Ambos chicos estaban en silencio.

Draco bostezó. 

—Te vez cansado. — murmuró Brooklyn.

—Lo estoy —. admitió Draco, con una pequeña sonrisa —. Además, hace frío. — dijo, con una mueca de disgusto plasmada en su cara.

—Deberías dormir un rato. — sugirió Brooklyn con su suave voz.

Draco se recargó en la pared del elevador y se fue deslizando, hasta tocar el suelo. Brooklyn se sentó junto a él.

Draco dejó caer la cabeza en el hombro de Brooklyn. Al principio ella se sorprendió, pero lo dejó descansar y pasó uno de sus brazos alrededor del cuerpo del platinado.

Draco estaba realmente agotado. La noche anterior no había dormido bien, mientras que los brazos de la chica con un olor a flores, lo estaban calmando, disfrutando de su toque suave y sincero.

Poco a poco los ojos de Draco se iban cerrando.

Brooklyn mantenía sus ojos sobre los finos rasgos. Admirando cada una de esas arrugas que su cara hacía, por mantenerla en una mueca neutral, su rostro se relajaba, haciendo que ella no pudiera observar más los ojos grisáceos. Su mandíbula perfectamente marcada, se relajó cuando dejó de apretar los dientes.

Se veía extrañamente tranquilo.

Como si no tuviera ni una preocupación en su cuerpo.

—Creo que me gustas. — murmuró Brooklyn, luego de verlo cerrar los ojos por completo.

Ella creyó que no la escucharía, pero sus mejillas se tornaron de un color carmesí, cuando Draco sonrió de forma burlesca.

—Creo que tú también me gustas a mi. — balbuceó Draco, para luego caer completamente dormido.

¿Brooklyn? ella al final también quedó dormida.