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ミ承 fire turned to ash ❞

 ̄ ̄ ̄ (⠈. but i need to tell you something. my heart just can't be faithful for long. I SWEAR, I'LL ONLY MAKE YOU CRY.

cigarretes after sex.◝

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───── ❪ ⠈. UN DÍA HERMOSO, el cielo de un azul brillante con pocas nubes adornando su océano extenso, el sol sazonando el ambiente con su calor complementándose con el trinar de las aves. Eran apenas las diez de la mañana, pero ninguno de los vecinos se encontraba cansado ese domingo. Saori se encontraba sentada en la banca del parque observando a sus hijos, mientras que Toji mantenía un brazo rodeando sus hombros, y el costado de su cabeza reposando en la coronilla de su esposa, con sus ojos cerrados.

— ¡Pero si son los Fushiguro! —habló una señora a lo lejos, haciendo que Toji abriera sus ojos para observar a la mujer de cabello canoso acercarse hacia ellos. Tanto ella como Saori le sonrieron—. No estoy tan sorprendida de verlos tan temprano, pero hace demasiado tiempo que no los veía ¡siguen igual de radiantes tal y como la última vez que los vi! —dijo la señora Tsukimoto mientras les daba un beso en la frente a cada uno.

Mientras los Fushiguro ponían al tanto a la señora que les ayudó durante muchos años, vecinos y vecinos llegaban, algunos felices, otros enojados, pero sin distorsionar el ambiente tan radiante de aquella mañana. Saori llamó a Tsumiki, su hija mayor de doce años para indicarle en qué lado del parque estarían, a lo que la pequeña asintió tomando la mano de su hermano Megumi de tan solo ocho años. Toji les besó la frente a los dos y se dirigieron a la zona de asambleas que no estaba tan lejos, solo eran unos cuantos metros y con vista hacia el área de juegos.

La señora Tsukimoto informaba cada uno de los roles que se harían durante los siguientes tres meses. Toji no se sentía cómodo alrededor de tanta gente, Saori lo sabía, así que su esposo tomaba su mano para relajar su tensión, cosa que ante lo ojos de los demás era el gesto de amor más puro que habían visto.

—¿Cuánto llevan casados, querida? —preguntó una de las nuevas vecinas a su lado—. Escuché que tienen hijos, se ven bastante jóvenes ustedes dos —jugueteó con una sonrisa tierna.

—Once. —respondió Saori con una sonrisa—. Y sí, tenemos dos hijos, la mayor de doce y el menor de ocho. Y en cuánto a nosotros, bueno, yo tengo treinta y seis y Toji tiene treinta y ocho.

—¡Su historia de amor es muy linda! —exclamó la señora Tsukimoto asomándose por detrás de Toji—. Eran apenas unos chiquillos cuando los vi por primera vez.

—Estábamos en nuestros veintes, tampoco es la gran cosa. —dijo Toji con una sonrisa incómoda. Tenía el presentimiento de a dónde iba la conversación, pero le tenía aprecio a la viejita, así que no explotó.

—Es increíble lo mucho que se quieren aún, su generación es tan extraña. —respondió la nueva vecina colocándose una mano en la mejilla—. Cinco años de casados y ya se están divorciando.

Toji se estremeció.

—Pero me alegra que no sea el caso de ustedes. —finalizó la mujer de manera sonriente.

Tras una hora de plática, asignación de tareas y labores, horarios para los nuevos, entre otras cosas, la asamblea finalizó. Tsumiki y Megumi estaban bañados en sudor, mientras corrían hacia ellos, despidiéndose de los otros chicos mientras corrían hacia sus padres.

—¿Qué se les antoja hacer hoy, niños? —les preguntó su madre mientras les pasaba una toalla húmeda por el rostro—. Podemos ir al supermercado a comprar las cosas para comer, salir un rato a pasear, lo que ustedes gusten.

—¡Yo quiero ir a la plaza! Trajeron nuevos materiales a la tienda de costura y quiero ir a ver —dijo Tsumiki mientras Toji la alzaba para cargarla. No importaba que tan grande fuera su hija, Toji aún era demasiado fuerte como para cargarla hasta que tuviese treinta.

—Yo no quiero salir, me quiero dormir. —contestó Megumi de una manera tan seca que Toji soltó una risotada, de tal palo, tal astilla.

Mientras los Fushiguro se alejaban, los vecinos veían con ternura a la familia, algunos soñando despiertos, deseando que sus familias fuesen iguales a la suya.

Dos horas más tarde, Megumi se encontraba ayudando a su madre a guardar las verduras en la bolsa del mandado, mientras que Toji y Tsumiki se encontraban en el área de carnes, escogiendo la que comerían esa tarde. Megumi estaba que moría de sueño entrecerrando sus ojitos y bostezando, siguiendo a su madre. Hasta que por fin salieron del supermercado.

Durante todo el camino a casa ninguno de los cuatro hablaba, Megumi yacía dormido en los brazos de su padre mientras que Tsumiki cargaba una de las bolsas más ligeras del mandado. Saori miraba de reojo a Toji, para sonreír al ver que Toji tenía la misma cara de cansancio de su hijo, a los dos les encantaba dormir.

Las horas transcurrían poco a poco, y el día se iba terminando, sin embargo, las luces de la casa de los Fushiguro aún permanecían encendidas. Cualquier vecino que pasara por allí podía escuchar las risas por parte de los cuatro integrantes de la familia, los enojos de Toji al perder en el UNO, o la risilla malvada de Megumi al haber dejado a todos en bancarrota en el Monoply, eran felices, hacía solo falta con escucharlos.

Alrededor de las ocho de la noche ya habían terminado de ver la película que habían escogido tras haber jugado toda la tarde, Tsumiki estaba recargada en el brazo de su padre, y Megumi con la cabeza recostada en el regazo de su madre, los dos completamente dormidos.

—Yo los llevo, tú vete alistando. —suspiró Toji mientras se movía levemente tratando de no despertar a Tsumiki. Cargó a sus hijos uno en un brazo y la otra en el otro. No importaba cuántas veces viera lo mismo, Saori seguía impresionada de la fuerza que tenía su esposo, aunque, tampoco es como si sus hijos pesaran tanto.

La castaña tenía una extraña sensación en el estómago, sentía náuseas y ansiedad al mismo tiempo. Se levantó con delicadeza cerrando los ojos para no marearse con el suelo para luego dirigirse al baño a lavarse la cara. Se desmaquilló el rostro, respirando para calmar la tormenta de su estómago, para luego cambiarse a una sudadera y un pantalón deportivo. Toji llegó unos minutos después tendiéndole una mano para llevarla afuera, después de haber apagado las luces y haber cerrado la puerta con llave.

Su caminata se iba extendiendo, dejando su casa atrás. El ambiente era cómodo, los dos rodeados por el frío y la tranquilidad, pero aun así la tensión era fuerte entre ellos. Toji le colocó una mano en la espalda baja para dirigirla hacia una de las bancas del parque que tan solo era iluminada por un farol, Saori estaba tensa, no hacía falta que se lo dijera. A medida que se acercaban a la banca, la respiración de su esposa comenzaba a desnivelarse, cosa que no relajaba la ansiedad de Toji.

Fue ahí cuando Saori ya no pudo resistirlo más y se rompió a llorar. Dirigió una de sus manos a uno de sus pómulos, tragó saliva, un poco incómoda por el nudo en su garganta que quería salir, que quería ser liberado por haber sido reprimido durante todo el día. Pero ¿por qué?

¿Por qué estaba triste por tener una vida que muchas familias quieren? Tiene hijos que muchos quisieran, tiene una relación tan bella con su esposo a los ojos de los demás, ¿por qué estaba triste entonces?

¿Por qué quería divorciarse?

Esa pregunta fue la que le dio señal al nudo en su garganta y este liberó su llanto, Toji estaba alerta y sabía que el cuerpo de su esposa flaquearía en cualquier momento, cosa que eventualmente sucedió. Con sus brazos rodeó sus hombros y la acompañó en su travesía hasta el suelo, ocultando el rostro de Saori en la curvatura de su cuello. Las manos de Saori inmediatamente sostuvieron la camiseta de su esposo, pero no era un agarre suave, era uno fuerte, como si quisiera desgarrar la tela por la tristeza que estaba sintiendo.

Saori estaba confundida, pero Toji estaba perdido. Es extraño levantarse una mañana y tener unos papeles de divorcio en la mesa al lado de su café antes de ir a la reunión, estaba perdido porque no entendía.

Los dos se encontraban en un abismo de preguntas tan extenso que cada una parecía no tener una respuesta para ellos, al contrario, generaban más preguntas de las que ya tenían.

—No sé porqué quiero esto, Toji. —lloró Saori abrazándose en su cuello—. Una parte de mí lo quiere porque estoy muy abrumada, pero la otra no. No quiero dejarte ir. Cada mañana me despierto con una sensación extraña en mi cuerpo, no tengo ganas ni siquiera para ir a la comisaría, veo a los niños y... Y evito porque me vean triste, no entiendo porqué me siento así.

Toji aún estaba perdido, ¿entonces él no era el problema?

—Siento que estoy estancada, no avanzo ni en los proyectos que teníamos pensados, ni en los arreglos que queríamos hacer, no estás en casa, Toji. Solo estás fuera, llegas cansado, los niños apenas y te ven, este fue de los primeros fines de semana que has pasado con nosotros. Sí, lo de mi papá me afectó demasiado, pero ese refugio que yo pensé que tenía en ti... No lo encuentro.

Refugio. Esa era la palabra que Toji relacionaba inmediatamente con su relación. Toji encontró un refugio en ella tal y como ella lo hizo con él, pero ¿en qué momento ese refugio se había transformado en una cabaña fría y sin luz? La gente los comparaba con el fuego, él jamás lo había visto así, no quería, porque lo que más temía era que su relación terminara tal y como lo hace el fuego; extinta.

Nadie pasó por ese parque, solo los árboles, esa banca y ese farol fueron los testigos de un amor creado por el fuego; un amor vuelto ceniza. ───── ⠈. ❫

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 ̄ ̄ ̄ ( · ° maybe i'll change for you someday, but i can't help the way i feel. WISH I WAS GOOD, WISH THAT I COULD GIVE YOU MY LOVE NOW.

cigarretes after sex.◝

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