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Capítulo 3: "El primer ministro"

Faltaba poco para el medio día cuando Ascalaphe llegó a la estación. Con un panqué de calabaza en mano y el gorro de policía colocado firmemente sobre su cabeza, recorrió los largos pasillos de la Scotland Yard hasta llegar a su oficina compartida al final del tercer piso.

Collin Barnes, uno de sus tres compañeros estaba sentado frente a su escritorio, con las piernas encima de la mesa y los brazos cruzados detrás de la nuca mientras tarareaba una canción que nadie alcanzó a reconocer; del otro lado Cameron Bolton permanecía con la vista fija sobre el memorándum que llevaba escribiendo desde hace un día atrás, con el derrumbe del puente de Brockdale y los asesinatos de dos agentes más la desaparición de una señora de mediana edad llamada Amelia Bones. Ascalaphe les saludó a ambos antes de sentarse en su sitio al lado de la ventana con una vista increíble hacia el jardín de la agencia. Frente a ella, el oficial James Conrad le sonreía de oreja a oreja. Ascalaphe dio un salto en su lugar.

—La señorita Ascalaphe Black llegando tarde al trabajo, ¿a que se debe tal acontecimiento?

—Tenía que hacer otras cosas antes de venir aquí—respondió, notando el brillo en los ojos de su compañero. Sus mejillas comenzaron a sentirse como un par de carbones encendidos— Honestamente me sorprende verles a los tres tan productivos hoy, ¿Ha pasado algo importante en mi ausencia?

Collin bajó los pies del escritorio girándose hábilmente sobre su silla para mirar a Ascalaphe con un mohín en los labios. A ella no le sorprendía, de los tres, Collin era con quien menos trato tenía y a lo mucho sabía su nombre completo y el día de su cumpleaños. Le miró con fijeza, dejando caer los hombros luego de beber de su termo de café.

—No mucho, si por producción te refieres a que hemos estado jugando cartas y bebiendo café hasta reventar, pues si, ha sido un día muy provechoso

—No le hagas caso, ha estado irritable toda la mañana—mencionó Cameron cogiendo una taza rebosante de café con leche entregándosela a Ascalaphe. Ella hizo una mueca por el sabor, sin estar del todo acostumbrada a lo amargo de la bebida. Cameron sonrió—Supongo que es un sentimiento muy general, ¿sabes? Por todo lo que ha estado ocurriendo. ¿Tú cómo estás?

—Bien, creo—reconoció en un suspiro—Quiero decir, lo bien que se puede estar luego de lo que pasó ayer

—Fue horrible, ¿no es así? —dijo James, frunciendo el ceño—Anoche, después de que te fueras, el jefe nos hizo volver a la escena e investigar las causas por las que el puente se había derrumbado. Como era evidente, no pudimos encontrar más nada que un par de vicios en la estructura y el agua que se nos coló hasta las rodillas. Cuando volvimos nos ordenó llenar los informes y pudimos ir a casa hasta entrada la madrugada

Ascalaphe sintió la culpa de no haber estado ahí para ayudar a sus compañeros que, al igual que todos en la estación, se veían verdaderamente cansados. Collin sorbió la nariz, alejando el sueño que envolvía sus ojos verdosos.

—Lo siento—dijo Ascalaphe, avergonzada—debí haberles ayudado

—Debiste, si—alegó Collin con una sonrisa ladeada—Pero qué más da, ya hicimos todo el trabajo por ti, mujercita

—Alguien viene muy desagradable hoy—Cameron se carcajeó—Aunque el señor gruñón tiene un poco de razón, la verdad es que con tu compañía o sin ella tendríamos el mismo resultado que le entregamos al jefe. Aun no sabemos qué ocasionó el desastre, pero ¡hey! Al menos estamos en eso

—¿Siguen con las investigaciones?

—El primer ministro las canceló esta mañana—Cameron apretó los labios en una fina línea y toqueteó disimuladamente el escritorio de Ascalaphe—Por cierto, está en la oficina principal y ha pedido verte

Ascalaphe no supo que decir. Pese a que ella misma intuía que aquello podía pasar, su mente no estaba preparada para que el primer ministro de Inglaterra, ni más ni menos, pidiera hablar con ella a solas en la oficina por la que muchos oficiales habían pasado para ser echados a la calle como perros salvajes.

Por supuesto que el primer ministro sabía lo que Ascalaphe era, tuvo que mencionarlo cuando llegó acompañada a su despacho de Kingsley Shacklebolt cuando éste ya no pudo cumplir con su cargo esperando que la mayor de los Black lo reemplazara en su puesto. El ministro había aceptado el trato no muy convencido, pero tuvo que hacerlo luego de que el auror le explicara que eran tiempos difíciles y que la propia Ascalaphe fungiría como intermediaria entre ambos mundos para el bienestar tanto de muggles como de la comunidad mágica. Ascalaphe pensó entonces que la molestia del ministro se debía a que ella no cumplió con su deber y tenía que destituirla de su puesto cuanto antes.

James cogió su mano al notar su mutismo, dándole un apretón que la dotó de una confianza increíble. Ascalaphe le sonrió, aceptando se agarre para ponerse de pie como un resorte y mirar a sus compañeros que esperaban una respuesta. Collin Barnes dibujó una sonrisa fingida en su rostro, mientras Cameron le daba ligeras palmadas en el hombro.

—¿Te dijo para que necesitaba verme?

—No, pero por la manera en que lo mencionó parecía estar sumamente molesto, aunque no entiendo por qué—Cameron llevó una de sus manos hacia su mentón—No es como si hubieses tenido algo que ver con el derrumbe del puente

Collin elevó una ceja.

—Será mejor que no le hagas esperar—dijo James con una mueca de pesar—Vamos, te acompañaré hasta ahí y esperaré por ti fuera de la oficina

—Las relaciones entre compañeros están estrictamente prohibidas, ¿saben? —exclamó Collin con la ceja todavía más elevada. James, quien ya iba en el umbral de la puerta junto a Ascalaphe, gruñó

—Imbécil—Ambos lograron escuchar la risa estridente de Collin incluso en el pasillo contiguo junto a la risita tímida de Cameron. James, por otro lado, parecía irritado, con los puños tensos a los costados y los pómulos enrojecidos haciéndole parecer un niño pequeño que acababa de ser avergonzado por su madre. Ascalaphe ahogó una risotada, mirándolo de reojo—Ese Collin es un pedante. Ni siquiera sé por qué sigue aquí

—Creo que eso es porque su padre es el jefe de este lugar

—Ya, debe ser eso

—Oye, no dejes que sus comentarios te afecten, ¿vale? Todos aquí sabemos que Collin no es lo que se dice muy agradable

—No es eso, es sólo que...—James detuvo sus zancadas luego de que hubiesen llegado a la puerta de la oficina especial del ministro. Se mordió los labios y observó a Ascalaphe con atención, posando sus temblorosas manos sobre sus mejillas—Yo... uh... ¿sabes qué? Olvídalo, no es nada

—Dime

—De verdad, no es nada importante—Ascalaphe cruzó los brazos por encima de su pecho, sin creerle una sola palabra. James Conrad tembló en su lugar—Por favor, Ascalaphe, no me mires así

—No lo haría si me dijeras que es lo que sucede

—No pasa nada, Collin es un idiota y ya, fin del asunto. Deberías entrar a la oficina antes de que el ministro se moleste

—Tenemos una conversación pendiente, James Conrad, no creas que esto se quedará así

—También tenemos una cena pendiente, la invitación sigue en pie, ¿no es así? Por favor, dime que no te has arrepentido

Ascalaphe sacudió la cabeza con ganas, haciéndole suspirar de alivio al oficial

—Bien, bueno, eso estuvo cerca, me llevó mucho tiempo reunir el valor para invitarte a una cita

—Una cita de amigos—rectificó ella—No lo olvides

—No lo hago—respondió él—Desgraciadamente

Entrando a la oficina, Ascalaphe pensó que James Conrad era en verdad uno de los hombres más tiernos y amigables que había tenido la oportunidad de conocer. Por supuesto que sabía de sus intenciones de invitarla a salir desde hace años, sin embargo, eso no quería decir que Ascalaphe estaba lista para comenzar a soltar ese absurdo enamoramiento que tenía hacía Bill Weasley que, dicho sea de paso, era su mejor amigo.

Su mejor amigo, ¡que locura! Ascalaphe estaba convencida de que algo como aquello era una tontería, que esa relación -si aluna vez estaba destinada a darse- no sería duradera y que su padre y su hermano enloquecerían para mal. Merlín, si ella hubiese tenido la oportunidad de decidir habría escogido enamorarse de un hombre como James, como Cameron o en todo caso -y en el peor de los escenarios- de Collin Barnes. Pero no, el destino y su corazón de plomo había decidido quedarse en los brazos de William Weasley.

Toda una mala pasada

—Señorita Black, cierre la puerta, por favor

Ascalaphe dio un respingo al escuchar la voz del ministro sacándola de la profundidad de sus pensamientos. Era cuestión de ver al hombre frente a ella para sentirse tan pequeña como un grano de arena pues el ministro era un hombre alto, corpulento y con una espesa cabellera que le hizo pensar que aquel debía ser el paraíso de cualquier carángano; llevaba puesto un fino traje de cuello mandarín, con las puntas redondeadas, sin solapas y la camisa blanquecina haciéndose notar al salírsele del dobladillo del saco. Estaba visiblemente nervioso y el temblar de su vaso de coñac junto a las prominentes bolsas negras debajo de sus ojos le indicaban a Ascalaphe su falta de sueño a causa de los "accidentes" ocurridos en las últimas horas.

Ascalaphe cerró la puerta tomando asiento lo más cerca de la salida posible. El ministro bebió el coñac de golpe haciendo un mohín que desapareció cuando escondió un pequeño eructo detrás de su puño, como lo hacían las personas de sociedad cuando no querían que los demás se dieran cuenta de los gases que expedían sus cuerpos. Él se disculpó aun cuando Ascalaphe no había escuchado nada y prosiguió:

—Creo que ya debe estar informada de lo que sucedió con el puente Brockdale, ¿no es así?

—Si, así es señor

—Es totalmente inconcebible—dijo, dándole la espalda y mostrándole que el vaso vacío de coñac seguía en su mano—La vida útil de un puente como ese era de cien años según los reportes de los mejores expertos y no pudo siquiera llegar a los diez aun cuando invertimos miles de libras esterlinas en su construcción. Pero eso no es lo peor de todo, ¡claro que no! Más bien, lo que me tiene tan nervioso, además del derrumbe tan inesperado de un puente con un valor más alto que mi propia vida, es el asesinato de dos de mis agentes airados por los medios de comunicación, sin olvidar que mi subsecretario ha decidido de buenas a primeras comportarse de una manera jodidamente rara. No, oficial Black, el derrumbe de un maldito puente es el menor de mis problemas

Ascalaphe se encogió en su lugar después de que el hombre se girara hacia ella con los ojos enrojecidos y la mandíbula tan apretada que pensó que sus dientes saldrían volando en pequeños fragmentos que se enterrarían en su rostro. El ministro abrió tanto la boca que Ascalaphe logró ver su campanilla irritada por el coñac y las encías comenzando a ennegrecerse a causa del tabaco. Muy a pesar de su cólera, se mantuvo solemne, como si Ascalaphe fuera su contraparte política y buscase intimidarle al grado de querer dejar el edificio a puntapiés.

—Así que, como sabrá, necesito una explicación

—Una... ¿explicación? Perdón, señor ministro, pero no tengo idea de que es lo que...

—Si no supiera de qué mundo viene comenzaría a creer que estoy volviéndome loco—dijo, frotándose las sienes—Todo ha acontecido de una manera tan extraña que uno pensaría que no existe una explicación coherente y que ha sido todo obra de un truco de magia, lo que me lleva directamente a usted—mencionó, corriendo su silla hasta quedar frente a Ascalaphe, sentándose con el respaldo hacia adelante, delatando sus pequeños ojos dementes—Hace algunos años Cornelius Fudge me visitó en esta misma oficina para felicitarme por haber ganado la campaña y de paso para hablarme de un mundo de locos que yo jamás habría imaginado siendo, como ustedes nos llaman, un muggle. Créame cuando le digo que jamás habría presentado mi candidatura de saber que existía una contraparte hablándome de magia y otra sarta de cosas que no alcancé a comprender. Pero bueno, ya no puedo lamentarme, ¿verdad? Lo único que me queda es tomar al toro por los cuernos y hacer lo que nunca me atreví a hacer: pedir explicaciones. Y como usted es el único vínculo con la comunidad mágica, entonces me atreví a asumir que podría darme una satisfacción

—Con todo respeto, señor, la única razón por la que no existe comunicación con los magos es porque usted no lo ha querido así

—Ah, pero por supuesto que no, ¡yo no quiero tener nada que ver con su comunidad! Sin embargo, me he visto obligado a aceptarle en mi guardia porque así Kingsley me lo pidió

—Usted sabía que Kinsley era un mago

—Lo sabía si, aunque eso no fue hasta tiempo después de que fue contratado y ascendió de puesto en mi gabinete. La verdad es que no sé como no pude darme cuenta de ello antes. Kingsley es un buen hombre, como sea que hubiese sido el caso, así que creí que sería una buena opción tenerle cerca a pesar de que tuviera que ignorar lo que realmente era

—No sé si pueda darle la explicación que requiere, señor ministro, pero lo que sí le diré es que estamos en guerra—susurró—Tiene razón en asumir que el derrumbe, los asesinatos y el comportamiento de su subsecretario han sido causados por algunos de los nuestros

—Los mortífagos—añadió el hombrecillo—Creo entender que Fudge así los llamó alguna vez

—Ellos mismos. El-que-no-debe-ser-nombrado ha vuelto y con él todos los magos que alguna vez estuvieron en sus filas. Buscan el dominio de ambos mundos, no sólo del mío, ministro, es por eso que, si me permite, me gustaría pedirle su ayuda para...

—¡De ninguna manera! —rugió, levantándose como si le hubiesen propinado una zancadilla en el trasero— ¿Qué es lo que le hace creer que mi gabinete estaría dispuesto a pelear contra... contra...

—Magos tenebrosos

—¡Magos tenebrosos! —repitió—Madre mía, me va a dar algo

—Los aurores estamos trabajando en eso, señor—Intentó tranquilizarle—Es una tarea muy difícil cuando la Orden es la única que está combatiendo a los mortífagos sin la completa ayuda del ministerio, no obstante, eso no quiere decir que vayamos a perder esta guerra

—No quiero que su gente aterrorice a la mía—espetó, casi desmayándose—Quiero que cada uno de ustedes abandone mis calles y dejen en paz mis infraestructuras

—Eso será un tanto difícil

—¿Está usted mofándose de la situación? —preguntó, levantándose casi inmediatamente. Ascalaphe se irguió—¿Está consciente de que puedo destituirla de su puesto importándome un comino la promesa que le he hecho a Kingsley?

—Si lo hace será un error, señor—Ascalaphe comenzó a acalorarse a causa de la discusión, pensando que, de perder el empleo, su padre estaría furioso—Podrá echarme a mí, pero no podrá hacer lo mismo con los mortífagos que destruyen sus calles o los dementores que deprimen a sus ciudadanos. El problema está, ministro, en que se ha declarado la guerra y usted no puede pararla

El primer ministro palideció

—¿Y quién puede?

—Es usted el líder de todo un estado, debería saber que las guerras no se detienen, se combaten—Ascalaphe soltó un suspiro—Comprendo que pueda sentirse acorralado, pero si queremos ganar lo que sea que es esto, entonces debe dejar a los nuestros ayudar. Sé que no estoy en posición de pedir nada, pero, ¿no cree que sería mejor que más aurores formaran parte de su gabinete?

El ministro rio.

—Está muy equivocada si cree que dejaré que un par de magos entren al parlamento, así como así

—No pensaba en algo tan alto como el parlamento, más bien algo más pequeño, tal vez... la policía

El hombre cerró los ojos y se dejó caer en el asiento que se desplazó unos centímetros hacia atrás.

—Son magos—dijo, como si fuese una noticia nueva. Ascalaphe asintió—Usted, Kingsley y todos los demás que se hacen llamar aurores, ¿no se supone que pueden arreglar cualquier situación con magia?

Ascalaphe esbozó una sonrisa que le hizo lucir como si tuviera dolor de muelas.

—El problema está en que los del otro bando también saben hacer magia

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Ver "Cast" para tener la imagen de James Conrad, Cameron Bolton y Collin Barnes ;)

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