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Capítulo 13. Cuatro horas

El doctor Dermont nos llevó a todos a Bougainville. En el ambiente predominaba un aire de extrañeza y todo se deducía a mi presencia. Mientras ojeaba el menú miré de reojo a Jenedith, quien se sentó a mi lado y del otro estaba Chip.

El hermano de mi novia dejó el menú sobre la mesa, se cruzó de brazos y nos miró, intrigado.

—Bueno, ¿Cuándo se decidirán a hablar?

—Chip —lo reprendió Sarah.

Chip se dejó caer en su asiento.

—Creo que todos los presentes queremos saber qué ha ocurrido, Dim Kelly ha regresado.

Cerré el menú y miré con atención a Chip. El doctor Dermont estaba a la cabeza de nuestra mesa y de su lado derecho se encontraba Sarah, intentando no meterse tanto en la conversación, toda su atención se centraba en el menú.

—Decidí buscar a Jenedith —confesé—, me enteré de los Juegos aquí y por eso vine.

—Eso es muy romántico, me recuerda al drama coreano que vi hace como tres meses donde el chico...

Vega detuvo su perorata al ver que muchos ojos le gritaban silencio, la chica se limitó a regresar su vista al menú con una torcida de labios.

—Mi serie estuvo buena, ustedes se lo pierden.

—Yo creo que nunca se dejaron de querer, solo que hace cuatro años no eran tan maduros —opinó Milly, como siempre bien acertada—. En lo personal a mí me da mucho gusto, te ves espectacular, Dim.

Sonreí y mis ojos se fueron a Jenedith.

—Dim desde hace tiempo que ha sido el chico de mi vida —comentó sin rodeos—, y como Milly, creo que esta es nuestra segunda oportunidad, y quiero aprovecharla.

—Queremos —corregí—. Y... para eso —miré al doctor—, quiero casarme con su hija.

Vega tosió de golpe al tomar de su copa de vino, Sarah abrió grande su boca de la impresión, Chip lentamente fue cambiado su expresión de tranquilidad y patidifuso. El doctor Dermont arqueó sus cejas. Todos mudos, incluyendo a Jenedith.

—Por Dios —suspiró la señora Dermont—, que... sorpresa.

Jenedith pasó de pálida y una tonalidad roja y tomé su mano sobre la mesa para transmitirle toda mi seguridad. Incluso acerqué mi rodilla a la suya bajó la mesa.

—Amo a su hija y quiero que sea mi esposa.

—Joder, estoy viviendo dentro de un drama coreano y soy un personaje secundario.

Evité prestarle atención al comentario absurdo de Vega.

—Creo que se están apresurando —dijo Chip antes de que hablara su padre.

Fruncí las cejas.

—En esta ocasión estoy de acuerdo con Chip. Apenas se han reencontrado y el matrimonio no es un juego, muchachos, podrían continuar con su noviazgo, por mí no hay inconveniente, pero váyanse lento.

—Yo quiero casarme, papá —afirmó la pequeña bestia—, no tengo dudas.

Un chillido ahogador por parte de Milly hizo que la volteara a ver para asegurarme de que no estuviera ahogándose de verdad. Todo estaba bien, aunque esto era demasiado para ella, en cualquier momento explotaría de la emoción.

—Comprendo —dijo el doctor, volviendo a levantar el menú—, voy a dejar que tomen sus decisiones como los adultos jóvenes que son y, ya veremos.

Esa era mejor respuesta de la que esperaba.

—Amo a su hija, señor, no veo mi vida sin ella.

La cursilería la conocí en el momento en que me topé con la enana sentada a mi lado. En mi puta vida hubiese dicho algo así por alguien que no fuera Jenedith.

Sarah sonrió de lo más maternal, la ilusión en sus ojos era genuina.

—Yo apoyaré lo que decidan —agregó con una enorme sonrisa.

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Jen

Después de la intensa y sorpresiva comida, Dim y yo decidimos aprovechar mi tiempo libre; mañana estaría entrenando todo el día y no iba a poder ver a mi novio como quisiera. Mi concentración debía estar al ciento diez por ciento y Mike no me permitiría errar durante mis entrenamientos, joder, si se entera que tengo una relación estoy segura de que me degollara o me pondrá una hípica para tener toda mi atención en lo que me esperaba.

Recorrimos las calles de Ámsterdam cuando el sonido de una notificación llegó al móvil de Dim. Se detuvo para revisar.

—Perdón, puede ser importante, solo tardaré un minuto.

—Descuida, atiende.

Dim soltó mi mano y miró la pantalla de su móvil con un mohín.

—Carajo, las noticias sí que corren —me miró con una sonrisa traviesa—. Mary Ellen me mandó unas imágenes y links de páginas donde tú y yo salimos.

Me desequilibré y por un momento pensé que me iría de culo.

—Joder ¿Ya saben que estamos juntos?

—Se ha quedado en rumores, nos vieron ese día cuando nos encontramos en la cafetería y alguien nos captó saliendo de la zona de las piscinas.

Me enseñó la pantalla y deslicé para ver lo que hasta el momento se especulaba de nosotros.

—Son rápidos.

—Tienen que comer —dijo Dim volviendo a ver su pantalla—, deberíamos irnos, te llevaré de regreso a la villa para que descanses y tengas un mejor entrenamiento.

Sonreí y me acerqué lo suficiente para rodearlo con mis brazos, no alcanzaba muy bien su cuello, pero sí su cintura. Dim me miró con mucha ternura, como si no existiera nada más que yo y eso era suficiente para él.

—Todavía nos quedan cuatro horas para regresar, podemos aprovecharlas.

Me dedicó una media sonrisa cargada de malicia.

—Estamos cerca del hotel.

Me puse de puntitas y él tuvo que inclinarse lo suficiente para que alcanzara su oreja.

—No llevo bragas —susurré lo más que pude.

El rubio parpadeó atónito y yo me reí por su expresión, se sonrojó y me mordí el labio en espera de su respuesta.

—Bueno, eso nos ahorrará un paso. Vamos, pequeña bestia pervertida.

—Darte ánimos resulta positivo.

—Me toca a mí animarte para tu entrenamiento.

Chocamos con una, dos, tres paredes antes de llegar a la habitación. Mi falda de seda—me cambié tan rápido como pude antes de dejar la villa—daba entrada a las manos de Dim para apretar mi trasero a su antojo y tocarme justo donde me daba más placer para mojarme.

Besó mi cuello, mi mandíbula y me pegué a él cuando caímos en la cama. Reí y él soltó una risa ronca que me perforó el cerebro; este hombre me volvía loca, me hacía salir de mi zona de confort y descubrir todas las maravillas sexuales. Deseaba experimentar todo con él, era el único chico con el que sentía esa conexión que tanto había querido para mí.

—Jenedith...

Gemí al escuchar mi nombre.

Mordió el lóbulo de mi oreja y su aliento me golpeó.

—Me encantaría sentir tu boca —agarró una de mis manos para llevarla justo en donde su miembro sobresaltaba entre sus pantalones—, justo aquí.

Lo miré, sus ojos refulgían con intensidad máxima, podía quemarme si así lo deseaba.

—Bien.

—De rodillas.

Asentí.

Me levanté de la cama y me hinqué mientras el desabrochaba sus pantalones sin apartar la vista de mí.

—No te he follado la boca, y no sabes las ganas que tengo de hacerlo.

Relamí mi labio inferior y eso lo notó.

—No tendrás que esperar más —contesté.

Dim se puso de pie y su enorme miembro saltó de sus pantalones, lo sujeté con mis manos para rodearlo y llevarlo a mi boca. Deseaba darle placer, escucharlo jadear por lo que yo le hacía. Agarró en un puño mi cabello y me ayudó con el movimiento, suave y preciso, justo lo necesario para no ahogarme y él sentirme.

—Que delicia de boca tienes, Jenedith.

Levanté la vista al tiempo que utilizaba mi lengua para deslizarme, Dim tenía su atención en mí, sus labios ligeramente despegados y su pecho se inflaba de solo verme.

—Si me sigues mirando de esa forma acabaré antes de follarte.

Seguí un poco más, por alguna extraña razón no quería sacarla de mi boca hasta cumplir mi objetivo de hacerlo venir, pero Dim no solo quería estar en mi boca. Me detuvo, me cargó a la cama y me colocó boca abajo. Sus rodillas se hundieron en el colchón segundos después, y cerré mis ojos cuando comenzó a entrar despacio y profundo.

Aferré mis manos a las sábanas, las suyas se ciñeron a mi cadera y comenzó a moverse a un ritmo veloz. Gemí, mis jadeos fueron más fuertes, como si una parte de mí hubiese sido encerrada durante años y apenas había sido liberada para desatar su furia. Grité cuando sus embestidas desbordaron toda mi lujuria y mis ganas de él.

De un solo movimiento me volteó boca arriba. Se deshizo de su camisa, mis ojos se fueron directo a sus majestuosos músculos llenos de tatuajes. Se inclinó para entrar duro y sujetarme el cuello.

—Carajo, Jenedith.

—Por favor... no pares.

Dim obedeció, aplastó mi cuerpo con el suyo, apoderándose de mi cuello con lengüetazos que me hicieron estremecer. Sujetó mi cabello con fuerza sin dejar de penetrarme, y sentir como fui explotando de un golpe, una electricidad placentera me recorrió por completo, dejándome por las nubes, disfrutando de la maravilla de mi orgasmo.

Mi respiración acelerada continuaba, Dim se levantó y sus manos tomaron mis muslos. Prorrumpió en gruñidos, su cabeza la llevó hacia atrás para apreciar su escultural figura con tatuajes sexis a la vista, era la mejor imagen que mis ojos habían visto.

Sus manos hechas puños se apoyaron en el colchón y su voz gutural fue la prueba de que había terminado. Su cuerpo se estremeció sobre el mío hasta dejarse caer sin lastimarme.

Respiramos y sonreímos, nos besamos y nos abrazamos aún conectados.

—Te amo, Jenedith.

—Te amo más, Dim.

El modelito de calzones besaba mi nariz, mis mejillas, ojos, cejas y mi frente con tanta ternura que no pude evitar reír.

—¿Satisfecha?

Apreté mis labios para no reír.

—Contigo nunca podré estarlo.

—Eso suena a que tendremos mucho sexo.

—Tal vez.

—Dime que sí porque yo jamás me cansaré de esto.

Acaricié su cabello—más suave que el mío—, maldito modelo y malditos sus métodos para mantener un cabello brillante y sedoso.

—Definitivamente quiero sexo contigo.

Dim sonrió encantado.

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Faltaban dos horas para regresar a la villa, así que Dim no desaprovechó ni un segundo y pidió una espectacular cena. Después de ducharnos nos hicimos compañía en el sofá para disfrutar de la selección de comidas que pidió como servicio a la habitación.

—Entonces ¿Giselle...?

Dim masticaba el pedazo de filete y pasó para responder.

—No tenemos contacto desde lo que ocurrió y no es como que me interese. A veces creo que fue un alivio que ya no tenga nada que me conecte a ella. Pero lamento que Tommy haya pagado por eso.

Lo miré compungida y me acerqué más a él para acariciarle la pierna.

—De verdad lo siento tanto por eso.

Los encantadores ojos grises de Dim se encontraron con los míos, la arrogancia y la destrucción en ellos habían sido sustituidos por un brillo gentil, intenso y dulce.

—Descuida, viví mi duelo en terapia y aprendí a cerrar esa parte de mi vida. No tengo problema ya. Tommy siempre será mi hijo, no importa que no esté conmigo.

Recargué mi cabeza en su hombro ancho y él dejó caer su cabeza sobre la mía.

—Por supuesto, es tu angelito.

Escuché una risita ronca.

—Ojalá. Y no me cabe duda de que serás una excelente madre para nuestros hijos.

Levanté la cabeza de golpe y parpadeé.

—¿Yo, mamá? No sé, mi experiencia maternal es horrible.

—Eso no significa que tengas que seguir el patrón. Por Dios, Jenedith, no eres capaz de hacerle daño a alguien solo por placer.

Hice una mueca.

—Dudo de mis capacidades maternales.

—Yo no.

—Es fácil para ti decirlo.

—Bueno, no nacimos con instructivo para ser padres perfectos. El día que tengamos a nuestro primer bebé te ayudaré, ya tengo algo de experiencia en esa área —me guiñó el ojo.

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