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FUEGO

Seijuuro va hacia Kouki como una bestia hambrienta, haciendo que su corazón lata con una rapidez inesperada.

Besa sus labios dulces, como la miel en su paladar.
Toca sin pena ni pudor su piel suave para marcar bajo la yema desde dedos .

Muerde, besa, lame, marca lo que es suyo. Toma lo que le pertenece.

Devora.

Y es feliz viendo como su Kouki es feliz satisfaciendo sus ansias. Su hambre, su lujuria.

Kouki hace una arco perfecto de su espalda, Seijuuro embiste con fuerza, marca sus dedos en la piel de la cadera, lame sus labios con la visión exquisita del rostro de su castaño.

Húmeda de su sudor, de las lágrimas de placer que bajan por sus mejillas.

Le ve abrir más la piernas, saliendo de sus labios sinfonías de puro placer, sollozando e implorando por más.

Seijuuro por supuesto responde a las espectativas, embiste con la fuerza, acaricia con pericia, besa con inusitada ternura.

Y mientras ambos llegan a la cúspide del placer orgásmico, se juran amor eterno en medio de las llamas ardientes del infierno.


Su vida ahora; justo en esos momentos era completamente diferente, llena de alegría y satisfacción nunca antes pensada.
Comprendió, mientras observaba las enormes lenguas de fuego y escuchaba los gritos agónicos de quienes habitaban la casa que se incendiaba, que ese era justo su lugar.

Que era ese justo su destino. Siempre estuvo atado al fuego y no lo sabía, al infierno y la tortura.

El fuego siempre estuvo dentro suyo, siempre.

No le dolía el hecho de que su familia se consumiera, no le dolía el hecho de estar atado a un ser y un mundo lleno de miseria, dolor y tormentos, pues no era el quien los recibía, no mas.

-Kouki, es hora de marcharnos ¿Estas satisfecho?-

Kouki dio un par de pasos como si de un niño se tratase y es que quizá lo era, sonrió y tomo la mano que el pelirrojo le ofrecía, mientras que con la otra ondeaba una llamarada de fuego que quemaba cuanto lugar tocaba.

-Aun quiero jugar Seijuuro- dice molesto

-Quiza en otro momento, en otro lugar, no debemos dejar muchas huellas de nuestro paso por aqui-

Akashi Seijuuro, señor de tormentos, demonio que se encaprichase en torturar a un simple humano, sin saber que de hecho se trataba de su pareja destinada, aquella que solo les es entregada bajo ciertos términos; solo le vio con aire impasible, mientras el surco de lo que parecía una sonrisa aparecía en su rostro. Se había dado cuenta de que su pequeño demonio era insaciable.

Pero era algo natural, después de todo solo tenia poco en su nueva vida inmortal, tenia una sed de sangre impresionante, que casi rivalizaba con la propia, además de su poder.

El fuego.

Kouki asesino y quemo a cada ser humano que le dañase en su vida mortal, había vito de primera mano el como se sentaba tranquilamente mientras veía perecer a su víctima, lamiendo sus dulces labios, otras veces riendo cual niño pequeño y las peores, cuando el dolor y la tortura no le satisfacía y se emberrinchaba saltando sobre el cadáver o lo poco que quedaba de este.

Una visión exquisita.

Era una nueva vida para ambos, para Seijuuro como alma unida a otra existencia y para Kouki como demonio.

Una vida llena de excesos, sangre, tortura y todas aquellas cosas innombrables que pudieran pasar por sus cabezas. Llegaría un tiempo en el cual la excitación de lo nuevo decayera, pero ambos estaban seguros que alguna nueva diversión encontrarían, después de todo el ser humano esta siempre en constante cambio, siempre hay un ingenuo que cae en las garras de lo malsano, de lo increíble, de lo desconocido.

Y justo en ese lugar oscuro y depravado estarían ambos esperando al acecho.

Esperando.

Eternos.


Fin

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