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Capítulo 2: "Un Susurro de Tentación."


“Vigilen y oren para que no caigan en tentación. El espíritu está dispuesto, pero el cuerpo es débil.
—Mateo 26:41

Sana no volvió a pegar el ojo nunca más desde ese momento en que las sombras se apoderaron de su inconsciente. Su reino de los sueños, se había oscurecido completamente. Desde aquella noche en que Sana vió la magnificencia de la iglesia, y los querubines manchados en tinta negra; los días se convirtieron en un vaivén entre la vigilia y el desconcierto.

Ahora, parecía que cada vez que caía la noche y cerraba los ojos, un nuevo sueño profundo la envolvía, la abrazaba como si no quisiera soltarla jamás.

Los primeros fueron apenas sombras distantes y murmullos, los ruidos en casa seguían insistentes, como si alguien la estuviera llamando desde la oscuridad, como si alguien quisiera captar toda su atención, pero con el paso de las noches, comenzaron a tornarse más intensos, incluso sensuales.

Sensuales. Sobre todo cuando esta inciaba sus habituales lecturas románticas o eroticas, que era el único momento donde lo que sea que no la dejaba en paz, no murmuraba o la aturdía.

Sus suelos pasaron de ser cosas sin sentido, a ser películas de terror reproduciéndose una y otra vez en sí mente. La bendita iglesia y el maldito libro no la dejaban ser feliz.

Incluso cuando iba a sus prácticas con estudiantes de literatura del tercer año, sus alumnos no perdían la oportunidad de recalcarle el mal aspecto de sus ojos, llenos de cansancio y oscuridad.

Pues la pobre japonesa, ya no conocía el dormir bien, prefería abrazar a Butters y evitar la fría noche o el descanso. ¿Cuáles descanso si esa estúpida presencia no la soltaba ni en el baño?

Estaba recogiendo los exámenes de sus alumnos, y uno de ellos, pelirrojo y con pecas, se acerca sutilmente para despedirse:

—Adiós Srta. Minatozaki —dice dulcemente, la castaña sube su vista solo para que el estudiante abra la boca impactado por el rostro amable que tenía su profesora antes, fue reemplazado por uno pálido y ojeroso, era como ver a la hermana de Merlina o un personaje de Tim Burton, ¡así de mal estaba! —. ¿Srta. usted está bien?

Sana resoplando, se preparó para dar la excusa que había dado las últimas horas en ese día:—Solo es la cafeína, gracias por preocuparte —le regala la sonrisa más falsa, y con debilidad hasta para levantar la comisura de sus labios, solo reza por irse—. Feliz fin de semana.

Más tarde, Sana se maldice, ¡todo el día, lo único que la gente hizo fue sorprenderse por su jodido rostro de Panda! Odiaba eso, ¿Qué la gente no tenia algo mejor qué hacer?

Tomo un taxi, rezando que el conductor no tuviese ánimos de sacarle conversación alguna. Dirigiéndose a la cafetería donde se encontraría con Mina.

Iba pensando en esos maltidos sueños, como su vida estaba patas arriba. Sobre todo en ese sueño tan recurrente, en él se encontraba en el mismo jardín, descalza, envuelta en un vestido blanco, ahora más corto, que parecía ser parte de ella misma, que no la cubría por completo y permitía sentir la suave brisa recorriendo su piel, rozándola casi como un toque.

La misma figura envuelta en sombras se le acercaba, una presencia que al principio no podía definir, pero cuya cercanía la hacía estremecerse. Y unas manos casi etéreas recorrían su piel, suponía que de la criatura y una voz desconocida, profunda y enigmática, femenina y seductora, que solo susurraba su nombre. “Sana…” La voz la llamaba con una mezcla de dulzura y deseo oscuro, mientras el calor en su pecho se hacía más fuerte.

Al inicio disfrutaba ciertamente la calidez de su cuerpo, pero después la insistencia de estas imágenes en su mente la transformaron en algo peor. Con el pasar de los días, el agotamiento se volvió evidente. Sus ojos, antes llenos de luz, comenzaban a reflejar el peso de noches sin descanso. Las ojeras empezaban a marcarse bajo su mirada.

Era casi, como si algo estuviera succionando su energía. Y dos semanas después de lo sucedido en su casa, ya estaba en un encuentro casual con su mejor amiga, por supuesto la rubia Mina notó la transformación de Sana en un instante.

Al menos por un momento, Sana pensó que estando con Mina, podría alejarse de los pensamientos que la atormentaban. Pero había subestimado a la rubia, que en cuanto Sana se sentó en sí silla, no tardó en notar la diferencia en su amiga:

—Dios mío mujer, ¿te has mirado al espejo últimamente o lo rompiste? —preguntó Mina con una mezcla de broma y preocupación—. Pareces un panda con esas ojeras.

Sana soltó una pequeña risa forzada, tratando de desviar la conversación.

—No exageres, Mina, es solo que no dormí muy bien anoche. Ya sabes, demasiada cafeína.

Mina no se dejó convencer, frunciendo el ceño mientras la miraba más de cerca.

— ¿Seguro que no es algo más? ¿No tienes algún… “secreto oscuro” por ahí que me estés escondiendo? ¡Estuviste con alguien estas noches o qué! —bromeó con un tono juguetón, sin desaprovechar la oportunidad de molestar a Sana.

Sana se tensó ligeramente, moviéndose incómoda en su silla, sin saber bien qué decir. —Oh, nada de eso… solo estrés, ya sabes. La vida, el trabajo, esas cosas… —Se encogió de hombros, restándole importancia, como si fuera algo normal.

Pero Mina no estaba dispuesta a soltar el tema tan fácilmente. —Vamos, Sana, te conozco demasiado, no puedes mentirme a mí —Su tono pasó de la broma a la genuina preocupación—. No sé… siento que hay algo raro. Tu energía está diferente, como… no sé. ¿Te ha pasado algo últimamente?

Sana evitó el contacto visual, sintiendo el peso de la insistente mirada de Mina, hasta que finalmente suspiró y se recostó en la silla.

Mina no quito su mirada de encima, esperando una respuesta, Sana no tuvo más remedio que responder:

—Está bien, está bien… —dijo con resignación—. Hay algo que me tiene un poco inquieta, pero te juro que es raro. Ni siquiera sé cómo contártelo sin que pienses que estoy perdiendo la cabeza.

Mina se inclinó hacia adelante, tomando su mano para darle seguridad.

—Soy tu mejor amiga, Sana. Puedes contarme lo que sea. Aunque suene loco, estaré aquí.

Y comenzó a relatar los hechos. Sana tomó aire y comenzó a contarle todo desde el principio, recordando el día en que había entrado a aquella extraña tienda en el centro y la advertencia de la vendedora sobre su "aura". Luego, le habló de los sueños, en específico sobre ese que la tenía así, ¿Pero, Mina le creería? Sonaba demasiado loco.

Aquella noche…

Cuando Sana había cedido a los brazos de Morfeo, sus sueños no tardaron en presentarse, pero esta vez, seguía teniendo sueños raros, esa noche no se esperaba el tono de este, este fue más intenso y más oscuro que nunca.

Se encontró de nuevo en el mismo jardín, envuelta en un vestido blanco que apenas cubría su piel, exponiendo su figura a la suave brisa nocturna. Una figura envuelta en sombras se acercaba, y aunque no lograba distinguir su rostro, sentía el calor de su presencia rodeándola, como un fuego que crecía a su alrededor.

Los dedos de la sombra se deslizaron por su piel, dejando una estela de ardor a su paso, y la voz, profunda y seductora, comenzó a susurrarle su nombre con una familiaridad que la hacía estremecer. “Sana… Sana…”

La voz era cálida y a la vez poseía autoridad, como si perteneciera a alguien con deseos ocultos que cumpliría tarde o temprano su cometido “Eres mía”, seguía susurrando cerca de su oreja. Sana cerró los ojos, dejándose llevar por el toque de esa presencia que le transmitía una mezcla de miedo y atracción, su respiración se aceleraba, atrapada en una sensación de entrega total.

Cada vez que intentaba resistirse, el toque se volvía más insistente, envolviéndola en una sensación de lujuria y misterio que la absorbía, como si su voluntad se desvaneciera en ese abrazo oscuro. Sentía un aire caliente golpeandole el cuello, y como la seda del vestido blanco comenzaba a romperse justamente donde estaba su muslo derecho.

Se estremeció cuando la figura comenzó a tocarla suavemente, con sus uñas.

—¿Te gusta? —Sana no sabía cómo responderle, solo se sentía concentrada en su toque, en como su carne estaba siendo tocada por alguien que olía a peligro. Su excitacion creció cuando la figura comenzó a morderle el hombro. Y soltó un gemido ahogado cuando sintió como succionaba su piel.

Finalmente, despertó sobresaltada, cubriéndose el rostro con las manos, tratando de sacarse de encima la sensación que aún parecía recorrer su piel.

Un simple toque se sintió tan real, lo vergonzoso era estarle contando todo eso a Mina, claro está omitiendo el detalle de como había despertado con una humedad en entre sus piernas. Y su centro latiendo, tampoco le diría a Mina que su mente había considerado masturbarse esa noche. Pero de la vergüenza no pudo, y solo apretó las piernas hasta que su cuerpo decidiera calmarse.

Se iba a burlar. Y efectivamente Mina soltó una carcajada altiva:

—En serio, Mina… me está volviendo loca —admitió Sana, con algo de molestia, y comenzó a explicar—. Esos sueños… son tan… reales, tan intensos. Es como si alguien estuviera ahí, tocándome, y esa voz… me llama, y no puedo ignorarla.

Mina seguía burlona, y no pudo evitar bromear sobre Sana:

—Diablos, de verdad necesitas sexo —jugó Mina.

Sana la miró fijamente, como si pudiera exterminar esa gracia de Mina. ¡Sabía que no tenía que haber explicado a detalle el sueño! Y eso que omitió algunas partes.

—¡Mina!

Mina se quedó en silencio unos momentos, asimilando lo que Sana le había contado, aunque sonará gracioso, debía admitir que si era de alarmarse, más cuando Sana mencionó el aura y la tienda de baratijas religiosas.

Finalmente, le habló con tono serio, buscando relajarla para juntas encontrar una solución, o sino su amiga terminaría interpretando una película de terror psicológico:

—¿No has pensado en volver a esa tienda y pedirle explicaciones a la señora loca? Tal vez ella pueda darte una idea de lo que está pasando, amiga nunca había escuchado algo así. ¿Y si necesitas un exorcismo?

—Mina, yo no creo que… —pensó detenidamente lo que Mina le decía, antes de siquiera protestar. Era razonable, ¡después de visitar esa tienda todo cambió en su vida, sobre todo por ese libro! ¿Será que tenía algo que ver?—Bien, quizá si tengas razón…

Esa misma tarde, ya estaba decidida. Volvería a la tienda a buscar explicaciones. Sana entró con cierta aprensión, como si la atmósfera de ese lugar la envolviera con una intensidad desconocida.

El ambiente cargado de incienso y de un aire ligeramente pesado la recibió de inmediato.

La señora, de ojos profundos y penetrantes, la observó desde el mostrador, como si la hubiera estado esperando una vez más.

—Volviste —dijo la señora, con un tono que mezclaba sorpresa y expectativa—. Algo te ha estado perturbando, ¿verdad?

Sana se cruzó de brazos, intentando parecer casual. Estaba enojada, pues la señora sabía muchas cosas que ella no, le perturbada intensamente eso.

—Bueno... No es nada, en realidad —murmuró, desviando la mirada hacia las velas y los amuletos en los estantes—. Solo… he tenido unos sueños extraños, nada serio.

La señora levantó una ceja, como si ya conociera cada palabra que iba a salir de los labios de Sana.

—¿Sueños? —su voz sonaba intrigada, y su expresión adquirió una seriedad que incomodó a Sana—. Cuéntame más, querida.

Sana soltó un suspiro, dándose cuenta de que no podría ocultar mucho más.

—Sucede que… han sido sueños… algo intensos. —Las mejillas de Sana enrojecieron, y bajó la voz como si temiera que alguien pudiera escucharla—. Son oscuros y… personales, si entiende lo que quiero decir —¿A qué punto había llegado para contarle sus sueños húmedos a una anciana religiosa?

La señora asintió lentamente, sus ojos centelleaban con comprensión.

—Entiendo más de lo que imaginas, querida —la comprensión en su voz tranquiliza a Sana, por pocos segundos, ya que con seguridad la anciana sentencia:— Esos sueños son como un susurro en el alma, una sombra que te persigue… ¿Has notado algo distinto en ti? ¿Algún cambio?

Sana la miró confundida.

—¿Cambio? —repitió, intentando encontrar las palabras—. No lo sé… me siento más… no sé cómo explicarlo, como si una parte de mí estuviera buscando algo. Como si… algo me siguiera.

La señora sonrió suavemente, aunque la expresión no alcanzó a sus ojos.

—Quizá no te sigue algo, sino alguien. —La frase quedó en el aire, cargada de un tono inquietante—. Algunos espíritus, cuando fijan su atención en alguien, pueden llegar a manifestarse en los sueños. A veces, porque buscan comunicarse, y otras… porque desean algo más. Lo que a ti te busca ni siquiera es un espíritu, a mi parecer.

Sana sintió un escalofrío recorrerle la espalda. Apretó los labios, intentando ignorar el leve temblor de sus manos.

—¿Y qué debería hacer? —preguntó, su voz apenas un susurro—. Usted sabe mucho más que yo ¿Cree que… debo preocuparme? ¿Puede ayudarme? —comenzaba a exhasperarse.

La señora entrelazó sus dedos lentamente, pensativa.

—No siempre es necesario temer, pero deberías protegerte. —Se acercó a un estante y tomó un pequeño crucifijo de madera, y una camándula, entregándoselo todo a Sana—. Esto te ayudará, pero no es una solución definitiva. Hay fuerzas que se sienten atraídas por algunas personas… y si ya están tan cerca como para entrar en tus sueños, podría ser difícil que se alejen por completo.

Sana tomó el crucifijo con una mezcla de alivio y duda.

—¿No hay algo más que pueda hacer? —preguntó, mirándola a los ojos con un destello de desesperación.

La señora permaneció en silencio por un momento, su mirada se dirigió hacia una estantería oscura al fondo de la tienda. Allí, sobre una repisa llena de polvo, descansaba el libro negro que Sana recordaba de su primera visita.

Lo vió tal cual como la primera vez, completamente hipnotizada.

—Ese libro —dijo la señora en voz baja—, siempre que vienes te quedas observándolo. ¿Quieres llevártelo?

Sana se acercó al libro, su corazón palpitando con fuerza. Recordaba la sensación extraña que había tenido la última vez, aquella atracción que parecía llamarla.

Sin pensarlo mucho más, lo tomó entre sus manos. Era pesado, y la textura de la portada le transmitía una frialdad que contrastaba con el calor de sus dedos.

—¿Cómo puede ayudarme esto? —preguntó, sin poder apartar la mirada de la cubierta—¿Cuánto cuesta? —preguntó con voz entrecortada.

La señora soltó una risa suave y ominosa.

—El precio en dinero es poco. Lo importante es lo que le des de ti misma. Es decir, qué tan dispuesta estás a entregarle tu energía… tus pensamientos. Si lo lees, deberás hacerlo con intención, con el deseo de desentrañar los secretos que oculta. De lo contrario, será como un espejo que no refleja nada.

Sin saber mucho de lo que esas páginas contenían, decidió comprarlo. Sana asintió lentamente, asumiendo la advertencia sin cuestionarla demasiado. Pagó por el libro y el crucifijo, sintiendo el peso del volumen en su bolso mientras salía de la tienda.

Cuando llegó a casa, colocó el libro sobre la mesa y lo analizo, ¿De verdad valdría la pena haberlo comprado? ¿La ayudaría en serio? Había algo en él que parecía llamarla, y a pesar de las advertencias de la señora, decidió que lo abriría más tarde esa noche.

¿Y si con esto conseguía alejar esos sueños y esa presencia extraña que parecía haberse anclado en su vida?

Aquella noche, después de corregir algunos exámenes, Sana se armó de valor y decidió abrir el libro que tanto la había inquietado. Lo colocó en su regazo, observando la pesada cubierta y notando cada uno de los detalles tallados en la oscura superficie.

Contuvo el aliento al abrirlo, esperando encontrar respuestas a sus tormentosos sueños. Butters se sentó a su lado:—Es hora de abrirlo… Por fin…

Pero al pasar la primera página, y luego la segunda, una decepción amarga la golpeó de inmediato.

Todas las páginas estaban en blanco.

—¿Qué clase de broma es esta? —murmuró, con un tono de incredulidad y molestia.

¡Nada, no había nada! Todo era una falacia, igual que todo lo que le había dicho la señora.

Cerró el libro de golpe, maldiciendo en voz baja.

Había gastado su dinero, su esperanza, en algo que no parecía ser más que una farsa.

Decepcionada, se levantó y fue a prepararse un té, tratando de calmarse. Quizá, pensó, un té caliente y una oración antes de dormir ayudarían a despejar esos pensamientos oscuros que la perseguían.

Antes de acostarse, se sentó en la cama, cruzó las manos y recitó un Padre Nuestro, su voz débil pero firme, esperando que aquello ahuyentara cualquier sombra o perturbación que rondara en su vida.

Sin embargo, ni el té ni la oración parecían bastar para alejar la inquietud que sentía.

Apenas cerró los ojos, fue arrastrada nuevamente a ese mundo nebuloso y sombrío, como si la figura oscura hubiera estado esperando el momento perfecto para reaparecer.

Nuevamente, la figura se apoderaba de su tiempo de descanso, haciéndolo suyo y siendo el protagonista de sus pesadillas.

Estaba en una habitación desconocida, apenas iluminada, con paredes de piedra fría que parecían oprimir el espacio a su alrededor. Un viento gélido soplaba suavemente, y, al volverse, sintió un estremecimiento al darse cuenta de que no estaba sola.

La presencia estaba ahí, como una sombra intangible pero intensa, y Sana comenzó a respirar con dificultad.

Sentía aquella figura acechando, observándola con una mezcla de posesión y deseo oscuro.

Deseando salir de allí, para poder despertar, comenzó a buscar la salida, tocando los relieves de las piedras, a ver si había algún hueco que pudiera derrumbar esos largos muros.

Pero no iba a ser tan fácil…

Antes de que pudiera hacer algo, la criatura la tomó por las caderas, sujetándola firmemente y empujándola contra el muro. La frialdad de la piedra se fundió con el calor de la criatura, que le susurró en un tono bajo y seductor:

No puedes deshacerte de mí, Sana —Habló autoritariamente. Reclamando los intentos de la castaña por alejar esa presencia de su vida—. ¿Por qué insistes en dejarme nuevamente, ángel?

Sana intentó apartarse, con la voz quebrada por el miedo y la desesperación.

—Por favor… suéltame —suplicó, intentando zafarse, pero la criatura la sujetó aún más fuerte, acercándola hasta que el aliento de la figura acarició su piel.

Sentía tanto miedo, pero su cuerpo completamente erizado por sus palabras, detonaba una ola de calor, de añoranza, pues el cuerpo se comenzó a retocer cuando sus dedos la acariciaron poco a poco su columna desnuda. Comenzaba a sentirse protegida… y deseada.

Entonces, sin esperar respuesta, la sombra inclinó su rostro y le dio un beso suave en el cuello, un toque delicado que parecía arder en su piel y llenarla de una mezcla de emociones incontrolables.

Aquella boca, que nunca había visto, parecía conocerla mejor que nadie.

Tú me necesitas tanto como yo a ti —susurró la figura, en una voz que la rodeó como un susurro envolvente y profundo, penetrante—. Solo puedo irme si decides ser mía…

No entendía lo poderoso de esas palabras, sus ojos se cerraron cuando los besos comenzaron a ser más y más. Su cuello ya estaba lleno de ellos, agradecía que fuesen solo sueños, o eso dejaría marcas demasiado obvias…

Sana sintió su propio cuerpo traicionarla; una parte de ella anhelaba ese contacto, ese calor extraño y oscuro que la criatura ofrecía.

Y mientras aquella sombra la mantenía presa en ese abrazo inquietante, comenzó a desvanecerse en sus brazos, atrapada entre el deseo y el pavor de saberse tan vulnerable, como si su mente se debatiera entre el impulso de entregarse y la necesidad de escapar.

Y eso sólo era el inicio de la lucha entre el placer y el miedo inquietante.

Ángel… —gemía la criatura cuando rozó su nariz mirando la preciosa figura de su presa en sueños.

"El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida, y la tengan en abundancia."
—Juan 10:10

N/A: Hola!!! Nuevo cap, este si esta más intensito. Recuerden que este un libro cortito así que ya estamos por conocer a Jihyo pronto, ¿Les está gustando el tono de este libro? Recuerden que quiero leer sus teorías...





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