—¿Tienes hambre? — preguntó Draco.

Brooklyn medio mordió su labio inferior y negó con la cabeza, susurrando. —No.

Draco se sintió confundido. Habían estado en ese elevador por casi seis horas y era casi totalmente imposible que ella no tuviera ni un poco de hambre.

—¿Estas segura? — le preguntó de nuevo.

—Si. Estoy segura. — respondió Brooklyn, mientras sus manos temblaban ligeramente. Las apretó entre ellas y sus piernas, para evitar el movimiento involuntario.

Draco sacó un pequeño paquete de galletas de su bolsillo y comenzó a comer una de las galletas lentamente. Cuando finalmente se acabó las galletas, miró a la chica castaña, ella estaba solo mirando al piso. Estaba pensando.

Pero de pronto Brooklyn se desmayó, cayó al piso de forma inconsciente y Draco se sobresaltó. El platinado no sabía que hacer, tenía miedo. Entró en pánico.

Joder, debí haber tomado ese curso de primero auxilios.

Draco no sabía que hacer, así que solo se arrodilló junto a la chica y tomó su pulso. Dos de sus dedos colocados en la parte del costado de su cuello, mientras su otra mano buscaba el pulso en la muñeca. Estaba lento.

No sabía la razón de por qué la castaña se había caído inconsciente al suelo, creando aquella confusión que lo llevó a humedecer sus ojos. 

Luego de unos segundos, Draco se encontraba limpiando con brusquedad las lágrimas que caían por sus pálidas mejillas. No tenía la menor idea de que hacer, tampoco sabía por qué estaba llorando.

¿El susto de verla caer así? ¿Su mente le hacía creer que se estaba muriendo junto a él?