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Capítulo 2: Examina a tu rival

I.N.


—Bienvenidos a As de Picas: las pruebas. En breve explicaremos en qué consistirá la primera prueba, pero antes deberéis pasar por el control que hay a vuestra derecha. —Cincuenta cuellos se giran a la vez hacia la misma dirección—. Haced una única fila, tened paciencia y aprovechad para echar un ojo a vuestros contrincantes. ¿Quién diríais que es el más fuerte?

La voz de mujer que sale por los altavoces se me antoja más como la voz de una ciborg que como la de una humana. ¿La IA tiene cabida en un lugar como este?

Un gran número de chicos y chicas, nerviosos, comienzan a moverse por la sala examinándose unos a otros. Solo unos pocos optan por ir directamente al control. Yo, en cambio, me quedo en mi sitio, petrificado, observando y pasando desapercibido.

El último participante, el chico rubio, tiene cara de haber visto un fantasma. Esto es el mismísimo infierno, aquí ni los fantasmas se atreven a aparecer. Es el territorio de los demonios con piel humana. Lo sé porque, durante el año que tuve que guardar cama por agotamiento, el año pasado, estuve enganchado al reality.

Dos semanas antes de caer enfermo, a dos chicas de clase, las escuché hablar sobre una quedada organizada para toda la clase, dentro de tres fines de semana: iban a ver el primer directo de la tercera edición de As de Picas: las pruebas, y a mí me excluyeron del plan. Me picó la curiosidad, más aún cuando en Naver no encontré nada más que una sala de ocio nocturno juvenil. Al día siguiente, fui directo a ellas y les pregunté por el programa. Me arrastraron hacia una esquina de la clase y lo primero que me dijeron fue "no sabíamos que estarías interesado en verlo, como siempre tienes la nariz metida en libros...". Acto seguido, me explicaron que se trataba de un reality de la Deep Web en el enfrentaban a un grupo de chicos y chicas entre ellos por una gran suma de dinero.

No pude acudir a la quedada, y eso que me invitaron ese mismo día. Aun así, no me perdí ningún directo del programa.

Relajo los hombros, no quiero que se me vea tan asustado como él, aunque en el fondo estoy aterrado. Está claro que nadie va a pensar que él es el más fuerte de los que hay aquí. Pero tampoco parece importarle.

El año pasado, nadie apostó favorablemente por Hwang Ye-ji, que lloró durante el control y se hizo pis encima en la tercera prueba de la primera fase después de recibir múltiples patadas en la vejiga. Tampoco se fijaron en el declive de su cordura. Tras la segunda prueba de la segunda fase, Hwang Ye-ji parecía totalmente ida. Disociada. Finalmente se proclamó ganadora de la tercera edición, para sorpresa de muchos.

As de Picas: las pruebas, la volvió totalmente loca. La deshumanizó. ¿Le pasará igual a ese chico? ¿Debería tener cuidado con él?

Me froto las manos y aparto la vista del chico rubio, no lo subestimaré. De hecho, no subestimaré a nadie. Tengo que ganar. Tengo que saldar la deuda que mis padres contrajeron al pagarme el año de universidad que estuve en cama. El ministerio de educación, por mi situación, decidió fallar en contra a la hora de concederme la beca ese año porque, según indicaron, el número de ausencias en clase superaba con creces las permitidas por los requisitos de la concesión.

Un préstamo de veinte millones de wones para alcanzar mi sueño de ser docente que acabó multiplicándose por veinticinco. 

Uno de los chicos que está examinando a los que estamos encerrados, se acerca a mí, pega su cara a la mía y me mira de arriba abajo. Es muy atractivo, alto y tiene una melena decolorada que le roza el cogote.

—Mi nombre es Hyunjin —dice alejando su cara de mí.

Asiento a modo de respuesta. Él hace lo mismo.

Instantáneamente sé qué estrategia va a adoptar Hyunjin: intentará ganarse el favor de todos, pasar las pruebas a través de alianzas y dar un golpe sobre la mesa traicionando a todo aquel que le ha ayudado a llegar a donde está. Le haré creer que eso funcionará conmigo. Que soy un pazguato, un niño tonto, al que moldear a su gusto.

—Mi nombre es Yang Jeong In —digo cuando Hyunjin se ha alejado de mí un par de pasos. Finjo estar un poco desesperado—, pero mi familia me dice I.N.

Hyunjin me sonríe y asiente antes de marcharse y presentarse al último concursante.

No sé si seré el más joven de aquí, no lo creo, pero si piensan que mi juventud es un defecto o debilidad para superar las pruebas voy a demostrarles que se equivocan.

Les doy la espalda a los dos rubios, que están charlando animadamente entre ellos. Me fijo en el pequeño grupo que ha ido directamente al control. Resulta que son los más corpulentos e intimidantes.

—La soberbia pasa factura —murmuro.

Y tengo razón. Sin ir más lejos, en la pasada edición, Kim Kyung-Jin, el tío más alto, musculado y corpulento, cayó muerto en la penúltima prueba a manos de Hwang Ye-ji. Recuerdo cómo aprovechó que estaba drogado para colocarse a horcajadas sobre él y ejercer presión sobre su tráquea, primero con las manos y después con el pie.

El más bajito del grupo de los intimidantes pasa primero a control y deja que lo cacheen y revisen la bolsa sin rechistar. Quien sea que lo esté cacheando, los staff de la organización llevan máscaras doradas con una pica negra en mitad de la frente, se detiene al llegar a la altura de los bíceps. Ladea la cabeza y le enseña el pulgar como aprobación. El chico bajito no puede disimular la sonrisa que se le dibuja en la cara.

Tras él, un rubio con una cicatriz en el ojo izquierdo bufa. Ambos se miran unos segundos sin pestañear. La tensión puede cortarse con cuchillo.

—Siguiente —dice uno de los de control.

Nadie repara en su orden. Están absortos en el duelo de miradas y expresiones desafiantes de aquellas dos bestias.

Si esto lo viera desde casa apostaría por el chico de la cicatriz. Bueno, apostar, apostar, no. Pero sí comentaría que él es mi favorito para ganar el duelo. No es por la pequeña diferencia de altura entre uno y otro, más bien sería por la cicatriz en el ojo del otro. Tiene que dedicarse a algo rudo, y es unos cuantos años mayor que yo. O suele meterse en peleas. Sea la razón que sea, no da la sensación de ser de los que se andan con chiquitas.

—Dejadlo ya. Guardaos vuestro odio para las pruebas —media un chico con cara de pocos amigos.

Un escalofrío me recorre la espina dorsal. Se le ve tan seguro, profesional, temible y acostumbrado a este ambiente hostil que empiezo a creer que el rumor que he escuchado antes de que llegara el último concursante es cierto.

Según Kim Woo-jin, un chico con el pelo azul (con cara de idol o, al menos, de aspirar a serlo), el hijo de uno de los miembros de P.Y.J está entre los participantes. También ha asegurado saber quién es, y conocer el secreto de por qué está participando en As de Picas. Lo ha contado en "petit comité" al grupo que ha formado a los cinco minutos de llegar. Y, como agradecimiento por brindarles esa gran ventaja como grupo, han coreado su nombre al grito de líder.

—¿Y tú quién eres para darme órdenes? —espeta el de la cicatriz en el ojo, con el mentón altivo.

El bajito frunce el ceño. Mira con detenimiento al chico que ha mediado entre ellos y prefiere pasar del tema. Camina hacia delante y se pierde en la negrura del pasillo. Quizá, porque sabe que tiene razón.

Unos cuantos que estaban formando fila, dejan sus puestos para presenciar el altercado. Si fueran listos no perderían su lugar en la cola. Está claro que al mediador le aburre lo que está pasando y no va a seguirle el juego al chico de la cicatriz.

—Yo no soy nadie y tampoco te he ordenado nada. Simplemente, he pensado que sería mejor ahorrar fuerzas para las pruebas.

Si eso que ha dicho hubiera salido de boca de otro se le tildaría de cobarde en menos que canta un gallo. Sin embargo, en él suena a advertencia. En él suena amenazador.

—Siguiente —grita uno de los staff de control.

Nadie mueve un músculo, aunque muchos se han girado para ser testigos del primer pique de As de Picas.

—Hombres, siempre midiendo su ego —dice una chica alta y con el cabello tan negro que parece repeler la luz.

Ni si quiera me he dado cuenta de que se había acercado al control. Pese a lo alta que es, es tan delgada y sigilosa que ha pillado a todos con la guardia baja. Este tipo de perfil en las pruebas suele ser eliminado en la primera fase. No por su ineptitud, sino porque a muchos participantes les pone nervioso tener entre ellos a una sombra.

Más aún si esa sombra es una chica.

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