VIGILANCIA
<El amor es el sentimiento mundano más anhelado en el mundo. Ser humano o animal desea sentir en algún momento de su vida eso a lo que llamamos amor>
Lo vez de lejos, lo admiras. Las sonrisas, los sonrojos, las veces que se toman de la mano y caminan juntos hacia el atardecer. Lo añoras. Tan cliché.
Pero no a él. O a ella.
Deseas sentir el amor en ti mismo, al de pareja, a que alguien te vea con esos ojos brillantes llenos de sentimientos.
No te has dado cuenta como poco a poco te hundes, tus amigos y familia lo han notado, pero o son indiferentes o no saben cómo mencionarlo.
La tristeza en tus ojos. El dolor, la pena, la soledad.
Y es que; eres un niño, no sabes nada de la vida aun para sufrir por esas emociones.
Pero ellos que saben piensas.
Cuando les vez con esa mirada llena de misericordia para contigo.
Ellos no saben.
—No quiero ser yo... quiero ser libre... necesito un remedio para curar este dolor... sé que sonrío, pero hace tiempo que no soy feliz—
Fue en una cena familiar que de repente tu sinceridad broto de unos labios que habían permanecido sellados por tanto tiempo.
El silencio reino y solo obtuviste risas sardónicas y palabras sin comprensión. Más tarde esa noche supiste que nada que dijeras cambiaría tu destino.
<La tristeza es una mala semilla que si es dejada florecer crecerá con rapidez y si nadie la arranca de raíz, acabara con todo a su paso>
Tenía que admitirlo, le dolía respirar, asi que una noche solo paso.
Solo en su habitación noto una sombra. Una sombra que observaba cada segundo que pasaba ¿Ya había enloquecido acaso?
¿Asi sería entonces?
La verdad es que no se acuerda en que momento fue a la cocina por un cuchillo para cortarse las venas, mientras esa mirada amparada en la oscuridad le observaba. ¿Era su deseo? ¿Ver su fin?
Más no sucedió.
Emergió de las sombras para sonreírle. Un ser etéreo, rodeado de una luz iridiscente que la perfección era una palabra incompleta e insulsa para referirse a su persona.
Con lentitud alejo de sus manos el arma que acabaría con sus más profundas penas.
¿Cómo había entrado a su hogar sin darse cuenta? ¿En qué momento paso de verlo por la ventana a sentir su tibio calor rozarle la piel?
Esa noche por fin sintió otro tipo de paz en su corazón, si este ser de otro mundo podía cumplir sus más profundos deseos, no le importaría entonces arder en las más profundas llamas del infierno.
Los humanos y los demonios desde un inicio jamás debieron mezclarse, sin embargo los que se decían así mismos "personas" insistían en juntar ambas clases y solo por diversión o mandato las criaturas de las tinieblas salían de su mundo para "molestar", divertirse o simplemente cumplir con alguna tarea ordenada por el padre todo poderoso.
En realidad aquel demonio que no solo era respetado entre los de su especie sino que también era temido e incluso odiado, había emergido de su letargo al ser inocentemente invocado por unas lágrimas tan puras que a cualquiera tentaría con la idea de desgraciarle la vida.
Después de su despertar vigiló muy de cerca a quien desde ese día no paraba de llorar por una u otra razón y además de que se sentía realmente atraído por la idea de destruirlo, tomó una forma más "humana" para evitar caos entre los de piel multicolor.
Un día mientras lloraba en un monte aquel hombre radiante de cabellos rojizos como el color de la sangre salió de repente clavando su mirada carmesí en aquellos ojos cristalinos que le observaban.
— ¿Por qué lloras?— preguntó pasando un pañuelo a aquella pobre alma en pena de la que sólo fingía ser su "amigo" por la idea de fastidiarlo y causarle problemas en su mundo para su entretenimiento —El mundo es muy bello, ¿no?— preguntó solo para que dejara de llorar ya más adelante podría hacerlo por su causa.
Decir que Kouki no dio un brinco del susto fue poco, limpio su rostro como pudo avergonzado de que alguien con esa belleza viera su rostro deformado por el dolor y las lágrimas.
El aire que se colaba por la ventana abierta de la cocina batía su cabello, acomodándolo detrás de su oreja para que no le estorbara, no podía creer que tan bella persona se encontrara a su lado, hablándole, alguien tan simple y sin chiste alguno. No era normal, a menos que viniera a molestarlo y a burlarse de el como tantos hacían.
—Es mucho... lo que me sucede ¿Porque?—
Por alguna razón se le había erizado la piel ¿Estaría bien sincerarse con alguien que nunca había visto? ¿No le juzgaría como tantos? Incluso paso por alto el hecho de que estuviera en su casa, en su cocina y que entrara sin invitación previa, pero eso a su mente nublada por todo lo que sentía ya no le importaba.
Su expresión tranquila le atemorizaba un poco, pero a la vez se sentía en paz por primera vez en mucho tiempo —S-Si lo es, tambien creo que el mundo es muy bello... mas no la humanidad—
—Quisiera escucharlo— mencionó el guapo pelirrojo al voltear su mirada hacia el menor que aunque había dejado de llorar lo veía con algo de temor —Lo siento, si es algo privado no deberías decírselo a un extraño pero da la casualidad de que yo te conozco desde hace algún tiempo y quiero ayudarte— por supuesto muy en el fondo se reía de cada expresión que el castaño hacía, era como si no pudiera creer lo que ocurría y era de esperarse, nadie en el mundo de los humanos era tan "sincero" y abierto como él para decir las cosas aunque solo fueran mentira —Te he visto cada vez que lloras y nunca me atreví a hablarte por miedo a que huyeras de mí, pero ahora que sé que no me temes por mí físico puedo hacerlo sin problemas— claro, al ser demasiado atractivo y su cabello tan rojo como la sangre al igual que su mirada era muy extraña y poco común y a veces la gente solía compararlo con el hijo de Satán aunque no distaban mucho de sus acusaciones —Yo puedo ayudarte, no estás solo— acompañado de sus amables palabras sus ojos expresaban sinceridad y confianza.
Kouki baja la mirada al sentirse tan patético ¿De verdad esta persona le conocía? Qué vergüenza, haberle visto de manera tan patética.
—Bu-Bueno, es solo que estoy tan acostumbrado a no importarle a nadie que me sorprende, eso es todo—
Además de que no tengo la menor idea de dónde vienes, pensó. Sentía su corazón latir como nunca, ese sentimiento que había estado persiguiendo por tanto tiempo, el de sentirse vivo. Y esta persona que no solo era de una espectacular belleza, además amable se preocupaba por su bienestar.
No se sentía mal confiar en alguien por una vez y no ser juzgado, aunque en realidad no sabía lo que le respondería a sus patéticos sentimientos. Aunque le intimidaba lo guapo que era, como un modelo, alguien inalcanzable.
—Es algo... Vergonzoso que me hayas visto llorar tantas veces, pensaras que soy alguien patético— Sus traicioneras lagrimas recorrían sus mejillas nuevamente —Es solo que me siento tan solo, tan... vacío, sin motivos para vivir y nadie lo entiende ¡Na-Nadie quiere entender!—
Se avergonzó por haber levantado al final la voz, se dejó caer en el suelo de la cocina, arrastrando las piernas a su pecho y abrazándolas para ocultar su humillación.
Akashi sentía que podía morir de la risa por semejantes palabras y gestos, ¿Era posible tanto drama con el poco tiempo que tenían los humanos en el terreno que padre Todopoderoso les prestaba para disfrutar? Bueno, realmente lo desconocía ya que la inmortalidad le había llevado a estar solo y sin ningún problema que tener o un deseo que anhelar.
Movió ligeramente la cabeza para que no se sintiera mal momentos después de que le alzara la voz aunque por dentro lo irritaba que no supiera controlar sus emociones.
Nuevamente se acercó a este pero esta vez para limpiar esas lágrimas que recorrían su rostro.
—Todos tenemos una misión en la vida y tú debes encontrar la tuya antes de que te des cuenta de que no pudiste disfrutar de la vida como hubieras deseado solo por darle más importancia a lo que piensan los demás— sujetó sus manos para que entre ambos se levantarán.
—¿De verdad lo crees? Disfrutar de mi vida... nu-nunca había pensado de esa manera ¿Cómo podría disfrutarla? Ni siquiera tengo amigos— le respondió un poco más calmado
Una vez incorporados, sin responderle lo soltó y le hizo salir al patio que tenía la casa donde se encontraban, lentamente le llevo a uno donde tomó una manzana.
—Cómela; cuando te sientas mal, es tan dulce que por unos segundos te hará sonreír— cuando estaba aquel fruto entre sus manos se escucharon gritos hacia la dirección donde estaban. No podía mostrarse ante nadie más que su víctima.
Aprovechando que el castaño se distrajo con la voz que le llamaba desapareció en forma de una pequeña ave de plumas rojas y ojos muy hermosos uno color dorado y el otro carmesí, aún lograba contrastar con el color de su plumaje volando al hombro de aquel jovencito.
Sentir esos dedos algo fríos para la época hizo que le recorriera por todo su cuerpo un sentimiento de intranquilidad, pero desechaba todo pensamiento. ¡Ese chico se preocupaba por el! Asi que rojo por la vergüenza de su acción y la cercanía solo atino a bajar la mirada nuevamente.
Escucharle darle ánimos hacia qué; su hasta ahora lo que consideraba congelado corazón latiera como nunca antes había sentido. Llevo su mano a su pecho pidiendo en su mente a su corazón que detuviera ese galope exagerado que llevaba.
Acababa de conocer a esta persona y esos sentimientos nublaban su cabeza.
Recibió la manzana viéndola con detenimiento, brillaba o al menos de esa manera la veía, una fruta tan apetitosa a la vista que no podía ser siquiera real. Pero lo era, podía sentirla en sus manos y era un preciado regalo para el ahora.
Estaba a nada de darle una mordida cuando escucho el llamado de sus padres, no creía que estuvieran preocupados por el, tal vez solo tenían algún mandado que pedirle, solo por eso es que volteaban sus miradas en su dirección, solo cuando lo necesitaban, y eso era lo que poco a poco le hundía mas.
Vio al hermoso pajarillo revolotear a su alrededor, sintiéndose dichoso al sentirlo tan cerca suyo. Era tan bello ¿De dónde habría salido? Busco a su nuevo amigo, para el al menos, pero no lo encontró por ningún lado, se juró a si mismo regresar a ver si podía encontrarlo y pedirle un consejo o una respuesta que había flotado de sus labios momentos antes, esa pregunta que ahora rondaba en su mente.
—¿Cómo debo de disfrutar de mi vida?—
No tenía amigos, o al menos a los compañeros de su clase no podía considerarlos de esa manera. Siempre estaba solo ¿Qué debía hacer? Tal vez el chico pelirrojo de belleza que no podía admitirse podía darle una idea.
Vio con real interés la manzana, pero decidió dejarla para más tarde, llego donde su familia dirigiéndose a su casa, esperando a llegar a la noche y disfrutar de tan bella fruta.
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