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Cada vez más cerca

A la mañana siguiente doblé la esquina para llegar al local de Patitas Felices. Antes de entrar miré que Kelly también había llegado, nos detuvimos al mismo tiempo. Llevaba su típica paleta de cereza y resaltaba el plástico blanco en sus labios.

—Hola.

Su saludo fue tan natural y... encantador. Maldita sea, no dejaba de pensar en las teorías locas de Milly y Vega. Toda la noche me la pasé pensando en eso, me removía en la cama de solo creer que Dim Kelly, el modelo del momento estaba... enamorado de mí.

Sentí que me ruboricé de la nada y todavía no le contestaba. Su playera negra combinaba a la perfección con los tatuajes de sus brazos.

—Hola —devolví el saludo de una forma atropellada y entré al local.

Me aseguré de ver a Joker durante toda la semana y sus avances iban bastante bien, se levantaba con mejor ánimo y hasta movía desenfrenadamente su rabito al vernos.

Ya le tenía mucho cariño, era todo un guerrero y estaba orgullosa del buen trabajo que estábamos haciendo con él. Solo esperaba encontrarle un hogar pronto.

—Joker parece un Husky —comenta Dim mientras me pasaba el plato de comida.

—Creo que en el reporte decía eso, estaban tan indecisos por como lo veían que no se distinguió la clase de perro que es.

Acaricié a nuestro amigo de cuatro patas y me senté a su lado para hacerle compañía. Miré de soslayo a Dim que se había recargado en el marco de la entrada con los brazos cruzados y sin dejar de verme.

Lo miré y él ni si quiera se molestó en apartar la vista. Sus ojos humeantes seguían fijos en mí.

— ¿Qué tanto me miras?

Esbozó una media sonrisa y apartó lentamente la mirada.

—Te queda muy bien el labial rosa, resalta tus labios.

Mi piel se enchinó y de pronto me sentí feliz por haberle hecho caso a Vega de usar ese color de labial.

Desapareció de la trastienda para ayudar a Maggie al frente mientras yo me hacía cargo de la limpieza de las jaulas.

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Estaba aseando la jaula de Balder quien no dejaba de saltarme encima para aventarle su pelota favorita, era una en color naranja que le encantaba morder. No la soltaba.

Mientras yo limpiaba tenía que ponerle la correa para evitar que se saliera, barrí y trapeé para después aromatizar con un líquido que vendíamos en la tienda. Saqué su camita para aspirarla y rociarla con un perfume para perros. La coloqué de nuevo en su lugar y Balder seguía inquieto.

—Ya sé, ya sé lo que quieres, Balder, tu paseo. Pero aún no es hora, pequeño travieso.

Balder daba círculos como loco mientras yo recogía las cosas, pero...

—Balder, espera ¡Balder!

La correa me rodeó las piernas y al jalar me fui para atrás.

— ¡Wow!

La voz repentina de Dim Kelly sonó detrás de mí, logrando sujetarme a tiempo para amortiguar mi caída. Mi cabeza posaba en su pecho y sus manos en mis costados.

Mierda.

Quise enderezarme y él me ayudó para quitar la correa.

—Balder está demasiado inquieto, me rodeó con la correa mientras recogía las cosas —me expliqué sin saber por qué lo hacía.

—Alguien anda ansioso por salir —sonrió burlón y llevó sus manos a sus caderas—. Puedo pasearlo un rato para que baje sus niveles de energía.

—El paseo es hasta la tarde.

—No creo que Maggie me diga que no, lo importante es que ellos estén bien y Balder quiere pasear ¿No es así, muchacho?

Balder contestó con dos ladridos, como si hubiese entendido a Kelly. Torcí mis labios y salí de la jaula.

—Haz lo que quieras, solo avísale a Maggie.

—Lo que tú digas, Jenedith.

Era extraño, Dim desde hace mucho dejó de ser grosero y prepotente, como si hubiera reiniciado en un nuevo modelo. Maggie le dio permiso de sacar a Balder a pasear y se lo llevó, el pastor alemán iba muy contento con Kelly sosteniendo su correa que hasta me sentí celosa de esa traición.

Maggie salió y me dejó a cargo de la tienda. Me puse a acomodar las jaulas que teníamos al frente y atendí a algunas personas que venían a comprar productos para sus mascotas. Fue una mañana muy atareada, pero me sentía bien con eso.

Cuando despedí al cliente miré algo que llamó por completo mi atención.

Ese bocho celeste estacionado justo al otro lado de la calle. Era ella, Bethany estaba en el auto, observándome junto con un acompañante masculino que no pude identificar. Mi estómago se removió por el mal recuerdo y fruncí el ceño al ver que puso en marcha su auto.

Me seguía, estaba segura de que en cualquier momento podría tomar represalias por lo que le hice, denunciarla.

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Tenía tanta sed, me levanté del asiento y en eso vi llegar a Dim Kelly con Balder a un lado, agotado, sus niveles de energía realmente bajaron y todo indicaba que quería acostarse.

En eso noté que dejó sobre el mostrador tres jugos de naranja y me sonrió.

—Les traje algo más que agua para beber. Toma uno.

Pasó por mi lado para ir a dejar a Balder a su jaula. Caminé con reticencia junto a los tres jugos y tomé uno. Fruncí ligeramente mis ojos y bebí un sorbo, ¿Acaso leía mentes?

Regresó al frente conmigo y tomó un jugo.

— ¿Y Maggie?

—Salió por más medicinas para Joker.

Él asintió y bebió, no pude evitar ver las gotitas de sudor que se le formaban en el cuello por el paseo. La nuez de su garganta subía y bajaba mientras bebía y aparté de mi mente toda imagen que me parecía sensual en él. ¡No con él!

— ¿Hay algo que tenga que hacer? —pregunta con mucha amabilidad.

     Su voz ronca era deslumbrante, tenía un timbre muy masculino y yo me esforcé por tratar de contestarle.

—Veamos... ¿Puedes traer más bolsas de comida? Se llevaron cuatro hoy y hay que tener disponibles.

Asintió.

—Enseguida.

No protestaba, no me peleaba en nada. Solo vi como traía las bolsas de comida y las acomodaba en el lugar que iban. Hasta parece que no pesaban esas condenadas bolsas.

Yo seguí con el inventario hasta que después de unos minutos noté que se sentó a mi lado, en la silla vacía que usualmente ocupaba Maggie.

Volteé a verlo y él se cruzó de brazos sobre el mostrador.

— ¿Quieres que vayamos a cenar después del turno?

Me quedé divagando en mi mente.

—No quiero volver a pasar otro incidente por salir contigo.

—Bueno, entonces podríamos comprar algo para cenar e ir a mi departamento.

Parpadeé, fingiendo leer la pantalla de la computadora.

—En realidad prefiero no hacer nada.

—Jenedith.

Tomó el respaldo de mi silla y la giró para ponerme frente a él.

— ¿Por qué me evades?

—Yo no hago eso.

—Claro que sí, parece que me quieres lejos de ti.

Puse los ojos en blanco y forcejeé para que me dejara libre.

— ¿Por qué ahora eres tan bueno conmigo?

—Porque me gustas, Jenedith.

Lo dijo con tanta naturalidad que pude sentir su sinceridad. Lo miré con recelo y deslicé la silla lejos de él.

— ¿Qué has dicho?

     Se levantó del asiento y se fue acercando, se hincó frente a mí y colocó sus manos sobre las mías para ejercer una suave presión. Sus ojos no dejaban de verme y por un momento me sentí bajo un hechizo.

     —Me gustas, Jenedith.

     Repite, como si esas tres palabras fueran sus favoritas.

     —No bromees, porque estás siendo muy pesado.

     —Nunca había hablado con tanta sinceridad en toda mi vida.

      Se inclinó hasta quedar a milímetros de mis labios y me alejé un poco sin aún poder creer lo que me decía.

     Dejó escapar un suspiro y agachó la cabeza, después se acercó a besar mi mejilla. Con su nariz fue recorriéndome hasta que su frente se acomodó en mi rostro.

     —Perdóname por todo, Jenedith.

     —No puede creer lo que has dicho.

     —Es la verdad, pequeña bestia.

     Lo miré y él me sonrió.

     —Sigue en pie mi invitación a cenar. Piénsalo, cenaremos lo que tú digas y... hablemos.

     Se alejó y yo lo miré.

     —Hoy mis amigas y yo iremos al departamento de Bethany.

     Se detuvo en seco y volteó a verme con una expresión de asombro, hasta me atrevía a decir que con un aire de molestia.

      — ¿Qué? ¿Qué van a hacer allá? Y con esa mujer, Jenedith.

     Sonaba severo y yo me crucé de brazos.

     —Ella sabe quién es mi padre, Kelly, y quiero saberlo también.

     Abrió grandes sus ojos grises mostrándosemuy interesado.

     — ¿De verdad? ¿Y cómo sabes eso?

     Le conté todo, era impresionante como me era sencillo hablar con él después de todo lo que me había hecho, y él se mostraba atento a mi conversación, intervenía en ciertas ocasiones cuando se perdía en la plática y yo le explicaba.

     Al final repiqueteaba sus dedos sobre el mostrador y se notaba pensativo, yo esperé a que me dijera algo y volteó a verme.

     —Yo las acompañaré.

     — ¿Cómo?

     —No van a ir solas a una zona tan peligrosa, Jenedith.

     —Puedo cuidarlas y cuidarme.

     Él sacudió su cabeza y se acercó más a mí.

     —Mientras tú estás adentro ellas corren peligro cuidando afuera, no tendrías tiempo de protegerlas como dices —comenta muy sereno y empujó mi frente con suavidad con dos de sus dedos—. Que una se quede en el auto de Vega y otra en el mío en diferentes puntos, mientras tú y yo vamos por esas pruebas.

     Parpadeé perpleja. Acarició una de mis manos, subió hasta tocar mi hombro y me atrajo a él para rodearme con sus brazos.

     ¿Por qué lo permitía? ¿Por qué dejaba que se acercara a mí de esta manera más íntima?

     —No dejaré que te vuelva a hacer daño.

     Sus palabras me derrumbaron de manera colosal, mi corazón estaba a mil por hora y mis piernas temblaban. Acariciaba mi cabello de una manera tierna y lo acomodó detrás de mis orejas con delicadeza para después conectar nuestras miradas.

     —Déjame cuidarte, Jenedith.

     —Dim...

     Uno de sus pulgares rozaba mis labios y se acercó para besarme muy cerca de ellos. Apenas fui consciente que seguía con una mano en mi cintura y me miraba como si estuviese contemplándome.

     Eran extraño, con Chip no sentía nada parecido.

     —Esperaré a que te sientas segura conmigo.

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