Cuando le propusieron una propuesta indecente, ¡ella aceptó! | Gilba.
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Ni era miércoles pero es que no pasaba nada del otro miércoles aquí. Sin importar el día que fuera y lo que pasara ese día, esto por aquí se llegaba a poner muy aburrido. Hasta la comedia más mala me hacía reír. Pero nada iguala a los chistecitos que tenemos montados por el Olimpo. Tenemos muy buen sentido del humor por allá arriba.
Les cuento uno: ¿Qué tipo de calzado usa un Dios griego? TENIS ZEUS. Por mi padre, este chiste está buenísimo. Claro, no todos se ríen. Los simples mortales no se ríen, y menos los que vienen a donde estoy yo, a lamerme los pies y perdirme que te de buena caza. ¡Ustedes sólo saben pedir!
Como les contaba sobre mi aburrimiento, ni mi coro de niñas de nueve años me entretenía, ni con sus cancioncitas ni con sus cuerpos. No es por nada, pero me gusta más tener algo más que poder tocar. Además que tengo a Hera, que es como la trabajadora social por aquí.
A veces se me antoja jugar con mis fieros perros de caza, pero, ya ni caso me hacen. Quién me manda a ser tan niña mimada de papá y pedir veinte ninfas para cuidarlos. Yo, que me gusta sobresalir.
Lo otro que me quedaba era ir a cazar. Eso sí era entretenido. Correr detrás de los venados o jabalíes, las ramas de los arburtos chocando contra tu cuerpo — me gusta el BSDM — , ver en sus ojos azabaches la desesperación ante mi poderosa figura. Esto de usar frasesitas poéticas estilo Homero, mola. Debería dejar un poco los partos.
Lo que más suelo hacer es estar sentada en el trono de piedra todo el día, pasando calor, con las piernas abiertas para ventilar y mi muy provocativa túnica, esto aburre un mogollón. Les juro que quisiera ir a darme un chapuzón al lago, pero es que tuve una mala experiencia. Que este cuerpo escultural no cualquiera lo puede ver. El que lo vea, ciervo se volverá, será perseguido por mis furiosos perros mimados —que estén mimados, no dejan de ser peligrosos, sólo recuerden que estoy practicando mi lírica— y devorados, convirtiéndose así en Cesar. Sí, Cesar es una comida popular de perros por aquí. Pero sólo para perros con Pedigrí, como el perrito de a tres.
Ah, lo otro que suelo hacer es ayudar con los partos. Ustedes saben que nací con el título en obstreta en la caliente. Mi mamá pujando al retrasado de mi hermano y yo graduándome.
Las comadronas y jóvenes violadas por hombres mozos como mi padre, vienen a dejarme ofrendas para que el parto vaya de maravilla. Yo como buena diosa que soy, las ayudo. Pero no gratis, que no soy ONG.
Pero hasta ahí, más nada. Es que nadie me saca a pasear o me invita a un vino. Es puro parto y llanto. ¡Cuidénse mejor y tengan cuidado hasta con su sombra, mi padre es todo un pillo!
—Diosa Artemisa, una comadrona solicita su presencia —anuncia una de las sesenta hijas del mar que tengo. Ni sé cuál es, pero eso es lo de menos, me acaba de sacar de mis pensamientos. Tal vez, a ella la mezcle con el Cesar. Ya saben, un poco más de proteínas.
—Que pase —le dije acompañado de un gesto, mientras me sentaba como había que sentarse. Como ya dije, no cualquiera puede ver a este mujeron. Tengo un cuerpo virginal y delicado.
No sé quién fue a avisarle con rapidez a la comadrona antojada. Todas mis no sé quién, saben que soy de poca paciencia. Quién me manda hacer el templo así de grande. Es que ni siquiera yo lo pedí, ustedes los mortales, lo hicieron a su propia voluntad. Se los agradezco, bonita casa que me hicieron.
A lo lejos pude ver una figura femenina, era la comadrona antojada. En esto de los "puja, que ya viene", no se suelen ver hombres.
La figura femenina se acercaba lentamente. Zeus, que me desespero.
Casi me quedo bizca rodando lo ojos con enfado. Ya he pedido la cuenta de cuantas veces me ha pasado esto, pero ya pasé la tercera y no fue la vencida.
La no sé quién se percató de como yo andaba, así que alentó a la mortal a que caminara más rápido.
Cuando al fin llegaron — habían pasado tres mil años después y seguía virgen —, mi hija del océano hizo una reverencia y se colocó al lado de mi trono, atenta a mis peticiones. Saben que yo soy muy caprichosa.
La mujer se inclinó mostrando su respeto hacia mi y sus pechos, que con estas túnicas se te ve la vida.
Viendo como era la situación alcé mi vista con soberbia, haciendo ver mi grado de superioridad. En realidad, todo esto era una obra que me estaba montando. De todas las parteras que habían pasado durante todos estos años, ella era la más bonita, claro, después de mi.
Su pelo rizo que caí en sus hombros como el agua de una cascada en las piedras de río, su piel blanca como la espuma de las olas del amplio mar, ojos que parecía que estaba viendo a Morfeo con sueño porque traía unas ojeras. No me puedo quejar, como anda Homero, estoy muy poética. Resumiendo, que es que mi léxico no llega a mucho: estaba guapa. Juro que quiero parir y que me atienda ella.
—Oh, querida Diosa de la caza y de los partos, bendita sea. Necesito que me bendiga, mañana tengo un parto difícil —me suplicó, me encanta que me supliquen y con esa voz de mujer madura, más aún.
Sonreí con malicia antes de responderle.
—Bendecida, mi seguidora. Te acompañaré en ese parto.
Llevó muchos pero muchos años diciendo lo mismo, al final, nunca me nuestro por ahí. Los mortales dicen que nos sienten espiritualmente.
Como yo soy curiosa, le pregunté su nombre—. Joven, ¿cuál es su nombre?
—Alba.
Oh, Alba. Cuando pronunció su nombre pienso en... pienso en el... ¡Homero no me dejes! Ciego desgraciado.
Pues que bien, ya me sé el nombre. Ya con el nombre consigo dirección y centro de trabajo. Capaz yo, que le saque el expediente.
Y bueno, ya te quiero ver el culo que tienes. Dame la ofrenda y coja por esa puerta.
Antes de decirle eso de forma más adecuada de una Diosa hablándole a sus seguidores.
—¿Y mi ofrenda a cambio de la bendición? —exigí y como siempre mostrando todo mi poderío. Porque sí, yo tengo el poder.
Alba hizo una sonrisa nerviosa mientras se arrascaba la nuca.
—Verá, mi querida Diosa. Sé que fue muy atrevido de mi parte venir a pedir su bendición, sin traerle nada. Pero es que no tengo nada.
Osada, así me gustan.
Para hacerme la interesante, alcé ambas cejas mientras la seriedad abundaba.
—¿Y qué tienes para darme a cambio?
Alba se quedó pensado. Y yo esperando con ansias.
—No sé, mi Diosa. Pidame lo que quiera —me dijo con tono seguro, sin miedo a lo que yo le pudiera reclamar.
Debería tener miedo, nosotros los Dioses pedimos cosas bastantes extravagantes, como una peluca de serpientes para Halloween.
Esta chica es temeraria, me gusta.
Como ya me aburrí de hacerme la interesante, me senté en mi trono como siempre. Todos me miraron raro, pero yo como Arquímedes vestido con un barril.
Alba me miró por unos cortos segundos y se sonrojó. Sino fuera porque me cayó bien la muchacha, juro que le hacía lo mismo que le hice a Acteón. Si, el que convertí en ciervo porque me miró desnuda. Si, el que terminó perseguido y devorado por mis caniches.
—Proponme algo indecente —sonrio con picardía.
Alba parpadeó varias veces, ¿qué rayos yo le había pedido?
—Pero, usted es una Diosa y tengo que tratarla con respeto. Además, soy una simple mortal.
Todas mis hijas me miraron con vergüenza y murburaban entre ellas mi conducta tan inmoral. Ay, infantes, si no es porque no van a crecer, ya me entendieran.
—Olvida eso, imagínate que soy cualquier chica —hice una pausa porque se me había ocurrido una idea para hacer cómodo el asunto.
Durante la pausa, me levanté y fui hasta donde ella estaba parada. Sí, aquí no le brindamos asiento a las visitas.
—Olvídate de que soy tu Diosa, la Dadora de la luz y demás nombres que tengo. Ahora me llamarás Ginny —dije de forma picaresca mientras tocaba su cara, y ella sólo me miraba confundida.
—Vamos, que esperas —le reiteré, estaba algo apurada. Que quiero salir de las cuatro paredes estas.
Alba me puso una cara rara y con voz temblorosa me preguntó —. ¿Ir al teatro?
Tengo teatro en el templo, me aburre. Además, yo soy la directora y actriz principal de la obra.
—No.
—¿Ir a la plaza a escuchar a los cantantes y poetas?
Tengo un coro de infantes de nueve años. Cantan como angelitos.
—No.
—Diosa... perdón, Ginny. No sé me ocurre nada.
Vaya, que poco creativa. Estas perdiendo unos puntos.
—Invitame a tu casa.
Alba se sonrojo completa y comenzó a balbucear con pena que su casa no estaba a mi altura. Por Zeus, para lo que vamos hacer me da igual si es en el establo de los pegasos.
—Vamos, invítame.
Se puso muy nerviosa, tan así que miraba a todos lados evitándome. Pero terminó atrapada en mis ojos llenos de lujuria. Homero regresó, ganado.
—¿Quiere ir a mi casa? —murmuró avergonzada.
—Claro —respondí rápidamente, prácticamente no la dejé terminar.
Me gire a donde estaba todo mi staff y les dije que me cuidaran el templo. Que si le pudieran hacer una pasadita al piso, mejor.
Y así fue como me fui de tijeras con la joven comadrona, Alba. Pero, para su tristeza está historia nunca te la cuentan en los libros de Historia de la Antigua Grecia. Es que en el tiempo que lo escribieron, no había tanto barullo con movimientos homosexuales porque sino, ¡la primera historia que ponen es esta!
¡Hahaha! Creo que me pase.
¡Gilba más real que el Madrid! El Homero se me fue.
Yo dije que lo iba hacer, y eso hice. Ya son famosas, con su propio os lésbico inspirado en la Antigua Grecia. Ginny dijo que la pusiera Diosa y peligrosa, la complací bastante.
Tengo que decir que se me ocurrió de momento, cuando dijiste eso de Diosa. Automáticamente pensé en Artemisa, no sé por qué. Pero bueno, a mi este barullo me gustó. Me encantó como quedó narrado de esta forma tan burlesca.
Espero que les haya gustado a ustedes dos. Deberíamos coger como gracia esto. Para divertirnos un rato. Hay que aprovechar la cuarentena.
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