Chào các bạn! Vì nhiều lý do từ nay Truyen2U chính thức đổi tên là Truyen247.Pro. Mong các bạn tiếp tục ủng hộ truy cập tên miền mới này nhé! Mãi yêu... ♥

Capitulo 7 🔥 (Parte 2.1)


Brooks Heaven:

Hago contacto con la llave del auto de Jazmin, lo enciendo y salgo del estacionamiento sin perder el tiempo. 

El “Hogar de niños de Dios” queda al otro extremo de la ciudad. He ido tantas veces durante los años que han transcurrido en mi vida, por lo que se con certeza que me demorare una hora en llegar, solo si es que el tráfico de la ciudad es bastante concurrido como cualquier otro dia. Nunca ha habido algún día en que no circule ningún auto por las calles. 

Poco después, apenas han pasado diez minutos desde que salí de la casa y el volante del auto ya se encuentra mojado por el sudor que escurre entre mis dedos. Me detengo un par de segundos en mirar mis manos y pienso que pudo haber hecho que mis hormonas se encontraran tan alteradas. Primero pienso que puede ser por el calor que llega a ser sofocante dentro del auto debido a que no he abierto ninguna ventana para que circule el aire fresco del mar, que con mucho esfuerzo se logra sentir en el centro de la ciudad. O realmente puede que en verdad me encuentre así de nervioso por mi hermanito y como consecuencia este transpirando como un cerdo. 

Paso una de mis manos por el pantalón y luego la otra por mi frente. Si, de verdad me encontraba nervioso no podía negarlo. Joder, era mi hermanito y que me llamaran para verlo era algo que nunca había planteado que podria suceder. Si, podía ser un pequeño risueño y un poco malhumorado para su edad, pero durante estos años nunca había causado algún conflicto o se había metido en algún problema con otros niños de su edad como para que me llamaran y con tanta urgencia. 

Desde siempre he estado acostumbrado a verlo solo porque yo iba a visitarlo, no porque las monjas me lo pidieran y algo en mi interior me decía que no era por algo bueno.

Entre tantas vueltas de mi mente en que se devidia en estar enfocado en manejar bien, en no recordar a Bambi porque en este momento no era mi preoridad y preguntarme que sucedia con mi hermano, ya me encontraba estacionando el auto en un parquimetro oscuro y de color verde musgo lleno de tierra. 

El hogar que se enfrentaba ante mi, imponente y con toda la pinta de estar embrujado, al bajarme del auto me dio la Bienvenida más fría del mundo. Los colores beige y verde de las paredes aún no eran retocados desde la última vez que vine, seguían con la misma cantidad de hongos y suciedad. Me pasé las manos por el cabello sin importarme que se desordenara y luego por los muslos de mis jeans para sacar rastros de sudor, tome una respiración y comencé a recorrer los pocos pasos que me separaban de la entrada. 

La puerta del Hogar no tenía timbre por lo que tome la argolla proveniente de la boca de un león y la golpee contra esta con fuerza para ser escuchado. 

Una parte de mi se entristecía al ver tan lúgubre lugar y parte de mi conciencia se sentía culpable por tener aun a mi hermanito aquí, pero lo que me quitaba ese sentimiento y pesadez de la espalda, era que sabía que las hermanas de mediana edad que lo cuidaban eran de todo menos malas, salvo las pocas monjas que se encontraban aqui.

―¡Señorito Brooks!―me recibió alegre Lucia, una de las hermanas encargadas de ver que todos los niños de aquí estuvieran cómodos y que nada les faltara. 
Sus mejillas se alzaron al sonreirme tan alegremente y unas arrugas notables se le dibujaron debajo de los ojos. La edad y el cansancio se esparcía por su rostro.

Lucia abrió la puerta y me dejó pasar.

―Hola Hermana Lucia―le respondí su saludo con un corto abrazo que ella recibió feliz―¿Cómo va la vida?―pregunté más que nada por educación mientras ella con paso lento comenzaba a caminar por un pasillo largo que daba al patio trasero. 

Cuando se dio cuenta que no la seguía, retrocedió unos pasos.

―Encerrada, así va la vida jovencito―bromeó mientras con toda la confianza del mundo enganchaba su brazo al mío. Igual que unos cántaros de greda―¡Pero bueno, así es la vida y gracias a Dios tengo lo más importante, una buena salud!.

Sonreí cabizbajo. Yo no era para nada creyente pero eso no me daba el derecho a rebatir o decirle que su buena salud se debía a que ella misma se cuidaba, por lo que lo mejor que encontré para decir fue un;

―Me alegro muchísimo, eso es bueno.

Nose cuanto llevábamos caminando por el pasillo que desgraciadamente era infinito, pero tanto la hermana Lucia como yo, nos encontrábamos en nuestras burbujas llenas de tensión. Ninguno se atrevía a hablar y eso me confirmaba que cuando ella lo hiciera, nada bueno saldría de su boca. 

"El pasillo de la muerte" como le llamaba mi hermanito, seguía con el mismo olor a velas y una mezcla de naturaleza con químicos para mantener todo limpio. No sabía cómo los niños, que en este momento la mayoría se encontraba en sus salas de estudio, podían seguir aguantando este aroma. 

"Es su único hogar" pensé muy para mis adentros.

Cuando por fin llegamos al patio trasero ubicado al final del pasillo, lo triste que se veía desde afuera el edificio, era recompensado por el hermoso parque que se encontraba en medio de este. Árboles frutales y juegos infantiles llenaban de vida el lugar, salvo una pequeña mancha de cabello blanco envuelta de tristeza. Un pequeño niño que se encontraba sentado sobre una banca mientras sostenía sus piernas contra su pecho, lloraba desconsoladamente. Fuerte, claro y doloroso llegaba a hacer su llanto. 

Me separe de la puerta y me gire hacia Lucia.

―No te quedes callada y dime qué le pasó a mi hermano―le dije sin más mientras volvía a mirarlo desde aquí. No quería sonar maleducado, pero no podía darle más vueltas al tema. 

―Abel no ha hecho nada malo, es un buen niño joven Brooks―hablo tranquilamente.

―¿No ha hecho nada malo?—pregunté algo confundido.

―Solo sus travesuras que cualquier otro niño de aquí hace, pero este último tiempo se ha vuelto muy solitario. Ya no juega, no pinta como antes, en las clases apenas pone atención y hoy mismo―se detuvo unos segundos para ubicarse a mi lado y al igual que yo, dirigir la mirada hacia Abel―Comenzó a llorar y solo gritaba su nombre, joven. Se que las reglas en este hogar son estrictas con respecto a las visitas, pero no podía ver más así a mi niño.

Lucía apenas recibió a Abel en sus brazos cuando vine a dejarlo aquí, comenzó a tratarlo de “mi niño”, de alguna forma tuvo una conección con él y desde ese momento lo cuidó como si fuera su hijo y no solo otro niño del hogar. Y de todo corazón se lo agradecía, ya que sin ella y su amor por mi hermano, no sabría qué hacer.

―Entonces simplemente me llamaron porque mi hermano me necesitaba, ¿Verdad?―gire mi cabeza para mirarla. Necesitaba que esa fuera su respuesta definitiva, lo necesitaba con urgencia.

Lucia buscó una de mis manos y las apretó entre las suyas. Nerviosa, muy nerviosa.

―El hogar ya no podrá solo recibir donaciones de dinero―Mi corazón se detuvo―Estamos llamando urgentemente a los padres de los doscientos niños que tenemos viviendo con nosotras. La mayoría de ellos nunca han dado donaciones y con las personas que poco nos dan pero que gracias a Dios lo hacen, ya no nos alcanza. Son demasiadas bocas que alimentar y que educar. 

Lucia me dio mi tiempo para procesar lo que decía.

―Tendré que comenzar a pagar―dije como conclusión. Desde que dejé a mi hermano aquí, comencé a dar donaciones y con el tiempo la mitad de mi primer salario era todo para este hogar, igual que con el segundo y tercero salario de este último empleo que tenía. Sé que las cosas no se dan gratis y que las hermanas lo han cuidado desde que era un bebe, pero creí que tendría tiempo. Específicamente hasta después de mi carrera para poder juntar dinero, pagarle a las hermanas todos los años en que cuidaron y educaron a mi hermanito y luego llevarlo conmigo. 

Lejos, muy lejos de este lugar y así recompensar toda mi falta en su vida.

―Lo Siento muchismo Joven, pero en este momento de preocupación así son las cosas. 

Mierda, mierda mierda. 

―¿Y qué sucedería si no logro pagarle?―pregunté mientras volvía a mirar a mi hermano que ahora se encontraba tratando de subir a un árbol demasiado alto para él. Me picaban las manos por ir a buscarlo.

―Son dos opciones, se lo lleva usted o se lo lleva el gobierno. 

Estaba en la mierda. Ahora sí que estaba en la mierda.

―¿Esta cuando tengo para pagarle?.

―Desde el siguiente mes comenzamos a recibir el dinero, ya que este mes aun podemos abastecernos a todos. No sé la cantidad de dinero exacta pero mientras usted aprovecha el tiempo con su hermanito ire a preguntar y se lo diré de vuelta. 

Me giré hacia ella con una pequeña sonrisa desganada mientras llevaba mi mano hacia la puerta de cristal. 

―Muchas gracias. 

La hermana Lucía asintió y con pasos cortos y lentos, comenzó a alejarse. Mientras lo que era yo, tomé una respiración profunda y llevé mi preocupación a un lado para solo enfocarme en mi hermanito. 

Al abrir la puerta, el aroma a flores y como no, a manzanas, inundó mis fosas nasales. Caminé despacio hasta un cierto punto y metí las manos a los bolsillos de mi pantalón.

―¡Abel!―grite para llamar su atención. Abel que casi había logrado comenzar a subir al árbol, giró su cabeza a una velocidad tan rápida como con la que sus pies se movían corriendo hacia mi. Cuando casi llego a mi lado, me agaché sobre mis rodillas y extendí mis brazos para recibirlo. 

―¡Brooks!―sollozo mientras escalaba mi torso y hundía su rostro entre mi hombro y cuello―¡Brooks!―comenzó a llorar mientras seguía abrazándome con todas sus fuerzas. 

Me alcé con el encima mío, volviendo a quedar parado―He, ¿Que pasa bola de pelo blanca?―lo moleste para que se riera, pero no hubo ningún indicio de que se había reído.

Llevé una de mis manos a su cabello que era tan idéntico al mío y comencé a masajear para que se tratara de calmar. Como no fue suficiente mi cariño, comencé a caminar mientras cantaba su canción favorita. 

Si alguien me viera así de expuesto, con todos mis sentimientos a flor de piel, el dolor reflejado en mis ojos y viendome cantar porque si, sabía cantar y para nada mal, me moriría de la vergüenza. 

Por unos segundos mi mente se imaginó a Bambi mirándome de entre los árboles frutales, mientras con una sonrisa se sentía feliz de por fin poder verme a mi, en mi estado natural y no a la defensiva. Pero esa imagen se borró al pensar que aun sin conocerla bien, solo le he hecho daño. 

—Dejaste de cantar.

La ronca pero dulce voz de Abel me trajo a la realidad. Se removió un poco en mis brazos y separó su rostro de mi cuello que se encontraba húmedo por su llanto. 

Al tenerlo frente a frente como hace meses no sucedía, reconocí que era identico a mi. Abel tenía el cabello blanco por naturaleza, los dos compartiamos ese color. Y apesar de solo compartir esa característica conmigo y no los mismos ojos ni labios...lo encontraba mi igual.

Abel se diferenciaba de mi en tres cosas; La primera era que sus ojos eran de un precioso café oscuro, manchados con pintitas azules como el color de mis ojos. La segunda, era que sus mejillas están repletas de pecas doradas que con el verano más se notaban en su piel blanquecina y la tercera, era la gran cicatriz que tenía desde la frente hasta la barbilla. 

Por el momento él seguía creyendo que fue por un accidente a sus dos años como le conté un día y al parecer quedó conforme  con mi respuesta  ya que no ha vuelto a preguntar y debía seguir así. 

—Lo siento Abel—dije negando con la cabeza mientra le apretaba la nariz con mis dedos. Y de verdad lo sentía, lo descubrí demasiado estos últimos meses.

—Me dejaste de visitar—dijó de la nada mientras un puchero comenzaba a esparcirse por sus labios. 

—Sabes que estoy en la universidad y lo que menos tengo es tiempo—respondí esa mentira-verdad. Porque la verdad era que si había tenido tiempo, en vez de estar acostándome con quien se me cruzara, podría haber venido a ver a mi hermanito, pero lamentablemente las reglas del hogar tampoco me hubieran permitido hacerlo—Además—dije mientras caminaba con él hacia los juegos—Las reglas de aquí no me permite verte más de 3 veces en el mes y eso que originalmente es solo una.

—Reglas de mierda—susurro molesto.

Mis ojos se abrieron sorprendidos—¿Qué acabas de decir?. 

No tenía ningún derecho de reclamarle por decir una mala palabra porque yo las decía siempre, pero se me hacía demasiado raro que un niño de diez años lo dijera.

—Ups—dijo mientras comenzaba a moverse entre mis brazos para que lo soltara.

—No te soltaré hasta que me digas de donde aprendiste esa palabra—le hable frío y con un tono enojado. 

Ni yo me creía el papel de papá enojado. 

Abel se dejó de mover y agachó la cabeza—Se lo escuché a Lucía. 

Sin poder enojarme comencé a reírme. Una hermana de Dios diciendo malas palabras, que irónica la vida. 

—Si me prometes que no repetirás ninguna palabra ofensiva, aunque Lucía o cualquier hermana lo diga, te soltare y nos subiremos a ese juego—dije apuntando a un castillo con una torre la cual los niños podían escalar.

—Sisisi, lo prometo Brooks—respondió chillando mientras poco a poco no había más lágrimas en sus ojos. 

—Okey—asentí—Ahora vamos a jugar—dije soltando su cuerpecito para que corriera al castillo.

El castillo de niños era realmente alto para cualquiera de aquí, hasta para las monjas, en cambio para mi que medía un metro noventa, estaba a mi altura así que en vez de subirme vigile a mi hermanito por si en algún momento se resbalaba.

Hubo un momento en que Abel tropezó con un ladrillo y cuando justo tendí mis manos para atraparlo por si se caía de espalda, el no se asustó, simplemente se quedó quieto y volvió a subir como si nada.

A mi hermanito nada lo paraba.

Cuando llegó a la cima del castillo, se sentó y colocó las piernas hacia fuera.  Instintivamente los dos buscamos nuestras manos y así nos quedamos mientras mirabamos el lugar.

—Ya no quiero vivir aquí—soltó de la nada Abel. Mi corazón se contrajo al escucharlo, para ser pequeño tenía sus ideas claras de lo que le gustaba y que no...y este lugar no le agradaba. 

Comencé a jugar con sus dedos para distraerle o más a mi mejor dicho.

—Solo un poco más, Abel y luego vendré por ti—le respondí sincero. 

—¿Cuanto tiempo es un poco más?—preguntó inocentemente mientras comenzaba a jugar con mi cabello que se encontraba enredado.

Suspire pesadamente y le miré. Sus ojitos reflejaban inseguridad y miedo, odiaba verle así. El era una parte mía y que estuviera sufriendo hacía que yo sufriera aún más. O hasta peor.

—Puede que años Abel, pero prometo que durante ese tiempo vendré a …

—¡Tu no me quieres!—grito de repente alejandose de mi.

¿Qué? 

—Eres mi familia bola de pelos como no te voy a querer—respondí con dulzura alargando mi mano hacia él para hacer contacto, pero se rehusó. 
 
—¡Me dejaste aquí para deshacerte de mí! ¡Como a todos los niños!.

—¡¿Qué?! ¡No Abel! ¡No pienses eso!.

—¡A todos los niños les pasó aquí!, ¡¿Porque a mi no?!.

Mis ojos comenzaron a colocarse vidriosos—¡Yo no quise abandonarte, tuve que dejarte aquí!.

Abel comenzó a gritar y llorar hecho bolita en un rincón. Muy alejado de mí.

—¡Quiero a mi mamá!.

Eso fue un golpe bajo. Nunca había pedido a su mamá y que lo hiciera ahora me indicaba que mi cariño ya no era suficiente. Mierda.

No sabía cómo decirle esto sin que sonara mal. 

—Mamá no puede venir Abel. 

—¡Quiero a mi mamá! ¡Quiero a mi mamá!— comenzó a gritar sin parar. 

Me encontraba perdido, no sabía qué hacer ni decir. Era estar en un limbo en que si hablaba, o dejaba peor la situación o terminaría haciendo que mi hermanito me odiara. 

Fue tan alto su llanto, que varias hermanas asomaron la cabeza por la ventana desde las salas de clase que estaban a nuestro alrededor.

Trate de acercarme de nuevo pero no me dejó. 

De la nada escuche el pasto crujir desde alguna parte. Luego de un segundo a otro llegó una monja que no reconocí, paso por mi lado y se subió sin más al juego.

—Jovencito Heaven, Abajo—le ordenó. Como si a mi hermanito le hubieran tirado un balde con agua, enderezó su rostro asustado y comenzó a arrastrarse hacia la desconocida sin desobedecer—Y usted, váyase. Ya hizo suficiente con alterar a este niño. 

Mire a la monja, no tendría más de 60 años y para su edad aún seguía teniendo una voz de mando.

—Pe..pero es mi hermanito—tartamudee. Algunas monjas del lugar me daban miedo por lo fría y estricta que podían ser. No sabia como las hermanas las aguantaban o no tenían miedo de que su vida corriera peligro junto a ellas.

—¿Y? A mi eso no me importa, solo me importa—agarró la oreja de mi hermanito y la tironeo—que este niño no altere a los otros. 

Me enderece lo que más pude, mi mirada que estaba dolida pasó a ser amenazante.  Acerque dos pasos hacia ella y quede a una distancia prudente pero amenazadora. 

—Sueltelo, ahora—pronuncie lentamente. 

La monja se rió en mi cara—No me venga con esa actitud sobrante como si tuviera un demonio en su cuerpo. No queremos eso aquí. 

¿Pero que estupidez acaba de decir? 

—Sueltelo—volví a repetir.

—Váyase y aproveche a pasar por nuestra iglesia para que le quiten todos sus pecados—me miró de pies a cabezas con asco—Qué bien lo necesita.

Aquí mismo sí que podría haber hecho que apareciera un demonio dentro de mi. Ella no tenia ningun derecho de tratar mal a mi hermano y menos por estar demostrando su dolor a través del llanto. Pero detuve cualquier indicio de odio en mi cuerpo para no darles un show de qué hablar entre ellas 

Para evitar problemas baje la guardia, miré a mi hermanito que en ningún momento se había movido para que no le apretaran de nuevo su oreja. Me agaché a su altura y le di un beso en la frente a pesar de haber cerrado los ojos para no mirarme.

—Losiento Abel, te amo y recuerda que siempre estoy pensando en ti—le susurre y volvi a darle otro beso. 

Comencé a caminar lejos de ellos, pero sin antes regalarle una mirada de odio a la monja del mal. 

Unos pocos pasos después casi llegando a la puerta de cristal, escuché los gritos de Abel. 

—¡PERDÓN!—más llanto—¡NO ME DEJES DENUEVO BROOKS!, ¡NO ME DEJES AQUI!.

Apreté los puños y me obligue a no mirar para atrás. Aquí Abel tenía techo, donde dormir, comida y una educación y si me daba vuelta le quitaria todo eso por el simple hecho de que yo no estaba preparado para escuchar su primer llanto.

Camine el largo pasillo más rápido que nunca. Debía irme de aquí. Ahora. 

Antes de poder abrir la puerta de entrada, la hermana Lucía me detuvo para entregarme doblado un papel blanco.

—Aquí está la cantidad de dinero que se necesita.

La recibí y la guardo en mi bolsillo trasero ignorando el hecho de que estaba en el peor momento de mi día. Como si Lucia hubiera leído mis pensamientos, tiro de mi brazo y como pudo me envolvió con ellos en un fuerte abrazo cargado de amor. 

—Todo estará bien Joven, esto es solo un contratiempo—apretó mi cuerpo más fuerte contra el suyo. Las ganas de largarme a llorar y no terminar de hacerlo nunca, llegaron con todas la fuerzas a mi corazón. Era malditamente sentimental cuando algo alteraba mi dia a dia—Si necesita llorar puedo llevarlo conmigo a …

—No—negué mientras suavemente separaba sus brazos de mi cuerpo—No necesito confesiones, ni misa, ni nada de cosas de Dios en este momento. 

—No iba a decir nada de eso Joven—río sin mucho ánimo Lucía al verme tan desanimado—Te quería llevar a alguna salita para que lograras llorar solo.

Una pequeña sonrisa apareció en mis labios. Relamente era un idiota cuando queria y mucho mas cuando la persona que tenia enfrente solo queria ayudarme.

—Gracias igualmente, pero no hermana Lucia—respondí alejándome de apoco. 

Antes de salir por la puerta, Lucia volvió a dirigirme la palabra—Brooks—pronuncio mi nombre. Gire mi cabeza en su dirección para mirarla—No retengas tus sentimientos. Llorar es de valientes y jamás pienses que por demostrar lo que sientes eres débil. Eres humano. Los humanos lloramos.

(...)

“Llorar es de humanos. 
Llorar no es de débiles. 
Llorar no es malo”.

Vine repitiendo esas tres frases todo el camino hacia la dirección que recordaba. Necesitaba ir, necesitaba estar con alguien que en el fondo jamás me juzgaría por ser quien soy. Necesitaba conversar con alguien de esto, porque no poder hablar de tus sentimientos por miedo a demostrar como eres realmente era jodido. Muy jodido. 

A cada paso que daba mi corazón bombeaba cada vez más rápido. 

¿Por qué se me había ocurrido venir aquí? Realmente debia de ser idiota por pensar que me recibiria como si nada. 

“Llorar es de humanos, pero no llores justo ahora” dije como última frase al terminar de subir las escaleras. Camine por el pasillo que para mis recuerdos no era más largo que ahora “Llorar no es de débiles, pero no te atrevas a llorar ahora Brooks”.

“Mierda, no llores Brooks”.

Levante el puño y golpee la puerta. 

“Ay mierda, voy a llorar”.

No hubo respuesta, por lo que volví a golpear. ¿Y si no está aquí? ¿Y si está con alguien más como Karlarsson, besándose, toqueteándose y yo ya pase a la historia por ser el más capullo del mundo?. Mi corazón se terminó de romper al pensar en esa posibilidad. 

Al carajo, ya no sé que estoy haciendo aquí.

Justo antes de dignar a mi cuerpo a que saliera de la puerta para irme, la puerta se abrió. 

Y yo ya estaba llorando. 

Mierda. 



¡Hola A todos! 

Primero que nada quiero desearles una casi FELIZ NAVIDAD 🎄 Espero de todo corazón que lo pasen muy bien junto a sus familiares. Cuidense demasiado por este tema del covid porfis. Que no es algo para tomarsela a la ligera.

Ahora bien, cambiando de tema...Debo admitir que adoro ver la parte de Brooks que no es más que un simple niño que aun llora y sufre. 

¿Ustedes que piensan? ¿Que opinan sobre Brooks o de la historia en general? Siempre las estoy leyendo, así que estaré respondiendo. 

¡Acuerdense de votar dandole la estrellita al capitulo, comentar, seguirme en insta y aqui en wattpad! 

Los adoro demasiado. 

Bạn đang đọc truyện trên: Truyen247.Pro