Cheques de manutención
Me encontraba en Patitas Felices limpiando las jaulas de nuestros perritos. Jako era el más tranquilo a la hora de entrar a su jaula mientras que Balder me daba guerra cuando trataba de quitarle lo que le pertenecía para limpiarlo. Rose y Hela se la pasaban dormidas a estas horas y era un alivio, Brandy y Oreo a fuerza los tenía que juntar con el pastor alemán para que jugaran mientras yo me ocupaba de que oliera bonito.
Maggie entró con más cubetas de agua y jabón; al dejarlas en el suelo se llevó el antebrazo a su frente y suspiró exhausta.
—Aún no tengo aspirantes al puesto de ayudante —informa la mujer de edad avanzada con un tono que desprendía decepción—. Los que han venido parecen personas que odian a los animales y solo les importaba saber el sueldo.
Hice una mueca al acomodar las camitas de Brandy y Oreo, sacudí los guantes de hule que llevaba puestos y salí de la jaula.
—Discúlpame, Maggie, toda esta semana ha sido dura en Atlas que no me acordé de preguntarles a mis amigos. Podría hacer unos carteles y pegarlos en el mural del instituto.
—Daré otra semana para ver si llega alguien decente.
—Bien.
Acomodé a los bellos mestizos en sus jaulas correspondientes y fui al frente para seguir trabajando con los productos nuevos que llegaron.
Colocaba precios a los shampoos para luego acomodarlos en el estante y en eso logré divisar a una persona que claramente conocía. Mi corazón se aceleró de golpe.
—Mierda, no ahora —maldije para mí mientras bajaba de mi banquito y caminé—. ¿Qué carajos haces aquí?
La mujer de apariencia vulgar masticaba chicle con la boca abierta—me tragué el asco—y me sonrió.
—Te ocupo para hoy, te lo vengo a decir en persona para evitar que me ignores por el móvil.
Tomé aire y puse los ojos en blanco.
—Deja de buscarme para tus encuentros de ramera.
—Cállate, Jenedith, necesito dinero así que vas conmigo esta noche o dame una buena cantidad de la caja registradora.
Abrí mi boca patidifusa por lo que me estaba pidiendo, no me cabía en la cabeza hasta donde podía llegar su ambición por el dinero.
—Eso jamás —gruñí.
—Entonces, seductora, me darás lo que yo te pida.
—Eres, eres...
— ¿Qué?
Sabía que mi cara expresaba desagrado y decepción por venir de esta mujer.
—Fuera de mi negocio, zorra barata.
Maggie llegó a mi rescate y amenazando a mi madre con una escoba en manos.
—Aléjate de la niña a menos de que quieras problemas con la policía, maldita mujer barata.
Bethany masticaba el chicle de mala gana y se llevó las manos a sus caderas.
—Estoy hablando con mi hija, vieja metiche.
—El caso es que, no creo que sea para nada bueno —responde Maggie muy seria y acercándose más—. Vete o llamo a la policía.
Sacudí mi cabeza tan avergonzada que escondí mi cara en las palmas de mis manos.
—Tranquila, tranquila, Maggie, vine a darle una vuelta a mi querida Jen pero ya me iba.
Estaba tan apenada por esta situación que giré mi cabeza para ocultar mis lágrimas, tratando de mantener una imagen inquebrantable frente a esta mujer que era una pesadilla.
—Hablamos luego, hija.
Me guiñó el ojo con descaro y se marchó, contoneándose con exageración hasta desaparecer. Maggie se acercó y me abrazó.
—Esa mujer es una descarada.
—Lamento esto, Maggie.
—No te disculpes por esa mujer tan vulgar, olvidémonos de eso y mejor ve a distraerte dándoles el pase a los perritos.
Asentí con más tranquilidad e hice lo que me dijo.
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Iba caminando en un parque cerca Patitas Felices, Balder era el más feliz por los paseos y todos los seguían a él.
El día nos sorprendió con un clima nublado y era perfecto para que ellos tomaran aire fresco. Algunas personas también aprovecharon el buen clima para pasear a sus mascotas. Sin duda estos momentos junto a mis bellos perritos eran de los mejores.
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Después de mi trabajo, tuve una llamada con Chip, decidimos salir mañana después de terminar mi horario en Patitas Felices. Tomé un taxi rumbo a ese repugnante lugar donde vivía antes y les avisé a las chicas.
Vega:
Estoy harta de esa mujer.
Milly:
No es justo lo que te hace, quiero demandarla.
Vega:
No le debes nada, Jen, mejor ven a la casa.
Jen:
Estaré bien, por favor no digan nada.
Visto ✓✓
Al llegar me coloqué un cubrebocas y le pagué al taxista la tarifa que marcaba, bajé y corrí al edificio donde Bethany me esperaba. Me pregunto si ¿Dim estaba en el edifico ahora mismo? ¿Qué estaría haciendo?
Me detuve en seco en medio de las escaleras y golpeé levemente mi mejilla.
—No seas idiota —me dije a mi misma.
Corrí al cuarto piso y fui directo a la puerta para tocarla. De inmediato Bethany abrió y sonrió al verme.
—Sabía que mi bebé no me fallaría.
—Al diablo con tus comentarios, Bethany, ¿A qué hora es ese maldito evento?
Entré de mala gana y volteé a ver a esa mujer con seriedad y desprecio acumulado.
—A las nueve, aún falta algo de tiempo así que ve limpiando un poco mientras yo me pongo más guapa de lo que ya soy —ríe como si hubiera sido el mejor chiste del mundo—. Anda, niña, limpia.
Puse los ojos en blanco y dejé mi mochila sobre un lugar que estuviera menos sucio. Como desea dormir todo un día completo, estaba tan exhausta, con el instituto, la obra de Vega, mis prácticas de judo, las estúpidas tareas de Dim Kelly, Chip y mi trabajo de fin de semana, joder, era mucho.
Pero tenía que terminar la escuela para largarme, seguir practicando judo para los Juegos Olímpicos, la obra solo sería por un tiempo y era por Vega. Con Chip podía hablar claramente de mis condiciones o de lo que esperaba que fuera nuestra relación, mi trabajo lo ocupaba para reunir todo el dinero posible y, con Dim, con ese maldito modelo manipulador no tenía opción.
Barrí, metí en bolsas negras la ropa que por obviedad no era de Bethany—usando unas pinzas por supuesto—la ropa que era de ella la coloqué en otras bolsas y abrí las ventanas para que entrara un poco de luz, o al menos lo que quedaba del atardecer.
Lavé los trastes y limpié por completo la cocina, sacudí los muebles y al final junté todos los papeles que tenía Bethany amontonados en una mesita. Separé los recibos de servicios, la renta, tarjetas a pagar, cartas del banco, deudas y, hubo uno en particular que llamó de inmediato toda mi atención.
Había varios de esos papeles, resultando ser cheques con una gran cantidad—mil quinientos dólares—, eran mensualidades y la firma de donde salían esos cheques era de... mierda, Bethany rayó el nombre con marcador, pero no era estúpida, lo más seguro es que los cobró para después rayarlos. Sin embargo la duda era ¿Por qué? ¿Quién le daba esta cantidad?
Eran de manutención, ya que un cheque estaba engrapado a un documento que exigía el pago mensual para cubrir mis gastos.
De pronto mis piernas me temblaban, todo en mí temblaba, podría tratarse de mi padre. Agarré los demás papeles y corrí a la habitación para abrirla de una patada, encontrándome a Bethany maquillándose y dando un brinco del susto.
— ¡Mierda, Jen! Hiciste que se me corriera el rímel, eres una idiota.
Sin duda era más fuerte que ella y caminé hecha una fiera para sujetarla de la muñeca y obligarla a que me viera a los ojos.
— ¿Qué significa esto?
Bethany observó los papeles y no parecía sorprendida, era como si hubiese planeado que los encontrara.
—Son cheques de tu manutención, seductora.
Tragué saliva con fuerza.
— ¿Y me lo dices tan tranquila?... ¿Quién es mi padre?
— ¿Crees que soy tan estúpida como para decírtelo? En cuanto sepas su nombre correrás a sus brazos y te olvidarás de mí.
De verdad eso quería, si mi padre era capaz de mandarle dinero a Bethany para "mantenerme" es porque tiene dinero y realmente se trataba de un buen hombre para haberle creído a esta basura de mujer.
—Querías que encontrara esto a propósito para seguirme manipulando a tu antojo —concluí tan decepcionada.
—Astuta como una zorra, Jen —dice Bethany con una sonrisa malvada en su rostro—. Esa es mi hija.
Estaba asqueada, mi propia madre me manipulaba de la peor forma y jugaba con mis sentimientos a su antojo. Llorar no me serviría de nada y pelear con ella para tratar de hacerle ver sus errores era una pérdida de tiempo, jamás cambiaría y yo estaba llegando a mi límite.
— ¡Ay no, Jen! No empieces a llorar, ¿Sabes qué? Yo me las apaño esta noche y mejor lárgate de mi vista. En otro momento te cobro el favor.
— ¿Cómo puedes ser tan... inhumana?
Bethany resopló y me empujó con tanta violencia que no pude ni si quiera defenderme, sabía quién era mi padre y no me lo iba a decir.
—Dime la verdad ¡Tengo derecho! —grité entre llanto.
— ¡Fuera de mi casa! ¡Lárgate!
— ¡Jamás te pido nada! Dime quién es mi papá.
Me empujó tan fuerte que salí volando directo al suelo del pasillo. Melevanté de un salto pero no alcancé a llegar, ya había cerrado la puerta degolpe. ¡Mis cosas! Mi móvil, se quedaron adentro.
Golpeé la puerta con la poca energía que me quedaba.
— ¡Ábreme! Maldita sea, Bethany ¡Ábreme la puerta!
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