lo entiendo, valía la pena preguntar –sonrió con tristeza.
–Además ¿podrías sacar tus propias conclusiones? No creo necesitar explicarte cada cosa con detalle.
–Vale, no preguntaré de nuevo –medio prometió. Aún sin atreverse a moverse demasiado, le ofreció que se durmiera de una vez.
*****
– ¡No sé cómo hacerlo!
Atento, escuchaba como una voz de hombre se quejaba, parecía al borde de un colapso; su preocupación era capaz de influenciar a cualquiera con esas simples palabras.
–No tienes que saber hacerlo. Solo hazlo –las represalias tranquilas de una voz de chica que reconoció, intentaba callarlo. Abrió lentamente los ojos para intentar entender de qué iba todo el problema.
–Fallaré –la seguridad que transmitía daba para hacer que él también dudara.
–No fallarás –la mujer, que se había transformado anteriormente en leona, peleaba con el chico de cabello negro azabache, él que era la muerte y la vida.
–Pues no lo haré –señaló alrededor–. Moriremos aquí dentro solo porque no tengo el valor para intentarlo–. El soñador miró alrededor suyo. Estaban dentro de un gran cubo que no tenía nada más que sus presencias, lo que se veía fuera de las paredes de cristal era un cielo pintado de atardecer, resplandecía hermoso–. Makishima está despierto, él puede hacerlo.
–No, no puede, nunca puede. Por eso te lo estoy pidiendo a ti.
El cubo se movía de forma acelerada hacia arriba, y con la velocidad ganada. El cristal comenzaba a amenazar con quebrarse.
– ¡Estamos muertos!
–No seas dramático, me has visto hacerlo miles de veces.
De pronto, un fuerte golpe se escuchó al otro lado de la pared de cristal. Se trataba de un gran tentáculo negro que hizo que el cristal se cuarteara, luego otro se aporreó con fuerza desde abajo, poco a poco esa cosa terrorífica los iba envolviendo con más tentáculos. Pronto, comenzó a atraerlos hacia abajo; sacudiéndolos con demasiado frenesí, los tres se golpearon y eso les obligó a quedar inconscientes.
Cayendo tan profundo hasta donde el terrorífico ser les condujo.
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Verdadera razón por la que Maki no tiene un gato:
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