Draco despertó, intentando adaptar sus ojos a la repentina noche. La cual ahora les estaba haciendo compañía. 

El platinado intentó moverse, pero se dio cuenta de que la cabeza de Brooklyn estaba descansando en su hombro.

Sonrió tontamente al notar lo bonita que se veía durmiendo.

Movió lentamente y con cuidado su cuerpo, quería dejarla en alguna posición cómoda, para evitar que después tuviera un dolor en el cuerpo o su cuello.

Pero después de unos minutos, Brooklyn despertó.

—Tuve un sueño extraño —. balbuceó, pero era para si misma, eso hasta que notó la presencia de Draco —. Oh, espera es verdad.

Draco asintió, no sabía que decir y eso lo mantenía incomodo.

—Tengo frío. — admitió ella, abrazando su propio cuerpo y haciendo un puchero de por medio.

—Ven aquí. — susurró Draco, para luego abrir sus brazos y dejar que ella se acercara y lo abrazara.

Y ella así lo hizo. No había abrazado a nadie así, en tanto tiempo. Con Draco se sentía diferente, como si pudiera estar segura, cómoda, tranquila. La hacía sentirse feliz y querida.

A Draco le gustaba Brooklyn.

A Brooklyn le gustaba Draco.

Brooklyn pensó en lo que se habían dicho antes de caer dormidos en el sueño profundo. 

—¿Eso era cierto? — preguntó, mirando a Draco.

Draco frunció el ceño. —¿Qué cosa?

Brooklyn vaciló. —Uhm... lo de- —. comenzó a tartamudear, sintiendo un poco de vergüenza al preguntar —. Que yo te gustaba.

Brooklyn se sonrojó, a pesar de que Draco no la podía ver, mientras el platinado sonreía, sabiendo que ella tampoco podía mirar.

—Si —. asintió —. Es cierto.

El corazón de Brooklyn comenzó a latir con fuerza contra su pecho, ¿Acaso se iba a salir de su pecho? ¿Draco la escuchaba?