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Capítulo 7: El más fuerte

ChangBin


Ganar así es como organizar un entrenamiento del típico cliente que sólo quiere hombros, brazos y pectorales bien definidos olvidándose completamente de la existencia de las piernas. Satisfactorio a medias.

El chico de la cicatriz en el ojo, que ahora sé que se llama BangChan, ha perdido el equilibrio por forzar en exceso los pies cansados al intentar darle un respiro a su espalda y brazos.

Ese fallo es muy de novato, aunque en esta ocasión creo que ha pecado de confiado. El esfuerzo prolongado hace que nuestro cuerpo sea impredecible, por mucho que confiemos en nuestro estado físico.

Espero a que Bangchan se levante del suelo para soltar mi saco. Los dos rubios que han venido a darnos ánimos lo ayudan a incorporarse. Solo ellos. Entiendo que esto es una competición pero, joder, ¿de verdad tanto cuesta ayudar un mínimo a alguien que podría haberse hecho mucho daño con las piedras que lo rodean?

Resoplo un poco molesto cuando por fin puedo soltar el peso muerto.

—Felicidades ChangBin, eres el más fuerte de As de Picas —dice el presentador, o más bien IA, a través de los altavoces.

—¿Estás bien? —pregunto a BangChan, ignorando todo lo demás.

El de la cicatriz en el ojo me mira raro. Le ha sorprendido que me acercara a preguntarle. El ceño se le relaja al rato y me responde con sí escueto y un apretón de manos.

Tiene la palma tan encallada como yo, aunque sus manos son más suaves. Debe dedicarse a algo físico, si no es deportivo algo como agricultor, obrero o mozo de almacén. Descarto las dos primeras y me quedo con la última. Ni me planteo si quiera que sea entrenador personal. Estar día sí y día también, incluso los que descansas, con barras de hierro te deja las manos destrozadas.

Al principio, cuando accedí a trabajar en el gimnasio de mi cuñado allí donde vivo, en Yongin, me prometí no acabar con las manos tan echas polvo como él. Pero mi promesa cayó en saco roto y, a día de hoy, me arranco los padrastros y callos con los dientes cuando estoy estresado.

Adopté esa manía durante el COVID-19. Me mató ver cómo nos cerraron el gimnasio por la alerta sanitaria, y más aún las penurias que pasaron mi hermana mayor y mi cuñado para poder reabrirlo cuando la situación estuvo controlada. P.Y.J. se aprovechó de esa desesperación y los engatusaron para endeudarse con ellos hasta las cejas. Cincuenta millones de wones que se convirtieron en quinientos millones tres días antes de que venciera el plazo de devolución.

Los cobradores que vinieron no lo hicieron con la intención de renegociar nuevos plazos ni conciliar la situación conflictiva. Ellos venían a dar un ultimátum al marido de mi hermana, si no que se lo digan a la paliza que casi le cuesta la vida.

No sé qué habría hecho si hubiera estado allí. Puede que me hubiera entrometido y que la pelea fuera más justa. Puede, también, que me hubiera quedado abrazando a mi hermana mientras ella presenciaba como su marido quedaba inconsciente tras un puñetazo peligroso en el oído.

Ahora eso ya da igual. Ahora quien tiene las riendas del problema soy yo. Lucharé por mi hermana y cuñado lo que ellos no pudieron. Por eso vine voluntariamente a este juego. Por eso investigué concienzudamente las ediciones anteriores y me mentalicé de poder hacerlo. ¿Podría? Si llegara el momento de matar a alguien para salvarme yo, ¿lo haría? En la teoría diría que sí, pero la práctica es otra cosa.

Los staff entran y nos sacan de la sala por una puerta diferente a la que hemos entrado. Esta es automática y tiene los cristales tintados. Al abrirse, un pasillo largo y gris con once puertas medianas y una grande nos da la bienvenida.

—Antes de entrar —dice la voz de la IA haciendo que los cincuenta participantes frenemos en seco en el umbral del pasillo—, anunciaremos el reparto de habitaciones. Cuando sepáis en qué habitación dormiréis dirigíos a ella y deshaceros de la mochila donde guardáis vuestras pertenencias. —Un murmullo generalizado sisea a mi espalda—. Habitación uno: Seo Chang Bin, Hwang Hyun Jin, Han Ji Sung, Yang Jeong In y...

Vaya, resulta que para designarnos habitación sí se molestan en hablarnos con un tono más formal y usando nuestro nombre completo. Aprieto los labios. No llego a escuchar el último nombre de mi roommate.

Caminamos los cinco chicos hacia la puerta más cercana. Soy el último en entrar. Me da igual litera que cama, parte de arriba o de abajo, así que dejo a ellos elegir. No discuten por la cama, ni si quiera entablan conversación para debatir. Escogen al azar y el resto se va adaptando. Al final, comparto litera con el chico rubio que me ha animado durante el juego; él arriba y yo abajo.

—Hyunjin —se presenta antes de hacerme una señal con la cabeza para que lo acompañe junto a los demás hasta la puerta.

No me da tiempo a mostrarle respeto, ni un movimiento rápido de cuello ni una pequeña reverencia.

—ChangBin —digo en voz baja al pasar por su lado y colocarme justo detrás de él.

Hyunjin levanta el brazo derecho y me da unas suaves palmadas entre los omóplatos. Después me empuja sutilmente y me invita a ponerme delante de él. La diferencia de altura entre ambos es notable, y nadie quiere perder detalle del reparto. Ni siquiera yo.

No reconozco a nadie de la habitación dos, y de la tres sólo me suena la cara del otro rubio que me daba aliento. La habitación cuatro me da mala espina, y no es por la chica demasiado alta y delgada, sino por la cara del chico que le sigue pisándole los talones. La cinco es únicamente de chicas, y en la seis hay más chicas que chicos. La siete es del vitoreado líder, Kim Woo-jin, y su séquito de lameculos.

—Habitación nueve: Christopher Bang Chan, Lee Min Ho...

Guau, menudos pesos pesados. Incluso sus compañeros parecen intimidados y caminan a un metro de distancia de ellos.

La última habitación, la diez, me es tan indiferente como la dos. Si no reconozco a un rival es que, ciertamente, no puedo ni considerarlo como tal.

Más tarde, apenas seis minutos después de que desaparezca el último grupo de chicos, comienza la cena.

El comedor está detrás de la puerta amplia al final del pasillo, y es muy parecido a uno escolar, excepto por la edad de los allí presentes. En el reparto de la cena, que solo es un cuenco mediano de ramyeon y un huevo duro, por megafonía recuerdan a los diez participantes que dejaron caer su saco primero que ellos no tendrán derecho a su ración de esta noche.

—Compartiré mi cena contigo, Felix. —Oigo murmurar a Hyunjin.

Pero eso no pasará,porque yo voy a darle parte de mi ramyeon a Felix por las palabras y gestos deapoyo durante la competición. Y, al parecer, no soy el único que no va a dejarque el chico se vaya a la cama con el estómago vacío. Bangchan se acerca a losdos rubios y, sin mediar palabra, le tiende a Felix su huevo duro ya pelado. 

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