Capítulo 14. Contrabando de hamburguesas
—Una más, Jen.
La voz de Mike ya me taladraba el cerebro al punto de odiarlo como entrenador. Una dominada más y terminaría el precalentamiento.
— ¡Carajo! —gruñí cuando llegué por arriba de la barra, me dejé caer y aterricé con mis dos pies. Aún no empezábamos y ya me sentía hecha polvo—. Te voy a matar, Mike.
—El domingo debutas, Jen, y te voy a exigir hasta que llores sangre, anda, vamos a la zona de combate.
No podía negar lo buen entrenador que era Mike, me exigía para romper mis propias marcas y eso era lo que me gustaba, podía confiar plenamente en él para ir un poco más allá de lo que podía hacer y cumplir con mejores récords.
Todos los judocas teníamos entrenamientos privados, Nicole había mejorado su técnica porque me era difícil someterla cuando comenzamos la lucha. Logró sujetarme por los brazos, pero la usé para lanzarla por mi espalda y azotarla en el suelo. Me coloqué sobre ella para inmovilizarla y apretar.
—Mierda —chilló Nicole en cuanto yo ejercí la presión justa.
Mike hizo sonar su silbato y yo me alejé de Nicole. Me levanté y la ayudé a ponerse de pie.
—Como siempre tu nivel de peligro es grande —dijo la chica entre risas—, cada vez que nos enfrentamos siento mi vida pasar.
Mike y yo nos reímos.
—Jenedith tiene todo para volver a ser la ganadora del oro.
—Estoy lista para demostrar mi fuerza —enseñé mis poderosos bíceps—. A Chip le fue excelente ayer en su competencia, quedó en primer lugar.
—Fue una lástima no verlo, pero avísame en su siguiente carrera —dijo Mike con las manos en la cintura—. Bien, Jen, ahora vas conmigo, necesito ver tu resistencia con rivales más pesados que tú.
Entrecerré mis ojos.
—Eso me ofende, Mike.
—Señor entrenador para ti, altanera.
Me reí y Mike me dedicó una sonrisa burlona.
—Mueve el trasero para acá, Jen, a menos que quieras saltar la cuerda doscientas veces.
Como relámpago me coloqué frente a él. Mike sabía que detestaba saltar la cuerda, era lo peor que me podía ordenar hacer. Bien, saltar la cuerda es excelente para muchas cosas y si lo hacía era porque me ayudaba y porque no me quedaba de otra cuando mi apreciado entrenador se ponía firme con sus órdenes.
Mike hizo sonar de nuevo el silbato y ataqué.
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Dim
La cafetería del hotel era amplia y bastante privada. Mis hermanos y yo habíamos bajado para comer algo y conversar de las ultimas noticias que me rodeaban junto con una de las mejores atletas de los Juegos Olímpicos y campeona del oro en Francia. Carajo, ella era mi novia y mi orgullo no podría estar más arriba.
— ¿Matrimonio? Virgen santa —Tristan se llevó la mano al pecho y se recargó en el sillón—, un día de estos me vas a causar alguna convulsión.
Mary Ellen sonreía mientras masticaba parte de su ensalada de chía.
—Es la chica que quiero como compañera, así de sencillo.
—Siempre me agradó Jen, es de corazón noble, carismática y de carácter para saber dominarte, hermanito —Mary Ellen dio golpecitos en mi hombro—. Yo seré la primera en aplaudirles por su compromiso, me encantan ¿Viste las fotos, Tristan? Se ven tan preciosos juntos.
Sonreí y Tristan le dio otro bocado a su salmón.
—Los adoro, de eso no cabe duda —concordó mi hermano—, solo que se acaban de reencontrar, tal vez les hace falta más tiempo, irse a vivir juntos para ver su dinámica como futuro matrimonio, eso será mejor que apresurar las cosas.
Arqueé una ceja.
—Tú te casaste a los veinticinco —espeté.
Se apuntó con sus manos como señalando lo más obvio.
— ¿Y no te parece suficiente prueba para tomar tus precauciones? Luca me engañó y nos divorciamos porque no le perdoné su infidelidad. Nunca terminas de conocer a las personas, Dim, te lo digo por experiencia.
Tristan llevaba dos años divorciado, convirtiéndose en uno de los momentos más críticos para mi hermano. Su perro Balder había muerto debido a su vejez y desde su deceso las cosas entre Tristan y Luca se habían enfriado, al punto de irse a trabajar por separo. Luca se había ido una temporada a Francia y fue ahí donde ocurrió la infidelidad.
Mi hermano por querer arreglar las cosas viajó sin avisarle como parte de su sorpresa, pero el sorprendido resultó ser Tristan al encontrar en su departamento ropa que no era suya y de ningún hombre. Luca se había dado oportunidad con una mujer, y eso terminó por quebrar las ilusiones de Tristan por recuperar su matrimonio.
—Entiendo tu postura —aseguré—, pero lo que tengo con Jen no se compara con nada, y siento realmente que estamos destinados a estar juntos.
Tristan masticaba fuerte.
—No todos somos Luca —señaló Mary Ellen sin ningún ápice de compresión—. Así que supéralo, Tristan, ese cabrón traicionero no te merecía.
Mi hermano dejó escapar un suspiro apesadumbrado.
—El amor apesta, se los digo de una vez.
Puse los ojos en blanco mientras que Mary Ellen prefería ignorarlo.
—Pues de todas formas pienso arriesgarme a casarme con Jenedith.
Tristan me dedicó una mirada indescifrable, nuestra tonalidad de ojos era igual—la de los cinco en realidad—, se pasó una mano por la cabellera que había dejado crecer y asintió mientras se daba toques rápidos en su boca con una servilleta para quitarse los excesos.
—Es tu vida, hermano. Si eso te hace feliz, a mí también.
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Prada me había seleccionado como parte de sus modelos en la pasarela del siguiente mes en Milán. Acepté la invitación después de dar la noticia en un video para Instagram, agradeciendo por tomarme en cuenta y sobre todo para que mis fans estuvieran presentes.
No recuerdo haber hecho este tipo de cosas años atrás, dejaba en privado mis futuros proyectos y justo el día del evento se enteraban de mi presencia en dicho lugar. De alguna manera me sentía más humano. Prada me mandó la temática que manejaría este año: ángeles y demonios, clásico.
Me tomaron como parte de la lista de demonios y sonreí de solo acordarme de algo que viví con Jenedith.
En eso, recibí unas fotografías de mi novia en pleno entrenamiento y quejándose que le sacaría los ojos a Mike en cualquier momento si le pedía que hiciera una abdominal. Y de pronto se me ocurrió algo tremendo.
Busqué lo que necesitaba en internet.
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Jen
El agua fría me caía como diamantes, todo el cuerpo me dolía más de la cuenta, pero estaría lista para el domingo. Tenía que dar mi mejor presentación como defensora de mi medalla de oro, como campeona del mundo en judo.
Eso me motivaba.
Salí de la ducha y entré a mi habitación—que en esta ocasión se tomaron la molestia de hacerlos individuales—y ni si quiera me senté con delicadeza en la cama, me dejé caer como costal de papas y quedé tiesa.
Eran las ocho de la noche y busqué en mi frigobar una bandejita con ensalada y pollo para cenar. Me arrastré a la silla y le eché un vistazo a mi móvil para ver si tenía respuesta de Dim, desde que le mandé las fotos hace ya dos horas el muy desgraciado me había dejado en visto.
Hice a un lado el móvil y me senté con todo el peso de mi doloroso cuerpo.
La puerta sonó y maldije porque eso significaba levantarme. Hice un esfuerzo sobrehumano, me impulsé con las manos en la mesa y fui hasta la puerta para quitar el seguro y abrirla.
—Estas ya no son horas de...
Antes de acabar miré a Dim Kelly justo enfrente de mí, quedé perpleja y tan pronto como parpadeé lo sujeté de su sudadera y lo jalé hasta adentro de mi habitación.
—Carajo, pequeña bestia ¿Esa es tu dulce manera de decirme cuánto me has extraño?
Noté una bolsa de papel marrón en una de sus manos y me crucé de brazos.
—No deberías de estar aquí, pueden sancionarme si te descubren conmigo en mi habitación, son demasiado estrictos y con reglas que obedecer...
Me puso un dedo en los labios.
—Shhh, todo está bajo control, cariño, no tenemos que preocuparnos de nada.
Parpadeé.
—No entiendo ¿Cómo lo hiciste?
Sonrió muy perverso, algo se traía entre manos, algo muy grande y jugoso.
—Las personas siempre tienen un precio.
—Dimitri Kelly ¿Has sobornado al guardia?
—En realidad fueron a cuatro.
—Mierda —me llevé las manos a la boca—, van a sancionarme.
—Relájate, no harán tal cosa ¿Crees que te arruinaría tu carrera con algo así? Pierde cuidado, Jenedith, jamás te perjudicaría.
Aflojé la tensión de mis hombros.
—No respondiste mis mensajes.
Arqueó las cejas.
—Fui a comprarte algo y a pasar la noche contigo.
Si los nervios pudieran moverse, los míos estaría bailando de felicidad, dando saltitos con las manos arriba.
Sonreí.
—Dim...
—Sí, sí, soy el mejor novio del mundo —abrió los brazos para que corriera a ellos y sin dudarlo lo hice, me rodeó y sentí toda su musculatura debajo de esa inmensa sudadera—. No hay nada que no hiciera por ti, Jenedith.
Un nudo en mi garganta se fue formando a gran velocidad.
—Gracias, Dim. Gracias por estar aquí.
—Te agradezco a ti por permitírmelo. Ahora —besó mi frente—, abre la bolsa.
Jugué con mis pies a ponerlos de puntitas una y otra vez mientras Dim me hacía entrega de la misteriosa bolsa. Desdoblé el papel y un aroma delicioso se disparó directo a mis fosas nasales, hamburguesas.
En mi boca se formó un mar.
—Dim, amo las hamburguesas.
—Lo sé, pequeña bestia hambrienta. Sé que tienes que cuidar tu dieta, pero una hamburguesa no hará la diferencia.
Le di vuelo al pollo y a la ensalada—que en realidad se la regalé a Dim—y nos sentamos en mi cama para cenar juntos. Los pies de Dim quedaban suspendidos más allá del borde de mi cama mientras que mis piernas llegaban apenas a la mitad, sus tremendamente y largas piernas eran demasiado para mi pequeña e individual cama.
—Me hizo saltar la cuerda y sabe que lo odio —refunfuñé mientras me devoraba otro pedazo de hamburguesa con tocino, que delicia de comida.
Dim solo sonreía, era la elegancia encarnada cuando se llevaba un bocado a la boca.
—Debe de ser un excelente entrenador.
—Por supuesto, lo adoro la mayoría del tiempo —solté una risa—, hace bien su papel de entrenador y gracias a él estoy donde estoy.
—Debutas el domingo ¿Cierto?
Asentí.
—Quiero verte ¿Puedo?
Le dediqué una mirada indignante.
—Claro que puedes, incluso Tristan y Mary Ellen, si es que quieren.
—Lo más seguro es que sí —sonrió deslumbrante.
Qué manera tan odiosa de ser encantador, amaba a este chico con mucha locura, era mi alma gemela. Tan diferentes y tal iguales a la vez.
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