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Capitulo IX: Que soy para tí

Más tarde aquel día, Aiko, se encontraba saliendo de clases por la puerta principal de la universidad de Tokio, por sus audífonos que recientemente se había colocado en sus delicados oídos, se escuchaba la incesante melodía de "As It Was", de Harry Styles. El británico para el muchachito era como su amor platónico,  tenía un carisma que dejaba encantado hasta el ser humano más heterosexual que pudiera existir, su música era tan cautivadora, casi como la de su amado novio, Rico, bueno novio, es un decir. 

—¿Quién soy?—dijo una voz a sus espaldas tapando sus ojos ligeramente.

—¡Rico!—inquirió Aiko. 

—No mí amor, rico estás tú.—dijo el  otro chico besándolo en pleno campus de la universidad, pero no había casi gente alrededor y sí murmuraban eso a ellos ya no les importaba.

Luego de aquél beso cálido y casi hasta protector, Aiko sonrió, tomó la mano de Rico, caminaron unos instantes más hasta que el joven de un ligero tirón hizo que su acompañante se sentara a su lado en una de las tantas bancas que tenía aquel lugar.  

—¿Qué soy para ti?—esa fue la pregunta de Aiko a Rico que lo dejó pensativo por unos largos segundos interminables.

—Para mí eres alguien muy especial, una persona que abrió mí corazón al amor, eres la persona con la que quiero pasar mis últimos días y por el resto de la vida. Desde el momento que te vi en aquel concierto, cambiaste radicalmente mi forma de ver el mundo y las relaciones entre las personas, que a veces el amor es más complejo de lo que creemos, pero a la vez, es mucho más fácil con la persona indicada a nuestro lado.

Aiko, solo lo abrazó, se quedaron así por un buen rato viendo el acaso del sol, la compañía uno del otro era lo único que bastaba, aquella tarde se quedaron hablando de todo y nada a la vez, el tiempo pasó volando, como si el cronos jugara a su favor, pero es en ese instante donde uno se da cuenta que verdaderamente está enamorado, porque disfruta cada segundo.

Hablaban y se veían los gestos al reír, al hablar seriamente o simplemente la belleza misma de sus rostros. De a ratos hacían esos juegos como de chiquillos molestándose el uno al otro, para divertirse un poco más. Rico acariciaba el cabello de Aiko, como si fuera la última vez que tuvieran paz y tranquilidad.

—Alguna vez, me gustaría que viviéramos juntos.—pronunció Rico algo ruborizado.

—Para eso deberíamos ser pareja, ¿No crees?—dijo Aiko.

—Pensé que ya lo éramos...—expresó Rico.

—Quizá en mi subconsciente sí, digo, andamos todo el tiempo juntos, pero..., no lo habíamos oficializado que tenga memoria.—formuló Aiko.

En ese momento, parecía que el sol volvía a resplandecer o quizás eran las luces del campus universitario encendiéndose en medio de la oscuridad, Rico se puso de pie y tomó de la mano a su chico, lo miró fijamente y sin contenerse lo beso en los labios una vez más de las tantas en aquel anochecer.

Pero este beso en realidad no era uno más, escondía en su retundida marca las más inmensas sensaciones del alma, que no se podrían explicar en palabras, ni en este relato, pero era algo así como, te amo verdaderamente y quiero que cumplamos todo lo que nos propongamos juntos, como una pareja. Una vez se distanciaron unos centímetros de sus labios, Rico habló.

—¿Te gustaría ser mí novio oficialmente?—preguntó mirando a los ojos de su amado.

—Pero claro que sí tonto, claro que sí.—afirmó este volviéndolo a besar.

Pero todavía querían hacer algo más alocado para confirmar su amor, a lo que se dispusieron a salir de la universidad y ponerse en camino hacia el centro de Tokio, allí, pensaron en comprar un obsequio que los uniera en común, llegaron a la esquina de un templo sagrado, donde había un vendedor de unos amuletos sumamente significativos para la cultura japonesa "El Omamorí", de distintos tipos, pero ellos se centraron particularmente en el del Amor.

Que servía para encontrar pareja y para el matrimonio, era perfecto para personas solteras que quisieran encontrar pareja o para parejas que quieran afianzar su amor. En el primer caso normalmente se vendían de manera individual, mientras que en el segundo caso solían venderse de a dos.

—Quiero que desde hoy, nuestro amor sea tan fuerte que nada ni nadie pueda separarnos.—sentenció Rico sujetando suavemente las manos de Aiko.

—Claro que eso no ocurrirá, porque ahora eres mí novio, ¿No es así?—decía el muchacho acariciando el pecho sobre la camiseta de Rico.

—Y estaré para protegerte siempre.—exclamó el muchacho sonriendo orgulloso de ellos mismos como pareja.

Luego de allí, siguieron caminado, hasta que casi era media noche, las tiendas del centro de Tokio, estaban cerrando, pero  de pronto vieron un lugar donde hacían tatuajes, el estudio "Muscat tattoo", allí, finalmente efectuaron su amor el uno por el otro, solicitando al tatuador que les hiciera un pequeño corazón en la muñeca de ambos, así se recordarían el amor que tanto se tenían cada día al verlo.

Esa noche, Rico, llevó hasta su departamento a Aiko, lo besó una vez más antes de despedirse como sino quisiera hacerlo, como si quisiera esa noche terminarla con él en una apasionada noche de amor desenfrenada, pero eso no ocurrió, su novio se despidió tocando su mejilla y con un beso suavemente, le recordó que lo amaba, lo acarició, tocaba su cabe4llo y lo miraba cada vez más fijamente a sus ojos, esos que lo habían encandilado desde el primer momento.

 Los mismos que hicieron dedicarle una canción, sus labios, y esa sonrisa que lo enamoró definitivamente, el era el indicado y posiblemente no volvería a tener un primer amor puro y sano como lo tenía con Aiko, lo besó una vez más, esta vez fue con pasión, como si fuera el último en mucho tiempo, fue largo y duradero, como sino quisieran que acabara, si hubiera sabido que aquel beso sería el último.

—¡Te amo!/ Ai shite iru.—se despidió.

CONTINUARÁ...

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