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Capitulo XI: Fin de año.

Era fin de año, los exámenes habían sido de gran complejidad y por poco he sobrevivido a ellos, pero por surte, hemos avanzado para transcurrir al próximo año de la carrera. Esta época era de mucho frio, al menos en el continente asiático, había pasado un tiempo largo desde la última vez que había visto a Rico, creo que de a poco estaba tratando de dejarlo ir aunque me fuera muy difícil olvidarlo.

Rico Alcácer, era el típico chico imposible de olvidar aunque los meses pasaran, desde Diciembre a Febrero y/o aunque pasaran mil años. Pero de igual forma no era posible perderme en mis pensamientos o divagar en los mismos, comenzaban los preparativos para las bandas musicales que tocarían en el globo plateado este año, aquella tarde de frio invierno mis amigos Anzu y Shiro llegaron a ayudarme con unos paquetes de sonidos e iluminaria que debíamos recibir.

Más tarde llegó Anna, acompañada de un joven castaño, casi tan blanco como ella y de una sonrisa sublime, era uno de los encargados del evento para este año, sí al parecer la universidad había puesto a un joven muy apuesto a la cabeza del evento, que por cierto era también de gran intelecto, el  apuesto muchacho provenía de la facultada de arquitectura. 

Pues ahora todo cerraba a la perfección, Anzu el año pasado de la carrera de arte, yo de la carrera de ciencias políticas, ahora Malco de la carrera de arquitectura y juntos trabajaríamos para organizar el evento con la ayuda de los agentes externos que el establecimiento contrataría y los estudiantes que desearan ayudarnos como nuestros amigos.

—Un gusto, soy Malco.—dijo el chico estrechando su mano a la mía.

—Aiko, el placer es mío.—comenté.

—Bueno, manos a la obra, que tenemos mucho por hacer.—inquirió Malco levantando las mangas de su sudadera de color azabache.

—Claro, por supuesto.—asentí, mientras todos nos poníamos a ordenar el lugar donde se haría el evento en dos días.

Teníamos realmente mucho por hacer, "fin de año", era sinónimo de fiestas navideñas, luces, colores, fuegos artificiales; por la influencia de las religiones mayoritarias del país las navidades no son una fiesta autóctona. Pero si después de la segunda Guerra Mundial y con el enriquecimiento de otros países empezó a celebrarse la Navidad en Japón. 

Es por esto que, la costumbre de regalar regalos entre los familiares y amigos proviene de la influencia americana. En el mes de diciembre las ciudades y el centro del país se llenaban de  iluminaciones, adornos navideños, árboles de Navidad, Santa Claus y de renos.

Aquel día habíamos iniciado desde muy temprano a ordenar el gimnasio de la universidad, este año sería en un lugar cerrado por las bajas temperaturas, se comenzaba a hacer tarde, el sol comenzaba a esconderse, decidimos entre todos, descansar por el día de hoy, así que Anzu, trajo unas cervezas para cobrar algo de calor.

El primero que se acercó a recoger una fue Malco, le siguió Shiro que se encontraba agotado, Anna también se acercó, mientras yo terminaba de acomodar unas cosas, vi que alguien llegaba hasta mí lado, era Malco con una cerveza en su mano.

—Descansa, has hecho mucho por hoy.—expresó a media sonrisa.

—Gracias.—respondí asintiendo.

—No la traje gratis hasta acá.—dijo acercando su rostro hacía el mío.

Los nervios hicieron que retrocediera, pero tropecé con unas cajas y Malco soltando la lata de cerveza, me tomó por la cintura a tiempo, lo cual hizo que nuestros labios quedaran a centímetros uno del otro. Yo me encontraba sumamente ruborizado y no sé si era por la torpeza mía o por tenerlo tan cerca, mi corazón latía rápidamente y la respiración salía poco coordinada por las fosas nasales.

Fue justo en ese momento que cerré los ojos y sentí sus labios juntarse a los míos, recorría una especie de gravitación en el ambiente, pero no sentí miedo ni vergüenza que haya hecho eso, lo único que hizo ese beso fue afirmar que aún no olvidaba a Rico, porque mientras Malco me besaba podía recordar los tantos besos que Rico me había dado, su calidez, su forma de ser era inolvidable.

—Disculpa, no sé sí debí hacer eso.—inquirió el chico soltándome ligeramente para que no volviera a caer. 

—Está bien, solo  vueltas a hacerlo.—sentencié tocando su hombro de manera amable.

Me empecé a alejar de él, recogí la cerveza que se había caído al suelo y me dirigí hacia donde estaba el resto de mis amigos, luego llegó Malco para unirse a la charla, hablamos entre todos por un buen rato, reímos y contamos anécdotas. 

Finalmente, se hizo tarde y al día siguiente debíamos volver a terminar de organizar el evento, Anzu y Anna se encargarían de realizar los flyers del evento con toda la información requerida, mientras Shiro, Malco, y yo, nos encargaríamos de armar el escenario, con la ayuda de los enviados por la universidad a poner decoración, hacer el aseo de los pisos e iluminaria para el evento.

Malco, había llegado en auto, por lo que me invitó a llevarme hasta mí casa, y del mismo modo Shiro en su propio auto con Anzu y Anna. Así que, acepté aunque no estaba tan cómodo con la decisión, sin embargo, el chico era buena persona, me caía muy bien, pero en el fondo sabía muy bien que le empecé a tener apreció,  aunque sea solamente como amigo.

Nos pusimos en camino a retirarnos del lugar, el muchacho me abrió la puerta de su auto que se veía recién comprado, claramente subí rápido por el frio que hacía, habían pronosticado caída de nieve y al parecer eso iba a a ocurrir porque esa noche el frio traspasaba hasta los huesos y recorría todo el cuerpo que hasta el aire que ingresaba en una inhalación de respiro era helado. Malco, encendió el motor del coche y una vez lo hizo encendió la calefacción que empañaba los vidrios del mismo sin dejar ver nada.

Esperamos un rato con el auto en marcha para que después de restablecerse la visibilidad nos pusiéramos de camino hasta nuestros hogares, finalmente mí intuición no falló, la nieve caí al principio de forma ligera, pero luego comenzó a caer con fuerza, como una tormenta de nieve, lo que esto no nos iba a dejar avanzar mucho tiempo más por la carretera.

Lo más factible era ir hasta la casa de Malco y quedarnos ahí, ya que era menos viaje que cruzar la mitad de la ciudad hasta la mía. Seguimos el viaje por unos veinte minutos, hasta que llegamos a una casa de dos pisos con un gran jardín y flores, por lo viso él era de los alrededores de la gran ciudad lo cual hacía su vida algo más económica por los gastos cotidianos de las comodidades de Tokio.

Al llegar, bajamos del automóvil, Malco, abrió primero el portón de la puerta principal, subimos por unas pequeños escalones que daban a la fachada del pórtico y allí, una vez abrió la puerta de entrada ingresamos a la casa, que era preciosa por dentro, lo primero que me llamó la atención fue la especié de chimenea pero no era de leña, sino a gas natural que mantenía caliente el lugar.

—Puedes dejar tus cosas donde gustes.—dijo el quitándose la chaqueta que llevaba puesto.

—Gracias dije dejando mis cosas sobre el sofá que estaba en la sala principal.

Esa noche dormimos poco, Malco me ofreció café, bebimos más de dos tasas seguramente, hablamos mucho de nosotros, de nuestras vidas y gustos, una charla para conocernos mejor, pudimos esclarecer que yo solo lo veía como un amigo. Así se dio una de las mejores amistades que jamás antes había tenido, diferente a la de mis otros amigos, quizá porque dentro mío llegué sentir algo por el y viceversa, pero en el fondo no podía amarlo porque mí corazón pertenecía a otra persona.

CONTINUARÁ...



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