Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capítulo 18: Pasar el tiempo

Changbin.


El ensordecedor grito de una chica alta y delgada, con cabello negro, me cala hasta los huesos, haciéndolos retumbar de manera peligrosa. Si sigue gritando así por más tiempo, siento que podría quebrarme. Un escalofrío recorre la parte posterior de mi cuello. Su desesperación me recuerda a la de mi hermana cuando su marido recibió aquella paliza a manos de los matones de As de Picas.

Agito la cabeza para deshacerme de esa abrumadora sensación, pero ignorarla no va a hacer que desaparezcan sus gritos. Doy un paso hacia delante, sin atreverme a dar el siguiente. Observo como la chica se hace un ovillo y queda reducida a una masa pequeña y huesuda en el suelo.

Un chico que lleva una botella de agua pegada a la cara sale corriendo de entre la multitud seguido por Felix, Hyunjin y dos morenos más. Deja caer la botella al suelo y se tira sobre la chica para abrazarla. ¿Tiene un ojo morado?

Uno de los morenos, el más alto de los dos, mira a la chica con los hombros caídos y se queda rezagado cuando el resto se acerca a ella e intenta levantarla del suelo.

—Mi familia...— la voz se le rompe y las piernas se le aflojan cuando sus pies tocan la superficie del suelo.

—Ahn, lo siento muchísimo —dice el chico del ojo morado.

Yo también lo siento muchísimo por ella, igual que también entiendo que ninguno de los que han corrido en su ayuda puede consolarla del todo. La producción va a hacer una visita a su familia, y eso no es una buena noticia. Una visita exprés por parte de As de Picas no es sinónimo de un americano con pastas, sino más bien de una charla unilateral entre los nudillos de un matón y la carne de una persona que ha cometido el error de buscar ayuda en el lugar equivocado.

—Mi familia... —Entra en bucle y es lo único que sale de su boca.

El del ojo morado asiente, esta vez sin decir palabra, y se pasa un brazo lánguido de la chica por encima de los hombros. Lo hace con tanto cuidado como yo lo hice con mi hermana mientras me contaba, temblorosa, la crueldad que As de Picas la había obligado a presenciar. El movimiento de ojos que hace es casi imperceptible pero hace que el resto de su grupo se mueva y lo ayude a sacar a la chica de aquí, a escapar de los ojos que se han quedado clavados a ella: unos con curiosidad, otros saboreando su sufrimiento, unos cuantos sonriendo y muchos aliviados de no ser ella. El moreno que no está absorto en las formas que dibujan las conexiones de las losetas, se coloca al otro lado de la chica y la toma por el brazo imitando a su compañero. Felix, en cambio, se coloca detrás y le pasa las manos por alrededor de la cadera para sostenerla y que no se le suba la camiseta de chándal. Hyunjin decide ir en cabeza y abrir paso hasta la salida.

—Eso le pasa por zorra —murmura un chico con facciones atractivas.

Lo miro de arriba abajo. Es el mismo bocazas que participó en el altercado de antes, y el culpable del ojo morado del chico de las abultadas mejillas. Echa los brazos hacia atrás y abre los codos todo lo que puede para entorpecer el paso a Hyunjin. Este último intenta pasar, hacerlo a un lado, pero apenas sí puede moverlo unos milímetros que acaba recuperando con rapidez.

—Apártate Min Jeong —pide el del ojo morado con los labios apretados.

—No estoy haciendo nada —levanta los hombros—. Pasad, nadie os lo está impidiendo.

Hyunjin arremete contra él con un golpe no muy certero de hombro, pero lo único que consigue es arrancar unas risillas tediosas al grupo del bocazas. Resoplo. Estoy harto de este circo. Harto de ver como el guaperas se recrea en el dolor de otros. Mis pies caminan solos hacia él y tengo que respirar hondo cuando llego a la altura de Hyunjin.

—Deja de dar problemas —digo a Min Jeong mirándolo directamente a los ojos—. ¿Qué más te da que se lleven a la chica?

Min Jeong me mira de arriba abajo, cambia el peso de su cuerpo de una pierna a otra. Hyunjin aprovecha la oportunidad y consigue pasar. Pero Felix no corre la misma suerte y el bocazas lo agarra por el dobladillo de la camiseta.

Alargo la mano con suavidad, sin perder de vista a Min Jeong. Doy un tirón suave pero contundente de la tela de la camiseta de Felix, que se queda arrugada en la parte donde estaban los dedos de Min Jeong, y consigo soltarlo. El grupo de este comienza a rumiar un provocador "uh" que no hace más que enfadar a su cabecilla.

—¿Quieres pelea o qué? —La voz le sale trémula, toda una contradicción con lo altivo de su mentón.

—Pelear no es bueno y dar por culo a otros tampoco —respondo con calma.

Camino hacia la salida, aprovechando el pasillo que Hyunjin va creando. No pienso pelear ni con él ni con nadie, así que espero que me dejen tranquilo. Me fijo en las caras de los que me miran de reojo mientras ando. Las gemelas me sonríen y un chico con el pelo azul me muestra el pulgar. El chico de las gafas con efecto lupa aprieta los labios y ladea la cabeza cuando nuestras miradas se cruzan. Otro chico con la cabeza rapada se lleva el índice a la sien y se da varios golpecitos sobre ella mientras niega dos veces con la cabeza y me mira con los ojos muy abiertos.

—Mi familia... —La chica, una vez en el pasillo que conecta las habitaciones con el baño, el comedor y la sala de pruebas, echa la cabeza hacia atrás y abre los ojos. Me está mirando a mí, a duras penas, sin verme; los ojos enrojecidos por las lágrimas y los párpados hinchados—. Gracias. —Gesticula con los labios.

Hago una suave reverencia con el cuello y, cuando levanto la vista, ha dejado de mirarme. Vuelve a cerrar los ojos y se deja llevar por el grupo de chicos hasta la puerta su habitación.

Echo un último vistazo atrás antes de encerrarme en la mía, en un acto reflejo. Quizá porque sospecho que Min Jeong es tan tonto como para perseguirme e intentar acorralarme con su grupo a la mínima señal de guardia baja, con unos cuantos ojos como testigo de su increíble hazaña. Pero lo que me encuentro es otra cosa. Otros ojos. Bangchan y Leeknow están cruzando la puerta de la sala de pruebas y me observan casi sin pestañear. El primero con los ojos entrecerrados y el ceño relajado. El segundo con una sonrisa tirante y los ojos crispados.



No he dejado de pensar en el grupo que ha ayudado a la chica esta mañana. Han, con el ojo morado. Felix, con los labios tensos hacia atrás en el momento en que Min Jeong le ha cogido por la camiseta. Hyunjin, la rigidez de su cuerpo al sentirse humillado por las risas del grupo del bocazas. I.N, sus ojos brillaban con una intensidad ardiente aunque las manos le temblan débilmente. También ha rondado por mi cabeza el moreno de la mirada perdida en el suelo; las cejas casi tocándole el nacimiento del cabello y los labios tan relajados que se le curvaban hacia abajo.

A ese grupo le importaba otra persona que no fueran ellos mismos. Incluso al último que he mencionado. Pese al miedo. Y eso es raro, tanto como para quitarme el sueño. En este juego creado para pisar a otros, a propósito y sin piedad, la empatía y solidaridad marcan la diferencia. Te hace memorable.

No he sido el único que le ha dado vueltas al tema. Durante la comida los cuchicheos sobre el grupo de Felix, Hyunjin, I.N, Seungmin y Han no han parado. Gracias a las malas lenguas he podido quedarme con el cante de los nombre de los chicos del grupo (soy un poco desastre para los nombres), también el de la chica.

Me he fijado en que Ahn apenas ha probado bocado, el gimbap ni lo ha tocado y ha comido dos bocados de su ración de danmuji. Se ha sentado lejos del grupo de chicos que le ha ayudado, para sorpresa de todos. Todos los que no tengan dos dedos de luces. ¿De verdad te extraña que la pobre necesite su espacio? ¡Y encima la han señalado de mala manera con el dedo por apartarse! Imaginar, asimilar, masticar y tragar lo que As de Picas va a hacerle a tu familia pese a estar participando en sus pruebas puede hacérsete bola. Más aun rodeado de desconocidos. Te ayuden o no. Más aun cuando estás encerrada y no tienes forma de salir y averiguar cómo están o estarán después de todo.

En lo que sí coincido con la gran mayoría es en que Ahn ha eclipsado la prueba de resistencia. Ha sido la soberana protagonista y eso no puede quitárselo nadie. Ni si quiera Min Jeong ni As de Picas.

En la habitación tras la comida, Han y I.N han caído como troncos en un sueño profundo, las respiraciones tranquilas y algún que otro sobresalto. De la nada, I.N gemía y se revolvía en la cama con la violencia. Han no se ha quedado atrás, ha dado alguna que otra patada al aire y ha acabado lanzando la almohada a la litera de abajo, la cama de Hyunjin. Este último, por cierto, no ha aparecido en toda en la tarde. No, al menos, el rato que he aguantado en la habitación.

Ahora estoy frente a la puerta de Bangchan, tomándole la palabra. Levanto la mano a la altura de mi cabeza, pero dudo. ¿Y si está durmiendo? ¿Y si lo pillo ocupado? ¿Y si simplemente sus palabras han sido puro compromiso y estoy haciendo el tonto? Lo más lógico sería entrenar solo, en mi habitación, sin hacer ruido.

Doy media vuelta y hago el amago de irme.

—Cuidado.

Dos chicos pasan por delante de mí, uno de ellos ha estado a punto de pisarme. Los miro alejarse, y de camino escucho parte de su conversación.

—Los rumores de que esta edición iba a ser la más floja están resultando ser ciertos.

—Mejor para nosotros, tío. No creo que hubiera tenido posibilidad de sobrevivir a la del año pasado.

No soy experto en As de Picas, pero sí he visto algunos clips suyos de ediciones pasadas por cierta red social de videos cortos. Subestimar las pruebas es el error más básico en el que uno puede caer. Hace que te confíes, que no temas las consecuencias; que te creas superior a esto y al final acabe contigo o, en el mejor de los casos, sobrepasándote. Yo prefiero fluir. Esperar a lo que vendrá y asegurarme de estar a la altura.

¿Le estará gustando a mi hermana mi actitud frente a las pruebas? Seguro que sí. Ser cálidamente frío en estas situaciones lo aprendí de ella, al menos, de la versión de ella antes de conocer a mi cuñado y tener una pequeña vida que dependa de ellos. ¿Estarán preocupados mis padres? Dudo si quiera que me estén viendo en este instante. Mi madre, que es la que maneja con minúsculo atino las nuevas tecnologías, no sabe diferenciar Naver de Kakaotalk va a saber meterse en la Deep Web. Ni de coña. De mi padre mejor no hablo, es que ni me lo planteo. Si cambia el idioma de la televisión cada vez que quiere salir de la TV digital para acceder a una plataforma de streaming.

Caigo en la cuenta de que sigo en el pasillo, quieto. Tengo la mirada perdida en la pared que hay delante de mí y la cabeza lejos de aquí. ¿Y pretendo entrenar solo? No podría hacerlo. Me conozco y acabaría sumido en mis pensamientos en mitad del ejercicio.

Vuelvo a girarme hacia la puerta con la mano en alto, más dispuesto a llamar ahora que antes, pero no hace falta. La puerta está abierta y Bangchan está mirándome con una sonrisa relajada en los labios.

—¿Te ibas a ir sin llamar y te has arrepentido en el último momento? —pregunta haciéndose a un lado y señalando con la cabeza el interior de su cuarto—. Anda pasa.

—¿Cu-cuando... —empiezo a decir.

—No te preocupes. —Zanja el tema.

Me ha visto perdido en mis pensamientos y eso debería avergonzarme. Inquietarme, al caso. Pero no. Es extraño. Me da igual que me haya pillado en un momento de ¿debilidad?, ¿desconexión?

—¿Quieres entrenar? —pregunta interrumpiéndome de nuevo, esta vez un diálogo mental que no iba a llevarme ningún sitio.

—Sí, quiero entrenar con compañía. No me veo capaz de hacerlo solo, no hoy —confieso.

Mi boca ha ido más rápido que mi cabeza. Retengo el oxígeno en los pulmones con una inhalación brusca. Enfoco los ojos directamente sobre la cara de Bangchan, emborronando el fondo.

—Normal, yo estoy igual. —No sé si lo está diciendo para destensar el ambiente o porque realmente está en las mismas condiciones que yo—. Lo de que la producción vaya a visitar a las familiar de unos cuantos nos ha afectado a muchos. Podríamos haber sido cualquiera y eso no me hace ni pizca de gracia.

Inclino la cabeza hacia un lado, intentando ver en sus ojos marrones algún atisbo de duda. No lo veo, pero tampoco puedo decir que esté cómodo con lo que dice. Tiene los hombros levantados y hacia delante y no termina de decantarse sobre qué pierna va volcar su peso.

—Tú no debes preocuparte por eso. No vas a quedar último en ninguna prueba. ¿Te has visto? Estás muy por encima de la media. —Lo que digo es verdad, aunque eso sume aún más desconcierto al hecho de estar aquí con mi principal competencia, en su habitación, y compartiendo pareceres.

—Pero no por encima de todos —dice con solemnidad, cerrando la puerta tras de mí.

—Bueno, pocos pueden decir que recorren sesenta y ocho kilómetros en diecisiete minutos. —Miro alrededor. No está solo en la habitación. Leeknow está en su cama, tapado hasta las orejas.

—Tendría que haber corrido más. Sesenta y ocho mil wones no es nada comparado todo lo que debo.

Tuerzo la boca hacia la derecha. ¿De verdad está diciendo que le parece poco la suma considerable de dinero que ha restado a su deuda? Por el amor de Dios. En la prueba anterior resté treinta y cuatro mil wones a la deuda de mi hermana y sentí como si me hubiera tocado la lotería.

—¿Cuánto dinero debes a As de Picas? —La voz me vacila y en la última sílaba me sale un gallo agudo y desafinado.

—Quinientos millones de wones —responde como si nada, como si le hubiera preguntado a qué hora pasa el bus.

—Como mi familia —susurro, pero he debido de decirlo más alto de lo que pretendía porque Bangchan hunde los hombros hacia delante y mira de reojo a Leeknow.

De sopetón, yergue la espalda y se lanza hacia la cama de su compañero de habitación.

—¿Cuánto debes tú? —pregunta colocando las manos sobre el colchón.

Leeknow asoma los ojos por encima de la sábana. Primero me mira a mí, después a Bangchan. Piensa durante unos largos segundos su respuesta y la suelta después de un largo suspiro:

—Quinientos millones de wones.

La cabeza de Bangchan va a toda máquina; sus ojos han tomado una ferocidad determinante y arriesgada.

—Dos es casualidad pero tres es un hecho —dice irritado—. Da igual cuánto dinero hayamos pedido prestado, nos van a exigir devolver la misma cantidad a los cincuenta. —Aprieta los puños hasta que su piel adopta un color blanquecino.

—Eso parece —comenta Leeknow, con parsimonia, destapándose la cara por completo y sentándose sobre el colchón—. ¿Por qué te molesta tanto? Es P.Y.J, no un banco social. ¿Qué esperabas buenas formas y cero trampas?

Bangchan expande el pecho como un globo, dilata los orificios nasales al respirar y cruza los brazos con presura.

—¿Y por qué a ti no te molesta? —ataca—. Changbin por lo menos parece confuso pero tú... A ti te da igual, ¿no?

En la frente de Leeknow aparecen unas arrugas no muy marcadas.

—No me molesta porque no puede sorprenderme ni pillarme desprevenido algo que ya esperaba. —Dobla la esquina de la sábana con la yema de los dedos—. ¿Acaso te sorprendería que un asesino matara o que un delincuente robara? —Bangchan baja los brazos y abre la boca para responder, pero Leeknow se le adelanta—. Entonces, no te sorprendas de que el pacto con el diablo venga con letra pequeña.

El de la cicatriz en el ojo se lleva las manos a la cadera y balancea el cuerpo antes de dar un paso hacia delante, en dirección a su cama. Yo aparto los ojos de Leeknow y recorro el camino que hace Bangchan hacia el catre individual de reojo, serio. Parpadeo solo una vez para no perder detalle. Él ni si quiera se detiene a mirarme. Agarra su almohada y la estampa contra la pared. Toma asiento con brusquedad, dejándose caer y levantando incluso los pies del suelo al hacerlo. Una vez está de cara a mí, coloca los codos sobre sus rodillas y se muerde el labio inferior hasta arrancarse un trozo de piel. Frunce el ceño levemente, mira al techo y respira hondo. Junta sus manos, las entrelaza, y rota con contundencia el cuello hacia la derecha, haciéndolo tronar. Rueda los hombros hacia atrás, y es ahí cuando sus ojos y los míos vuelven a toparse. El contacto visual es nimio.

Cambia su foco de atención a un punto perdido de la habitación. De vez en cuando mueve los ojos, como si estuviera presenciando una conversación entre seres invisibles. Hace el amago de ponerse en pie dos veces, pero en ambas ocasiones decide que no es buena idea.

—Será mejor que me vaya —farfullo.

Bangchan parpadea dos veces, pero sigue con la mirada perdida.

—¿Qué clase de entrenamiento quieres? —pregunta sin añadir nada más.

—No quiero molestar. No es un buen momento.

Resopla y gira el cuerpo hacia mí, que ya tengo la mano sobre el picaporte, con una sonrisa falsa en la boca.

—No es molestia, yo también necesito mantener el cuerpo y la mente ocupados. De verdad. —Una risa estrangulada y amarga le sale por la nariz.

Accedo a quedarme sin pensármelo dos veces. Él necesita mi compañía para no pensar. Y yo, sinceramente, necesito la suya para no entrar en el mismo bucle que absorbió a Ahn hace unas horas. Ambos necesitamos hacer que el tiempo pase de alguna forma y de qué mejor manera que con alguien que comparte tu pasión por el deporte.

—Me gustaría uno que lo tuviera todo: cardio, fuerza, resistencia... Pero aquí no tenemos nada así que... Sorpréndeme. Seré un buen alumno. —Sonrío con amargura.



Después de cenar, me despido de Bangchan y Leeknow, que al final se ha unido al entreno. Del primero con una sonrisa; del segundo chocando los cinco antes del salir del comedor.

Estoy agotado. La ducha antes de cenar me ha drenado la poca energía que me quedaba. Hemos pasado una tarde genuina, de las que empiezan con pocas expectativas o mal y acaban sabiéndote a abrazo. Hemos hecho un poco de boxeo con las almohadas como protecciones y un poco de cardio saltando una cuerda imaginaria. También hemos hecho fuerza con el peso de nuestros cuerpos y usando de forma eventual la cama de Bangchan. En las pausas entre repeticiones, hemos hablado y conjeturado sobre la siguiente prueba, la última de la fase toma de contacto.

—¿Nos harán arrastrar una carretilla con una tonelada de peso? —Leeknow pasaba su lengua, despacio, por debajo del labio inferior.

—¿Otra de fuerza? No lo creo. —Bangchan se daba suaves palmaditas en las piernas.

—¿Un circuito en el que compitamos por ser el más rápido y el más fuerte? —sugerí a la ligera.

Entro a mi habitación. Hyunjin, Han y I.N todavía no han llegado. Seguro que están de parloteo en el comedor.

Miro la habitación como no lo hice la primera noche que pasé en ella. Los cuatro con los que comparto techo y paredes tienen las mochilas que nos dejan traer colgadas de los salientes de las camas, en la parte del pseudocabecero. Yo, en cambio, la escondí y coloqué a la perfección dentro de la funda de la almohada.

Me muerdo el interior delos carrillos, recordando que no me he cepillado los dientes. Saco mis cosas dela funda de almohada y me quedo mirándolas durante un minuto entero. Cojo micepillo de dientes, guardo el resto de cosas (algo ropa y mudas limpias) ycuelgo la mochila del cabecero de la cama antes de ir al baño.

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro