Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

CAPÍTULO 31

Seth estaba teniendo un agradable sueño cuando lo despertaron de mala manera. No podía recordar de qué trataba, pero la sensación de calidez siguió envolviendo su cuerpo incluso despierto. Si ya se hubiese sentido molesto al despertarlo en un día normal, aquella noche precisamente le sentó doblemente mal.

Refunfuñó alisándose el cabello con las manos, dispuesto a echarle una buena bronca al idiota que había pensado que era buena idea molestarlo en mitad de la noche, pero al ver los ojos llenos de preocupación de Thomas, supo que algo había pasado.

Se incorporó de un bote, con el corazón en un puño y mil ideas agolpándose en su mente en cuestión de segundos. Primero pensó en Noah, en que le había pasado algo. Ese chico siempre andaba metiéndose en problemas desde bien pequeño, y aunque la gente solía pasar por alto sus meteduras de pata gracias a la inocencia que desprendía, los soldados no solían dejarse llevar por esas cosas, mucho menos Alyssa.

Luego pensó que a aquellas horas, Noah debía estar roncando desde hacía ya rato, por lo que suspiró algo aliviado al darse cuenta de que si algo le había pasado a alguien, al menos no había sido a él.

Pero era muy probable que sí a Jason, recapacitó, de nuevo agobiado. Era peor que Noah y Thomas juntos, y ya era decir. A veces se preguntaba cómo su madre se las había arreglado para criarlo sin volverse completamente loca; en unos pocos meses, Jason había conseguido provocarle tantos dolores de cabeza con sus imprudencias, que más de una vez se había replantado meterlo en una caja en la que con letras grandes pusiese: "se vende". No había podido hacerlo, sin embargo. El crío tenía sus momentos, y cuando lo miraba con esos enormes ojos azules llenos de nostalgia, no había forma de odiarlo.

Además, no habría podido colocarlo ni regalado.

Ese había sido siempre su problema, pensó; tenía un corazón tan grande que no le cabía en el pecho. Eso y que era tan guapo que resultaba irresistible para el ojo humano. Sinceramente, resultaba agotador.

Y entonces, antes de darse cuenta, estaba pensando en Ronan.

No era el tipo de persona que se metía en problemas o necesitaba vigilancia, de hecho, era más bien todo lo contrario. Y sin embargo, por algún motivo no puedo evitar angustiarse pensando en que tal vez le había pasado algo. Su respiración se aceleró de forma exagerada. Un peso se asentó en su pecho, oprimiéndolo. No fue hasta que lo vio en el otro extremo de la habitación, con el cabello revuelto y los ojos entornados, que pudo volver a respirar tranquilo.

—¡¿Me estáis escuchando?! —preguntó Thomas.

Por la urgencia en su voz se dio cuenta de que llevaba tiempo hablándoles. Aun así no contestó de momento, sino que se tomó unos instantes para inspeccionarle más detenidamente. No parecía herido, ni había nada que indicase que alguien más podía estarlo, por lo que Seth estuvo tentado de volver a echarse sobre la cama. Era Thomas, después de todo, así que no podía tomarse al pie de la letra todo lo que dijese o hiciese.

Su mente funcionaba de otra forma; lo que para él era muy importante, a menudo para el resto del mundo no era más que una estupidez. Como la vez en la que había entrado como un huracán a su casa, llorando a mares y asegurando que su amigo se había caído al río y no había vuelto a salir. A cualquiera le habría horrorizado pensar que se había ahogado, claro estaba, de no ser por el pequeño detalle de que su amigo era un sapo. Sobra decir que el sapo sabía nada perfectamente. Y daba bastante asco.

—¿Qué pasa, Thomas? —cuestionó Ronan, tratando sin éxito de suprimir un bostezo.

Su voz trajo a Seth de vuelta al presente, captando con el rabillo del ojo el gesto. Jamás lo admitiría en voz alta, pero le pareció adorable.

—Os estoy diciendo que algo ha pasado. Estaba allí tras la cena, pero ya no está, ¡ya no está!

—El qué no está —preguntó Seth, cada vez más seguro de que aquello se trataba de alguna de sus tonterías—. No me digas que has vuelto a perder tu cuaderno de dibujo. Por eso que te digo siempre que no lo lleves a todas partes si no lo vas a usar.

—¡No el qué, sino quien! —exclamó Thomas impacientándose—. Se trata de Caleb. Ha desaparecido.

* * *

—¿Hola? ¿Hay alguien ahí?

Seth tocó suavemente en la puerta de un armario de una de las habitaciones de la segunda planta. No obtuvo respuesta, así que se inclinó y pegó la oreja a la madera. No querían despertar a medio cuartel, por lo que tenían que ser sigilosos. Eso significaba que iban a tener más difícil encontrar a Caleb.

Jason había despertado al resto, tras lo que se habían dividido para cubrir más terreno y así dar con el desaparecido. Por ahora no había habido suerte, y aunque Seth no era de los que se rendían fácilmente, su compañero de búsqueda no le estaba poniendo las cosas fáciles.

—Esto es ridículo —se quejó Ronan. Estaba apontocado en la pared junto a la entrada, y resoplaba con fastidio—. Ahí ni hay nadie.

—Shhh. Creo que he escuchado algo.

Ignorando los murmullos de Ronan, abrió la puerta del armario y asomó la cabeza. En una esquina en el fondo había algo que se movía, pero a no ser que Caleb hubiese encogido una barbaridad, era imposible que se tratase de él. Aun así, movido por la curiosidad, Seth abrió la puerta del todo, dejando que la tenue luz de la luna iluminase el interior del armario, y viendo por fin qué era lo que provocaba los ruiditos que estaba seguro de haber escuchado.

Con una velocidad increíble, una rata salió corriendo despavorida, pasando en su huida sobre uno de los pies descalzos de Seth. Sintió sus peludas patitas recorriéndole el empeine, mientras un sudor frío le bajaba por la espalda y se sentía empalidecer. De alguna forma se las arregló para no gritar, pero no consiguió mantenerse en el sitio; retrocedió tan rápido como torpe, y pisó algo duro que le hizo trastrabillar. Agitó las manos, como si tratase de emprender el vuelo. No lo consiguió.

Habría caído de culo, con todo el peso de su cuerpo si no hubiese sido porque en un segundo, Ronan ya estaba a su lado, agarrándolo de las axilas e impidiendo que cayese al suelo.

Gracias a él consiguió recuperar el equilibrio, aunque por desgracia, no la dignidad. Se alisó la camisa con decoro y se aclaró la garganta como si no hubiese pasado nada, pero sabía, por la mirada divertida de Ronan, que aquello no se le iba a olvidar a ninguno de los dos en mucho tiempo.

—Bueno, pues tenías razón, ahí no está Caleb.

—Ajá —asintió Ronan, disimulando lo mejor que pudo la sonrisa en sus labios. Sus hoyuelos, en cambio, no eran tan fáciles de esconder—. Pero, ¿qué tal en ese otro armario? ¿Porque no vas a mirar también?

Seth le propinó un codazo amistoso, pero no tardó mucho en acabar riendo con él. Era imposible no reír cuando Ronan lo hacía, y es que era tan difícil verle hacerlo. Claro que siempre había una sonrisa serena en sus labios, pero rara vez era real.

—Está bien, dejémonos de tonterías —dijo Seth, de nuevo serio—. Así no vamos a encontrar a Caleb.

Ronan permaneció callado, con las manos en los bolsillos de sus pantalones y sin mirar directamente a Seth. El mayor rodó los ojos. Para la imagen de tipo conciliador que siempre trataba de proyectar, Ronan en verdad era un cabeza dura.

—Venga, dilo de una vez.

—Es una pérdida de tiempo —aseguró inmediatamente, como si hubiese estado esperando la señal—, Caleb no está aquí. Estoy seguro de que se lo han llevado al bosque, o a algún sitio donde puedan..., encargarse cómodamente de él.

—Eso es cruel, ¿sabes? Hablar de él como si ya estuviese muerto. La realidad es que no sabemos lo que ha pasado y hasta que lo descubramos tenemos que hacer todo lo que esté en nuestra mano para encontrarlo. A veces... —Seth se mordió los labios, consciente de que lo que iba a decir no le sentaría bien.

—A veces qué —le presionó Ronan.

Seth dudó, a sabiendas de que no era asunto suyo. Ronan era alguien a quien había conocido bajo muy complicadas circunstancias, su actual compañero de cuarto y alguien con quien podía hablar abiertamente sobre los problemas que compartían. A diferencia de Noah y Thomas, que siempre habían dependido de él, Seth podía dejar, aunque solo fuese una pequeña parte de su carga, en manos Ronan. En definitiva, era un aliado.

Nada más.

Esperar algo más de la gente era inútil. Se lo habían demostrado prácticamente todas las personas en su vida. Pero por mucho que siempre se repitiese eso, Seth no podía estar conforme. No cuando se trataba de Ronan.

—A veces parece como si no te importara nada. Quiero pensar que son solo imaginaciones mías, pero de todos, tú eres el único a quien no consigo entender.

Los ojos se Ronan se oscurecieron. Pensó que su comentario podría haberle herido, pero más que eso, parecía enfadado. Era la primera vez que lo veía de esa forma, y sin embargo, Seth ya se había imaginado algo por el estilo. Incluso su enojo se sentía tibio, e hizo que se preguntase si realmente había algo que pudiese hacer explotar a Ronan, algo que despertase una verdadera emoción en él.

—Así que no me importa nada, ¿eh? —cuestionó con una sonrisa amarga. A pesar de eso se veía tranquilo, su tono de voz constante—. Es gracioso que digas eso, porque a pesar de no conocer a ese chico de nada, pese a no deberle nada, procuré que siempre hubiese alguien cerca de él. No es mi culpa que Noah se haya quedado dormido cuando se suponía debía cuidarlo.

No le gritó, no le amenazó, y aun así se sintió mucho peor que eso, como si le hubiese dado una patada en el estómago. La forma en la que había culpado a Noah de lo que había pasado le hizo hervir de rabia, seguro de que Ronan había dicho eso con toda la maldad posible.

«Maldito bastardo astuto», pensó, dando un par de respiraciones profundas para calmarse.

Puede que no conociese del todo a Ronan, pero había aprendido un par de cosas sobre él. Sabía que le gustaba imponerse a los demás con esa supuesta superioridad moral suya. Él siempre era el sensato, quien mantenía la calma bajo toda circunstancia. Si se ponía a gritarle todas las cosas que se le estaban pasando por la cabeza en ese momento, solo estaría dándole la razón una vez más. Tal vez no fuese la persona más inteligente en esa habitación, pero Seth no pensaba a caer en esa trampa.

—Bueno, quien puede culparle, ¿no? —dijo mostrando una sonrisa ácida—. ¿A quién se le ocurre poner a Dan y Noah a vigilar juntos? Fue una decisión la mar de estúpida.

Ronan le devolvió la sonrisa, con los labios tan apretados que parecían a punto de agrietarse.

«Toma esa, señor "Yo siempre tengo la situación bajo control". A ver si puedes con alguien que prácticamente ha criado no a uno, sino a dos enanos insolentes», pensó orgulloso.

—Tal vez lo parezca desde un punto de vista algo..., limitado. Pero verás, Dan es muy responsable en cuento a estos temas se refiere. Él solo se ausentó un momento para ir al baño, seguro de que Noah podría aguantar unos minutos despierto. Ha resultado una decepción que no pueda hacer ni eso.

—¡Pues claro que no, es solo un niño! —explotó Seth, incapaz de seguir con aquella estúpida lucha de virilidades—. ¡Un niño que lleva meses y meses buscando una forma de ayudar a Caleb a cada rato libre, y soportando un entrenamiento que derrumbaría hasta a hombres hechos y derechos!

—¡Ya casi tiene quince años, por el amor de Azriel! ¡No es un niño! —bramó Ronan—. Dices que yo no me preocupo por nadie, pero tú eres un idiota que se preocupa más por los demás que por sí mismo. Por si no te has dado cuenta, vivimos en un mundo de mierda. Esa actitud solo hará que te maten.

Para su sorpresa, una parte de él se sintió extrañamente satisfecho consigo mismo por ser capaz de hacerle perder los papeles.

—¡Pues lo prefiero! Prefiero morir por alguien a quien quiero que pasarme la vida teniendo la sensibilidad emocional, ¡de una maldita piedra!

—¡Ja, ja! Así que soy como una piedra.

—¡Exactamente!

—¡Chicos!

—¡¿Qué?! —gritaron al unísono.

En algún momento durante la discusión, Dan había entrado en la habitación. Puede que llevase llamándolos un rato, la verdad, no se había dado cuenta, pero ya podía ser algo importante para interrumpirlos de esa forma; aún tenía muchas, pero que muchas cosas que decirle a ese Ronan.

Dan miró tentativamente de uno a otro, claramente asombrado de verlos discutiendo de aquella forma. No era raro que hubiese peleas en el grupo, pero definitivamente si era raro que los que se peleasen fueran Ronan y él. Por suerte acabó negando con la cabeza, dispuesto a dejarlo pasar.

—Hemos encontrado algo —dijo al fin.

* * *

Una suave llovizna había comenzado a caer en algún momento de la noche. Seth no podía estar seguro de cuándo; mientras dormía no se enteraba de nada, y ya despierto, su pelea con Ronan le había hecho perder cuenta de todo lo demás a su alrededor.

Cuidadosamente, le dirigió una mirada con el rabillo del ojo. Estaba junto a la puerta del granero, al lado de Dan, con la mirada clavada en el suelo. Se había dado cuenta de que ambos siempre estaban cerca de las puertas, como si esperasen que algo se torciese, dispuestos a salir corriendo. Confiaba en que si se daba la ocasión, Dan jamás se iría de allí sin el resto, pero no pudo evitar cuestionarse con un deje de rencor si Ronan haría lo mismo.

—¡Por favor! —suplicó Jason—. ¡Si no lo hacemos ahora puede que no tengamos otra oportunidad! Ni siquiera sé porque estamos discutiendo esto, solo estamos perdiendo el poco tiempo que tenemos. ¡Si no pensáis ayudarme decidlo ya y me iré yo solo!

El último comentario del niño hizo que lo mirase alarmado. No le hizo falta preguntarle si iba en serio; ya sabía que lo estaba. Es más, si Dan no hubiese estado ahí para detenerlo, tenía por seguro que Jason ya habría salido tras Caleb en cuanto encontraron las huellas de los caballos en dirección a la ciudad.

—¡Yo voy con él! —se sumó Thomas, tan decidido como el menor de ellos.

No tenía claro en qué momento se había vuelto tan propenso a tirarse de cabeza hacia el peligro, y aunque se alegraba de que hubiese dejado atrás la etapa de dudar siempre de todo y todos, no podía decir que estuviese del todo conforme.

Se sorprendió de que Noah no se uniese a las súplicas para sumarse a la "aventura", ya que siempre seguía a Thomas y Jason. Había estado inusualmente callado desde la desaparición de Caleb; conociéndolo, Seth estaba seguro de que se sentía culpable y de que la única forma en la que se sentiría algo mejor sería encontrando al chico nomad.

—¡No vais a ir solos a ningún lado!, ¿queda claro? —aseguró dando un paso al frente.

Esto sirvió para acallar a los niños, aunque sabía que no funcionaría durante mucho tiempo. Tenían que tomar una decisión ya. O mejor dicho, el idiota de Ronan tenía que tomar una decisión. Hasta entonces le había parecido bien que fuese él encargado de comerse ese tipo de marrones, seguro de que aunque fuese duro, siempre escogería el camino correcto, pero después de su discusión, lo único que podía pensar es que solo haría lo mejor para sí mismo.

—De hecho, no creo que vosotros debáis ir a ningún lado —habló Dan. Seth asintió con la cabeza conforme, preguntándose cómo los dos amigos podían ser tan distintos el uno del otro—. Yoel y yo seguiremos el rastro y veremos qué podemos hacer. ¿Te parece bien?

Yoel, sentado sobre un montón de paja en la esquina más alejada del granero, asintió con la cabeza. El movimiento fue tan sutil, y estaba tan lejos, que a Seth le costó verlo. No es que el granero fuera particularmente grande, pero la oscuridad del lugar tampoco ayudaba. No se habían atrevido a encender ninguna vela, rodeados como estaban de paja. Ya tenían suficientes malas experiencias con graneros en llamas.

De todas formas no es como si hubiesen necesitado respuesta de Yoel para saber que iría con Dan; lo peor que tenía, y que era además lo mejor de él, era su siempre disponibilidad para hacer frente a cualquier tipo de peligro.

—No podemos —dijo entonces Ronan, una respuesta también bastante previsible—. Está terminantemente prohibido salir de las instalaciones sin autorización. El hecho de desobedecer las órdenes implicará nuestra inmediata expulsión del ejército.

—Sí, Ronan, ya sabemos cómo va el reglamento —aseguró con fastidio, sin dignarse siquiera a mirarlo—. No eres el único aquí capaz de memorizar cosas

—¡Que le jodan al reglamento! —exclamó Jason antes de que Ronan pudiese responderle. Y estaba seguro de que iba a hacerlo—. ¡Yo me voy! ¡No pienso quedarme aquí de brazos cruzados!

—¡Tú te quedas! —le gruñó Seth. Con los niños con su temperamento, mejor mano dura—. ¡Y más te vale estarte quietecito si no quieres que te ate de pies y manos!

Jason infló los mofletes indignado. Por la forma en la que lo miró, daba la impresión de que comenzaría a echar fuego por los ojos. Por si acaso, Seth retrocedió un par de pasos. Ahora que sabían que literalmente era capaz de echar fuego por los ojos y por donde quisiese, mejor no andarse con tonterías.

—Si os pillan...

—No nos pillarán —aseguró Dan, poniendo una mano conciliadora sobre el hombro de Ronan.

Se echó su arco a la espalda, bajo la preocupada mirada de su amigo.

«Tss, así que por él sí que te preocupas, ¿eh?», pensó irritado.

Ronan se llevó las manos a la cabeza, revolviéndose el pelo. Por un momento pareció perder por completo la calma que lo caracterizaba, y a Seth casi le dio pena. Casi. Después recordó que era una piedra estúpida y se le pasó por completo.

Entonces, sus miradas se cruzaron durante unos segundos. Quiso apartarla, pero por más que lo intentó, no pudo. Parecía haber una pregunta en sus ojos, y aunque Seth no tenía ni idea de en qué estaba pensando, ni si tendría alguna respuesta para él, quiso con todas sus fuerzas tenerla.

—Voy con vosotros —aseguró Ronan al fin.

La declaración sorprendió hasta a Dan, que a punto de salir por la puerta, frenó en seco. Se dio la vuelta tan repentinamente que Yoel no pudo esquivarlo, chocando su nariz contra la mejilla de Dan. Debió de doler, pero aparte de una mirada asesina, Yoel no reveló signo alguno de malestar.

—Bueno, pues ya podemos ir yéndonos —dijo Jason mientras Dan se disculpaba.

—¿Qué es lo que te he dicho? —cuestionó Seth, agarrándolo por el cuello de la camisa.

—Que me atarías de pies y manos. Y me parece genial, siempre y cuando que lo consigas, porque no te lo voy a poner nada fácil —aseguró, con una mirada insolente en su rostro.

—Voy a ayudarle. Lo siento, Seth, pero voy a ayudarle —lo apoyó Thomas.

Se replanteó darle un par de collejas a ambos, pero suspirando, acabó por soltar a Jason. Si no había forma de parar al crío es que no había forma, y debía aceptarlo. Mejor estar con ellos para asegurarse de que podía ayudarlos, que posicionarse en contra de ambos haciendo que lo odiasen y que no volviesen a confiar en él.

—Entonces, ¿todos? —cuestionó Yoel.

—Todos —asintió Seth.

—Pues venga, seguidme —pidió Dan.

Salieron hacia el exterior y corrieron tras él, tratando de mojarse lo menos posible. No tenía sentido, tendrían que ir a pie, no se sabía hasta donde, por lo que acabarían calados hasta los huesos. Aunque esa era la menor de sus preocupaciones.

Miró hacia el cielo y comprobó la posición de la luna. Aún tenían unas cuantas horas hasta el amanecer, pero debían ser rápidos. Si no estaban de vuelta antes de que la campana que marcaba el inicio del entrenamiento sonase, sería mejor que no volviesen a aparecer por allí. Un nudo se asentó en su estómago, mientras trataba de imaginar lo que sería de ellos si las cosas no salían como debían.

Frente a él, Dan traqueteaba con la cerradura de la puerta del armero con habilidad, mientras Yoel le siseaba que se diese prisa. Justo entonces la cerradura cedió, y abriendo las puertas de par en par, Dan se volvió con una sonrisa arrogante hacia ellos, mostrando todo tipo de armas a su espalda.

—Ahora sí estamos listos.



La educación es algo esencial. Aun así, las escuelas repartidas por las capitales de Prymrai son escasas y realmente poco educativas. Enseñan lo más básico entre lo básico, por eso fue una de mis primeras inquietudes al unirme al Consejo. Lo planteé de la forma más inofensiva que pude; no pretendía desprestigiar a los anteriores miembros, pero la verdad es que no entendía cómo podían haber descuidado tanto un tema tan importante. Todos y cada uno de ellos me dieron la razón, por lo que ese día me fui muy contento a casa.

Sin embargo, pasó una semana, y luego un mes, y luego tres, y el tema de la educación no se había vuelto a retomar, ni, al menos que yo supiese, se había hecho nada para solucionarlo. Así que volví a sacarlo a colación, y esta vez pedí una reforma sin andarme con rodeos. Si todos me habían dado la razón hacía unos meses, también todos se negaron a mi petición. Pregunté el porqué, y aseguraron que los niños no quieren estudiar, que si aumentábamos el nivel de los estudios y los años de enseñanza obligatoria solo nos ganaríamos el descontento general. Dijeron que aquellos con verdaderas ganas con proseguir con su educación, siempre podían solicitar ingresar en alguna de las universidades de Grace, como yo mismo había hecho. Pero porque yo mismo había seguido ese camino es que sabía lo complicado que resultaba, y que no todo el mundo conseguía que le concediesen un lugar entre las facultades. Tampoco todo el mundo podía estudiar a tiempo completo lejos de casa, pues supone un gran gasto que no todas las familias pueden permitirse. De nuevo insistí en las ventajas que supondría habilitar en cada capital centros en los que los niños pudiesen aprender de verdad. Fue entonces cuando me dieron a entender, de forma muy sutil, que no necesitamos tantos estudiosos, sino pescadores, mineros, ganaderos...

Fue entonces cuando me di cuenta de que la educación era algo esencial, sí. Y que por eso mismo jamás la iban a permitir.

Benjamin Blank, Reflexiones sobre el mundo y otras cuestiones

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro