ミ承 chapitre un ❞
────── ❛ i'm not sure how i got there, all roads, they lead me here, i imagine you are in home, in your room, all alone. AND YOU OPEN YOUR EYES INTO MINE, AND EVERYTHING FEELS BETTER.❜
gary lightbody & taylor swift.◝
ೃ₊• [ APUESTAS ] ❞
NO HABÍA NINGÚN RAYO DE SOL penetrando la ventana ni las cortinas de la habitación que compartían Saori y Toji. Apenas iban a dar las cinco de la mañana, el despertador aún no sonaba, pero Toji ya se encontraba más que despierto. La habitación era fría, pero era un frío confortante que era apaciguado por el calor del cuerpo de su esposa que se encontraba recostado en su pecho. Toji miró hacia abajo, y sonrió levemente al ver como Saori tenía el cabello regado por su cara con un mechón casi entrando a su boca; le causaba ternura. Desaliñada, arreglada, vestida o desnuda, Toji la amaba de cualquier manera.
Con cautela la colocó en la almohada del lado de su cama para darse una ducha y así para poder dirigirse al trabajo. Si bien ya no tenía el mismo gusto por su empleo como la hacía antes, por lo menos la foto que tenía en su oficina era lo que lo mantenía despierto en esa oficina. Mientras se secaba el cabello tras haberse colocado su traje miró de reojo a la cama y Saori aún se encontraba ahí, seguía durmiendo de una manera tan pacífica que hasta pareciera que no habían hablado lo del día anterior. Y claro, de tanto llanto, era obvio que estaría cansada.
De alguna u otra manera Toji sí se sentía culpable. Tantas malas experiencias y malos recuerdos que había vivido con su familia, los apodos, las especulaciones, los tropiezos que le hicieron pasar mil y un veces. No recordaba haberse sentido vivo desde su niñez hasta su adultez temprana, específicamente a sus veinticuatro años, que fue cuando conoció a Saori.
Veinticuatro años sintiéndose un muerto viviente y con tan solo una mirada suya, a su cuerpo y alma les era devuelta la vida.
Antes de marcharse al trabajo se dirigió a la habitación de Megumi y Tsumiki, ambos seguían dormidos, Tsumiki dormía en la misma posición que su madre, mientras que el niño dormía de manera desordenada, al igual que él. Les besó la frente y arropó a Megumi para regresar a su habitación. Se colocó en cuclillas y le dio un leve toquecito a Saori en la nariz, la castaña con un poco de esfuerzo logró enfocar la mirada cansada de su esposo, el cabello caído, las ojeras debajo de sus ojos, sus penetrantes ojos y la cicatriz en su boca. Toji sí causaba un poco de miedo a algunos, pero a Saori no, nunca lo hizo, ni siquiera cuando lo vio ensangrentado el día que lo conoció.
—¿Ya te vas? —bostezó Saori incorporándose sobre sus codos. Toji asintió y ella suspiró—. Ten un lindo día, si sucede algo, me marcas. —Toji sonrió y le beso la frente para luego pararse y dirigirse al marco de la puerta.
—Te amo, Saori. —pronunció Toji con una diminuta, casi invisible sonrisa.
—Yo también, Toji.
Toji odiaba su trabajo, bueno, en general odiaba todo, pero odiaba trabajar. Y ese día no fue la excepción, a Toji le importaba un carajo que la gente lo odiara, lo repudiara, mientras tuviese el cariño de Saori, de sus hijos o de alguna persona que él considerara lo suficientemente cercana, le bastaba. Pero algo que sin duda le daban ganas de reclamar, era el repentino odio que su jefe traía contra él.
Si llegaba cinco minutos tarde, ya sea por subir las escaleras de la empresa, le descontaban de su sueldo, jamás se quedaba dormido, era lo más calmado posible con los clientes, era paciente con ellos, si causaba un poco de miedo, pero jamás alzaba la voz o utilizaba un lenguaje mal sonante con tal de que se sintieran cómodos.
Mientras tecleaba en la computadora rio cuando recordó que Megumi y Tsumiki los habían comparado a él y a Saori con la bella y la bestia. Aunque mentira no era. Él era un tosco con cara de malos amigos, mientras que Saori fue quien le enseñó a tener paciencia y a sacar su lado "bondadoso" con el paso de los años. Mientras esperaba la cita de uno de sus clientes, su vista se fijó en los marcos de fotos que tenía en su escritorio.
Era un marco de tres secciones, en la de el medio se encontraba su foto de cuando se casó con Saori, ella lucía radiante con un vestido blanco no tan largo, para nada ostentoso, con el cabello recogido y una sonrisa brillante alzando la mirada para voltear a verlo a él. En el marco derecho se encontraba una foto de Toji cargando a Tsumiki en una cobijita rosa envolviéndola como un burrito. Y en el marco izquierdo, era una foto similar, solo que ahí se encontraba cargando a Megumi, el bebé de aquél entonces envuelto en una cobija azul con más cabello de lo normal de lo que los bebés tienen a esa edad, pero lo gracioso es que Toji estaba dormido mientras lo cargaba, y Megumi ni se diga, estaba igual de dormido que él.
Si de por sí Toji le estaba agradecido a Saori por todo, desde haberlo encontrado ese día, de haber tratado sus heridas, y haber hecho una vida con él a pesar de todas las malas experiencias que vivieron juntos por parte de su familia, de lo que más le estaba agradecido era por haberle dado a sus hijos. Toji jamás se había visto como el padre de alguien, tal vez con una pareja, casado, pero jamás con hijos.
—Oye, Fushiguro. —dijo su jefe mientras le daba un golpe en la mesa—. Tu cliente llega en diez minutos, más te vale que lo trates bien.
Como quería agarrarlo del cuello de la camisa para que dejara de hablarle así, pero lo que menos quería era perder su trabajo.
Toji no era una persona expresiva en cuanto a sus sentimientos o emociones, no le gustaba mostrarlas por miedo a sentirse vulnerable al lado de alguien, pero ¿su familia? Toji pensó que sus hijos al ser bebés lo odiarían por su apariencia o conforme fueran creciendo le tuvieran miedo, pero no, no fue así.
—Disculpe por la tardanza, la señorita de la recepción no me dejaba subir. —dijo su cliente, un hombre que ya conocía muy bien, gastaba más de lo que podía comprar. Toji negó—. Creo que hubo un error con los números esta semana, la verdad no estoy seguro, tampoco me importa demasiado.
—Pues debería de. —dijo Toji mostrándole las gráficas—. Escuche, señor, ya tuvimos una discusión hace un mes debido a los gastos innecesarios que tiene en su cuenta.
—Pero no es de su incumbencia.
—Señor, estoy haciendo mi trabajo, lo que gaste es problema suyo, pero no puede gastar de esa manera. Son cinco miembros en su familia y la mayoría de los gastos se van en bebidas alcohólicas y burdeles. Mantenga a su familia, esa tarjeta no tiene crédito infinito.
—¡No tiene ningún derecho a administrar que hago o que no! Si quiero mantener a mi familia es mi problema. Me imagino que usted no ha de tener alguna, con ese genio y esa cara quién quisiera formar una familia con usted. —el señor sintió un escalofrío enorme recorrerle toda la columna al ver a Toji directamente a los ojos.
Si algo odiaba Toji, era que se odiara su familia, pero lo que más repudiaba era que le restregaran en la cara que no la merecía.
—Lárguese. Si no va a respetar ninguna de las reglas que se imponen en el crédito porque su diminuto cerebro no lo razona o no quiere recordarlo, levante su trasero de esa silla y lárguese. —no hizo falta que lo repitiera, el señor salió despavorido, y Toji se dio cuenta de que lo había echado a perder—. Maldita sea.
—¿¡ES EN SERIO, FUSHIGURO?! —y ahí venía el torbellino de nuevo—. ¿Sabes qué? Jamás había tenido un trabajador tan incompetente como tú. Ya me has hecho cancelar contrato con tantos clientes por tu idiotez y tu impulsividad, olvídate de tener tu quincena, voy a descontártela, así como le reclamas al tipo cómo va a mantener a su familia, es la misma pregunta que te voy a hacer.
Toji estaba harto de su rutina, todos los días era lo mismo. Llegar, sentarse, aguantar al idiota de su jefe, a los moribundos alcohólicos que tenía por compañeros, salir hasta tarde porque lo retienen, estaba cansado. Y agregando la situación que tenía con Saori, las cosas no mejoraban. Su hermano y su primo siempre le recriminaron que podía haber tenido todo con los Zen'in, pero lo llamaron débil e inútil por haberse alejado de ellos e incluso utilizar el apellido de Saori, la hija del bastardo, cómo ellos le decían.
No tocó ni siquiera su comida, de verdad que el cansancio de Toji ya había tocado su límite varias veces y él seguía avanzando. Estaba cansado, quería olvidar a su familia, quería olvidar todo lo que en algún momento le dijeron, quería desaparecerlos del mapa, quería esfumarse de su radar.
Toji era un hombre roto, cuyas grietas jamás cerraron.
Saori lo construyó de nuevo, pero el jarrón de su alma seguía agrietado, seguía con sus herido, con recuerdos y con sus inseguridades. Cada pieza de ese jarrón inservible que fue tomada por Saori fue embellecida, a tal punto que ya no parecía estar rota y gris, ya tenia color. Sus hijos se volvieron las flores que adornaron su alma, y lo meno que quería es que el agua que les daba ese sustento los terminara marchitando tal y como a él le sucedió.
—Espero mejores resultados el día de mañana, Fushiguro. Si quiero despedirte lo hago, y si no lo he hecho es porque me das lástima. —Toji deseó que alguien le cerrara la boca.
Toji odiaba todo, odiaba la ciudad, odiaba el ruido y odiaba el maldito silencio, era un cascarrabias. Odiaba el hecho de que el alcohol no lo emborrachara, no importara cuantas bebidas se tomara, cuantas botellas acumulara, ninguna le hacía el efecto que anhelaba sentir; quería huir, quería refugiarse. Mientras se paseaba por las calles de la ciudad, se topó un bar, no tomaría, pero claro que habría lo único que lo ayudaba a despejarse; las apuestas.
Antes de que pisara el tapete de la entrada una imagen vaga de Saori se le quedó en la cabeza. Llevaba años sin apostar, pero era en lo único en lo que se consideraba bueno. Era la única manera en la que conseguía el dinero de la forma en la que gustaba, y aunque entró dudando al local, su consciencia lo estaba matando por dentro.
—¿¡HUH?! ¿¡QUÉ DEMONIOS ESTÁS MIRANDO IDIOTA?! —Toji dirigió la mirada hacia atrás, la pelea no era con él, pero era inevitable voltear. Con indiferencia volteó de nuevo hacia su juego de cartas, era como el quinto juego y apenas había conseguido mil quinientos yenes.
El grupo de apostadores que estaba ahí miraban de reojo al borracho que armaba pelea con otro muchacho. Llevaban horas jugando, más de siete rondas y Toji aún no se marchaba. Toji estaba más relajado, por lo menos ya traía un poco de dinero ya que le habían quitado la quincena, y sabía que estaba a punto de ganar el premio mayor, pero el borracho tenía otros planes.
Uno de los hombres que estaba sentado con Toji se cubrió la cara con los brazos, los demás intentaron advertir, pero de la nada ¡PAM! Toji sintió una pesadez extrema en la espalda, para toparse con trozos de madera volando y cayendo directamente en la mesa. Las cartas cayeron al suelo, todos perdieron su juego y fue cuando Toji sintió la ira salir de su cuerpo.
—Oye, ¿estás bien? —le preguntó uno de los tipos que había caído al suelo. Toji no decía nada—. Mierda, las cartas, si quieres pod-
—¿Cuál es tú problema? —interrumpió Toji hablándole al borracho que quería asestarle un golpe—. Pregunté ¿qué cuál es tu maldito problema? —el borracho solo rio. Toji sintió como su cuerpo se movió de manera involuntaria, lo alzó del cuello de la camiseta, pero el tipo solo le pateó el estómago.
Toji cerró su puño y lo estrelló contra el suelo, los apostadores apoyándolo, asestándole patadas al borracho que les había arruinado el juego. La seguridad del local ya había entrado en acción, pero los hombres querían que la pelea terminara como debía de terminar.
Al fin y al cabo, apuestas eran apuestas, y una vez que entras, ya no sales.
Uno de los guardias del local con la misma de Toji le golpeó la mandíbula dejándole roja el área. El borracho seguía dándole patadas en el estómago y arañándole las manos implorándole que lo soltara. Pero Toji era un hombre demasiado grande como para perder ante un grupo tan grande de personas.
Pero algo con lo que no contaba Toji es que ya era demasiado tarde y aún no había llegado a casa.
Eran las dos de la mañana y Saori estaba siendo carcomida por los nervios, no sabía cuántas veces le había marcado a Toji, pero ni siquiera los mensajes eran respondidos. Su ansiedad iba subiendo a medida que las horas pasaban, ya que Toji salía a las siete de trabajar y no había señal de él. Los niños ya estaban dormidos, y aunque Tsumiki no quería dejar sola a su madre con su ansiedad, su madre fingió lo mejor que pudo para demostrarles que estaba perfectamente bien.
Saori caminaba por la casa, ya había barrido seis veces, ya había limpiado, y checaba su celular cada diez minutos, pero no había ninguna respuesta por parte de su esposo, y no quería imaginarse lo peor. No quería ni imaginarse que estuviera con alguien más, o que su familia le hubiese hecho algo, después de todo, estaba involucrada con los Zen'in más de lo que quería.
Alrededor de las tres y media se escucharon pasos por las escaleras, abrió la puerta rápidamente y se topó con la alta figura de Toji. Los ojos amelados de Saori se abrieron como platos al ver el estado en el que había llegado su esposo. Arañazos en los brazos, la mandíbula roja, un hilillo de sangre saliendo por la comisura de su cicatriz, moretes, la camisa desgarrada, un olor a alcohol y a ceniza tan penetrante que hasta le hizo cerrar los ojos y taparse la nariz.
Este no era Toji, ¿qué demonios había pasado?
—¿Por qué no me contestas el teléfono, Toji? ¡Si estabas lastimado pudiste habérmelo dicho! —gritó Saori mientras lo jalaba del brazo para detenerlo a medida que avanzaba, pero era inútil—. ¡Toji, hazme caso! ¿Dónde estuviste? ¿por qué apestas a alcohol? ¿estás fumando de nuevo? Toji, por favor, los niños y yo estábamos preocupados por ti, ¿dónde demonios estabas?
—Tengo derecho a hacer lo que quiera. Y sí, fui a un bar, bebí y me peleé con alguien, ¿cuál es el problema?
—¿Qué cuál es el problema? ¡Saichi no la tuvo fácil! ¡Te pueden investigar y a ti no te importa! —Toji se detuvo y la volteó a ver, su mirada era tan indiferente que Saori se enfadó más—. ¡Mira cómo traes la cara! No sé si te golpearon demasiado fuerte, si necesitas ir con un doctor ¡no lo sé! No puedes estar haciendo esto, Toji.
—¡Saori tengo derecho a hacer lo que quiera! —gritó mientras se quitaba la mano de su esposa.
Saori se detuvo, su rostro estaba de un color rojizo en el área mejillas, sus ojos acuosos, su boca entreabierta esperando que las palabras salieran, pero lo único que salió fue la cascada de lágrimas que se había formado en uno de sus ojos. Toji se quedó perplejo ante la vista, intentó acercarse, pero Saori lo apartó gritándole con las manos en el pecho.
—Mamá, ¿qué está pasando...? —Tsumiki se había despertado, sus hijos estaban despiertos, cosa que hizo estremecer a ambos adultos.
—¿Por qué papá está así? —dijo Megumi un poco cohibido de caminar hacia ellos—. ¿Por qué está llorando mamá? ¿la golpeaste?
—N-no, cariño, no me golpeó... —le respondió Saori mientras se alejaba de Toji. Megumi conectó miradas con su padre y se estremeció al verlo.
—Está sangrando... ¡Mamá, papá está sangrando! —Tsumiki se acercó a Toji y con sus grandes ojos lo observó por debajo. Toji suspiró y tomó asiento en el sofá.
—Lo sé, Megumi, lo sé. Vamos a dormir, ¿sí? No es nada grave.
Tsumiki se encontraba mirando hacia la habitación y luego hacia el sofá en donde estaba su padre, corrió y abrazó inmediatamente a Toji ignorando todo el olor que emanaba el cuerpo de su progenitor. Toji sintió una decepción enorme de sí mismo, y abrazó el cuerpo de su hija mientras le acariciaba el cabello.
—¿Podrías traerme una cobija, princesa? Voy a estar bien, no estoy lastimado, solo... Me peleé con alguien, pero estoy bien. —su hija asintió y fue a su habitación, no podía entrar a la de su madre, estaba siendo consolada por Megumi. Llevó el edredón rosa de su habitación y se lo dio a su papá—. Gracias, amor. Por favor, duerme con mamá, yo me voy a quedar aquí.
—¿Vas a estar bien? —Toji asintió—. ¿Me lo prometes?
—Te lo prometo, princesa.
Tsumiki caminó lentamente hacia la habitación de sus padres después de darle el beso de buenas noches a su padre. Con cautela cerró la puerta y abrazó a su mamá quien con una mirada cansada le sonrió y le acarició el cabello. Megumi ya estaba cayendo en los brazos de Morfeo, y Tsumiki decidió hacer lo mismo.
Mientras que Toji, se encontraba en el sofá mirando el techo sumido en sus pensamientos de las acciones que acababa de realizar. Le había gritado a Saori, le provocó miedo; lo había echado a perder. Y estaba asustado, llevaba años sin apostar, y lo terminó haciendo, y lo peor es que ni siquiera se lo dijo, estaba aterrado de cometer la misma historia que atormentó a su esposa por años, tenía miedo de que una vez sus manos estuviesen metidas en las apuestas, ni, aunque fueran arrancadas, le dejarían ser liberadas.
────── ❛ this is the last time i'm asking you this, put my name at the top of your list. THIS IS THE LAST TIME I'M ASKING YOU WHY. YOU BREAK MY HEART AT THE BLINK OF AN EYE.❜
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