04
—Intenté cambiar, redimirme pero Jimin seguía dándome razones para no hacerlo, jugaba con mi mente. —Habló recordando a su pequeño rubio.
—¿Por que? ¿Que razones le daba ese chico? —Indagó curioso el sacerdote.
—El amor, solo eso. —Susurro con un toque de anhelo en sus palabras.
Al finalizar la misa, mientras la congregación se levantaba para partir, YoonGi giró ligeramente su cabeza hacia Jimin. —Jimin, ¿te gustaría que vayamos a confesarnos? —Preguntó en un tono suave, su voz apenas audible entre el murmullo de la gente.
Jimin parpadeó sorprendido y se detuvo en seco. Miró a YoonGi, confundido por la sugerencia. —¿Confesarnos? Pero yo no he hecho nada malo, no tengo pecados que confesar. —Respondió con honestidad, tratando de entender la razón detrás de la propuesta.
YoonGi pareció pensativo por un momento, luego insistió, su tono adquiriendo un matiz más firme. —No se trata solo de confesar pecados, Jimin. A veces, la confesión puede ser una forma de liberar nuestros pensamientos y emociones, de sentirnos más cerca de Dios y más en paz con nosotros mismos. —Explicó mientras seguía siendo sostenido por la mano del rubio.
Jimin frunció el ceño, sintiéndose incómodo por la insistencia de YoonGi. —Pero de verdad, no creo que necesite hacer esto. No he hecho nada malo, YoonGi. No he lastimado a nadie. —Insistió de igual forma.
El ambiente, que previamente había sido tranquilo y sereno, comenzó a sentirse cargado de tensión mientras YoonGi y Jimin discutían discretamente. Las miradas curiosas de algunos fieles cercanos se posaron brevemente en ellos antes de que continuaran con sus propios asuntos.
YoonGi apretó los labios, su mirada fija sobre el rubio. —Jimin, lo que estamos hablando no es solo sobre actos maliciosos. Se trata de nuestros pensamientos, nuestras emociones, incluso si algo nos atormenta internamente, sobre tu forma de...
Jimin sintió que su paciencia se agotaba mientras el enojo se apoderaba de él. —No, no puede creer lo que estás insinuado. —Respondió, su tono se elevó con frustración al entender perfectamente a lo que YoonGi se refería. —Ser gay no es un pecado. No deberíamos sentirnos avergonzados de lo que somos.
YoonGi observó cómo Jimin, que previamente había estado apoyando su cabeza en su hombro con ternura, se alejaba lentamente, su figura diminuyendo mientras avanzaba hacia la salida de la iglesia. Quedó solo en medio de la majestuosa iglesia, sintiéndose abrumado por la mezcla de emociones que inundaban su mente y corazón.
La tensión que había surgido entre ellos había creado un quiebre en el ambiente que antes era tranquilo.
Ahora, con la partida de Jimin, YoonGi se encontró sintiéndose solo en medio de ese espacio sagrado. La luz que entraba por las ventanas altas parecía perder parte de su brillo mientras luchaba por procesar lo que acababa de suceder.
Sus ojos seguían la figura de Jimin mientras se alejaba, su corazón latiendo con un ritmo errático. El murmullo de las voces y los pasos de las personas que abandonaban la iglesia se convirtieron en un murmullo lejano mientras él se perdía en sus pensamientos.
YoonGi había sido criado en una fe que le enseñaba a seguir ciertas normas y creencias. Había lidiado con su propia lucha interna, tratando de reconciliar su orientación con las enseñanzas religiosas que había conocido desde su infancia.
La imagen de Jimin alejándose lo hizo cuestionar profundamente sus propias creencias. ¿Era realmente un pecado? Había estado dispuesto a someterse a la confesión, a enfrentar sus propias luchas internas, pero la resistencia de Jimin lo había hecho dudar de si estaba tomando la decisión correcta.
La iglesia que antes había sido un lugar de reflexión y adoración se convirtió en un espacio de confrontación interna para Min.
Observó a su alrededor, su mirada recorriendo los vitrales y los bancos vacíos. Se sintió perdido en medio de la encrucijada entre su fe y sus sentimientos, incapaz de ignorar la cuestión fundamental que Jimin había planteado.
Mientras la gente continuaba abandonando el lugar, YoonGi permaneció inmóvil en su asiento, sintiendo cómo el peso de la situación lo envolvía.
Jimin se detuvo a pocos pasos de la salida de la iglesia, sintiendo cómo su corazón latía aceleradamente debido a la tensión de la conversación con YoonGi. Volvió su mirada hacia atrás por un momento, encontrándose con la figura de YoonGi sentado solo en uno de los bancos, perdido en sus pensamientos.
El ambiente estaba cargado de emociones, y Jimin sintió una mezcla de tristeza y frustración por lo que acababa de suceder. Sabía que YoonGi estaba luchando con sus propias creencias y miedos, pero también sabía que no podía ceder ante una visión de amor que iba en contra de lo que él era y lo que sentía.
Jimin se giro, decidió a enfrentar a YoonGi nuevamente, su determinación reflejada en su expresión. Se acercó a él, su mirada intensa mientras decía con voz firme pero cargada de emociones: —Min YoonGi, no voy a pedir perdón por amar, por ser quien soy. No creo que el amor sea un pecado, y no deberíamos sentirnos avergonzados de lo que sentimos por otras personas.
YoonGi levantó la mirada, encontrándose con los ojos decididos de Jimin. La fuerza de sus palabras resonando en su mente, haciéndole cuestionar más profundamente sus propias creencias arraigadas.
—Padre, yo admiraba su valentía y amaba lo sin vergüenza y fuerte que ese chico era... Pude sentir el peso de la verdad en esas palabras, y una lucha interna se desató dentro de mi mientras reflexionaba sobre lo que Jimin me dijo... En ese momento mi fe se vio rota. —Confesó sintiendo una lágrima recorrer su mejilla izquierda.
Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro