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19: Respuesta del corazón

Ningún personaje me pertenece, todos sus derechos a los respectivos creadores.

"Mi cuerpo dejará de amarte, porque moriré cuando mi corazón deje de latir, pero mi alma te amará eternamente y nunca podrá olvidarte"- Anónimo.
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Veinticinco años después.

Kenpachi Zaraki se paseaba de un lado a otro en sus aposentos, con el ceño fruncido por la frustración. Nunca había sido de los que perdían el tiempo en trivialidades, pero se encontraba preocupado por la cuestión de cómo definir su relación con Retsu Unohana. Sabía que no era la misma mujer sádica que había conocido mil años atrás, pero eso sólo la hacía más intrigante para él. Respetaba y admiraba su fuerza, pero no podía evitar sentirse molesto por estar preocupado por esas banalidades.

Dejó de caminar y se apoyó en la pared, con los dedos tamborileando impacientes contra su muslo. Sabía que necesitaba hablar con ella, pero no estaba seguro de cómo abordar el tema sin parecer tonto o necesitado. Después de todo, era Kenpachi Zaraki, el capitán de la 11ª División. No estaba en el negocio de las relaciones.

Pero algo en Retsu Unohana le hizo querer intentarlo. Era la única mujer que le había desafiado de verdad, tanto física como emocionalmente. Y no podía negar que se sentía atraído por ella, aunque no sabía muy bien por qué.

Mientras reflexionaba sobre su próximo movimiento, sus pensamientos volvieron a su última batalla. Le había impresionado su habilidad y tenacidad, incluso cuando él luchaba por seguirle el ritmo. Fue entonces cuando se dio cuenta de que ya no era la mujer con la que había luchado hacía tantos años. Había cambiado, se había vuelto más fuerte y decidida.

Kenpachi se apartó de la pared y reanudó su paseo. Sabía que tenía que hablar con ella, pero no quería parecer débil o inseguro. Era un guerrero, un hombre de acción, no de palabras.

Pero al pensar en Retsu, se dio cuenta de que ella era diferente. Era una sanadora, una mujer que utilizaba las palabras y la compasión para aliviar el sufrimiento de los demás. Tal vez podría aprender algo de ella.

Con una nueva sensación de determinación, Kenpachi salió resueltamente de sus aposentos y se dirigió al escuadrón de Retsu. No sabía lo que iba a decir, pero sabía que tenía que intentarlo. Por primera vez en mucho tiempo, estaba dispuesto a arriesgarse, a abrirse a la posibilidad de algo más.

Cuando se acercó a la puerta, respiró hondo y se preparó para lo que le esperaba. Llamó con firmeza y, al cabo de un momento, Retsu respondió.

Kenpachi quedó momentáneamente impresionado por su belleza, pero apartó rápidamente ese pensamiento. Estaba aquí por una razón y no podía distraerse.

-Unohana- pronunció su nombre con una formalidad poco habitual en él, e incluso inclinó ligeramente la cabeza, lo que sería lo más parecido a una reverencia.

-Zaraki- respondió ella con su tono cálido que hizo que el estómago de Kenpachi tuviera una sensación extraña, y no eran náuseas, ojalá fuera eso-. Pasa, por favor.

Ella se hizo un poco a un lado y permitió que el imponente capitán pasara por su puerta, Kenpachi dio un rápido vistazo a la decoración tenue pero aún con la esencia de Retsu.

-¿Quiere té o prefiere sake?6 pregunta divertida, queriendo ser una buena anfitriona.

-Asi estoy bien, solo necesito hablar contigo- dijo con tono serio.

Unohana le miró preocupada y seria a la vez, pensando que algo muy grave estaba pasando.

-¿Qué somos, Retsu?- las palabras salen de su boca y no suena tan seguro como de costumbre.

-¿Qué quieres decir?- pregunta ella, mirándole confusa.

-¿Cómo definirías lo que sientes por mí?

La mujer de pelo azabache había imaginado ese momento varias veces e incluso había ensayado la respuesta. Pero ahora, delante de él, le costaba encontrar las palabras adecuadas. No era que temiera su reacción, sino que no sabía cómo definir su relación. Llevaban mucho tiempo juntos de alguna manera, pero nunca habían querido definirse, temía que por eso el vínculo se rompiera en cualquier momento.

Retsu apretó los dientes, frustrada. Quería exigirle a Kenpachi que le diera algún tipo de garantía, que le dijera que estaban juntos en esto, que la quería tanto como ella a él. Pero sabía que él no era así. Era un hombre de pocas palabras, y sus actos hablaban más alto que cualquier cosa que pudiera decir.

-Te he demostrado lo que eres para mí, en cada momento que hemos pasado juntos. Quiero a Goku y a Yachiru como si fueran míos, igual que tú- hace una pausa-. Creo que soy yo quien debería hacer esa pregunta.

-No puedo decirte que lo eres todo, si eso es lo que quieres oír- dijo brutalmente sincero-. Preferiría que fueras como la nada, la nada es eterna al igual que lo....

-¿Como qué?- quiso que ella completara su frase, pero Zaraki permaneció en silencio.

Quería gritarle, decirle que estaba cansada de estar en el limbo, que necesitaba algo más concreto. Pero, al mismo tiempo, le respetaba demasiado como para hacerlo. Él tenía su propia manera de hacer las cosas y ella sabía que debía respetarla.

-Si quieres hablar de esto más tarde, puedo esperarte- dijo apartando la mirada.

-No- dice él con firmeza y se acerca más a ella-. Quiero hacer esto.

Las pálidas mejillas de Unohana enrojecen al tenerlo delante, no es que Kenpachi fuera el epítome de la belleza, lo cual es subjetivo, pero de alguna manera hacía que le temblaran las piernas con pensamientos y emociones contradictorias. Había algo en su mirada salvaje que le recordaba aquel pasado que quería dejar atrás, pero no podía huir del todo porque ahora lo tenía delante.

-Mis... hijos, te quieren de una manera que ni siquiera yo puedo comprender- se sorprendió a sí mismo, nunca se había referido a aquellos niños de esa manera.

-¿Y tú?

-Yachiru- él la llamó por ese antiguo nombre, Unohana cerró los ojos ante eso, hacía siglos que nadie le llamaba así-. Yo...

La mujer se colgó de su cuello y tiró de él para que sus labios se encontraran, fue un beso áspero, apasioando como estaban.

Cuando por fin se separaron y se miraron a los ojos. Kenpachi se dio cuenta de que no necesitaba definir su relación. Ya la habían definido ellos mismos, en la forma en que luchaban codo con codo, en la forma en que se protegían mutuamente. No necesitaban palabras para expresar lo que había entre ellos. Era algo más profundo, algo que iba más allá de las palabras.

Con una sensación de claridad, Retsu sonrió a su amado y luego miró la luz de su ventana. Era un día luminoso y el sol lo cubría todo con un potente resplandor. Sonrió, sintiéndose en paz consigo misma y con Kenpachi. No habría necesidad de palabras, ni de etiquetas. Eran simplemente dos guerreros unidos por algo más grande que ellos mismos.

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Byakuya Kuchiki estaba sentado en su despacho, mirando por la ventana los exuberantes jardines de la mansión Kuchiki. Sus pensamientos se remontaron al día en que se casó con Hisana (ひさな) cinco años atrás. Recordaba cómo la había conocido, vagando solo por Rukongai. Ya entonces le habían impresionado su belleza y su determinación para sobrevivir en un lugar donde la vida solía ser dura e implacable.

A pesar de saber que ella provenía de orígenes tan humildes, Byakuya se había enamorado profundamente de ella. Recordaba la alegría que sintió cuando ella aceptó su proposición y cómo sus ojos brillaban de felicidad el día de su boda.

Pero no había sido un camino fácil para él. Su abuelo, el anterior cabeza de familia de los Kuchiki, se había opuesto ferozmente a la boda. Había creído que Byakuya debía casarse con alguien de una familia noble, alguien que pudiera ayudarle a fortalecer la posición del clan Kuchiki en la Sociedad de Almas.

Pero Byakuya había desafiado los deseos de su abuelo, decidido a seguir su corazón. Sabía que su decisión avergonzaría a su familia, pero estaba dispuesto a soportar esa carga para estar con la mujer que amaba.

Y ahora, sentado solo en sus aposentos, Byakuya se preguntaba qué habría pensado su padre de él. Sōjun siempre había sido un hombre severo e inflexible, pero también había sido un padre devoto que siempre había querido lo mejor para su hijo.

Byakuya quería creer que su padre no se avergonzaría de él, que entendería por qué había elegido casarse con Hisana. Esperaba que, en algún lugar, su padre lo mirara con orgullo, satisfecho de haber encontrado la felicidad incluso ante una gran adversidad.

Mientras estaba sumido en sus pensamientos, el sol comenzó a ponerse tras su ventana, proyectando un cálido resplandor sobre los jardines. Byakuya observó cómo las flores se mecían suavemente con la brisa y sus pétalos brillaban bajo la suave luz.

-Byakuya-sama- llamó su mujer desde el marco de la puerta, tan delicada y hermosa como siempre.

El hombre le miró, aunque ahora ella también tenía su apellido seguía dirigiéndose a él con sufijos formales.

-¿Qué pasa?- preguntó en el tono monótono que frecuentaba.

-¿Cuándo acaba el trabajo?- pregunta con un leve mohín-. Me aburro.

-¿No estabas en tu clase de etiqueta?

-Sí, pero quería verte, Byakuya-sama -dice avergonzada.

Byakuya suspiró y le pidió que se acercara, cosa que su esposa hizo obedientemente, luego la sentó en su regazo y le permitió que lo abrazara mientras él le acariciaba la cabeza.

Por un momento, se permitió simplemente ser, disfrutar de la paz y la tranquilidad del momento. Y mientras lo hacía, supo que, fueran cuales fuesen los retos que le esperasen, los afrontaría con valor y determinación, sabiendo que Hisana siempre estaría a su lado.

_________

El aire en el Seireitei era fresco, el cielo sobre el cuartel del Décimo Escuadrón era casi anaranjado. Rangiku Matsumoto, la teniente recién nombrada, estaba sentada en las escaleras, disfrutando de una taza de sake. Estaba ensimismada, pensando en sus nuevas responsabilidades y en los retos que le esperaban. Pero tampoco podía evitar pensar en su compañero shinigami, Son Goku.

Cuando se conocieron, no fue de la mejor manera que una persona querría conocer a otra. Después entablaron una amistad bastante tenue, cruzándose en numerosas ocasiones, pero no fue hasta que la propia Rangiku decidió conectar más cuando empezaron a formar un vínculo. Entrenaban juntas, practicaban sparring y compartían historias sobre sus vidas. Con el tiempo, Rangiku había cogido a Goku como una verdadera amistad, pero no estaba segura de que fueran recíprocos.

De repente, oyó una voz detrás de ella-¿Te importa si me uno a ti?- Rangiku se dio la vuelta y vio a Son Goku, allí de pie con una pequeña sonrisa en la cara, era como si su propia mente lo hubiera invocado.

Rangiku se encogió de hombros-. Como quieras- dijo, tomando otro sorbo de sake.

Goku se sentó a su lado y permanecieron en silencio. Rangiku siempre había encontrado a Goku un poco extraño, con su sonrisa perpetua, no aterradora como la de Gin o enigmática como la del capitán Aizen, más bien era una sonrisa radiante, también tenía la costumbre de tararear para sí mismo. Pero había algo en él que la atraía, algo que no podía precisar.

-¿Qué se siente al ser teniente ahora?- pregunta con curiosidad y dando un sorbo al brebaje de sake que le han ofrecido.

La mujer se encoge de hombros-. Tengo más responsabilidad de la que me gustaría, pero sienta bien que mis esfuerzos den sus frutos, ¿sabes?

-Entiendo, es agradable que te reconozcan de vez en cuando- dice dejando escapar un suspiro.

-Nunca te ha gustado ser el centro de atención, desde que nos conocemos siempre has sido algo reservado- dice arqueando una ceja.

-No hace mucho que nos conocemos, ¿qué son tantos años en un lugar como este? El tiempo no pasa hasta que te fijas en él- dijo en voz baja.

-Dime, ¿qué te ha hecho ser tan perceptivo? Eso sólo lo hacen los hombres a los que les han roto el corazón, ¿te lo han roto a ti?- pregunta juguetona, esperando una respuesta negativa.

La expresión de Goku se ensombreció ligeramente, y Rangiku se dio cuenta de que había tocado una fibra sensible.

-Digamos que algo aproximado, pero evitó pensar en ello... Admito que el tiempo pasó muy rápido para mí desde entonces- dijo tomando otro sorbo de su sake.

Rangiku se dio una bofetada mental por su impertinencia-. Siento oír eso. Si alguna vez necesitas hablar, sabes que siempre estaré aquí para ti- dice sonriendo con simpatía.

Goku volvió a sonreír, pero Rangiku se dio cuenta de que seguía dolido. Sintió una punzada de tristeza en su propio corazón, que no podía explicar, pero era algo incómodo.

Colocó una mano en el muslo del azabache que lo hizo erizarse-. Goku, yo...

-Creo que debo irme- dice levantándose bruscamente-. Fue un placer compartir contigo, Rangiku-san.

Sin darle una explicación lo observa alejarse, la mujer no entiende su acción pero si le molestó.

Goku, por su parte, aún no se recuperaba de su ruptura con Yoruichi. Ella lo había abandonado en la Sociedad de Almas, dejándolo con el corazón roto. No quería volver a exponerse a ese tipo de dolor, así que ignoró lo que interpretó como indirectas de Rangiku.

"Lo siento", pensó con remordimiento.

Fin del capítulo 19.

Este estaba algo enfocado al romance, era difícil describir a tipos como Kenpachi o Byakuya de esta manera pero era posible, y pensar que Unohana sería la pareja de Goku en mi concepción original de este fic, también se nota que este último sigue un poco liado con lo de Yoruichi pero al menos ya hay una ligera tensión con Rangiku.

Hace falta acción, lo sé, llegará pronto y en grandes cantidades.

Voten, compartan y todo eso.

Adiós!

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