Mis ojos recorren a Artemisa, deleitándose por cada aspecto de su cuerpo, el mismo que he dejado al desnudo al deshacerme de su vestido.
Sus pezones son rosados y están duros, revelando la evidencia de su deseo al mismo tiempo que ella se retuerce en la cama.
—¿Vas... vas a hacer algo? —tartamudea, mirándome fijamente.
No respondo, mis ojos van recorren su cuerpo y posteriormente, la cama entera antes de que suelte un suspiro, moviéndome alrededor.
—Braxton... —llama, pero la ignoro.
Tomo sus tobillos y los ato a cada esquina de la cama, mientras ella continúa parloteando, haciendo preguntas y moviéndose con inquietud.
—Abre la boca —ordeno y ella lo hace—. Tendrás que aprender a seguir ordenes y mantenerte en silencio —digo, a medida que le coloco la mordaza de bola.
Artemisa asiente con la cabeza, sin apartar sus ojos de los míos. Me alejo de ella y la miro, apenas consciente del horroroso número que se balancea sobre su cabeza y que está advirtiéndome sobre lo que tendré a futuro si continúo con ésta osadía.
Me acerco a ella, recostándome en la cama, con mi cara a unos cuantos centímetros de su sexo, mientras su respiración se agita.
Casi cómo si estuviese pidiendo mi salvación, el timbre de la casa resuena, rebotando contra las paredes y tengo que hacer un enorme esfuerzo para detenerme.
En menos de un parpadeo, me levanto de la cama y me dirijo a Artemisa, quitándole la mordaza y tomando sus muñecas para quitarle las esposas y bajar sus brazos.
—¿Vas a detenerte ahora? —pregunta, con un hilo de voz.
—¿Tú qué crees, gatita?
Ella parpadea y sacude la cabeza al mismo tiempo que estira los brazos.
—Quédate aquí —digo, antes de salir de la habitación.
Corro por el pasillo y respiro hondo, dejando salir el aire en una lenta exhalación antes de abrir la puerta.
Pese a toda lo jodida que puede estar mi vida, nunca imaginé que la persona frente a mí pudiera aparecer delante de mí puerta.
—Señorita Graham, ¿qué está haciendo aquí? —pregunto, mirando a Kavala, la hermana de Artemisa.
—¿Es tan descortés que no piensa invitarme a pasar? —rechina.
—Lo siento, estaba por salir —miento, sintiendo un horrible pánico inundar mi cuerpo.
Mierda, voy a estar en serios problemas si la mujer delante de mí se entera que en mi habitación está su pequeña hermana... completamente desnuda y a punto de ser follada hasta la inconsciencia.
—No le quitaré más de cinco minutos, señor Airlie.
—¿Cómo consiguió mi dirección? —interrogo.
—La verdad es que no fue tan difícil —exhala—. Ahora, ¿me dejará pasar?
Rindiéndome, me hago a un lado y le permito entrar a mi casa, consciente de que, si no tengo cuidado, puede ser que hoy sea mi último día en las calles porque mañana podría amanecer en la jodida cárcel.
—¿Me regala un vaso con agua?
—Señorita Graham, dígame de una vez por todas a qué ha venido.
—Lo único que usted y yo tenemos en común es mi hermana —dice—. Mire, a usted puede parecerle un juego, pero ella es una niña inmadura y lo único que usted está haciendo es alimentar su capricho.
—Pienso que, está equivocada... Artemisa podrá tener diecisiete años, pero es plenamente consciente de sus acciones, sabe lo que quiere y persigue sus sueños y tiene algo que muy pocas chicas de su edad tienen.
—¿Y eso qué sería?
—Seguridad —digo—. La he tratado lo suficiente como para darme cuenta que se siente completamente segura con su cuerpo y con su personalidad.
—No creo que usted vea esas cualidades en mi hermana y si es así, entonces le voy a pedir amablemente que se aleje de ella... aléjese de mi familia.
—¿Es a eso que ha venido? —inquiero.
Ella suelta un suspiro y rebusca dentro de su bolso, sacando un sobre envuelto y entregándomelo.
—Esto es más de la mitad del dinero que gastó por el viaje a Londres y por la cirugía de mi hermana —explica—. Tómelo y en cuanto tenga la otra mitad, vendré a dejársela... lo único que pido es que nos deje en paz y que se aleje de Artemisa.
—No voy a aceptarlo —digo, con los dientes apretados—. Puede llevarse su dinero, señorita Graham, estoy seguro de que sus padres lo van a necesitar para solventar algunas cosas.
—Saldremos adelante, pero sin ayuda de usted —rechina en respuesta, mirándome fijamente.
Estoy por responderle, pero una presencia no invitada y no contemplada en la escena, hace su aparición, posando sus ojos azules en mí y en Kavala Graham.
—Ah, yo... lo siento —se disculpa, todavía alternando su mirada en nosotros—. La puerta estaba abierta y pensé que estabas solo —dice, ahora mirándome.
—Sí, la señorita ya se va —informo, posando mis ojos en Kavala.
—Señor Airlie...
—No tengo nada más qué hablar con usted, tome su dinero y apoye a sus padres en todo lo que les haga falta, yo puedo esperar por el pago.
—¿Realmente lo hará o piensa cobrárselo con mi hermana? —brama.
—Disculpen que me entrometa —habla mi visita inesperada—. La verdad es que no creo que esa sea una buena forma de hablar, señorita.
—Darren, mantente al margen —digo.
—Es solo que se ve demasiado grosero —señala él—. Peor aún si está refiriéndose a su hermana, que, si mal no recuerdo, lo único que has hecho ha sido ayudarla.
Kavala Graham suelta un bufido antes de dar la media vuelta y marcharse, dejándonos a ambos solos y mirando hacia la puerta.
Darren parpadea y sus ojos se mueven a mí, mirándome fijamente con una ceja alzada.
—Dare...
—Te diré que nunca me he inmiscuido en tu vida, a quién jodes es problema tuyo, pero... ¿de verdad estás cogiéndote a ésa chica grosera y sin modales? —interroga.
—¡¿Qué?! —exclamo—. No, por supuesto que no.
—¿Entonces?
Por más que tenga la intención de explicarle a mi primo la jodida situación en la que me encuentro, debo sacarlo cuánto antes y volver a la habitación donde Artemisa me espera.
📕🌇
Todavía estoy tratando de salir del shock, pero por más que parpadeo y que sacudo la cabeza, no logro escapar del enorme asombro tras las palabras y la petición de Artemisa Graham.
—¿Has escuchado la mierda que acabas de decir? —pregunto.
Ella deja escapar un suspiro y me mira fijamente. —Sí, estoy segura.
—De ninguna jodida manera, eso es cruzar el límite, niña.
—Pero entonces, si no piensas llevarme, ¿por qué me has hablado de eso?
—No lo dije con la intención de que se te metiera en la cabeza ir a ése lugar.
—Braxton, cumpliré dieciocho en un par de días y, por si lo olvidas, estamos en Atlanta, además de que es mi deseo de cumpleaños.
—Sé dónde estamos, pero eso no significa que voy a hacer lo que me pidas, es demasiado.
—¿Por qué?
—Artemisa —advierto, cuando ella se acerca a mí.
—Te dije que quiero conocer tu mundo... tu retorcido mundo, Braxton y firmé el acuerdo, así que no hay impedimento alguno.
—¿Olvidas a tu hermana? Por Dios, Missy, casi puedo sentir a Kavala respirándome en la nuca, no sé si es que tiene tanto tiempo libre para seguirme, pero es de locos encontrármela en cada lugar al que voy.
—Hablaré con ella, enfrentaré lo que sea que tenga que enfrentar, pero por favor, llévame allí.
Quizás, tal vez, hubiese sido mucho mejor que ella no recuperara la vista, porque ahora, cada vez que me mira con esos ojos de cachorro asustado, no tengo nada para defenderme de ella, ni una sola palabra de negación sale de mi boca y siempre estoy cumpliendo sus malditas peticiones.
—Tampoco soy del agrado de tus padres y, recuerda que tienes un toque de queda en los dormitorios del colegio, no puedes simplemente...
Antes de que pueda terminar de hablar, ella se lanza a mí, besando mis labios.
—Llévame —pide, con sus ojos fijos sobre los míos.
—Missy...
👓💑💼
A pesar de haber conseguido una beca casi completa en uno de los colegios más prestigiosos de Atlanta, la verdad es que no me he estado sintiendo nada bien respecto a mis compañeros de clase, los cuáles son pertenecientes a familias de clase alta.
Me he sentido como un miserable pez fuera del agua, soportando toda clase de burlas y comentarios mal intencionados, pero no puedo decirle nada a mis padres ni a Kavala, porque ellos tomarían la decisión de volver a Carolina del Norte.
Las cosas entre Braxton y yo van avanzando de forma lenta, pero no puedo ni debo quejarme al respecto, porque me prometí a mí misma ser paciente y no insistir; todo se irá dando debido a su tiempo.
Estoy a tan solo un par de días de cumplir dieciocho años y pienso tomar ese día para demostrarle a todos que soy lo suficientemente consciente de mis decisiones, tengo que darle pruebas a mis padres y mi hermana de que he madurado y de que puedo ser capaz de afrontar las consecuencias de todos mis actos.
Durante los siguientes minutos en que estamos esperando a que el profesor llegue, dibujo y escribo en mi cuaderno de notas, pero entonces, toda mi concentración se va al caño cuando la chica popular del colegio hace su majestuosa aparición.
—¿Todavía sigues aquí? —rechina, mirándome fijamente.
No es que tenga la intención de quedarme aquí por el resto de mi existencia, pero, por ahora, debo hacer y seguir todo lo que mis padres ordenan, ya que, si me niego, me pondrían en un avión para volver a Carolina del Norte y la verdad es que ahora menos que nunca, puedo alejarme de Atlanta.
Aquí es dónde quiero estar, porque mis metas y planes a futuro tienen en la mira a una de las mejores universidades del estado y, aunque me tome demasiado esfuerzo, sé que al final, todo habrá valido la pena.
Tengo muy en claro lo que quiero ser en el futuro y, sobretodo, soy muy consciente del enorme amor que le siento a la escritura y literatura, así que, especializarme en ello y convertirme en escritora es una de mis más grandes ambiciones y sé que lo conseguiré.
Dejo escapar un suspiro y vuelvo a poner mis ojos sobre el cuaderno.
—No te he hecho nada, así que por favor, déjame tranquila —pido, garabateando sobre la hoja de papel.
—El sólo hecho de ver tu estúpida cara aquí, despierta mi mal humor. Termina de recoger tus cosas y vete de aquí... regresa a tu mugrienta ciudad de la cuál, no debiste haber salido nunca, pueblerina asquerosa.
Justo estoy por responderle cuando el profesor entra al salón y sus ojos se mueven por toda el aula hasta posarse sobre mí.
—¿Artemisa Graham? —inquiere, asiento en respuesta—. Ve a la dirección, hay alguien que está buscándote.
—Seguramente es la policía —murmura Amina.
Recojo mis cosas y salgo del aula, dirigiéndome a la dirección, probablemente se trate de mis padres o de Kavala, porque últimamente, los he tenido encima de mí a cada momento.
Antes de tocar la puerta, inhalo y exhalo, relajándome y poniendo una expresión despreocupada; tras cruzar la puerta de la oficina del director, todo mi cuerpo se vuelve una masa temblorosa y sin que pueda evitarlo, una sonrisa cruza mis labios al ver la presencia masculina que está frente a mí.
—Señorita Graham, tiene una visita... —anuncia el director.
Quince minutos después, estoy caminando por el campus con Braxton a mi lado, ambos en completo silencio hasta que llegamos a la cafetería.
—¿Qué estás haciendo aquí? —pregunto, una vez que estamos sentados.
—He venido para informarte que, tendré que salir de la ciudad por un par de semanas —suelta—. Quería decírtelo en persona porque no voy a poder estar contigo en tu cumpleaños.
Siento que el pecho se me contrae y que mi corazón deja de latir por escasos segundos.
—Braxton...
—Lo que realmente quiero decirte es que, no sé si realmente pueda volver dentro de un par de semanas.
—¿Realmente debes irte? —pregunto, con un toque de tristeza en mi voz.
Él asiente en respuesta, tomando mi mano por sobre la mesa.
—A pesar de no saber muy bien la fecha de mi regreso, te prometo que al volver, pasaré un día entero contigo y haremos lo que tú quieras hacer.
—Tenía... tenía planes para ése día —mascullo—. Yo quería pasar mi cumpleaños contigo.
—Sé que sí, pero debes entender que tengo prioridades y mi trabajo y familia forman parte de ello.
No puedo reclamarle sobre eso, no puedo hacerlo aunque sus palabras sean crueles; todavía no tengo ningún derecho, aunque me muero por formar parte de esas prioridades.
—Lo entiendo... entonces, será mejor que nos despidamos ahora —digo, poniéndome de pie.
—Artemisa —exhala, tomándome del brazo.
—Por favor, Braxton, suéltame, debo volver a clases.
Sus ojos azules me miran fijamente por un par de segundos antes de cerrarlos y echar la cabeza atrás soltando un suspiro.
—Lo haré —dice, volviendo a mirarme—. Cuando regrese, te llevaré a ese lugar.
Parpadeo desconcertada, intentando zafarme de su agarre.
—Braxton...
—Te mostraré esa parte de mi vida, pero lo haremos a mí manera... cómo yo decida.
—No quiero obligarte, así que mejor dejemos las cosas a cómo están.
—¿Crees que es por obligación? —inquiere—. No. No lo es. Realmente quiero ver si podrás manejar la situación.
—¿Qué pasará si no logro comportarme y todo me sobrepasa?
—Entonces, tendremos que arreglar muchas cosas.
—¿Cuándo te irás? —pregunto.
—Mañana por la mañana.
Asiento y doy un paso más hacia a él, envolviendo su cintura con mis brazos, necesitando quedarme con el aroma que desprende su cuerpo porque serán varios días que no lo veré.
🌈💐
Las centelleantes luces de colores en el patio hacen que parpadee por un par de segundos y el aroma de la carne asada invade mi sentido del olfato, mi padre está pendiente del asador mientras que mi madre se encarga de preparar la ensalada y mi hermana está encargada de poner las cosas en la mesa.
Dylan y Sadie Henson están sentados en una de las bancas que hay en el jardín, inflando globos de colores junto con Francis y Karla; la verdad, aunque las cosas con Karla se salieron de mis manos pudimos arreglar nuestras diferencias y a ella no le quedó de otra más que guardar sus opiniones y comentarios sobre Braxton y lo que siento por él.
Había deseado pasar éste día especial con Braxton, pero al final, las cosas no salieron cómo había planeado, lo único que espero es que todo esté bien y que su problema se solucione pronto para que pueda volver.
—Hola —saluda Dylan, acercándose a mí—. ¿Cómo has estado?
—Bien, ¿qué tal ustedes?
—Igual... supongo que no has tenido noticias de Braxton —dice, sentándose a mi lado.
—No. Aún no.
—Llamó hoy en la mañana... preguntó por ti.
Inmediatamente, vuelvo la cabeza hacia a él y mis ojos se clavan en los suyos.
—¿Qué? —exclamo.
Dylan me sonríe, y con su mano, alborota mi cabello. —Me pidió que te dijera: Feliz cumpleaños. Créeme, él desearía estar aquí hoy, pero las cosas no están tan bien cómo le gustaría.
—¿Está en problemas?
—Bueno... más que ser un problema, es todo un tremendo caso que viene arrastrando con él desde hace años.
Mi ceño se frunce ante sus palabras. —¿A qué te refieres?
—No puedo decirte nada más, sólo que, Brax ha intentado dejar atrás muchos aspectos de su vida, pero nada ha resultado un éxito, solo la editorial.
Intento sacar algo más de información, pero Sadie nos interrumpe y ya no soy capaz de preguntar nada más.
Paso los siguientes minutos tratando de hacer caso omiso a la enorme sensación de desasosiego que se esparce por todo mi cuerpo, pero, mientras más niego que me muero de la curiosidad, más rápido crece en mí la duda sobre si él volverá pronto o si deberé esperarlo por más tiempo.
Durante la celebración de mi cumpleaños, logro olvidarme momentáneamente de todo y puedo disfrutar de la compañía de mi familia y amigos.
—Artemisa —llama Kavala, interceptándome en el baño—. ¿Qué te sucede?
—¿Eh? —parpadeo, desconcertada.
—Has estado ausente, pareciera que no estás feliz de festejar con nosotros.
—Kavala...
—Quiero creer que no estás pensando en ése hombre.
—No lo hago, es sólo que tengo muchos trabajos en la escuela y no quisiera...
—Missy, recuerda que ya falta muy poco y que en menos de un mes, estará presentando el examen de ingreso a la universidad, solo sopórtalo por un corto tiempo, sé que no está siendo fácil para ti asistir a un colegio de niños ricos, pero eso ayudará a tu historial.
Asiento en respuesta y dejo que ella me envuelva los hombros con su brazo y me lleve de vuelta al patio; la fiesta continúa su curso y ahora, sintiéndome un poco mejor y más revitalizada.
Al día siguiente, me despierto temprano, me doy una larga ducha y preparo el desayuno para todos los miembros de mi familia; después de hacerlo, dejo una nota en el refrigerador y tomo mi mochila para marcharme a la escuela.
El autobús no tarda mucho en llegar a la parada y una vez que estoy sentada, dejo escapar un suspiro y ahogo un bostezo; para cuando llego a la escuela, son más de las once y no es sino hasta que estoy a solo unos pasos del portón, que noto el auto estacionado del otro lado de la acera.
Mi corazón detiene sus latidos cuando veo descender al hombre y con pasos determinantes, camina hacia a mí.
Sus ojos nunca dejan los míos y la sonrisa que me brinda, hace que todo mi cuerpo se estremezca.
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