—Es cierto.

Ambos se quedaron en silencio, mientras Brooklyn se mantenía en los brazos de Draco.

—También me gustas. — susurró Brooklyn.

La castaña se encontraba sonrojada, sin saber que las mejillas de Draco habían tomado el mismo color rosado.

—No se... — murmuró ella —me haces sentir segura, feliz —. ni siquiera notó cuando esa pequeña sonrisa de niña enamorada se dibujo en su cara —. Nunca me había sentido así, con nadie. Jamás.

La cara de Brooklyn estaba muy cerca de la de Draco, mientras le hacía escuchar cada palabra con cuidado.

Draco no aguantó al sentir el ultimo suspiró chocar contra sus labios, el cálido aliento dulce de la castaña abrazando sus labios, lo hizo tomar un puñado de su cabello rizado y estampó sus labios. No aguantó más sin besarla.

El beso era abrazador, al principio tierno, sin embargo, subió de tono. Sus bocas se encontraban con ferocidad y sus lenguas se rozaban, buscando placer, satisfacción y el dominio.

Brooklyn suspiró al sentir la lengua de Draco entrar en su boca. 

—Merlín, si algún día salimos de aquí, ¿Aceptarías salir conmigo? ¿A tomar algo? — preguntó el rubio entre besos. 

Brooklyn asintió. —Por supuesto. 

Entonces un pequeño gemido escapó de sus labios cuando Draco mordió su labio inferior, lo tomó entre sus dientes y tiró de él con cuidado.

Ambos se quedaron sentados en el piso, se sentía como el día más feliz de sus vidas. 

Brooklyn sin pesarlo tomó la mano de Draco, entrelazando sus dedos.

Se sentían como si fueran sentimientos sinceros, como si fuera lo mejor que les había pasado en sus vidas.