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Abril.
Taehyung estaba completamente concentrado en su lienzo, con sus ojos moviéndose rápidamente del rostro del bello durmiente frente a él hasta su pincel durante más de una hora, pues aunque podía hacer un dibujo perfecto en minutos le gustaba invertir mucho más tiempo en cosas que, según su perspectiva, merecían más de su atención debido a su amor. Razón por la cual se encontraba retratando a Jimin, quien cumpliría años dentro de seis meses; aquel cuadro iba a ser el regalo que el pelimiel le daría.
Sus movimientos eran rápidos, temiendo que se le agotase el tiempo, pero suaves, cuidando la esencia angelical que su amigo desprendía. Movía el pincel aleatoriamente pero con certeza, para cautivar con la mayor precisión que podía la incomparable belleza del rubio y con una simpleza que guardaba un gran significado detrás de sí.
Y es que Taehyung no era un gran dibujante ni un gran pintor, pero había algo en sus creaciones que los hacían destacar por encima del resto. Había una chispa electrizante de vida en cada cuadro que hacía sonreír a la gente nada más verlo, incluso en aquellos dibujados a lápiz y sin color se exhibían gloriosos llenos de una vida desbordante.
Llenos de la esencia de Taehyung.
La rapidez se vio obligada a incrementar cuando el rubio comenzó a estirarse entre las sábanas, señal de que no faltaba mucho para que despertase. Con cuidado llenó de tonalidades rojizas sus labios y colocó un muy ligero rubor en sus mejillas. Jimin era demasiado lindo durmiendo.
Colocó su firma en una esquina, esperando varios segundos que le parecieron eternos para que la pintura se secara y pudiera guardar el cuadro sin el temor de ensuciar otros. La guardó al fondo del armario, junto al resto de materiales que utilizaba para dibujar y regresó frente al ya no tan durmiente Jimin.
Lo vio llevar ambas manos a sus ojos, tallándolos con pereza. Estiró su cuerpo por completo seguido de un prolongado bostezo y unos ojitos hinchados lo observaron fijamente.
—Buenos días Jiminie —saludó alegremente a su mejor amigo recién levantado.
—Buenos días TaeTae —su voz salió ronca—. ¿Llevas mucho despierto?
—No, desperté hace poco —mintió—. ¿Tienes hambre? Puedo hacerte el desayuno.
—Estoy bien, ¿Tú tienes hambre?
—Un poco —vaya que estar pintando desde tan temprano era agotador.
—¿Te parece si ambos hacemos el desayuno? algo de movimiento me dará hambre —Taehyung sonrió y asintió repetidas veces.
—Acepto —y con una enorme sonrisa caminó hacia la puerta. Si tan solo supiera la manera en la que el corazón del contrario se llenaba de una desbordante calidez al verlo sonreír.
Imitando sus acciones, las comisuras de sus labios se elevaron sin permiso y con prisa siguió a su mejor amigo escaleras abajo, directo a la cocina. Todo estaba perfectamente ordenado al llegar, pues la madre de Taehyung había limpiado todo la noche anterior luego de cenar.
—¿Qué quieres desayunar? —le preguntó Taehyung fisgoneando dentro del refrigerador.
—¿Qué quieres tú? —contraatacó.
—Yo pregunté primero —hizo un puchero que a Jimin le costó un esfuerzo sobrehumano no pellizcar.
—Y yo después —respondió con obviedad rodando los ojos—. ¿Qué quieres desayunar?
—Hot cakes —por qué no le sorprendió.
—Entonces hagamos hot cakes —abrió las puertas de la alacena tomando una caja de harina.
—¿Pero y tú? —Taehyung sostenía con duda la caja de leche.
—Yo escojo la próxima vez.
—Bien —aceptó no muy convencido.
Cada uno fue por su lado buscando huevos, mantequilla y vainilla, con la confianza de abrir todas y cada una de las puertas sin tener que preguntar, y una vez todos los ingredientes estuvieron sobre la mesa se pusieron a trabajar. La madre de Taehyung aún no despertaba por lo que toda la labor de preparar el desayuno recaía en manos de los menores, los cuales parecían más concentrados en mancharse con la mezcla que en voltear el hot cake que comenzaba a quemarse.
En un momento dado Taehyung se había abalanzado sobre Jimin, dispuesto a ganar en la batalla, pero un error de cálculo había terminado por tirarlos a ambos y a él cayendo encima de Jimin en el proceso. El rubio bajó él se congeló, escuchando a Taehyung quien no era capaz de detener sus carcajadas; agradeció internamente que el de ojos miel almendra se estuviera riendo tan fuerte o de lo contrario estaría seguro de que escucharía a la perfección el martilleo de su corazón contra su pecho. Las mejillas de Jimin se tornaron carmín y sintió como su calor corporal iba en aumento. Taehyung seguía encima de él y aquella vista comenzaba a hacerlo sudar.
—T-TaeTae... pesas —mintió, avergonzándose de lo suplicante que su voz había sonado. El mencionado obedeció al instante, temiendo estar aplastando a su amigo y le extendió una mano para ayudarlo a levantarse—. Gracias.
—Perdón Jiminie, no quería aplastarte, calculé mal mi fuerza.
—Sí, lo noté —respondió regalándole una tímida sonrisa, después de todo él no tenía la culpa de volver loco su corazón, ¿Verdad?
El resto del proceso haciendo el desayuno transcurrió pacíficamente, el corazón de Jimin volvía a estar dentro de su pecho, exceptuando aquellos pequeños deslices entre sus manos en los que sus dedos parecían escurrirse juguetonamente o sus caderas se animaban a colisionar provocando tormentas en el más bajo y ni una chispa en el más alto.
Era triste la manera en la que estaban tan cerca pero tan lejos a la vez.
Cuando el desayuno estuvo listo y la mesa puesta comenzaron a comer. Los hot cakes estaban quemados en su mayoría, dándoles un sabor amargo que era camuflado por el dulce de la miel, razón por la cual pudieron consumirlos sin problema. No es como si fueran a desperdiciar la comida de todos modos.
Taehyung se quejó al sentir la miel escurrir fuera de sus labios y aquella escena sacudió fuerte el corazón de Jimin, comprendiendo repentinamente lo mucho que le agradaba la imagen del resto de sus días iniciando de esa forma. O quizá simplemente con el hecho de hacerlo junto a Taehyung, mientras prepararan el desayuno juntos entre torpes movimientos y toques electrizantes.
Sí, Jimin había quedado completamente maravillado y dispuesto a pasar el resto de sus días de esa manera.
Cuando los platos quedaron vacíos, las bebidas terminadas y las barrigas satisfechas la madre de Taehyung entró a la cocina, advirtiendo al par de niños que limpiaran la cocina con un buenos días, y con la misma rapidez que llegó se fue. Luego de dejar la cocina impecable decidieron salir un rato al mar, no podían tenerlo enfrente y no disfrutarlo.
...
Taehyung sonreía en grande dentro del agua, salpicando al rubio para después intentar escapar nadando, el de ojos marrones no podía sentirse mejor, aquellas sonrisas eran por y para él.
Y cuando los brazos de Taehyung llegaban para rodearlo, él simplemente dejaba de pensar racionalmente para concentrarse en el tacto y la calidez de las manos del chico de hermosa sonrisa cuadrada que lo miraba con el color miel pintándole las pestañas. El chico que le había robado el corazón.
La tarde pasó demasiado rápido, entre juegos, risas, roces inocentes y corazones desbordantes de alegría; pues a pesar de que su amor estuviera orientado en direcciones diferentes, aquellos dos se amaban con todo el corazón.
La noche llegó y con ella la hora de ir a casa, con cierta tristeza los mejores amigos caminaron de regreso, pues entre tanta felicidad no habían notado que el agua los había apartado varios metros. Al llegar la madre del rubio ya estaba ahí para recogerlo, Taehyung trató de ocultar su decepción pero le fue imposible.
Él quería pasar más tiempo con su amigo y Jimin, por otro lado, quería estar siempre con el chico que le gustaba.
Con resignación subieron a la habitación para guardar las pertenencias del contrario, quien las metió de regreso a su mochila la cual colocó sobre sus hombros.
—¿Cuándo podrás volver a quedarte? —Taehyung odiaba la sensación de soledad que lo inundaba cada vez que Jimin se marchaba.
—No lo sé TaeTae, espero que pronto —se fundieron en un abrazo, cada uno buscando consuelo desesperadamente aferrándose a algo distinto a través del otro.
—Te veo luego Jiminie. Te quiero.
—Te quiero más, adiós TaeTae —salió por la puerta de la habitación, dejando detrás de sí un ambiente raro; de pronto la habitación se veía más opaca y la temperatura pareció descender. Allí estaba la horrible sensación de soledad, asfixiándolo. Con prisa caminó hacia la ventana queriendo disipar aquella sensación, sentándose en el balcón para observar el gélido exterior.
Jimin estaba a punto de irse. Lo vio subir a su auto y desaparecer lentamente. Aquel día tampoco habían llegado noticias de su padre.
Lo extrañaba mucho.
No supo cuánto duró observando el cielo estrellado sin luna, lo único que supo fue que sus párpados se sentían pesados debido al cansancio.
Y que antes de cerrar los ojos, aún con la penumbra, pudo distinguir la silueta de alguien sentado en una de las rocas más grandes. Siendo bañado por la luz de las estrellas mientras miraba el mar.
[...]
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