Segundo.
☆
Carolina del Norte.
El aire caliente del atardecer de Carolina del Norte hacía que mi chaqueta se pegara a mi pecho, y que mi padre refunfuñara todo el camino.
Sinceramente, preferiría quedarme en uno de los desiertos que habíamos pasado antes de seguir el viaje con él, pero son sólo promesas vacías, nunca me atrevería.
"Zea" él dijo, yo voltee. Las gafas de aviador lo dejaban más rudo, la mandíbula sobresalía y los nudillos apretaban fuertemente la palanca de cambio.
¿Que hice esta vez?
"Ni una sola, ¿me entiendes?, ni una sola metida de pata que pueda manchar mi apellido. Haz lo que se te diga. Y no te atrevas por nada del mundo a soltar una maldita lágrima, o cualquiera de tus cursilerías. Tu sola existencia complica mi vida, así que no quiero más problemas, ¿entendido?"
"Señor, si señor." Dije inmediatamente. La verdad que ya me esperaba algo así, su sinceridad era brutal. Con el paso de los años pude aprender a sobrellevar cada insulto que el lanzaba. Pero hasta ahora sigo creyendo que es la frustración de no tener otro hijo varón la que habla por él.
Oh y ¿les mencioné que conduce peligrosamente mal?
No me sorprende que el jeep pierda sus partes constantemente. El frenar para él era un pecado, y los baches eran su diversión, pero nada le gustaba más que ir a toda velocidad y que alguna patrullera lo interceptara.
Porque podía presumir de que era un militar, y que ni siquiera las policía podía detenerlo.
Después de un tormentoso viaje llegamos al cuartel.
Nunca en mi vida había temblado tanto como lo hacía ahora. Bueno, eso es mentira, solía temblar mucho, y muy a menudo. Casi cada vez que hablaba con mi padre.
La verdad, esperaba algo más tenebroso, era muy bonito para ser el lugar de ensueño de mi padre.
Tenía parterres de hortencias bordó, con arbustos y un pasto muy bien cuidado, todo esto era la entrada.
Mi padre me dejó en la entrada, según el, no quería que nadie supiera que era pariente suyo.
Asentí, como siempre, obedeciendo, él no me quería y ya estaba acostumbrada a eso.
No se despidió, sólo volvió a encender el jeep y se fue como alma que lleva el diablo.
Agarre mis maletas, eran un poco pesadas, pero no me quejaba, toda la vida tuve que hacer tareas duras, a costa de mis hermanos. La verdad, siempre tenía que hacer las cosas más difíciles, para así demostrar a mi padre que no soy tan debilucha.
Soy pequeña si, pero doy el ciento por ciento.
Las piedritas se movían bajo mis botas, era un largo camino desde la entrada hasta el cuartel en sí, así que me tiré una maleta al hombro y empecé a caminar más rápido.
El lugar era muy bonito, muchos árboles, lo que daba mucho aire puro. Siendo sincera, me imaginé el lugar como oscuro, siempre lloviendo, con árboles muertos y gente muy mala.
Lo de la gente mala aún no podía constatarse, pero seguro también era como el resto del lugar, amables y puros.
También habían muchos aviones, antiguos, nuevos, como monumentos, pero sin duda muchos.
Llegue hasta lo que sería el primer edificio que se podía ver, y decía "Secretaría"
Entré enseguida, ahí seguro me darían las instrucciones que necesitaba.
Dejé mis maletas en el suelo y me sequé la frente, hacía calor y eran apenas las diez y media de la mañana.
Me acerqué al escritorio, nadie se encontraba allí.
Esperé.
Y esperé.
Y seguí esperando.
Hasta que pasados los 45 minutos entra alguien.
Era alto, el uniforme militar le quedaba asombrosamente, se pegaba a sus bíceps y esas piernas...
"¿Hola? ¿Que necesitas niña?"
Me enfoqué en lo mío, busqué alguna etiqueta que dijera su nombre o algo así, no había nada, supongo que sólo era un cadete más.
"Hola" dije aclarandome la garganta.
"¿Te perdiste? Seguro si, te daré un mapa si quieres, es mejor que salgas antes de las once, porque luego tendrías que esperar mucho por el siguiente autobús" dijo buscando lo que supongo sería el mapa en un cajón del escritorio.
"Uhm, no, vengo al cuartel, estoy en la lista, sólo busque mi nombre" dije incómoda, otra persona que piensa que soy muy pequeña y débil.
Su boca cae, como obviamente sabía que lo haría y enseguida agarra una carpeta, buscando.
"¿Eres Zea Tieszen?" Dijo algo sorprendido, mientras que la sorprendida era yo.
"Sí, soy yo, ¿como supiste?" Dije sonrojada, maldita sea, el rubor como siempre tan inoportuno.
"Bueno... Hay sólo dos chicas enlistadas, y la otra llegó esta mañana, así que lo adivine. Además tienes cara de Zea" Y me lanzó una sonrisa.
Me volví a sonrojar, su sonrisa era muy bonita, igual que sus ojos. Sólo baje la cabeza.
"Supongo que quieres información, Zea Tieszen... Estas en la cabaña B" Miró hacia lo que sería un estante, y fue hacía allí, busco entre unas bolsas y me paso una. "Ese es tu uniforme diario, más adelante te darán otro, para que no tengas que usarlo todos los días, además este te quedará gigante." Recorrió mi cuerpo con su mirada. "El siguiente será más adecuado para ti."
"La cabaña B... ¿está muy lejos?" Dije.
"No está muy lejos, además no creo que te pierdas, todo el predio está bien señalizado"
"Gracias" Dije con una pequeña sonrisa, este muchacho era muy bonito y además muy atento, ojalá todos los demás sean así.
"De nada, y buena suerte." Me sonrió, le devolví la sonrisa y giré para salir del lugar.
Obviamente no podía irme tan fácilmente.
Había un pequeño escalón que no note y... Al piso.
"Ay por Dios, ¿estas bien?" Él vino corriendo a mi lado mientras que yo trataba de despegar mi nariz del suelo.
Mi cabeza giraba y como no, semejante caída, si no me hubiese dolido tanto me estaría riendo como retrasada y no era la única.
"¿En serio?" Dijo riendo. " Estoy tratando de mantenerme callado pero que caída." Rió más fuerte.
Hubiese caído mil veces para escuchar esa risa, era muy contagiosa y bonita.
Él se levantó ayudándome, yo me sobaba la frente aún y no estaba en mis cinco sentidos. Pero podría seguir mi camino sola.
"Gracias, otra vez, y sólo olvida que eso" Dije señalando el piso" pasó" Y agarrando mis maletas, salí de la cabaña.
"Olvidado" me guiño un ojo. Ahora si salí, pero algo me detuvo.
"Zea"
"¿Sí?"
"Bienvenida a Fort Bragg."
☆
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