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La pesadilla empezó

No estaba entendiendo a qué se refería con eso último.

—Déjate de frases incoherentes y explícate —exigí exacerbada.

Aventé mi mochila deportiva a sus pies y él se hizo a un lado con una sonrisa ladina.

—Cuantas ansias, Roux —se ríe y saca de su chamarra de mezclilla un sobre blanco y lo extendió.

Fruncí el ceño y le arrebaté el sobre para abrirlo. Había una especie de papel fotográfico y al descubrir lo que exponía esa foto me quedé como estatua, la sangre se me congeló, mi corazón se detuvo y deseaba poder regresar el tiempo para haber evitado ir a ese lugar con Bethany. Estaba claro; el lugar del que salíamos, mi madre y yo caminando con atuendos excesivamente cortos y vulgares, esa era yo y no había duda.

Por un segundo noté que mis brazos temblaban del miedo que me estaba dominando. Levanté la vista para encontrarme con esos ojos humeantes que deslumbran por tenerme en sus asquerosas manos.

— ¿Co-cómo es que tú...?

Me sonreía como un demonio a punto de conseguir su nuevo conducto para esparcir su maldad.

—Yo estuve en el lugar correcto y tú en el equivocado.

Esto no podía estarme sucediendo, no con Dim Kelly, no con este maldito bastardo arrogante que lo único que vino hacer fue a fastidiarme la vida.

Rompí la fotografía en mil pedazos y él se carcajeó como todo un antagonista malévolo.

— ¿Crees que no tengo copias, pequeña bestia?, no subestimes mi inteligencia.

Lo sujeté de la chaqueta de mezclilla y lo azoté contra los casilleros para ponerme a la altura de este pedazo de mierda, no iba a lograr a intimidarme.

Nadie volvería a pisotearme.

—No te pases de listo conmigo, cabrón —gruñí—. Más te vale mantener la boca cerrada si no...

Me tomó de las muñecas y me desequilibró por completo para caer sobre las bancas que estaban en el centro del vestidor, se colocó sobre mí y sus ojos me penetraron como nunca nadie lo había hecho.

     —Tus amenazas me hacen apenas cosquillas —susurró muy cerca de mi rostro—. No te hagas la ruda conmigo, Roux, porque tengo muchas fotos como esas, cientos —elevó las cejas y yo aligeré mi tensión del miedo—. Las suficientes para mandarlas a cada uno de los estudiantes y maestros de este asqueroso instituto, así que será mejor que te portes conmigo de una manera más... servicial.

     Le escupí en la cara y me lo quité de encima.

     — ¡Cerdo asqueroso! Ahora mismo iré con el director y...

     —Ah-ah.

     Tenía el móvil en sus manos y me detuve en seco.

     — ¿Qué haces? —espeté, girándome sobre mis talones para acercarme.

     —Solo un botón y las fotografías serán enviadas.

Imposible, ¿Cómo consiguió las direcciones de correo o números de todos?

     —Estás mintiendo.

     Enarcó una ceja y torció su sonrisa.

     — ¿Quieres ver que no?

     Intenté quitarle el móvil pero atenazó mi muñeca. Estábamos forcejeando hasta que lo golpeé otra vez contra los casilleros, mis lágrimas estaban cayendo por mis mejillas de la impotencia, no iba a lograr convencerlo de que las borrara y la fuerza bruta tampoco me ayudaba en nada.

     Me estaba debilitando tanto que caí al suelo derrotada y él todavía sujetaba mi muñeca. Oculté mi rostro de desesperación y consternación por sentirme como animal enjaulado, controlado y dominado ante su dueño.

     —Ya era hora que alguien te pusiera una correa —se hincó frente a mí con esa maldita sonrisa despreciable y que me daban ganas de borrarle de un puñetazo—. Y ese seré yo.

     Mis lágrimas ni si quiera lo removían para hacerlo sentir compungido.

     —Jamás pensé que hubiera tanta crueldad... —mi voz se entrecortó y lo miré a los ojos—. En alguien con un rostro como el tuyo.

     Chitó.

     —Todos tenemos máscaras, Roux y estás conociendo la mía.

     No podía con esto, me estaba sobrepasando y temía por dar el siguiente movimiento y detonar a Dim Kelly a que enviara esas fotografías a todo el instituto.

     — ¿Qué quieres?

     Me dedicó una media sonrisa de victoria combinada con malicia pura.

     —Ya nos estamos entendiendo.

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     Lo primero que me obligó a hacer fue entrar a su auto con él, de mala gana lo hice y me comuniqué con las chicas para decirles que haría algunos pendientes por mi cuenta y también me reporté con Chip.

     Mi mente carburaba mil ideas para resolver esto y cuando fui consciente llegamos a un café.

     Me desconcertó el lugar y volteé a verlo.

     — ¿Qué haremos aquí?

     Me miró con una sonrisa malvada.

     —Hablaremos de lo que harás para mí.

     —Maldito pervertido —murmuré.

     Logró escucharme, se río sin abrir la boca y una mirada altiva se asomó en él.

     —Como si tuvieras mucha suerte.

     Entramos al local de café y pedimos una orden, aunque en realidad, yo no quería consumir nada en este momento, pero Kelly pidió dos frappés para ambos.

     Rodeé los ojos y nos acomodamos en una mesa para dos al lado de una pared de cristal. Me crucé de brazos sobre la mesa y él tomó una postura más relajada, tenía en su boca una de esas paletas de cereza como de costumbre, estiró una de sus largas piernas por debajo de la mesa y posó uno de sus brazos detrás de la silla.

     Nuestras miradas se encontraban en una lucha por dominar hasta que cedí y desvié la mirada.

     —Habla, modelito de calzones —exigí.

     Sus labios se curvearon en una sonrisa fanfarrona.

     —Que fastidiosa eres, deja que nos traigan los frappés y hablaremos.

     Resoplé.

     —No tengo tu tiempo, imbécil.

     Elevó sus alargadas cejas y pasó una de sus manos por sus cabellos dorados.

     —Vas a tenerlo de ahora en adelante para mí.

     Hice un mohín y me recargué en la silla. La chica que nos vino a dejar nuestro pedido reconoció al modelo engreído y le pidió un autógrafo en una servilleta, el ojos grises parecía andar de buen humor y le firmó el papel blanco para al final dedicarle una sonrisa encantadora.

     Hasta para actuar era bueno.

     —Bastardo —farfullé.

     El chico tomó un sorbo de su frappé e hizo una expresión de aprobación.

     —Creí que sería una mierda de café pero resultó pasable —crítica el egocéntrico.

     —Habla de una maldita vez —repliqué.

     Dejó el vaso sobre la mesa y me miró fijamente a los ojos, nos quedamos un momento en total silencio a pesar de los ruidos externos.

     El murmullo de las personas a nuestro alrededor, los aparatos de la cocina preparando las ordenes de café, la campanita de la puerta al abrirse, los autos pasar por la calle que teníamos en frente de la pared de cristal.

Era una tarde para nunca olvidar por lo mal que estaba terminando.

—Para empezar... todo esto vas a tener que callarlo porque si hablas despídete de esa patética reputación de chica fuerte y honorable. Cambiarás de lugar en la clase de literatura —tira el segundo dardo—. Detesto esa materia y durante los exámenes tendrás que estudiar por los dos.

Hijo de perra.

—Harás todas mis tareas, absolutamente todas —prosigue ordenando—. No perderé mi tiempo en cosas tan innecesarias como esas.

—Será porque eres un bueno para nada.

—Estás ante un modelo internacional que gana diez millones por año —su mirada narcisista se apoderó de su rostro—. ¿Crees que tu elección de adjetivos es correcta?, sé poner las cosas a mi favor y eres testigo de eso.

Reí escéptica.

—Si te jactas de poner las cosas a tu favor ¿Por qué eres obligado a estar en Macon?

Kelly movió ligeramente su mandíbula de un lado a otro y puso su cara de pocos amigos.

—Ese no es asunto tuyo —contesta saliéndose por la tangente.

Sus exigencias me estaban exasperando, pero sus respuestas secas aún más, y eso parecía darle gracia.

— ¿Algo más? —refunfuñé.

—Claro que hay más —responde—. Serás mi esclava en pocas palabras.

Esto estaba convirtiéndome en un volcán a punto de estallar.

—Tengo una vida, Kelly ¿Cómo es posible que me dedique a mis cosas y luego a las tuyas?

—Ese no es mi problema, arréglatelas como puedas o si no tendré que proceder a exponer tu penoso secretito.

Pasé mis manos entre mis cabellos y los sacudí.

—No puedes hacerme esto, no es justo ¿Por qué yo?

Frunció el ceño.

—Porqué fuiste tú quien me golpeó e intentó ponerme en ridículo, agregando que te encontré en el lugar adecuado para chantajearte a mi antojo.

—Eres un desgraciado.

—Y tú mi esclava.

Me dejé caer en el asiento desesperada por esta situación y de pronto, me vino como golpe a la cabeza:

—Chip —recordé como mi última alternativa—. Él va a enterarse si me ve contigo y hará algo al respecto para alejarme de ti.

Se rio sin ganas.

—Ay, pequeña bestia —expresó con pena fingida—. Me tiene sin cuidado lo que haga esa papa frita, tú eres mía de ahora en adelante y harás lo que yo te orden ¿Queda claro?

La pesadilla apenas estaba dando comienzo, Dim Kelly era el villano y yo probablemente la protagonista a vencer.

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