—¿Que fue lo que decidiste?

—Dejarlo, alejarme lo más posible de él y de mis sentimientos... No sabía que eso me llevaría a ser un asesino.

Las semanas siguientes fueron un torbellino de emociones para YoonGi mientras intentaba seguir adelante con su tonta idea de alejarse de Jimin.

Cada día era una lucha interna entre sus sentimientos por Jimin y su miedo paralizante a ser un pecador.

A menudo se encontraba mirando su teléfono, deseando recibir un mensaje de Jimin.

Evitaba las clases compartidas y las reuniones con amigos en común, incluso cambió su ruta habitual en el colegio para evitar encontrarse con Jimin.

Sentía una agonía constante en su interior, como si estuviera rompiendo su propio corazón para protegerse de un dolor futuro.

Las noches eran las peores para YoonGi. Solo en su habitación, luchando contra la soledad y el deseo de llamar a Jimin, de decirle cuánto lo extrañaba.

Pero cada vez que levantaba el teléfono, recordaba porque lo hacía y volvía a ponerlo en su lugar sin marcar.

Olvidar a Park Jimin sería sencillo siempre que siguiera adelante con su plan de ignorarlo y hacer que no existe.

De cualquier forma Jimin moriría.

Con lágrimas en los ojos y la voz quebrada por la culpa, YoonGi habló con sinceridad. —Padre, lo que lo mató. Fui yo... Tuve tanto miedo de enfrentar la realidad, que me alejé. Me volví indiferente a sus necesidades y sus sentimientos. Solo pensé en mí mismo, en lo sencillo que se supone que sería una vez que él se fuera.

Las palabras pesaban en el aire mientras YoonGi luchaba por contener el torrente de emociones que lo invadía. Se sentía culpable, devastado por el remordimiento.

El padre lo escuchaba en silencio, su mirada llena de comprensión y compasión. Sabía que YoonGi estaba lidiando con una carga abrumadora, una culpa que había estado carcomiendo su alma.

—YoonGi, es natural sentir culpa por nuestras acciones pasadas. —Dijo el padre con suavidad. —Pero también debes recordar que todos somos humanos y cometemos errores.