Cicatrices en la piel
Jen.
Decidimos desaparecernos de la fiesta en mi honor. Todos estaban celebrando y bailando en casa de Beck que ni se dieron cuenta de nuestra ausencia.
Corrimos calle abajo tomados de las manos para subir al Mercedes de Dim y salir huyendo.
— ¿Te parece si vamos a mi departamento?
Los dedos de mis pies empezaron a moverse involuntariamente y asentí.
—Sí... un rato.
—De acuerdo, si cambias de opinión solo tienes que decírmelo.
—Bien.
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Me besaba con intensidad, como si todavía no fuera suficiente nuestra cercanía. Mis ganas de estar con él estaban haciéndose presentes, él provocaba esa seguridad en mí para dar ese paso que tanto miedo me había dado desde...
Me fue arrastrando hasta su habitación, la cual tenía impregnado el olor tan masculino y limpio de él.
—Puedes pararme en cualquier momento ¿De acuerdo?
Su voz ronca me hacía cosquillas en la entrepierna, joder, que manera tenía de excitarme.
—Sí.
—Quiero tocarte...
Sus ojos grises estaban dilatados y yo acaricié su cabello. Me sentía nerviosa porque él sintiera mi piel... ¿Y si no le gustaba?
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Dim
Mis ansias por tocarla se acrecentaban, me sentía duro y deseaba que ella me aceptara para ir más allá.
Seguí besándola sin que se resistiera, lo estaba disfrutando tanto como yo. Sus jadeos y pequeños gemidos que producía con pena eran audibles para mí. Empecé a frotarme sobre ella, entre su entrepierna, empujé suave mientras mi lengua invadía su boca para saborearla. Deslicé una mano por debajo de su falda hasta encontrarme con el elástico de sus bragas.
Mierda, no iba a parar si ella no decía nada, estaba perdiendo el juicio, quería arrancarle la ropa, ponerla en cuatro y hacerla mía esta noche. Que gritara mi nombre mientras la embestía con fuerza, pero eso tenía que esperar, ella es virgen, terminaría por lastimarla y hacer de esto la peor primera vez en su vida y yo deseaba ser el mejor para ella.
Quien mejor la tratara, quien mejor la besara, quien mejor la acariciara, quien mejor la follara. Joder, quería ser su número uno, que no tuviera comparación.
Subí la falda hasta su cintura y descubrí unas braguitas negras con un poco de encaje, carajo, me la estaba poniendo más dura.
—Joder, Jenedith. Vas a acabar conmigo.
Intenté moverla para verle el trasero, el judo le había ayudado a endurecer las nalgas y quería tocarla y sentirla, pero ella puso resistencia ante mi primer intento y yo retrocedí como si hubiera recibido una mordida.
— ¿Estás incómoda?
No respondió, solo se bajó la falda y yo me descoloqué totalmente. Creí que lo estaba disfrutando tanto como yo. Fui acercándome hasta plantarle un beso en la sien.
— ¿Estás incómoda por desnudarte frente a mí? Anda, Jenedith, habla conmigo.
Me abroché la camisa y me enderecé en la cama cuando ella se sentó. Estiré un poco la tela de mi jogger en esa zona aun palpitante y preferí hincarme frente a ella para evitar incomodarla por mi erección.
—No quiero que me veas desnuda.
Fruncí el ceño, a nuestro alrededor había una tenue luz, pero era suficiente para ver claramente nuestros cuerpos desnudos.
— ¿Por qué?
Ella jugueteaba con sus dedos, mi pequeña bestia estaba nerviosa. Es entendible, no ha tenido una infancia sana y estuvieron a punto de violarla cuando tenía nueve años. No iba a presionarla si ella no estaba segura, pero quería oír la razón exacta de sus labios.
—Es que... tengo... estrías muy feas.
No veía el inconveniente, sin embargo, por lo que observaba, para ella sí lo era. Joder, no podía creerse que yo sería capaz de rechazarla por algo así.
Tomé de su mentón para que me viera a los ojos. Brillaba de lo roja que estaba.
—No creo que sean feas.
Bufó y se cruzó de brazos haciendo un mohín de desagrado.
—Son horrendas, las odio.
— ¿Dónde las tienes?
—En mi trasero y algunas en mis... piernas.
Bien, entiendo que esté acomplejada, supongo que cualquier chica de su edad lo estaría, pero sinceramente no veía el problema, no iba a salir corriendo porque tuviera el cuerpo lleno de estrías.
Toqué sus piernas hasta viajar a sus caderas para que me viera.
—Mmm... pues si esas estrías horrendas como dices, son el resultado de este tremendo cuerpo que tienes por tu esfuerzo y dedicación, entonces yo las amo, no tienes que avergonzarte, Jenedith, jamás repudiaría tu cuerpo por las estrías. Así que espero que tú empieces a amarlas como yo lo haré, las tocaré y las besaré como loco.
—No son mi mejor atributo —dijo en un susurro mientras hacía trazos en la colcha con su dedo índice.
En ocasiones parecía más una niña que una bestia salvaje.
—Entonces yo me volveré fan de ellas. Serán mi obsesión.
Por su expresión, no la estaba convenciendo.
—Dim, tú has estado con modelos. Chicas con cuerpos perfectos.
Paciencia, Dimitri. Pasé mis dedos entre mis cabellos y la miré, me desesperaba un poco que no se viera como yo la veo a ella... perfecta.
—Jenedith... nada de lo que ves en esas pasarelas, en revistas o en Instagram es perfecto. Los modelos también tienen sus complejos y claro que tienen estrías, si no las ves es porque las retocan, editan sus fotos y todo lo que "no se ve bien", pero nada de eso es real. Sí, los modelos vivimos de nuestro cuerpo, pero somos igual de acomplejados como todas las personas.
Me miro escéptica.
—No me jodas ¿Qué complejo físico puedes tener tú?
Bien, llegó la hora, todo sea por ayudar a Jenedith a que confíe en ella. Desabotoné mi camisa de abajo hasta mostrar mi tatuaje en el costado de mi abdomen.
— ¿Ves mi atrapasueños?, míralo bien. Hay unas marcas debajo de la tinta que las oculta.
—Sí, las veo, ¿De qué son?
—Cuando tenía seis años un perro me mordió. No te diré la razón porque me avergonzaría, pero me mordió. Mis padres me llevaron al hospital y me atendieron lo más rápido posible.
Jamás se lo conté a nadie. Vi la expresión de terror en el rostro de Jenedith y yo solo sonreí.
—Dios mío.
—Imagínate, yo quería ser modelo, y con una marca así en mi cuerpo jamás me atrevería a modelar en ropa interior por lo grotesca que es. Eso pensaba a mis doce años —proseguí mientras ella me observa. Sentí la yema de sus dedos pasar por el tatuaje que cubría mi cicatriz hasta hacerla invisible —. Cuando cumplí quince les dije a mis papás que quería tatuarme sobre esa cicatriz y accedieron. Quise que fuera un atrapasueños porque esa experiencia la relacionaba como una pesadilla. En ocasiones no podía dormir porque sentía al perro sobre mí. Llegué a odiarlos y mis papás decidieron llevarme a terapia para superar ese trauma.
—Me imagino que debió ser bastante difícil.
Arrugué la nariz sin darle tanta importancia, ahora.
—Tiempo después de la terapia mis papás compraron un perro, un Rottweiler. Era el colmo porque esa fue la raza que me mordió.
—Joder, pobre perro.
—Pobre de mí —enarqué las cejas y la hice sonreír—. Si te cuento todo esto es porque sé cómo te sientes, Jenedith, las cicatrices a veces nos ganan y nos hacen sentir menos. Pero cuando aprendemos a aceptarnos y amarnos por quienes somos logramos ver las cosas de diferente forma y mandar a la mierda a quienes solo critican sin saber el trasfondo.
— ¿Cómo es que eres tan sabio? Hace unos meses eras el peor cretino de la historia.
La miré con mis ojos fruncidos y volvió a regalarme otra de sus sonrisas que me hacían perder el juicio.
—Pues... fui a terapia, mujer. De alguna forma me ayudó, pero bueno, no hubo nadie en mi vida quien me hiciera contar esto, o al menos compartírselo por simple empatía. Soy un encanto ¿No?
—Hasta pareces mejor persona que yo.
—No, Jenedith —agarré sus manos y las acaricié con mis pulgares—. No se trata de quien es mejor persona, sino de cómo tomas las experiencias que te tocan vivir. Me encantaría que tomaras una actitud ecuánime, pero eso depende de ti, pequeña bestia.
—Maldición, Dim Kelly, cállate que me enamoro más.
Eso último me tomó por sorpresa y por lo que vi en Jenedith, a ella también, su rubor volvió a aparecer.
—Seguiré hablando entonces hasta que eso suceda.
Jenedith se rio y se abalanzó a mis brazos para estrujarme con ellos, era muy fuerte físicamente que creí que iba a tronar mi cuello. Escucharla reír me devolvió la energía y ella parecía más tranquila.
—Debes creer que soy una tonta por acomplejarme así.
—Te equivocas. Las inseguridades no son tontas, son parte del ser humano, pero tenemos que aprender a verlas de la mejor manera, y que mejor que burlarnos de nosotros mismos por ellas. Si te animas podemos buscar alguna terapia para ti, no solo por las estrías, también para que logres superar esos miedos que te provocaron desde muy pequeña. No te dejaré sola.
Jenedith estaba en completo silencio hasta que me besó con vehemencia. Me atrajo a ella hasta desplomarnos sobre mi cama y yo sobre ella. Esta vez parecía más segura y decidida porque me empezó a tocar mis brazos, mi pecho, mi abdomen. Quería sus manos más abajo, pero se detuvo.
—No tenemos que hacerlo si no quieres —susurré con un aliento irregular.
—Dim...
La admiré por un momento para ver sus ojos marrones.
—Hablo en serio. No haré algo que tú no quieras, Jenedith. Si no quieres que te toque no lo haré. Si no quieres dar el siguiente paso yo me quedo a tu nivel. Si quieres besarme entonces acabaré con tus labios, si solo quieres que te abrace mis brazos son solo tuyos. Solo pídeme lo que desees y yo lo haré.
—Quiero estar contigo, Dimitri.
Acarició mi cabello de una manera tan dulce que casi gruño en protesta cuando dejó de hacerlo.
— ¿Estás completamente segura?
—Sí.
Empecé a besarla como deseé, como había soñado en noches anteriores y me despertaba con mi pobre compañero erecto. Y para saciar esas ansias terminaba masturbándome con ella como protagonista en mis fantasías.
Había comprado condones hace unos días, Jenedith y yo estábamos a otro nivel en nuestra relación y quería prepararme por si esto sucedía.
La besé lento para que ella disfrutara de todo, quería hacerla volar y que explotara gracias a mí.
Sentí las estrías en su trasero, pero joder, lo único que me provocó fue apretarlo a mí sin dejar de besarla. Estaba desnuda, completamente a mi merced. Vi esos hermosos ojos marrones brillando entre la oscuridad que ya había invadido la habitación. Rompí el envoltorio del preservativo y me lo coloqué.
—Iré despacio, Jenedith.
Ella asintió, con sus piernas separas, colocadas a cada lado de mis caderas.
—No dejes de mirarme.
Me hundí lentamente en ella, sintiendo estrecho su interior, su nariz se arrugó y sus delgadas cejas se fruncieron. Se quedó sin aliento. Me estaba sintiendo y todo mi control se evaporó. Besé sus labios al descubrir una conexión que no había conocido hasta ahora. Amor.
Este jueves tendremos el capítulo final.
Y la continuación será con menos capítulos pero la intensidad, el drama y el amor no faltarán❤️ espérenla por favor.
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