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fourteen » delicate







capítulo catorce
( delicado )












BETTY PENSABA QUE SE ARREPENTIRÍA DE HABER LLEVADO A PETER A SU CASA. Se equivocó.

De hecho, se alegraba de haber tomado aquella decisión, por impulsiva que hubiera sido.

—Me sorprende que no me acuerde de ti —admitió Betty, después de un par de batidos de chocolate y compartir algunos recuerdos con Peter, aunque, por algún motivo, Betty no ubicaba al chico en ninguno de ellos—. Suelo recordar a antiguos compañeros. Me he encontrado con dos o tres en los últimos meses.

Peter Parker tenía aspecto de ser el nerd que sabía mucho, sacaba buenas calificaciones y podía llegar a ser objetivo de burla por otros. O, mejor dicho, tenía la personalidad de ese tipo de persona. Por su aspecto físico, podría estar en algún deporte.

—Apuesto a que te gustan las matemáticas —dijo, mientras lo analizaba—. Y eres bueno en informática.

Era el tipo de chico del que Betty hubiera querido ser amiga en la escuela. Sus ojos marrones reflejaban inocencia y su sonrisa era sincera.

Pero también parecía estar pasando por un mal momento, a juzgar por sus ojeras y la tirantez al sonreír.

—Has acertado —admitió Peter—. Aunque recuerdo que tú eras buena en física. Fuiste al MIT, ¿no? Creo que lo leí en algún lado.

—Sí, terminé el curso pasado —asintió Betty—. ¿Piensas estudiar allí? Es lo que los alumnos de Midtown suelen hacer.

—Eh... —La sonrisa de Peter desapareció—. Digamos que he dejado la escuela este curso.

—¿En serio? —se sorprendió Betty—. Vaya. Aunque la universidad está sobrevalorada, ya sabes. Puedes hacer cientos de cosas sin tener un título.

—Estoy pensando aún en qué hacer —admitió Peter—. Algo encontraré.

—Seguro que sí —aseguró Betty—. De todos modos, ¿qué tienes, dieciocho? Tienes tiempo. Aprovecha que no tienes edad legal para beber y métete en problemas. Luego es cuando viene lo difícil.

Peter rio.

—Es raro pensar que tendríamos la misma edad de no haber sido por el Chasquido —comentó—. No puedo imaginarme con veintitrés.

—Y a mí me cuesta recordarme con dieciocho —asintió Betty—. No fueron unos años fáciles.

—Lo entiendo —dijo Peter, pensativo—. ¿Y cómo te ha ido últimamente? Antes, en la calle, parecía estar buscando a alguien.

Betty arqueó las cejas.

—Sí, bueno. Parece que aunque ya no haya Vengadores, los problemas no se van. Estoy metida en uno, aunque quieren echarme de él. Mi padre no me responde al teléfono y van a matarle. Tine tampoco me responde. Mi familia es una locura. Cosas que pasan.

Peter suspiró.

—Vaya.

—Lo sé —respondió Betty—. Yo quería unas Navidades tranquilas. No felices. Tranquilas. Y ahora ni siquiera sé si voy a poder pasarlas con mis hermanos. Y Kate...

—¿Es tu novia o algo? —preguntó Peter, ocultando una sonrisa.

Betty se tensó.

—No.

—Ah. Pensaba que sí, perdona.

Betty apretó los labios.

—Somos amigas.

El chico la miró fijamente.

—¿Y por qué parece que eso no te gusta?

Ella chasqueó la lengua.

—¿Por qué piensas eso?

—Porque te ha cambiado la cara al decirlo —respondió él—. ¿Qué pasa, los superhéroes no tenéis vida amorosa?

Betty hizo una mueca.

—Menos de la que me gustaría —admitió—. Desde que le dije al mundo quién era Artemis, mi vida social y amorosa se redujo. Y en parte por mí. Si quieren ir a por mí, irán a por mis seres queridos antes. No es algo que me pueda permitir. No es fácil estar con alguien si sabes que intentarán matarle.

—Yo pensaba que eras alguien menos conformista.

Betty rio.

—Suenas como si me conocieras.

Peter sonrió.

—Uno se hace una idea de las personas a las que ve en clase siempre, ¿no?

Ella se encogió de hombros.

—Supongo que no todos —se limitó a decir—. De todos modos, ni siquiera sé si volveré a verla. Digamos que la ahuyenté.

—¿Por qué?

Betty suspiró. Se estaba abriendo más con Peter que con la doctora Raynor. Aquello dejaba mucho que decir de su terapeuta.

—Porque ya cargo con varias muertes y tengo el miedo constante de que eso se repita. Y, siendo quien soy, siempre existe la posibilidad.

Peter asintió.

—Puede que Kate sí que quiera volver a verte —dijo.

—¿Por qué crees eso?

El chico sonrió.

—Porque te está llamando. Ese es tu teléfono, ¿no?

Betty se incorporó de inmediato. Sobre la mesa, su teléfono tenía la pantalla encendida. Su nombre aparecía en la parte superior y un selfie tonto que ambas se habían sacado se veía de fondo. Kate le estaba llamando.

Betty tomó el teléfono, se puso en pie y se alejó un poco antes de descolgar.

—¿Kate? —preguntó.

¡Betty! —escuchó decir a Kate al otro lado de la línea—. No sabía si llamarte, pero tu padre no me contestaba, Tine tampoco, y...

—Kate, no quiero que...

Me da igual tu absurdo Déjame en paz, no necesito a nadie, solo soy una gruñona, etcétera. Nunca me dices nada. ¿Eres siempre tan misteriosa?

Betty rio por lo bajo.

—Cada segundo del día que no estoy golpeando cosas —dijo, sarcástica—. ¿Qué quieres, Kate?

¿Por qué tan borde, princesa? —preguntó Kate, casi ofendida—. Mira, puede que creas que se acabó, pero yo no creo eso. Los cuatro éramos un equipo. No podemos separarnos ahora que la cosa se pone peor. Puede que tu padre crea que es lo mejor, pero yo no. Nos necesita. A ti, a Tine y a mí. Yelena y Pyotr...

—Has hablado con ellos, ¿no? —interrumpió Betty.

¿Cómo lo sabes?

—Al parecer, se quedaron a dormir en mi casa. He hablado con ellos al despertarme. Van a por mi padre. Lo sé.

¿Y no has podido hacer nada?

—Son mi familia, Kate —protestó Betty.

Por eso mismo. Creí que a ti te escucharían.

—No lo han hecho —suspiró Betty.

Lo que sea —respondió Kate—. Busca a Tine. Yo encuentro a tu padre. En cuanto sepa algo, nos vemos.

—¿Me estás dando órdenes, bonita? —rio Betty.

Sí. Así que cúmplelas —replicó Kate—. Y me da igual que creas que es mejor no vernos. Voy a demostrarte que no es así. Nos vemos, Betty.

Y, tras eso, Kate colgó, dejando a una Betty bastante impresionada.

Se quedó mirando el teléfono en su mano, una sonrisa apareciendo lentamente en su rostro.

—Me gusta esa faceta tuya, bonita —dijo, guardándose el teléfono en el bolsillo—. Muy bien, hay trabajo que hacer.

Peter la miró llegar con una sonrisa.

—¿Lo habéis arreglado? —preguntó.

—Se ha puesto insoportablemente mandona —dijo Betty, aún sonriendo—. Pero algo así. Vamos a meternos en más problemas, al parecer.

Peter rio.

—Esa se parece más a la Betty que recuerdo de la escuela —se limitó a decir—. Me alegro por vosotras. Aunque creo que debería irme, ¿no?

—No es que me moleste que estés aquí —respondió Betty, encogiéndose de hombros—. No voy a echarte ni nada. Tampoco voy a retenerte aquí, claro. Vete si quieres, pero ¿volveremos a vernos? No mantengo contacto con muchos compañeros. Ha estado bien pasar este rato.

Peter sonrió, con algo en el rostro que Betty no fue capaz de reconocer.

—Espero que sí —respondió—. Ya sé dónde vives, si alguna vez me apetece otro batido de chocolate. Gracias por invitarme, Betty.

—No ha sido nada, Peter —sonrió ella.

—Puedo ir yo solo hasta la puerta —dijo él, poniéndose de pie—. Adiós, Betty. Suerte con Kate.

—Hasta pronto, espero —se despidió Betty, sonriendo levemente.

Peter no soltó el suspiro que había estado conteniendo hasta que salió a la calle.

Nunca pensó que volvería a hablar con Betty, mucho menos aquella reacción por parte de ella. Muchas veces, se preguntaba qué hubiera pasado si él no hubiera desaparecido en el Chasquido, o si ella sí lo hubiera hecho. Si se hubieran quedado juntos.

Apostaba a que ella había pensado lo mismo alguna que otra vez, antes de, al igual que todo el mundo, olvidar la existencia de Peter Parker.

Tal vez, en otro universo hubieran tenido su final feliz. Después de saber de la existencia del multiverso, Peter había pensado alguna que otra vez en ello.

Puede que en otro mundo, ellos hubieran sido felices juntos. Pero, en aquel, ella no le recordaba y había encontrado a aquella Kate, que parecía hacerle feliz. Peter lo había visto en la sonrisa que había aparecido en su rostro tras realizar aquella llamada.

Ella era feliz y eso le bastaba a Peter.

Solo deseaba que él también pudiera olvidar tan fácilmente como el resto del mundo.

Porque, para su desgracia, él lo recordaba todo demasiado bien.

BETTY NI SIQUIERA TUVO QUE SALIR A BUSCAR A TINE, tampoco hizo falta rastrear su teléfono. La mujer llamó a su puerta tan solo minutos después de que Peter se hubiera marchado.

Se le veía tensa y preocupada.

—¿Qué pasó anoche? —preguntó, en cuanto Betty abrió la puerta—. Bucky me ha llamado.

—No recuerdo todo, yo... ¿Conoces a Bucky?

Tine bufó.

—Estuve en la Batalla de Wakanda, también con Natasha, Sam y Steve durante los dos años que estuvieron ocultos, trabajé con Nat para que HYDRA saliera a la luz. Sí, conozco a varios de los Vengadores bastante bien.

—¿Por qué nunca me hablaron de ti? —preguntó Betty.

—Igual te hablaron de Cupid —se limitó a decir Tine.

Betty casi ahogó un grito.

¿Tú?

—Exactamente —asintió Tine—. Ahora, dime. ¿Estás bien? No quise decirle a Bucky ni Sam nada de lo que pasó con Pyotr ni Yelena. Ellos confían en él. Yo confío en él. O eso hacía, ahora no sé cuáles son sus intenciones.

—Quieren vengar a Natasha —dijo Betty—. Piensan que mi padre la mató.

—Entiendo eso —admitió Tine.

Betty la miró.

—¿Tú crees eso?

La mujer negó.

—Lo pensé, al principio —admitió—. No es algo de lo que me sienta orgullosa, pero es así. No sabía cómo sentirme. Tampoco podía preguntarle a Clint porque sabía que él seguía enfadado conmigo. Pero luego recordé cómo fueron Natasha y él siempre. Yo les vi desde que se conocieron, no como Pete, que vino más tarde. Nat y Clint se querían, eran como hermanos. Él no la hubiera matado a nunca. Antes, hubiera muerto él. Y estos días con vosotros solo me han demostrado eso.

Betty asintió lentamente.

—Eso no quita que entienda qué ha llevado a Pyotr a pensar eso —continuó Tine—. Ella era su hermana. Y la de Yelena. Y su código siempre ha sido diferente al mío, por cómo fueron entrenados. Sé por qué actúan así. Sé que no te han escuchado cuando les has intentado explicar la situación. ¿Me equivoco?

Betty negó.

—Tendremos que intentar encontrarles y hablar con ellos —decidió Tine—. Aunque tenemos otros problemas ahora.

La joven la miró fijamente durante varios segundos.

—Tine, ¿tú le amabas?

La mujer sonrió, la tristeza brillando en sus ojos. Era una pregunta que Betty quería hacerle desde hacía un par de días. Estaba claro que lo que había habido entre Natasha y Tine había sido más que una simple amistad.

—Más de lo que puedas pensar —asintió—. Fue el amor que marcó mi vida, de eso no tengo duda. Intento llevarla conmigo siempre y, por supuesto, la echo de menos cada día. Aunque me autoaconsejé, siguiendo lo que ella me dijo en su día, e intenté no quedarme estancada.

»No digo que tú tengas que hacer lo mismo, mucho menos ahora. Cada uno lleva el duelo a su manera. —Sonrió levemente—. Bucky me ayudó mucho con ello. Puede que tú también tengas que encontrar a alguien que te ayude. ¿O ya le has encontrado?

Betty se quedó en silencio.

—Hemos tenido una conversación muy profunda —dijo, después de un momento—. Ahora, ¿quieres entrar en mi casa? Creo que todos mis vecinos deben estar escuchando con la oreja pegada a la puerta.

Tine sonrió.

—Creo que no tenemos tiempo para eso. Vístete y coge el equipo. Acabo de llamar a Kate. Vamos a buscar a tu padre.

Betty no necesitó escuchar aquello dos veces.

—Dame cinco minutos.

KATE RECIBIÓ A BETTY CON UN ABRAZO Y LA DEJÓ SIN SABER QUÉ HACER. Le dio unas palmaditas en la espalda y sonrió.

—Me alegro de que estés aquí —dijo Kate, sonriendo—. No estaba segura de si vendrías.

—¿Y desobedecer tus órdenes en plan sargento? Ni loca —rio Betty—. También me alegro de verte. ¿Cuál es el plan?

—Apuesto a que tu padre ha ido a buscar problemas —dijo Kate, mostrándoles su teléfono. La localización de Clint brillaba en rojo sobre la pantalla—. Vamos a ir a por él.

—Me parece bien —asintió Tine—. Tú dices dónde ir, Kate.

La chica sonrió, lo que hizo que Betty también sonriera. Ver a Kate sonreír era contagioso.

Tomaron un Uber para ir. Tine se sentó delante, dejando a Betty y Kate solas detrás. La primera no sabía exactamente qué hacer. La segunda se sentía más confiada que de costumbre.

—No eres un problema, ¿sabes, Barton? —dijo Kate, en un momento del camino.

Betty esbozó una pequeña sonrisa, sin mirar a la chica a los ojos.

—No estés tan segura de ello, Bishop.

Kate sonrió.

—Bueno, a mí me gustas por lo que eres. No me importa lo demás.

Betty le miró, sonriendo tras unos segundos.

—Me alegra saber eso, bonita —dijo, en voz baja.

Llegaron a su destino sin haber intercambiado palabra más. Betty reconoció el lugar: aquel había sido uno de los lugares que Ronin había atacado. Un concesionario de coches.

Betty comenzaba a imaginar qué había hecho su padre. Les hizo un gesto a Kate y Tine y las tres subieron al tejado de una de las naves que rodeaban el espacio abierto donde guardaban los vehículos. En el camino, Kate pidió otro Uber.

Oportunas, como siempre. Kate fue la primera en reaccionar, al ser la primera en ver qué pasaba al subir al tejado: su flecha atravesó el cielo nocturno con precisión y le arrebató a Maya de las manos la espada que iba a usar contra Clint.

La joven chandalera pronto se vio apuntada por tres arqueras diferentes. Tomando la decisión más sensata en una situación así, y tras ver que Clint, a quien había derribado, había aprovechado para escapar, Maya se marchó.

Betty bajó el arco, al igual que Tine y Kate.

—Buen tiro, bonita —se limitó a decir, antes de salir corriendo en busca de su padre.

Clint se alejaba por un callejón. Las tres mujeres se colocaron a su lado con tranquilidad.

—Creías que podrías hacerlo solo, ¿no? —preguntó Betty—. Menos mal que ninguna de nosotras te hicimos caso.

Uhm —fue la respuesta de Clint. Vestía el traje de Ronin.

—Te preguntarás cómo te he encontrado —dijo Kate.

—Rastreando mi móvil, ¿no? Betty te enseñaría trucos.

—Sí —asintió Kate.

—Lo ha hecho bastante bien —añadió Tine.

—¿Y vuestro rescate incluye un plan de huida? —quiso saber Clint.

El Uber esperaba justo donde habían acordado que estaría. Había sido rápido.

—Hola, ¿eres Tabitha? —preguntó el conductor.

—Sí —respondió Kate, dirigiéndose hacia el coche.

—Vale, subid.

Tine fue tras Kate, al igual que Betty. Al ver que su padre no avanzaba, la rubia le hizo un gesto.

—¿A qué esperas? Ni que tuviéramos muchas más opciones.

Ambos Barton subieron al coche. Tine, como en el viaje de ida, se sentó en el asiento del copiloto. Y, al igual que en la ida, ninguno habló demasiado durante los primeros minutos.

Betty, sentada entre su padre y Kate, no sabía dónde mirar. Clint tenía la mirada fija en la ventanilla.

—Hay otra... Otra cosa que debería preocuparnos —dijo Kate, haciendo que Betty la mirase.

—¿Sí? ¿Cuál? —preguntó Clint.

—Los chicos de la otra noche, los de la máscara...

—Ajá.

—Hemos hablado con ellos —continuó Kate—. Betty y yo. No juntas, por separado.

Betty se mordió el labio y asintió. No sabía cuál iba a ser la reacción de su padre.

—¿Y? —preguntó Clint.

Kate tardó unos segundos en hablar.

—Dicen que son los hermanos de Natasha.

Betty miró a su padre, esperando a ver qué decía. Clint tardó un poco en procesar la información.

—¿Yelena y Pyotr?

—Sí —asintió Kate.

—Vale —dijo Clint—. ¿Betts?

—Vinieron a mi casa. Intenté hablar con ellos. No me escucharon. Van a por ti. —Le salió más rápido de lo que esperaba—. No podemos hacerles daño. Son familia de Nat, son mi familia. Tenemos que encontrar un modo de hablar con ellos.

Kate le tomó la mano, intentando tranquilizarla. Betty suspiró.

—Solo no quiero que les pase nada —continuó diciendo—. Ni a ti tampoco. Tienen que entender qué pasó.

—Nos ocuparemos de ello —prometió Tine, desde el asiento delantero—. Si hablamos con Pyotr, él podrá convencer a Yelena. Él te conoce, Clint.

—Veremos qué hacer —dijo el hombre, en dirección a Betty—. Nos ocuparemos de eso también.

La joven asintió.

El coche se detuvo frente a la dirección que le habían dado —cerca de casa de Grills— y los cuatro bajaron.

—¿Estás bien? —le preguntó Kate a Clint, al ver que seguía sujetándose el brazo herido.

—Sí —asintió él.

El grupo estaba extrañamente desanimado. Puede que el cielo nublado influyera en aquello.

Betty caminó junto a Kate, que aún le sujetaba la mano. Clint le tendió una flecha. La rubia sonrió levemente y la aceptó, para luego pasársela a Kate.

—Gracias —dijo la chica, guardándosela en el carcaj.

Betty sonrió.

—Te la has ganado.

Clint se quedó algo atrás, junto a Tine, dejándoles algo de intimidad. Betty aferró con más fuerza la mano de Kate.

—Lo has hecho muy bien hoy —dijo—. De no haber sido por ti, tal vez yo me hubiera ido de la ciudad. O estaría emborrachándome en algún bar. Puede que mi padre hubiera muerto. Pero tú te las has arreglado para impedir todo eso. Gracias.

—Alguien tenía que hacerlo, ¿no? —preguntó Kate, sonriendo—. Puede que no te hiciera caso cuando me dijiste que no me acercara a ti, pero no podía simplemente ignorarte.

—Me alegro de que me hayas ignorado —admitió Betty—. Fue una mala decisión la que tomé al decirte eso. Una más para la lista.

Kate rio.

—Tienes suerte de que no cumpla ninguna orden.

—Tengo mucha suerte —asintió Betty—. También tengo suerte de haberte conocido, ¿sabes?

—¿Eso crees?

Betty nunca había dicho algo con tanta sinceridad como la respuesta a aquella pregunta.

—Sí, eso creo.

Ambas se detuvieron frente al portal de Grills. No podían entrar hasta que Clint les dijera cuál era el piso. Betty miró a Kate.

—Puede que vaya a tomar otra mala decisión —informó.

—¿Qué tipo de mala decisión, exactamente?

La rubia sonrió.

—Ahora lo verás.

Sin pensarlo mucho más, Betty besó a Kate.














BESO KETTY BESO KETTY BESO KETTY AAAAAAAA

quedan poquitos caps y prometo que se vienen con todo, solo que igual tardo un poco porque ya llevo dos semanas de clases y estoy hasta arriba de exámenes (adivinen quién debería estar estudiando ahora?)

disfruten este cap y prometo actualizar tan pronto como pueda porque estoy deseando terminar ya con mis niñas fav jé

<3

ale.

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