
Capítulo 8. Sorpresa en Ámsterdam
Esa noche en mi recámara mientras empacaba ropa para Países bajos, noté la mirada punzante de Kaya que me perforaba la nuca desde al otro lado de la habitación donde se encontraba sentada.
Sabía que ella no quería ir y no la obligaría.
—Solo dime... ¿De qué manera puedo detenerte?
Su voz ya sonaba estrangulada, al punto de quebrarse. La miré sobre mi hombro y atisbé de inmediato sus cristalinos ojos. Carajo.
—No hay manera, Kaya.
—No voy a ir contigo.
—Lo sé y lo respeto.
—Dim ¿Y si no quiero que vayas?, después de todo tenemos un trato.
Arqueé una ceja al girarme a ella.
—Conocemos nuestro trato y nos ha funcionado hasta ahora, Kaya ¿Por qué de repente cambiaste de actitud?
Me crucé de brazos y apoyé mi peso en la maleta que posaba sobre mi cama.
El silencio reinó unos segundos que me parecieron horas eternas. Kaya por fin se levantó del mueble y cruzó la habitación para desaparecer la distancia entre nosotros. Fui bajando un poco la mirada hasta encontrarme con sus grandes ojos verdes.
—Porque tenía esa pequeña ilusión de que estuvieses enamorado de mí, esa chica ya no forma parte de tu vida, yo sí.
Por más que detestaba admitirlo, yo sabía que esta situación se presentaría, aunque ella hubiese jurado que no mezclaría sentimientos ni ninguna demostración de afecto que afectara su estabilidad emocional, lo ha hecho, cruzó esa delgada y peligrosa línea.
—Kaya, te quiero, pero...
Su dedo apretó mis labios y me hizo callar.
—Luché, créeme que lo hice para que te la quitaras de la mente.
Me aparté.
—Kaya...
—No, no quiero más palabras.
Me aventó a la cama de un movimiento salvaje y se colocó a horcajadas de mí.
—Si vamos a terminar, entonces quiero una última noche inolvidable contigo, es lo que pido.
No entendía a Kaya, de pronto estaba bien y al minuto estaba mal y después volvía a estar bien. Era una montaña rusa de emociones. Yo había sido honesto con ella desde un inicio y estuvo de acuerdo en nuestro trato.
Era el momento de terminarlo.
—De acuerdo, solo esta noche y mañana serás libre.
—A menos que te enamores de mí.
—Kaya, no, no confundas las cosas, por favor. Lo prometimos.
Sus manos chocaron con mi pecho.
—De acuerdo, Dim Kelly. Serás libre después de que me folles.
No pude agregar nada porque sus labios aplastaron los míos en un salvaje beso. Sus manos sujetaban mis muñecas por lo alto de mi cabeza y dejé que tomara por un momento el control de la situación, eso le gustaba a Kaya, sentirse poderosa mientras cogíamos; le encantaba montarse en mí y mover sus caderas a ritmos magistrales. Admito que como amante era muy buena.
No se quitó el vestido, otras de las cosas que la volvían una ninfómana era empezar el juego con ropa hasta quedar adentro de mí para después ser yo quien se la arrancara.
Gimió y alcancé su cuello para atraerla a mí.
—Cállate, estamos en casa de mis padres.
Sonrió ladina y traviesa.
—Eso me excita más.
—Joder, Kaya —me impulsé hacia adelante y la giré en el aire para aventarla al colchón y ponerme sobre ella, le cubrí la boca con mi mano para amortiguar los sonidos de sus gemidos—, cierra la boca.
Entré duro en ella, sus ojos se perdieron al sentirme y la cogí con más fuerza mientras mi mano continuaba tapando su boca.
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A la mañana siguiente me despedí de mi familia, exceptuando a Tristan y a Mary Ellen, ambos decidieron acompañarme a Países bajos, poniendo en pausa sus compromisos. Por más que les dije que no era necesario terminaron por ignorarme.
Kaya y yo nos despedimos, decidió viajar a Milán una temporada y lo único que pude hacer fue agradecerle por el tiempo juntos, ella con una radiante sonrisa me dio un último beso en los labios.
—Suerte, Dim Kelly.
—También para ti, Kaya.
Mis hermanos esperaban en el auto por mí, la cara de mi madre era de desaprobación mientras que papá me sonreía como parte de mis cómplices.
—Dimitri, que quede claro que no estoy de acuerdo.
—Vamos, mamá, deberías de estar contenta porque resulté ser un chico cursi.
La envolví en mis brazos a pesar de que ella se negaba a abrazarme.
—Mi niño arrogante y presumido se ha ido.
—Gracias a Dios —murmuró James a su lado.
Puse los ojos en blanco mientras Arik se reía.
—Déjalo ir, mujer, que se le hará tarde.
— ¿Tarde? Pero si viajará en nuestro jet, ridículo.
Mis hermanos volvieron a reír mientras papá negaba con la cabeza, exasperado.
—Como sea, cuídense y estamos en contacto.
—Serán unos días, no pretendo quedarme si las cosas salen mal.
—Al menos te quitarás ese peso, hermano —dijo Arik—, adelante, bebé.
Lo fulminé con la mirada.
—Deja de decirme así.
—Jamás —agregó James.
Rodeé los ojos y giré sobre mis talones para ir al auto. Llegó la hora de descubrir si Jen y yo seguíamos siendo el uno para el otro.
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Jen
Ámsterdam se estaba volviendo en mi país favorito, todo me gustaba de él desde que toqué suelos holandeses.
En una de mis salidas libres con Milly y Vega recorrimos los hermosos e impresionantes campos de tulipanes.
—Beck quiere que le mande fotos todo el tiempo, después de los Juegos me reuniré con él.
—Y yo moriré sola —declaró Vega mientras tomaba de su cerveza—, por todos mis coreanos, la cerveza de aquí es sensacional.
Yo tenía prohibido tomar alcohol por el momento.
—Me uno a ti, Veg.
—Pastelito dietético, tú estás sola porque quieres, tantas preciosidades que han estado rondando tus huesitos y lo que haces es mandarlos a volar.
Milly se rio.
—La tradición continua —canturreó Milly sin pena—, ¿De verdad no has estado con alguien desde...? Ya sabes quién.
Miré a Milly, con ella al principio había perdido contacto por nuestro roce. Al final no pudimos estar sin hablarnos y lo arreglamos, dejando en claro que ella seguiría con la amistad de ese modelo; solo que con el tiempo él fue alejándose hasta que se disipó la comunicación.
Pasaron ya cuatro años de eso y Milly parecía haber superado su etapa de adolescente puberta que enloquecía por su crush famoso.
—Lo intenté, salí con Jonathan Harris.
Un gimnasta estadounidense que conocí al final de los últimos Juegos Olímpicos.
—Estaba buenísimo, pero ¿Cuánto te duró el gustito? ¿Seis meses?
—Siete —corregí.
La debilidad de Jonathan eran las chicas, conmigo fue con quien había durado más tiempo, pero su distanciamiento y su coqueteo con otras chicas terminó por fracturar la relación. Desde entonces me dije que atletas y compañeros del medio quedaban vetados.
—Y solo te conocimos a ese, a menos que hayas querido privacidad —insinúa Milly mientras le tomaba fotos a su platillo.
Pasé mi mano entre mis cabellos.
—La verdad es que no, me dediqué a otras cosas.
—Dinos la verdad, ¿El bombón ardiente sigue en tu corazón?
Sí.
Tragué saliva.
—Eso ya no importa —espeté algo incómoda—, él sigue en su mundo de modelaje con una chica guapísima y yo en mi mundo del deporte y ayudando a los perritos de calle a encontrar hogar.
—Oh, sí, Cherry se ha vuelto una hija para Beck y para mí.
Ambos habían adoptado a una perrita de edad avanzada para darle sus últimos años llenos de amor, lo cual agradecí.
—Él no tendría por qué seguir pensando en mí, hizo su vida y... me da gusto que haya salido de las drogas, se ve muy bien.
Vega arqueó una ceja y Milly sonrió con malicia. Las miré.
—Entonces estás al pendiente de sus pasos —acusó rápidamente Vega con una pícara sonrisa—, ya decía yo, su amor es de esas historias donde su relación fue truncada y sus caminos separados por malentendidos, joder, tengo que escribir algo así.
—Vega —la reprendí.
Su cursilería no había desaparecido, Milly se burló y yo traté de no quebrarme por la increíble y aterradora certeza de mi amiga curvilínea.
—Eso ocurre, primor, esas historias son las más tristes, pero inolvidables.
—Deja de decir tonterías, lo que él y yo tuvimos fue pasajero, no fue nada especial —dije esas palabras con un cuchillo imaginario atravesándome el cuello por lo mucho que lo lamentaba—, simplemente no estábamos destinados y punto.
—De acuerdo, pastelito picante, lo que digas.
Continuamos con nuestra comida en silencio, pero eso no duró tanto cuando fue interrumpido por un alboroto que venía de la calle del otro lado del canal de agua. El tumulto de la muchedumbre fue aumentando. Lo que llamaba la atención fue que era un grupo de niñas que no dejaban de lado sus cámaras.
Me detuve por un momento al reconocer ese cabello que sobresalía de las cabezas de las chicas.
—¡Oh, por Dios!
Milly fue la primera en saltar de su silla al ver ese rostro. Sonreía mientras intentaba darse el tiempo para cada chica que lo rodeaba por una foto con él. Mi respiración se aceleró, mi corazón dolía, mi estómago se comprimía de solo ver esa sonrisa perfecta del modelo más aclamado de esta época, Dim Kelly.
Okeeeey jajaja quería darles una sorpresa con un capítulo más en esta semana y dejarlos en suspenso🤭 espero lo hayan disfrutando, ahora sí hasta el viernes.
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