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Todo comenzó un día como cualquier otro, Jimin estando cansado de cumplir con la misma rutina de todos los días, pero de todos modos bajando a la tierra para enamorar a dos corazones, o tal vez serían tres, que estuvieran vacíos y solitarios. Amaba lo que hacía, realmente disfrutaba de ver a las personas encontrar felicidad gracias a él. Pero con el tiempo, al terminar el día de trabajo, se sentía bastante incompleto y hueco viendo a todos irse acompañados para que él volviera a casa solo, como había sido siempre.

En su día a día observaba a personas de todo tipo encontrarse, pero él jamás encontraba nada que lo hiciera feliz más allá de su trabajo. Cuando se empezó a sentir así, al principio intentó no prestarle tanta atención. Había nacido para eso. Era su destino, ¿por qué molestarse en buscar otras cosas? Sabía que no se le tenía permitido buscar otro camino. Estaba prohibido que se enamorara o hiciera otros planes para su eterna existencia, pues de él dependían las relaciones de los humanos.

A veces odiaba a los humanos por tener que rendir su vida entera a ellos, pero luego recordaba que ellos ni siquiera tenían idea de su existencia y superaba su pequeño momento de odio. Los pobres no sabían nada acerca de lo que realmente se escondía detrás del amor. No estaban enterados de que sin aquel ser inmortal de rizos rubios nadie conocería lo que era el amor.

Ese día Jimin se paseó por la tierra pasando desapercibido como otro humano más. Uno muy guapo que atraía la mirada de todos inevitablemente, pues su apariencia no era de ese mundo y era imposible no caer por él. Pero aún así nadie podría imaginar lo que realmente era.

Era un día soleado y fue por un helado a la plaza para tomarse un respiro, pues por más que mirara dentro del corazón de las personas, no encontraba ningunos que coincidieran unos con otros para que él pudiese usar su poder sobre ellos.

Entonces, en cuanto recibía con una leve sonrisa el cono con helado de fresa que había pedido, a lo lejos sintió la presencia de un corazón tan solitario que llamaba por algo de compañía muy insistentemente, tirando de las cuerdas del poder de Jimin con una fuerza absolutamente desgarradora.

Jimin volteó su cuerpo hacia donde sentía tan intensa presencia, buscando con sus ojos al causante de la abrumadora sensación que le generaba la ansiedad de poner en marcha sus poderes cuanto antes. Y entonces en cuanto alzó la mirada, como si el mundo entero entrara en slow motion unos segundos, el tiempo parecía negarse a avanzar cuando aquel mortal alzó los ojos al mismo tiempo que Jimin, como si desde antes hubiera esperado que se miraran, sus ojos encontrándose de manera atenta e intensa desde la lejanía.

Jimin intentó ver en el corazón del mortal quién era la persona adecuada para él, y buscando cuál corazón coincidía con el de ese castaño de ojos grandes, brillantes y profundos, se dio cuenta de algo que hizo que alzara ambas cejas, abriera sus ojos como nunca antes ante la intimidante mirada negra del humano, y que finalmente entre abriera su boca sin poder creerlo. Un punzante dolor en su pecho extendió un escalofrío por su cuerpo entero, y se estremeció con su mirada en la del humano desconocido, porque sus poderes le decían que el corazón del humano coincidía con el suyo propio. Que estaban destinados. Que serían bueno el uno para el otro, que era cosa del universo, el cual se había movido por ellos.

Jimin no podía creerlo. Realmente, sin buscarla, había encontrado a su alma gemela en el momento menos esperado.

Siempre había usado sus poderes en otros, pero quién iba a decir que en su trabajo, un día se daría cuenta de cuál era el corazón que le pertenecía al suyo.

Y así, sintiendo sus mejillas ponerse calientes al notar que aquel castaño no dejaría de mirarle fijamente, fue como si una flecha se enterrara directamente en su corazón. Había caído por el veneno amoroso de su propio aguijón.

Ese día no lo soportó, no soportó el calor en su pecho y la calidez de su corazón. Huyó de ahí y se refugió por un largo tiempo lejos de la tierra, siendo incapaz de enfrentar el hecho de que había encontrado a su otra mitad.

Se negaba a ir a ver a los humanos, pero ni dejando de ir a la tierra podía librarse de aquel intrigante castaño, pues aún podía sentir al corazón abandonado de ese hombre gritarle por ayuda. Lo llamaba como ningún otro mortal, de una manera tan pura y fuerte. Tan intensa. Jimin estaba perdiendo la cabeza.

Tuvo que volver, sin saber si le encontraría en el mismo lugar de antes. Pero realmente necesitaba verle, no podía seguir ignorando sus llamados como si nada. Ese hombre estaba herido emocionalmente, muy en lo profundo de su corazón. Y entonces Jimin también lo estaba.

Jungkook estaba exactamente en el mismo lugar de la primera vez que lo vio, dibujando tranquilamente en aquel banco de madera, bajo la sombra de un árbol. Y nuevamente, como si lo hubiera sentido y tal como pasó la primera vez, alzó su mirada al mismo tiempo que Jimin y entonces, sus ojos chocaron de manera eléctrica.

Ese día Jimin sólo lo vio desde lejos y se llevó una gran sorpresa cuando el castaño le mostró a lo lejos el resultado de sus dibujos, pudiendo reconocerse a sí mismo, sus rizos rubios y labios gruesos, en aquellas hojas blancas.

Jimin sólo pudo sonreír sinceramente hacia el hombre, sonrojándose intensamente al recibir una sonrisa cariñosa de regreso.

Y luego de ese día no pudo volver a faltar para poder verlo. Después de ese día se le hizo imposible no necesitar verlo.

Se la pasaba horas pensando en lo bien que se sentía aquel apretón en su pecho, aquella sensibilidad que se extendía por su cuerpo de sólo pensar en él.

No pudo dejar de ir a ver a su mortal, y sabía que él también se alegraba de verlo, pues sus poderes le mostraban que él ya no se sentía solo. Que ahora tenía una compañía y esa compañía era él.

Muchos dicen que jamás se hablaron, que sólo se dedicaron miradas de un amor que siempre sería imposible, y que luego los dioses superiores a Jimin se enteraron de que estaba desobedeciendo las leyes, matando al humano enseguida para que no distrajera al dios Jimin de sus deberes. Una historia muy triste, en realidad.

Pero otros dicen que les fue inevitable no acercarse, que se hicieron los corazones más cercanos de todos. Que compartieron sus dolores, alegrías y pasiones. Que se enamoraron y huyeron a un lugar lejos de la tierra, tan oculto que ni los mismos dioses podrían encontrarlos o molestarlos.

Hay muchas teorías que afirman que el dios del amor, al considerar que ya los humanos habíamos conocido mucho del amor y cómo funcionaba, lo dejó todo por escapar con su amor. Otras que cuentan que nunca estuvo seguro de si las cosas funcionarían si se iba, pero que le importó demasiado poco, ya que entre sus deberes y Jungkook, él siempre escogería a Jungkook, el amor de su vida.

¿Y cuál es la verdad?

La verdad sólo ellos la saben.

Tal vez, en aquel mundo oculto que sólo ellos conocen, los amantes estén enredados entre mantas juntos.

— ¿Otra vez están escribiendo sobre nosotros? — riéndose dulcemente, Jungkook dejó una taza de café en la mesita de noche, sentándose a la orilla de la cama sin quitar sus fascinados ojos de encima de Jimin.

— Sí, mi vida. — sonrió Jimin desde la cama, con su torso desnudo y aquel periódico entre sus manos —. Y en algo tienen razón, a menudo pienso en la manera en la que haces que mi corazón duela tan malditamente bien. Eres el sentimiento más increíble que he experimentado.

Extendiendo una sonrisa dulce, Jungkook se inclinó hacia Jimin y tomó su rostro, aquel rostro con una belleza imposible de asimilar para los humanos, y entonces apoyó sus frentes juntas de manera íntima.

— ¿Crees que no me pasa lo mismo? Nene, me nublas completamente de ti. No existe otro lugar que llene mi corazón, sólo tú. — tiernamente, Jungkook acarició la nariz de Jimin con la suya —. Te amo.

Ambos rieron felices, mirándose a los ojos de manera atenta.

— Te amo más, mi mortal bonito. — susurró sobre la boca de Jungkook, abrazándose a su cuello y dedicándole una fija mirada sincera.

— Nop. Yo más, mi dios. — jugueteó con la boca de Jimin de manera suavemente, al final uniendo sus bocas de manera estremecedora, lenta y paciente como una infinita caricia —. Te amo. Te amo. Te amo.

El dios Jimin y el mortal Jungkook dejarían todo el uno por el otro. Le darían la espalda al mundo si era necesario, pero siempre estarían juntos.

(...)

Estaba aburrida y se me ocurrió esto.
Si alguien lee, muchas gracias! 🐥🥺💗💖💖🥺🥺🥺🥺🥺🐥

Dedicado a: jiminiboo 🥺🥺🥺🥺🥺🥺💖💖💖💖💖💖🐥🐥🐥🐥🐥🐥💗💗💗💗🐥🐥

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