Al momento de recibir aquella textura tan familiar en mis manos supe lo que era en un instante. Noté su exterior ligeramente duro, sin embargo su consistencia era blanda en general, de una forma redondeada pero con dos prominencias notables en su cuerpo.

Naturalmente, y sin pensarlo, le arranqué un trozo de lo que mi consciencia reconocía como su parte superior, pero era incapaz aún de ejecutar aquel impulso que en mi interior se formaba. Percibí su aromadulce y tenue, ligeramente amargo por momentos, pero que tanto me complace, porque por más molesto que la gente diga que puede llegar a ser, para mí siempre será algo precioso.

Parecía que entre más lo poseía en mis manos más le gritaba a mi alma, con una aguda desesperación "cómeme, devórame de una vez por todas y déjame entrar a ti" frase que hacía crecer aún más mi impaciencia por satisfacer aquel anhelo que adueñaba de mí, hasta que finalmente, tras unas simples palabras, la espera terminó. Ya no podía contenerme más, lo llevé en ese momento a mi boca y era todo lo que esperaba, en verdad era dulce, suave al contacto con mi paladar pero con una sensación dura al morder aquel interior repleto de pequeñas perlas finas. La devoraba con fervor y no faltó mucho para desaparecerla cuando abrí mis ojos, que sólo confirmaron aquella forma tan cotidiana que envenena a mi ser cada vez, de un particular exterior amarillento pero con tonos rosados por dentro, alrededor de un panorama que sólo puedo describir como moteado cuya existencia no perduraría mucho más. Ante mí estuvo aquella guayaba e, inmediatamente, había pedido ya una más.