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Capítulo 1: "El hogar de la mariposa"

—¿Crees que nos hayan escuchado hablar de la Orden?

—Sinceramente no lo creo, pero ¿Quién sabe? Nunca se puede confiar en ellos—La mano del chico se aferró a la cintura de su mujer mientras esta cargaba un empapado bulto llorón conforme atravesaban las frías calles de Londres. Se detuvieron cerca de un pub, refugiándose debajo de una enrome carpa de la que caía lo que parecían los primeros vestigios de granizo aquella noche—Quizá tenías razón, no debimos dejar la casa de tus padres para venir a esta estúpida reunión y mucho menos haber traído a la bebé, joder, ¿qué clase de padre somos?

La mujer, empapada hasta la coronilla, soltó una carcajada.

—Sirius Black, que exagerado eres

—Dime eso cuando nuestra pequeña pesque un resfriado—murmuró, quitándose la gabardina igualmente mojada para ponerla sobre los hombros de la chica y con ello cubrir a la bebé malhumorada—James tenía razón, soñar con algo tan complejo como la Orden en estos momentos es casi imposible. ¿Qué podríamos saber nosotros, unos simples estudiantes, sobre magia negra? Es absurdo

—Dumbledore necesita nuestra ayuda

—Dumbledore necesita muchas cosas, Darcy—Los enormes ojos del joven Sirius Black se oscurecieron—Y nuestra presencia en la Orden no es una de ellas

Continuaron su camino a través de una espesa capa de lluvia que les borró la vista; la bebé sobre los brazos de Darcy O'Brien lloraba desesperadamente ante el frío inminente de la brisa y el corazón acelerado de su madre. Sirius las abrazó sin detener el paso, rompiendo con sus brazos el impacto del viento que les despeinaba el cabello; esa noche, como ninguna otra, se sintió como la profecía de una tragedia.

Un relámpago surcó el cielo alumbrando la calle dejándoles ver que su hogar se encontraba a un par de metros alejado de ellos, esperando para refugiarlos en su calor del que Sirius tanto presumía al volver a la escuela, extrañando cada rincón de la casa donde su pequeña bebé se quedaba esperando por ellos día tras día.

Las condujo por el sendero encharcado con cuidado pasando uno de sus brazos por la cintura de su esposa y dejando el otro sobre el cuerpo de su hija protegiéndola de la lluvia que se negaba a detenerse. La casa de los O'Brien se veía cada vez más cerca hasta que, en un momento que nadie entendió, una mujer de cabellos largos y vestido veraniego chocó con ellos.

La noche era profunda, pero ni siquiera eso pudo evitar que la figura de la mujer pasara desapercibida para ninguno de los tres. Sirius la miró a los ojos y entonces pareció como si la lluvia se detuviese de pronto borrando todo rastro de vida a su alrededor para centrarse únicamente en la presencia de la chica frente a él. Los brazos de Darcy se apretaron con más fuerza alrededor de su hija notando con horror el rostro tan familiar de la mujer quien, con suma calma, les devolvía la mirada.

Los ojos de la bebé se abrieron y ella, tan joven como podía serlo, reconoció una fina silueta negra, con largas hebras grises colgándole de la cabeza y dos grandes perlas rojas en el centro del rostro, mirándola a través de la tela mojada que su madre apretaba con tanta insistencia. Luego, la figura distorsionada se movió como un péndulo sobre ella durante seis segundos, rodeó a sus padres y colocó una de sus alargadas manos sobre el pecho de su madre. La bebé observó todo con atención porque parecía que ella era la única que estaba presenciando tal acontecimiento que dejó a sus padres mudos, ciegos y rígidos como un par de estatuas.

El péndulo volvió a girar sobre ella, convirtiéndose en una masa negra y nauseabunda que tomó distintas formas hasta detenerse en una pequeña mariposa oscura que revoloteó sobre sus labios, intentando entrar a su cuerpo.

—Rá bás—Le oyó susurrar. Fue entonces que la mariposa se transformó en un humo grisáceo y se coló por sus labios. La mano de la desconocida se apretó en su pequeño estómago, haciéndola llorar—Rá bás

Repitió.



Ascalaphe despertó con un sobresalto cayendo estrepitosamente de su cama en medio de una maraña de sábanas que detuvo el impacto de su rostro contra el piso. Fue la propia dureza de la madera contra su piel lo que le hizo saber que seguía ahí, bajo el calor de sus frazadas y protegida por su familia. Ascalaphe soltó un suspiro al levantarse del suelo, sobando su espalda del impacto; había tenido esa pesadilla otra vez, como cada noche desde hacía ya un par de años.

Su padre, Sirius Black, les había contado la historia de la mujer misteriosa a ella y a su hermano Ares como una anécdota que le pareció demasiado curiosa en su tiempo y que con el paso de los años se convirtió en una verdadera leyenda en la casa de los Black. Sirius narraba la historia como un encuentro extraño bajo la lluvia torrencial de Londres, pero nunca llegó a mencionar algo parecido de lo que pasaba en los sueños de Ascalaphe, llegando a pensar, quizá, que las pesadillas que invadían su mente por la noche no eran más que las construcciones fantasiosas de su imaginación contaminada por la situación del mundo mágico en ese momento.

Sentada en la orilla de su cama, escuchó como la puerta de su recámara se abría con lentitud dejando ver un mechón de cabello pelirrojo de su mejor amigo William Weasley. Ascalaphe sonrió, alisando su cabello rebelde antes de que el cuerpo del hijo mayor de Molly entrara de lleno a su habitación, saludándola con una sonrisa de oreja a oreja que le quitó el aliento.

—Buenos días, bella durmiente, ¿has despertado con el pie izquierdo?

—Con todo el cuerpo realmente—respondió. Bill frunció el ceño—Volví a caer de la cama

—Oh—Se dio la oportunidad de reír, sentándose frente a ella sobre las sábanas arrugadas. Ascalaphe le dio un pequeño golpe en el hombro—Eso supuse cuando escuché un golpe tremendo desde el primer piso. Tuviste suerte de no haberte roto la cabeza, Lottie

—¿Lottie? Creí que ya habíamos superado esa etapa, William

—Ah, vamos, por los viejos tiempos, Ascalaphe

Nunca nadie supo cuales eran los motivos por los que Sirius Black y su esposa Darcy O'Brien habían decidido nombrar a sus hijos con nombres tan poco convencionales, ni tampoco entendían el significado de ellos hasta ahora por lo que, siendo unos niños y teniendo muy poco conocimiento sobre la variedad de nombres que podía haber, los hijos de Molly decidieron renombrar a los niños Black desde que su amistad comenzó hacía ya varios años. Bill decidió que Lottie Black era un nombre más lindo -y más sencillo de pronunciar- que algo tan confuso e impronunciable como Ascalaphe, ¿Quién demonios se llamaba así?

Sea como hubiese sido el caso, tal mote nunca le agradó demasiado a Ascalaphe quien no pudo hacer mucho para que los Weasley hicieran caso a sus protestas.

La amistad de los Weasley y los Black remontaba desde los años en Hogwarts de los merodeadores -como Sirius y sus amigos se hacían llamar- hasta el origen de la Orden del Fénix fundada por Albus Dumbledore con el propósito de derrotar las filas de Lord Voldemort. Ambas familias no dudaron en apoyar a Albus en cualquier cosa que necesitara, creando así un lazo que no sólo unió a los Weasley y a los Black, sino también a la familia de James Potter y Lily Evans.

Ascalaphe aun podía recordar todas esas veces en que su padre le dejó en casa de Molly para hacerse cargo de las misiones de la Orden, cuando libraba batallas contra uno que otro mortífago o la vez en que su madre enfermó de gravedad y murió a causa de un virus desconocido que detuvo su corazón. En ese entonces Ares era muy pequeño, teniendo aproximadamente la misma edad de Harry Potter cuando tanto Darcy como James y Lily murieron; desde entonces Sirius tuvo que criar por si sólo a sus dos hijos, así como hacerse cargo de Harry desde los trece años.

Los cuatro eran una familia. Una muy rara y explosiva familia.

William soltó una carcajada, tal vez recordando los buenos tiempos de su infancia a los que se refería, contagiándole la sensación a Ascalaphe durante un par de minutos. Luego, el mayor de los Weasley cogió sus manos, mirándole con profundidad.

—Sólo vine para saber si estabas bien y si es que necesitabas algo. El desayuno estuvo listo desde hace una hora y mamá me pidió que te avisara

—¿Desde hace una hora? ¡Tuviste que haberme despertado!

—Creí que habías tenido una mala noche. Ares me contó lo que sucedió anoche—mencionó, elevando una ceja haciendo alusión al sueño tan raro que tuvo respecto de su tío Regulus— ¿Quieres hablar de eso?

—No realmente, yo... sé que es algo muy raro, Bill, pero estoy casi segura de que pude escuchar su voz. Su presencia... fue real, estuvo aquí, y me habló de...

—¿De...? —Le apuró. Ascalaphe sacudió la cabeza

—Pensar en ello parece menos descabellado que mencionarlo. Ares tiene razón, quizá... quizá he estado bajo mucho estrés, ¿sabes? Y es por eso que mi mente se ha encargado de elaborar sueños extremadamente... concretos

—Siempre has tenido una mente muy poderosa—Bill miró sus manos entrelazadas, acariciando el dorso con dulzura. Ascalaphe sorbió la nariz—Desde pequeña has tenido todo tipo de sueños que al final terminas por olvidar, ¿Qué te hace pensar que esta vez no será igual?

—El sueño de la Banshee...

—No existe algo tan complejo como eso, Ascalaphe, una Banshee no puede cauterizarte. Ni siquiera sé si eso sea posible

—Con cada noche que pasa mi sueño revela elementos que antes no estaban ahí. Esta vez logré distinguir que mis padres mencionaban a la Orden y la mujer con la que se encontraban era una Banshee, con el cabello largo y los dedos de las manos tan largos como manecillas. Sus ojos eran rojos, Bill y su toque desprendió un humo negro que se convirtió en una mariposa y entró por mi boca

—Ya, claro

—Ríete todo lo que quieras, William, yo sé lo que vi

Ella misma sabía que era una locura que, como Molly les había dicho desde que eran unos niños, resultaba absurdo que una Banshee escapara de su mundo únicamente para viajar hasta el mundo de los magos para cauterizar a una bebé de meses de nacida -tomando en cuenta, claro, que Ascalaphe era muy pequeña para darse cuenta incluso de que esa mujer tenía un nombre-, sin embargo, lo disparatado de ese recuerdo no le quitaba importancia a lo que Ascalaphe estaba viviendo. Ella podía reconocer la mirada de William básicamente porque era la misma mirada de toda persona con la que hablaba del asunto: incredulidad, recelo y sobre todo sarcasmo.

Ascalaphe cruzó los brazos por encima de su pecho provocando que Bill suspirara

—Sabes que no creo en ello, pero si tu lo haces debe ser por algo, así que, si tu piensas que es real entonces yo también

—Sólo lo haces porque te sientes obligado

—No, en serio, creo en ti. Jamás buscaría mofarme de algo que te lastime, Lottie, eres mi mejor amiga y te quiero

Las mejillas de Ascalaphe se calentaron, levantándose de un salto de la cama para colocarse su bata de dormir por encima del pijama e invitar a Bill a bajar juntos las escaleras para tomar el desayuno. Él aceptó con una sonrisa, llegando a la estancia cogidos de la mano observando la manera en que Ares y Ginny conversaban animadamente frente a la chimenea.

Molly estaba en el comedor acompañada por Sirius quien leía El Profeta mientras bebía de su peculiar taza de café con forma de ubre que alguna vez James Potter le regaló en su época como estudiantes. Frente a ellos había un par de lugares vacíos seguidos de los demás asientos ocupados por los gemelos, Ron y Hermione Granger. Charlie Weasley estaba en el extremo principal de la mesa, acariciando a un dragón de bolsillo que acababa de salir de su huevo. Sirius bajó el periódico al ver a los chicos sentarse frente a él.

—Buenos días, ¿dormiste bien, enana?

—Bastante bien—mintió— ¿Qué hay de ustedes? ¿Pudieron dormir luego de la ultima reunión de la Orden?

—Más que eso, por fin pudimos llegar a un acuerdo—anunció Molly con una sonrisa—Después de hablarlo con el resto de los miembros hemos decidido que debemos cubrir un territorio más amplio. No podemos quedarnos sólo con el trabajo de los aurores dentro del ministerio porque el poder de los mortífagos se ha extendido incluso hasta el colegio, entonces creímos que lo mejor era que este año varios de nosotros estuvieran en el castillo para proteger a los chicos. Personalmente me sentiría más segura de saber que hay alguien en el colegio para vigilarles

—Eso suena bien, yo podría ayudar

—¿Cómo? —preguntó Sirius enarcando una ceja—El trabajo en la estación de policía y tus misiones como auror no te darán tiempo para cubrirlo

—Puedo dejar mi puesto como policía, no es importante seguir con ello

—Ni hablar—refutó Sirius—Eres nuestra única conexión con el mundo muggle para saber de los alcances de los mortífagos con cada día que pasa. Incluso el primer ministro muggle ha roto comunicación con Rufus Scrimgeour para no tener algo que ver con esta guerra. Ellos quieren mantenerse al margen, lo que no saben es que El-que-no-debe-ser-nombrado y los suyos no piensan lo mismo. No puedes abandonar la estación, Ascalaphe

—Podría tomar un turno más pequeño, entonces

—El asunto no está a discusión, hija, lo lamento—Ascalaphe rodó los ojos—Es por el bien de todos

—Charlie y Nymphadora irán a Hogwarts, cariño, no te preocupes—Molly le sonrió—Sabes que Dora es una magnifica auror y que por supuesto Alastor no les dejará solos

—Lo sé, pero...

—No puedes hacerte cargo de todo, amor—Sirius le dio un apretón a su mano por encima de la mesa—Habrá aurores por todo el castillo vigilando día y noche. Ares estará bien

A Ascalaphe ya no le sorprendía la facilidad que su padre tenía para leer sus pensamientos como si fueran suyos. Por supuesto que la seguridad de su hermano le preocupaba porque al no estar su padre, ¿Quién podría proteger mejor a su único hermano que ella misma? No aceptaba el tener que quedarse fuera del asunto, sin embargo algo de razón tenían al decir que era de máxima importancia el saber de la situación del mundo muggle para ganar la guerra. Ascalaphe suspiró, asintiendo para luego observar a William que engullía una magdalena con total calma

—¿Tu no piensas ir al castillo también?

Bill sonrió

—No

—¿Porqué?

Él se limpió los labios antes de contestar

—Porque tú me necesitas aquí

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