Capítulo 17: Como si nada
Leeknow.
—¿Es necesario que te acompañe? —pregunto a mi compañero de cuarto sin apartar los ojos de Han.
Bangchan me mira de reojo, con las cejas hundidas en el entrecejo y los párpados caídos. Chasquea la lengua y rueda los ojos mientras continúa caminando, ignorándome.
Vale, lo admito, me hubiera pedido o no que lo acompañara a ver lo que ha pasado allí atrás lo hubiera seguido de igual manera. Sin embargo, lo que me inquieta es que se haya dado cuenta de que algo no va bien en mí, que miraba demasiado para atrás y que estaba deseando terminar la ronda para ver lo que le había pasado a Han. Porque eso significa que mi padre también podría captarlo.
No me importa su opinión, hace mucho que pasó a un segundo plano casi inexistente. Pero sí me importan las consecuencias. A mí no me hará nada, ya tengo bastante con As de Picas. Además, él nunca pierde, y si pierdo yo sería una derrota colateral suya. Lo que me revuelve por dentro es que haga alguna triquiñuela para fastidiar a Han: no enfocarlo con la cámara lo suficiente y que los espectadores pasen de él. Eso haría que recibiera las peores votaciones y más crueles castigos, por ejemplo.
—¿Va todo bien? —le pregunta el chico de la cicatriz en el ojo a Felix.
El rubio asustadizo se atusa el pantalón y sonríe como un bobalicón. Asiente despacio pero, justo después de hacerlo, se arrepiente y niega con la cabeza.
—Min Jeong estaba molestando a Ahn —señala a la chica en cuestión—, ella lo ha tirado de la cinta, el otro ha intentado pegarle y I.N y Han han tenido que intervenir. —Indica con las palmas de las manos hacia arriba a los chicos protagonistas del altercado.
—Me he quedado fuera en la primera ronda por su culpa —interrumpe la chica a Felix, levantando el mentón.
Sonrío con los labios apretados; suelto un aspaviento por la nariz. Esta chica me gusta. Yo habría hecho lo mismo. Ojo por ojo y diente por diente. Tú me hundes y yo te arrastro conmigo. Ambos salimos perdiendo, sí, lo sé, pero por lo menos no se me quedará el sabor amargo del "podría haber hecho algo más" en la boca.
—¿Estáis bien? —Bangchan se acerca a Han y le aparta un poco la botella de agua del ojo y mejilla izquierda. Después acorta la distancia con I.N y este le muestra el abdomen un poco abultado y enrojecido.
—Sí, el frío me alivia y baja el hinchazón —responde Han colocándose de nuevo la botella.
—Tú también deberías ponerte frío en la zona. —El tono de su voz es el mismo que usaría un hermano mayor tras ver herido a su hermano pequeño.
El de la cicatriz en el ojo da un paso hacia atrás. Antes de poner por completo la suela del zapato sobre la loseta, busca con la mirada la punta del mío y lo pisa con disimulo. Me mira falsamente sorprendido y rumia un lo siento. Aunque sus ojos no lo sienten. Sus ojos, más bien, señalan nuestras cintas, en concreto, nuestras botellas de agua fresca recién repuestas.
Dejo caer la cabeza sobre los hombros. ¿En serio? Prefiero callarme, actuar como él, como si nada, y ofrecerles nuestras botellas a ambos chicos:
—Un momento, ahora vengo. —Corro hacia las cintas, sorteo a concursantes eliminados. Agarro ambas botellas y hago el camino de vuelta—. Tomad las nuestras.
Han es el primero en alargar la mano, aceptar el ofrecimiento y cambiar su botella por la nueva. I.N, en cambio, balbucea un poco antes de aceptarla a la tercera vez que se la ofrezco, como dicta la tradición. No aceptar favores a la primera es lo más habitual, se suele esperar a que el otro insista, al menos, dos veces más. Así no pareces desesperado ni maleducado. Pero no estamos en la calle. Aquí dentro nadie te va a tildar de nada. Todo lo contario, cualquier ayuda es buena con o sin cortesía.
Los pitidos de comienzo de ronda suenan. Bangchan y yo nos miramos a los ojos.
—Tenemos que volver —dice Bangchan a modo de despedida.
Los dos rubios, con una sonrisa resplandeciente en la cara que les hace los ojos más pequeños, y un chico moreno, que apenas ha levantado la vista de la chica, asienten sin mediar palabra.
—Gracias. —El tono de Han es tan amable que me corta la respiración y hace que el corazón me dé dos latidos de más.
Le respondo con un gesto ambiguo de manos, uno que quería que dijera: no hay por qué darlas, no ha sido nada; pero que ha acabado diciendo: soy gilipollas y me da vergüenza que lo sepas.
Devuelta a mi cinta, con los pitidos tomando una velocidad vertiginosa, estiro una última vez las piernas. Flexiono la rodilla hacia delante y la llevo hasta mi pecho con suavidad. Repito el proceso con la otra. De refilón, escucho unas risas trastornadas del fondo de la sala. Bangchan también las ha oído, porque se gira en su dirección y hace una mueca con los labios.
—Es el grupo del tal Min Jeong —me informa volviendo la cabeza hacia delante.
Los pitidos paran y es hora de empezar a correr durante los dos minutos más frenéticos de esta prueba de resistencia.
No me cuesta pillar el ritmo de las zancadas y hacer que la cinta se mueva con inercia. Lo que me cuesta es no salir corriendo hacia Min Jeong y partirle la mano con la que ha golpeado a Han (y de camino la boca con la que ha molestado a Ahn). De solo pensarlo mis zancadas se vuelven bruscas y tajantes sobre la cinta, más pesadas y un poco más lentas. Tengo que controlarme. No para ganar la prueba (no puede importarme menos), si no por no poner a Han en el punto de mira de mi padre.
Me vienen imágenes a la cabeza de mis clases de boxeo, de chicos pidiéndome el Kakaotalk al terminar mi turno en el bar y los que no dejaban solo monedas en el sombrero al verme bailar. Todo eso me ha llevado hasta aquí y, sin quererlo, hasta Han. Y mira que yo he intentado con todas mis fuerzas y casualidades toparme con él en la vida real. El destino ha querido que el reality en el que participa mi padre me acerque a lo que más odia. El principio de mi fin, según él. Sonrío de lado.
—Último minuto.
Miro a Bangchan. Por el ritmo que lleva ha ganado ya y no necesita correr al máximo de sus fuerzas estos últimos sesenta segundos. No puedo decir lo mismo de Changbin, que está empapado de sudor y tiene la cara completamente roja. Seguro que ha caído varios puestos. Una de las gemelas tiene cara de póker y está concentrada al máximo, es una pena que las piernas le flaqueen tanto; la otra, sin embargo, se ha dado por vencida y camina a ritmo de marcha. Ella y el fortachón pelearán por el quinto y cuarto puesto. Yo me acomodaré en el tercero.
Calculo cuánto queda para los treinta segundos finales y aprieto el ritmo. Los gemelos se me endurecen, los muslos me arden. Los pies me pesan de tanto golpe y arrastre de cinta; y los brazos me hormiguean del esfuerzo. Gotas gruesas y tibias me corren por la espalda y se rompen en la goma del pantalón. Tengo la cara y las orejas rojas; el pelo pegado a la frente y a las sienes.
—Corredores, la prueba ha terminado.
Bajo el ritmo de las zancadas hasta que quedo totalmente parado. Aun así tengo la sensación de seguir corriendo, de seguir en movimiento, pese a estar quieto. Esa sensación me marea.
Me siento al borde de la cinta con la respiración agitada. Las ganas de practicar lo aprendido en boxeo con Min Jeong no han disminuido. Estar cansado no es sinónimo de no luchar por lo que me parece justo. Su grupito continúa con esas risas tontas de niños de secundaria y a mí se me antoja ser el profesor que quiere que compartan el chiste con el resto de la clase. Pero no hay tiempo para eso.
La pantalla gigante vibra frente a nosotros, pasa del negro absoluto al parpadeante gris. El gris se extiende por cada rincón. Un tenue blanco fugaz amenaza con corromperlo. El blanco se vuelve más brillante y fuerte, cada vez más grande. Ya ocupa todo el centro de la pantalla. Entonces, en un abrir y cerrar de ojos aparece el nombre de Bangchan en letras grandes, ocupando todo el espacio.
—Enhorabuena Christopher Bang Chan. Eres el ganador de la prueba de resistencia. —La voz que sale por los altavoces hace un ruido gutural, como si saboreara la victoria de mi compañero con sorna.
Entorno los ojos. Felicito al chico de la cicatriz en el ojo y miro a mi alrededor. El resto de compañeros de la primera fila se acercan a darle la mano. Changbin es el último en hacerlo, arrastra los pies y está tan cansado que le cuesta mantener los ojos abiertos por completo.
—Lo tuyo no es normal —dice el fortachón colocándose bien la camiseta de chándal—. Me encantaría entrenar contigo, si fuera posible.
Un sonidito agudo e irregular me llama la atención. Giro la cabeza hacia donde viene y enarco las cejas. Es la primera vez que escucho a Bangchan reírse y se me hace bastante raro. También a Changbin por la cara que pone, pero acaba contagiándose de su risa y se une a él. Qué momento más raro. Qué incómodo que se rían así dos desconocidos.
—Cuando quieras. Sabes dónde duermo.
Los demás concursantes se preparan para salir de la sala. Las gemelas cogidas de la mano y dándose aliento la una a la otra. El grupo de Felix y Han riéndose de una gracieta privada de este último, que continúa con el agua en la cara, al contrario que I.N. Ahn y Seungmin caminan uno al lado del otro sin mediar palabra ni mirarse. ¿Qué mosca les ha picado? El grupo de Min Jeong, que está más rezagado, señala a la chica y al moreno a la vez que dan unos pequeños codazos al cabecilla. Este les aparta las manos de malas formas. Incluso se relame y sonríe mostrando todos los dientes al fijar la vista en la extraña pareja. El corredor de metros valla y su cuadrilla están con la cabeza gacha y hablando en susurros. Eso les pasa por apostar antes de conocer al resto de caballos. El gafotas fornido camina solo. No quiere compañía. Si se le acerca alguien se disculpa de buenas formas y se aparta con educación.
La cola de gente esperando a que se abran las puertas para salir es tal que he perdido de vista a Han entre la muchedumbre. Aunque a Ahn sí que consigo verla. Es tan alta y delgada que le costará pasar desapercibida en cualquier lugar.
—Un momento, concursantes. —No me gusta nada el tono sosegado y pausado de la voz de los altavoces—. He dicho quién es el ganador de la prueba pero no qué pasa con aquellos veinticinco concursantes que no terminan de tomarse enserio esta competición, este reality. —En otro momento el murmullo generalizado que se crearía eclipsaría a la voz, pero en esta ocasión es el silencio quien llega y nos tensa a todos. Miradas desconcertadas por aquí y por allá—. Esta oportunidad es única para saldar vuestra deuda, no lo olvidéis. Por eso, como llamada de atención, la audiencia ha decidido que la producción de As de Picas haga una visita exprés a los familiares de los perezosos. Ahora sí, podéis marcharos. Que tengáis una magnífica tarde.
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