Sorpresa (capítulo final)
Jen
Las vacaciones de navidad llegaron. Vega junto con sus padres se fueron a Atlanta para pasar las fechas con la familia por parte de Fred.
Milly y su madre decidieron ir a California, de donde es originaria Katty.
Yo entrenaba todos los días y justamente hoy estaba por hacer mi maleta para irme a Miami con Dim. Mi papá me dio su autorización a regañadientes porque deseaba pasar Navidad conmigo así que Dim y yo decidimos que en Año Nuevo estaríamos en Macon con mi familia.
Hace dos semanas que había tomado terapia como me lo sugirió Dim y después de tres sesiones apenas pude hablar un poco sobre mi pasado.
Bethany no se había aparecido desde el incidente en el campamento y la policía indicaba que lo más seguro es que se había fugado del estado.
No me sentía tranquila, pero al menos estaba en la seguridad de una familia, bajo su protección.
En eso, mi móvil sonó y revisé la notificación: Bastardo arrogante.
¿Sabes qué día es hoy? Nuestro primer mes de novios, pequeña bestia olvidadiza.
En definitiva, ya había pasado un mes desde que empezó nuestra relación. El caso era que yo no me fijaba en esos detalles, no me preocupaba cumplir mes tras mes, me parecía absurdo y ridículo, pero Dim tenía un lado romántico enorme y en el fondo de mi corazón me gustaba.
Así que no quería ser aguafiestas e indiferente con estas cosas cuando a él le nacía hacer todo lo posible porque yo estuviera cómoda a su lado. Le contesté:
No lo olvidé, modelito de calzones. De hecho, compré algo lindo para ponerme.
Bastardo arrogante:
A ver cuánto de dura puesto o inmaculado.
Me reí y le respondí:
Jen:
Primero una cena, pervertido.
Bastardo arrogante:
Por supuesto, cariño. Necesitarás energía para aguantarme.
Me carcajeé aún más fuerte.
Jen:
Eres un arrogante engreído.
Bastardo arrogante:
Pero no negaste lo de la energía. Paso por ti a las siete.
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Me miré al espejo con mi vestido negro. Era pegado al cuerpo y con una manga larga muy sexi. Las zapatillas las mandé a volar y me puse mis botas de charol de estilo rudo. Estaba lista y me sentía hermosa.
Dim me mandó mensaje, no tardaba en llegar. Salí de mi habitación y corrí escalera abajo. Sarah se encontraba en la cocina, preparando las galletas de jengibre—las favoritas de papá—y Chip aun no llegaba de sus entrenamientos de natación, estaba decido a romper su récord de dos minutos con diez segundos.
—Santo Dios, Jen, sí que brillas hoy, cariño.
La pena que antes me daba con Sarah ya había desaparecido.
—Dim se puso histérico porque hoy es nuestro aniversario de un mes y yo lo olvidé.
Sarah se rio con gracia y acarició mi cabello.
—Pásenla bien.
El timbre de la puerta sonó y las mariposas de mi estómago revolotearon más fuerte.
—Es él.
Corrí a la puerta, acomodé mi cabello hacia atrás y abrí. Mi garganta se cerró al ver lo atractivo que Dim Kelly lucía hoy. Camisa blanca de seda, pantalones caqui y botas marrón. Se miraba tan elegante y guapo.
Su mirada gris me repasó de la cabeza a los pies y sonrió.
—Estás preciosa.
—Lo sé.
Kelly se rio mientras sus manos viajaban a mi cintura para atraerme a él y besarme. Saludó a Sarah y después nos retiramos.
Quedé de llegar a las doce en punto a casa.
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Dim
Subimos por el elevador y rogué dentro de mí que ojalá le gustara la sorpresa que le había preparado.
Tomé de su mano cuando las puertas se abrieron y caminamos rumbo a la puerta de mi departamento.
— ¿Qué haremos el próximo año? ¿Seguirás en Macon?
Entramos.
—No lo sé y no quiero preocuparme de eso esta noche. Anda, te tengo una sorpresa.
Guíe a Jenedith hasta el balcón, el camino de rosas y luces la fue emocionando hasta encontrar en el exterior una cortina blanca que simulaba una casita con cojines, una canasta con la cena y vino.
Aún no decía nada y la abracé por detrás para plantarle un beso en la cabeza.
—Feliz aniversario de un mes.
Escuché una risita. Sabía que a Jenedith le parecía demasiado cursi todo esto, pero al mismo tiempo me daba la impresión de que le gustaba y yo era feliz por eso. Jamás me había preocupado por hacer este tipo de cosas que hasta yo quedé sorprendido por el resultado.
—Esto... Dim... esto es... —se giró sobre sus talones y sus ojos marrones me encontraron—. Hermoso. Gracias.
Me rodeó por los hombros y sonreí satisfecho por su respuesta.
—Estoy dispuesto a hacer cualquier cosa por ti, Jenedith.
De pronto, escuché como empezó a sollozar, escondiendo su rostro en mi cuello, pero era evidente que estaba llorando.
—Joder, oye, oye, Jenedith ¿Qué ocurre?
Levantó su mirada cristalina y me sonrió con mucha ternura.
—Te quiero mucho, Dim, mucho.
Le devolví la sonrisa mientras acariciaba su mejilla.
—Y yo te quiero a ti, Jenedith.
Sentí que se puso de puntillas y me besó los labios. La llevé hasta mi intento de casa que improvisé con una cortina blanca y nos recostamos sobre los cojines.
Me besó con más intensidad y me entraron unas malditas ganas de follarla con el vestido puesto, le hacía un trasero infernal.
—Cenemos —apenas y pude decirle para autocontrolarme.
Si soy honesto, todo esto lo monté en dos horas, así que la comida era de un restaurante mexicano que le gustaba mucho a Jenedith por la fajita que servían.
—Algunas chicas del instituto me han hablado para preguntarme si tenemos algo —cometa Jenedith antes de darle una mordida a su taco.
—Me da igual si se enteran o no. No quisiera ocultarte, Jenedith, pero si tú quieres permanecer anónima lo respeto.
—Por el momento sí, sería incómodo que el instituto se enterara de lo nuestro. No quiero sonrisas y felicitaciones hipócritas.
No pude evitar reírme.
—Lo entiendo, tenerme de novio no es nada sencillo.
Enarcó una ceja y me dio un golpe en el brazo.
—Deja de ser tan arrogante.
—Solo digo que podríamos tomar una actitud más relajada ante las habladurías. La gente siempre hablará, Jenedith. Aprendí a que me valiera toda la crítica negativa, es mi vida.
Miré que torció sus labios cubiertos con un labial rojo brillante.
—Yo no, Dim, no sé cómo podré tomarlo y me aterra.
Tomé un poco de vino y asentí.
—Entiendo. No estoy diciendo que lo enfrentemos ahora, pero tal vez más adelante.
— ¿Esperas pasar mucho tiempo conmigo?
La miré detenidamente.
—Espero una vida contigo.
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Después de la cena estuvimos bailando al ritmo de Nickelback con Far Away. Sentía la respiración cálida y tranquila de Jenedith y por un momento nos miramos a los ojos, la conexión era mutua, genuina y llena de ilusión.
No sé lo que nos deparaba la vida, pero deseaba que Jenedith se quedara a mi lado. Era todo lo que quería para mí y esperaba ser suficiente para ella.
— ¿Quieres ir a la habitación? —sugerí, apoyando mi frente en la suya.
Sonrió.
— ¿Acaso quieres quitarme el vestido?
No pude evitar reírme con suavidad. Últimamente, después de sus entrenamientos veníamos a mi departamento a follar. Mis tardes eran de gloria.
—Puedo hacerte mucho sin quitártelo.
Se sonrojó al instante.
—Andando, modelito de calzones.
Me agarró de mi camisa sin ninguna pizca de delicadeza y trastabillé un poco por todo lo que tuve que inclinarme hacia adelante.
—Carajo, Jenedith, no modelo en calzones.
—En la habitación sí lo haces.
Admito que su actitud salvaje me la puso dura.
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Jen
Un Sonido a lo lejos, un movimiento muy cerca de mí me despertó poco a poco. Levanté la cabeza cuando escuchaba una discusión afuera de la habitación. Era la voz de una mujer y Dim.
Parpadeé y pegué la sábana a mi pecho. El nivel de voces era algo elevado y parecían molestos. Busqué mi ropa interior para ponérmela, me levanté de la cama y tomé el vestido que había regado en el suelo para dormir desnuda junto a Dim.
Al verme con ropa decente, me acerqué a la puerta con cuidado.
— ¿Crees que voy a creerte? No nos hemos visto desde hace más de cuatro meses.
—Yo vine aquí a decirte la verdad y enfrentarte de una buena vez.
—Maldición, Giselle. No creo nada de esta mierda.
¿Qué estaba sucediendo? ¿Quién era Giselle?
Abrí la puerta y salí en silencio por el pasillo hasta encontrar la figura alta de Dim y a una mujer casi de su misma altura, piel bronceada, cabello enchinado en color castaño, preciosa y con un vientre hinchado.
Fulminaba a Dim con la mirada y él estaba más que furibundo.
—Yo no soy el padre y lo sabes.
—Claro que sí, ¿Quieres pruebas? Aquí están.
Le lanzó un sobre blanco al pecho y él lo tomó antes de que cayera. Mis piernas temblaban y me estaba costando respirar con normalidad.
Dim rompió el sobre y desdobló el papel para mirarlo. Después de unos segundos dirigió su mirada a la chica.
—Pero...
—Tu madre me dio un cepillo con cabellos tuyos para confirmar que este bebé que espero es tuyo.
Mi corazón se partió en dos y caminé hasta que ambos notaron mi presencia. La cara de Dim cambió de desconcierto a terror, y la chica me dedicó una mirada mordaz, como si se sintiera demasiado superior a mí.
— ¿Vas a ser padre?
El tono de mi voz era tan frágil, tan quebrado como yo lo estaba en ese momento.
—Por eso estoy aquí, niñita. Dim Kelly es el padre del bebé que estoy esperando.
Continuará...
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