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1-Manzana

La pequeña albina sostenía la manzana frente a ella, se moría de ganas de comerla, verla ahí tan roja, brillante y jugosa y no poder comerla era como una tortura.

— ¿Falta mucho? Ya quiero comerla. — comentó la pequeña niña de unos 12 años.

— Ya casi. — murmuró con la tapa de su pluma en la boca.

Unos minutos más y el de cabello y ojos negros terminó aquel dibujo, Perez Arlina aplaudió antes de lanzarle la primera mordida a la manzana, esa era su recompensa por haber ayudado con la tarea de su primo.

— ¿Que te parece? — preguntó con la libreta a la chica, vio el dibujo hecho a lápiz y quedó completamente maravillada.

— ¡Me encanta! — dijo con la boca llena. El chico sonrió y sacó otra manzana de su mochila para entregársela a la albina.

Emprendió camino a la universidad y llegó justo a tiempo, como siempre sus ojos se fueron a la última fila donde estaba aquella chica de ojos grises y cabello rojo realmente largo, ella no notó la mirada y el continuo a su lugar auto asignado en la fila delantera.

La clase transcurrió con normalidad y
mientras Becker prestaba más atención al dibujo de Eris -asi se llamaba la chica sentada en la última fila- que a la clases y pasó aquello que cualquiera temía, la maestra le hizo una pregunta.

— ¿Conoce la respuesta? — preguntó la anciana malhumorada que tenía título de maestra de arte.

— ¿Me puede repetir la pregunta?

— ¿Conoce el nombre del Autor de esta pintura? — entonces Becker miró el cuadro que estaba presente gracias al proyector. Dos personas que se besaban con mucha pasión casi encima de la mesa en la que deberían estar comiendo.

Sabía la respuesta.

Era un nombre corto de hombre.

Un nombre que el no recordaba en ese momento.

— Quiero ayudarle. — dijo una chica del salón. La maestra suspiró y asintió.

— Ron Hicks, ese es el nombre del artista. — respondió de manera segura, Becker miró de reojo y quien hablaba era Eris. La chica de cabello rojo lo había salvado.

— Bien. — dijo la maestra y continuó con su explicación.

Becker miró a Eris que le sonrió de manera dulce haciendo que el se sonrojara. La clase termino y el de cabello negro salió casi disparado por la puerta.

En el comedor se encontró con sus amigos, Ashido Mina quien estudiaba química y Angel Álvarez, estudiante de ingeniería eléctrica.

— Parece que viste a un fantasma. — se burló Mina de su amigo. La chica asiática de cabello rosado y piel naranja por el bronceado artificial que tanto le gustaba sonrió.

— ¿la diosa del caos te ignoro? — cuestionó el rubio.

— ¿Ya le pediste a Maria su número?

— Un día de estos... — Murmuró frunciendo el ceño. Angel había olvidado que su amigo también tenía material para molestarlo.

— Ella respondió por mi una pregunta y luego me sonrió. Nunca había escuchado que dijera otra palabra además de "presente"

— Está en shock. — susurró Ángel.

— Quizás imagina su vida junto a ella.

Amos rieron.  Les encantaba molestar al chico que pocas veces le interesaba defenderse.

Comieron en silencio revisando sus celulares en distintas cosas, Ángel miraba memes, Mina compraba cosas en internet y Becker buscaba información sobre Ron Hicks. La mayoría de sus cuadros tenían a dos personas besándose de manera apasionada.

El deseaba que Eris y el se besaran como si estuvieran en un cuadro de Ron Hicks.

Tomó su lápiz y su libreta, empezó a trazar líneas que conforme agregaba más tomaban la forma del rostro de Eris sentada dos mesas más allá. Estaba sentada con Maria y Kenneth Lane. Los tres reían mucho.

Becker quería captar la hermosa sonrisa que ella le regaló en la clase de historia del arte, su sonrisa era demasiado perfecta y aunque el no podría hacerle justicia a una obra de arte tan perfecta debía por lo menos intentarlo.

— Beck, pedí unos pinceles nuevos para ti. — comentó Mina sacándolo de su trance Justo a tiempo, había terminado el dibujo y le había quedado hermoso si el mismo podía decirlo.

— Gracias. Los necesito.

— ¿Que hay ahí? — cuestionó Mina arrebatándole la libreta a la que el no hizo mucho esfuerzo por recuperar.

Mina se quedó ojeando los dibujos que había en ella, unos de Arlina, otros de el cielo, plantas, comida y el último. El que acaba de hacer de Eris Corona

Cerró sus ojos negros esperando el bullying de la chica, pero no llegó.

— Es demasiado hermoso. Ahora que los imagina juntos soy yo.

— Tu me shipeas hasta con Ángel.

— Cierto.

Mina le regresó su libreta y Becker se puso de pie de camino a la cesta de frutas que los estudiantes de nutrición siempre colocaban en la cafetería, buscaba una manzana para llevarle a Arlina y así no tendría que comprarla esta vez.

En la cesta quedaba una última roja y jugosa manzana. Y antes de tomarla alguien más ya la había arrebatado.

— ¡Perdón! ¿Querías la manzana? — dijo esas dulce voz que lo paralizó, la manzana estaba entre los dedos de Eris . El no dijo nada. — Perdona, no debí entrometerme en la pregunta de la maestra.

Becker tragó grueso y se armó de valor para hablarle. Aquellos ojos grises no dejaban de mirarlo y eso lo hacía estar nervioso.

— No— habló por fin — descuida. Te lo agradezco, me salvaste de la bestia.

Y ella rió, haciéndolo temblar.

— Toma. — le dio la manzana — Siempre tomas una, no quiero quitarte eso. Nos vemos Becker.

Y Eris se fue, dejándolo estático con la manzana en la mano. Feliz porque ella conocía su nombre.

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