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Allí se encontraba, bajo mis sábanas. Su sedoso cabello castaño corto reposando en sus hombros. Aquel fino collar de plata adornando su piel. Pechos bellísimos rozando las sábanas de seda. Observaba todo esto acompañado de Mozart causando estragos entre mis sentidos, volviéndome loco.

Deslizó un poco del whisky para inspirarme un poco más. Sus bellas piernas blancas desnudas esperando por más besos, esperando por otro ataque sin previo aviso.

Voltió su mirada a la ventana para admirar un poco de aquellos últimos rastros de la noche. Me fascina recorrer la vista sobre las montañas mientras aquellos puntos que nos entregan un poco el sentido de la vida.

Un pequeño gemido irrumpe en medio de Mozart. Mi bella, Trisha, se mueve sobre aquel lecho de pasión.

Nuestras ropas regadas por todo este campo de batalla, los espejos inmortalizando su figura juvenil. Su tersa piel tan perfecta a mis dedos. Terminó con los últimos rastros del whisky, deja el vaso reposando en la mesa cercana.

Ella es arte, poesía, prosa, música. No puedo resistirme a su cuerpo de Diosa. Descargo mis besos por sus talones, saboreando sus pantorrillas. Despacio voy ascendiendo a cada centímetro de su piel.

Cada movimiento leve, dejo el preámbulo del éxtasis. Es imposible dejar quietas mis manos, hambrientas de su piel. Voy palpando desde sus caderas para escalar por aquella cintura delineada bajo mis dedos. Gime un poco más. Mis dientes los dejo hincarse sobre sus nalgas. Sus dulces jadeos son la mejor música para mis oídos. Dejo caer una nalgada para despertarla un poco más.

—¿No descansas? —menciona con voz entre dormida.

—Cuando se tiene una obra de arte, dormir sería un crimen.

La paz nunca ha sido una opción ante tal hermosa y caótica amenaza.

Resbalo mi dedo por aquel monte de Venus. Se encuentra bastante húmedo. Gime un poco más alto, mi dedo se empapa con ella. Voy dibujando caminos por su espina al ritmo que Mozart juega con los compases. Mis caricias resbalan sobre sus brazos. La ayudo apretar las sábanas al ritmo que devoro su cuello. Palpitan sus venas entretanto mis dedos toman posesión de su sexo. Palpo con mis manos su cuello suave, devoró aquellos jadeos adictivos.

Su figura bajo mi piel, mis ojos frente al espejo para ver jugar sus pechos entre mis manos. Sentir su cabalgata desbocada. No puedo evitar quedar frente a ella. Entrelazar nuestros cuerpos. Dejo caer las palmas a sus nalgas, mis labios a sus pechos. Sus manos delicadas caen a mi espalda entre tanto quedamos inmortalizados sobre los cristales. Las miradas que dejamos perderse al son de nuestros cuerpos. Sus labios entre abiertos expulsando mi droga, mis ojos entregando un suspiro hacia ella.

Pactamos un beso con el alba, marcamos nuestro intento de despedirnos al quedar atrapados sobre su quinto orgasmo.

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La salida de la iglesia rebosaba de aquellos invitados lanzando arroz sin fin. Risas, buenos deseos y un futuro incierto, aplausos al por mayor. Allí de gancho y con su bella sonrisa escapa Trisha abrazada a su esposo. Dejo escapar una calada al ritmo que la moto rebaja la revolución.

Me queda entre mis manos sus bragas vino tinto, sus marcas recién escritas sobre la espalda… te quedarán unos cuantos orgasmos de más por mi culpa, me quedarán unos cuadros de más por la tuya.

Lanzó la colilla sobre la acera y me despido del lugar.

Déjame ir diciendo que este relato no lo hice yo, sino JairoAlbertoBuitrago. Yo sólo lo corregí.

Fue hermoso, despertarme por la mañana y leer esto. Me siento muy alabada de poder siempre leer sus relatos, casi todos eróticos. Es que ese es el punto fuerte de él, no el mío. Aunque si me atreviera un poco, no sé.

Espero que les guste tanto como a mi, lo quise compartir con ustedes.

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