Welden Hawkins, L. (?). En casa [pintura].

-¿Quién debe vivir ahí?
-Eres demasiado entrometido para tu propio bien.
-No es intromisión, es curiosidad. ¿Alguna vez has visto a alguien salir de esa casa?
-Yo que sé... No me he fijado.
-Mientes. Nunca has visto a nadie, pero esa luz... ¿Los humanos no usan...? Mmm... ¿Cómo se llama esa cosa que se deshace con el fuego?
-Es un artilugio humano para dar luz sin más, ¿Por qué le das tanta importancia? Sea quien sea tiene muchas agallas para venir a vivir aquí.
-Pero, hermano...
-No quiero oír una sola palabra más, hermano. No te vas a acercar a esa casa ni vas a hacer más preguntas a nadie, ¿me entiendes?
-¡No! ¿Cómo es posible que no sientas interés por ver lo que hay detrás de esa ventana? ¿Qué es lo que produce esa luz? ¿Por qué no hemos visto nunca...?
-¡Grrr! ¡Te lo advierto una última vez! Si vuelves a preguntar te arranco la oreja.
-Sí, alpha...

Los dos lobos se alejaron de la casa a trote ligero. Tenían que volver con la manada e informar que no habían encontrado comida, pero el más joven no podía dejarlo estar. Al girar la cabeza para mirar una última vez a través de la ventana vio un extraño resplandor que lo hizo detenerse. La ventana estaba abierta y por ella asomaba algo de color grisáceo.

-¡Corre!

Para cuando ladró la advertencia su hermano yacía frente a él, gimiendo de dolor. Una mancha roja se iba extendiendo por su pelaje, cuanta más sangre perdía más rápido se apagaba la vida en sus ojos. Se volvió de nuevo hacia la ventana, enseñando los dientes y gruñendo, dispuesto a saltar por el hueco y matar al culpable de aquello. El brillo del cañón de la escopeta y la bala que salió por él fueron más rápidos que el animal. Lo último que oyó fue a un humano guardando el arma y mascullando "malditas alimañas".

La curiosidad mató al lobo.