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063

Capitulos finales.

D R A C O.

Se sentó junto a su madre sobre el gran sillón de la sala.

— Se parece a ti, Draco.— dijo la mujer.

— Tiene mis ojos.

— Y tu nariz, pero los labios son iguales a los de Isabella.

— Cierto.— Ladeó la cabeza y observó los labios de Scorpius.

El pequeño bostezó dos veces seguidas.

— Bueno, es hora de su biberón.

— Suerte con eso.

— Tú se lo darás.

— No.— se negó.

— Sí. Debes aprender a darle el biberón, Draco. ¿O le dejarás todas esas cosas a Isabella? — negó con la cabeza y le pasó el bebé a Draco.

— Es precioso.— susurró Draco.

— Su cabecita en alto, Draco — él rubio obedeció —. Ahora ten el biberón.

Draco tomó el biberón caliente en la mano y con cuidado lo deslizó en la boca de Scorpius.

— ¿No es malo darle el biberón mientras duerme?

— No, no es malo.

— ¿Y por qué duerme tanto?

— Porque es un bebé.

— ¿Y cuándo dejará de hacerlo?

— Draco, la cabeza de Scorpius en alto, por favor — le pidió nuevamente, suspiró y prosiguió —. A los tres meses.

— ¿Y cuándo hablará?

— Un año.

— Es mucho. ¿Por qué no puede hablar antes? No es muy difícil hablar.

— Porque es un bebé.— repitió.

Draco bajo la vista a Scorpius y lo observó tomar el biberón. El bebé llevó sus dos manos al biberón y fingió sostenerlo, a Draco se le llenó el corazón.

No era tan malo tener un bebé...

Pasó la tarde con su madre y Scorpius, de arriba a abajo. Narcissa le enseñaba cosas a Draco, y él escuchaba con atención y asentía.

Subió a la habitación a darse una pequeña ducha después de dejar dormido a Scorpius en una nueva y pequeña cuna que le habían comprado el día pasado.

Al salir, se puso pijama y entró a la habitación de Isabella.

Se acostó a su lado y acarició su mejilla.

— Te necesito, joder.

Sus ojos se cerraron y Draco entró en un sueño profundo.

Podía escuchar los latidos de Bella aun estando dormido, podía escuchar su respiración pacífica, y le agradeció al cielo poder escucharla.

Horas después su madre lo levantó, diciéndole que tenía visitas.

Él bajo las escaleras, viendo a Astoria y Theodore en la sala con algunas bolsas en mano.

— Para Scorpius.— dijo Theo y le entregó las bolsas.

— Gracias.

— ¿Dónde está? — preguntó Astoria —. ¿Podemos verla?

— Dormida — dijo Draco —. Está dormida, pero pueden pasar a verla.

Los dirigió escaleras arriba, hasta el último piso en donde se encontraba Isabella.

Los tres entraron. Astoria se quedó de pie, en cambio Theo se dejó caer sobre la pequeña silla que tenían al lado de la cama. Le tomó la mano y dejó un beso sobre sus nudillos.

— ¿Qué estás haciendo, Isabella? — murmuró—. Llevas semanas dormida. Te necesitamos despierta, esto está muy aburrido sin ti.

— Sí, es cierto.— dijo Astoria.

Draco veía la escena desde un punto de la habitación. Y sus sospechas se volvieron ciertas; Theodore Nott todavía quería a su esposa... y Astoria lo sabía.

— ¿Cómo va tu embarazo, Tori? — le preguntó Draco.

La chica se llevó la mano instintivamente al vientre y lo acarició.

— Muy bien — dijo y sonrió —. Un embarazo muy sano.

— Me alegro.

Cuando Theodore giró la cabeza, tenía lágrimas sobre las mejillas y la nariz roja.

— Despertará, ¿cierto? — preguntó y sorbió por la nariz.

— Sí, Theo.

— Dios, Draco. Si no lo hace, tengo pensado torturarte hasta la locura.— el muchacho se levantó y pegó un portazo al salir de la habitación.

— Él... — Astoria tartamudeó—. Ellos eran muy cercanos. Bella fue su primera mejor amiga.

— Sí, Tori. Lo sé.— asintió con la cabeza y le pidió amablemente a Astoria que dejaran descansar a Isabella.

Buscaron a Theodore por toda la mansión, hasta que encontraron en el jardín, con los codos apoyados sobre sus rodillas y sus manos temblando al llevarse el cigarrillo a los labios.

— ¿Puedo hablar con él a solas?

— Sí, sí, claro. Por favor, hazlo.

Draco se acercó y se sentó junto a él.

— ¿Hay algún estudio que nos podamos hacer?

— ¿Estudio para qué?

— Para saber quién la ama más, Theodore.

— Qué estúpido eres.— espetó.

— Entiendo y agradezco que la quieras tanto, pero no creo que a Tori le agrade esa idea.

— Ve y anímala.— se burló.

— No se trata de eso.

— No, Draco. Se trata que nunca mereciste a Isabella. ¿La querias al principio? No lo hacías, la odiabas en realidad. Le hiciste la vida imposible, joder. ¡Nunca la mereciste! ¡Le permitiste ponerse en peligro! ¿Por qué mierda no la tomaste de la mano y la obligaste a abortar?

— No quería hacerlo.— bajo la cabeza.

— ¡Joder, Draco!

— Ella estará bien.

— Deja de mentirte.— espetó.

— Theo, el-ella estará bien.

— Dile a Astoria que estoy en casa de mis padres.— Theodore desapareció en un abrir y cerrar de ojos.

Draco parpadeo confundido y buscó a Astoria.

— Él está en casa de sus padres.

— Mentiroso.— bufó la chica y desapareció.

— Tóxicos.— murmuró Draco.

•~•~•~•

Abrió los ojos tras escuchar pasos y voces acercándose a él. Parpadeó varias veces y se incorporó.

Le dolía la espalda y se sentía más cansado que ayer.

— ¿Draco? — la voz chillona de Ivy llegó a sus oídos —. Oh, querido. ¿Qué haces aquí afuera?

— Me quedé dormido.

— Por las barbas de Merlin.

— Draco.— dijo Jack a modo de saludó.

— Jack.— Draco frunció los labios y asintió con la cabeza.

— Entremos, vamos.

Se puso de pie, una mano sosteniendo su espalda y la otra señalando hacia la entrada de la casa.

La mansión desprendía un olor a chocolate, muy reconocido ante la nariz de Draco. El chocolate que Isabella comía.

Se acercó a la cocina y la observó toda, pero no había señales de que Bella estuviese ahí.

— ¿Madre?

— ¿Sí, Draco?

— Jack e Ivy están aquí — les informó, entonces añadió —. ¿Bella, ella está?

— No, todavía no, pero ya está reaccionando. Deberías echarle un vistazo.

Sacudió la cabeza.— Sí, eso haré.

— ¿Y Draco?

— ¿Uh-huh?

— Tus ojos, Draco.

— ¿Qué?

— Están muy rojos, cariño — ahuecó su rostro entre sus manos —. Deja de fumar. Por lo qué más quieras, deja de hacerlo.

— Tonterías.— resopló y giró sobre sus talones.

Subió a su antigua habitación y entró al cuarto de baño; se miró al espejo y vio la rojez que se hallaba en ellos.

Su madre tenía razón, tenía los ojos muy rojos.

Se echó agua a la cara, se lavó la boca y vistió con ropa fresca y limpia.

Cuando entró a la habitación de Isabella, todo estaba alumbrado y limpio.

La vio sobre la cama, dormida o en coma... pero ella aún se hallaba allí.

Suspiró y dejó un beso sobre su frente.

— Es tiempo de que despiertes. Y no quiero escuchar cinco minutitos más, Bella. Necesito que despiertes ya.

Salió de la habitación, y con cada paso que daba se escuchaban aún más claras los gritos en la parte de abajo.

Con pasos rápidos, llegó y vio a su madre e Ivy discutiendo.

— ¡Me la llevaré a casa! — exclamó Ivy —. No pienso dejar a Isabella ni un minuto más en esta mansión, Narcissa.

— ¿Por qué, Ivy? Aquí está su hijo y su esposo. No hay necesidad que se la lleven a casa.

— Claro que la hay, Narcissa. No veo ningún cuidado para mi hija. Tampoco veo alguna mejora. Isabella está en esa cama, sin reaccionar. Necesito llevarla a su casa y darle los cuidados necesarios.

— Ivy — habló Draco con la voz entrecortada —, no te la puedes llevar.

— ¿No me la puedo llevar? ¿Y quién dice eso? Es mi hija, mi bebé. ¿Quieren quedarse con Scorpius? Está bien, no me molesta; quédense con el bebé, que yo me llevaré a Isabella a su casa.

— Es mi esposa.

— Es mi hija.

— No permitiré que se la lleven.

— ¿Crees que mi hija es una marioneta? — la mujer se acercó más a Draco —. Le he dado consejos — trago —, malos, a lo mejor, pero sigue siendo mi hija, Draco. Y no permitiré que nada malo le pase.

— ¿Marioneta? — sacudió la cabeza —. No, sinceramente no creo que Isabella sea una marioneta, pero mi padre y Jack si lo creen. ¿Por qué mejor no le preguntamos a ellos?

— ¿De qué hablas, muchacho?

— Mi padre y Jack sabían sobre la maldicion de sangre antes que todos nosotros. Sin embargo, ellos permitieron que Isabella quedará embarazada y se pusiera en peligro.

Los dos hombres salieron de la habitación, sostenían un tabaco y whisky de fuego.

— Jack — la mujer giró a verlo —, ¿es eso cierto?

— Ivy, lamentablemente esa maldición ha estado de familia en familia. Lo sospechaba, pero no tenía nada asegurado.

— ¿Y aún así decidiste que lo correcto era que Bella contraerá matrimonio?

— Sí — admitió —. Entre más experiencias mejor. Se casó, tuvo un hijo. Y... tuvo una gran luna de miel por casi todo Europa.

— ¡Cosas materiales! — exclamó con voz chillona —. Lo único que Bella necesitaba era amor y muchos cuidados, e investigadores para ver si hay una cura para esa maldicion.

— Estoy de acuerdo con usted, Sra. Ivy — coincidió Draco. Después se acercó a ella y le tendió el brazo —. ¿Qué tal si vamos al jardín y charlamos usted y yo?

— Vamos, querido.

Los dos salieron al jardín trasero, y con un leve movimiento de varita la mesa que se encontraba ahí, estaba arreglada. Chasqueó los dedos y un elfo apareció.

— Trae algo de desayunar.— ordenó.

— ¿De qué quieres hablar?

— Quiero que sepa que estoy de acuerdo con usted. Isabella no necesitaba un matrimonio, mucho menos un hijo. Necesitaba amor y muchos cuidados. Traté de dárselos, pero lamentablemente Isabella se negó rotundamente.

— Entiendo.

— Pero aún así, no dejará que se lleve a mi esposa, Ivy — dijo y vertió un poco de té en una taza —. Bella ahora es mi responsabilidad, porque soy su esposo y tiene un hijo conmigo. Yo me comprometo a darle todos los cuidados necesarios desde hoy en adelante.

— Confío en ti, Draco, confío en tu madre. Sin embargo, no sé si pueda dejar a Bella por más tiempo. No ha reaccionado todavía, y eso me preocupa.

— Ambos estamos preocupados — le aseguró—, pero Bella es mi mujer y no permitiré que nada le pase.

— Está bien.— aceptó.

— Por favor, quédese y cuide a Scorpius mientras que yo voy al departamento por ropa y cosas que necesitará Bella al despertar.

— Estaré aquí cuando vuelvas.

Minutos después, Draco estaba apareciendo Hogsmeade. Blaise Zabini lo esperaba a un lado, con un cigarrillo entre los labios.

Le dio una palmada en la espalda y le pasó el cigarrillo.

— ¿Qué comprarás?

— Regalos para Bella. ¿Y tú?

— Regalos para Luna — suspiró dramáticamente —. Ya somos grandes, ¿eh? Le compramos cosas a nuestras novias.

Draco rió y se limpió una mota invisible de su camisa.

— No tendré citas dobles, Blaise.

— Eso crees tú, hurón.

— No, no lo creo. Lo sé.

— Tendremos citas dobles cada domingo. Será algo que haremos toda la vida.

— Sigue fantaseando.

Los dos muchachos entraron en una perfumería.

Draco se fijó en cada estante de la tienda. Olió cada perfume y después de unos minutos pagó dos de ellos.

Blaise llevó tres.

— Luna huele a vainilla, y odio ese olor.

— ¿Vainilla?

— Sí. Sinceramente creí que olería a algo raro, pero huele a vainilla — se encogió de hombros —. Amo el olor a vainilla, pero no todo el tiempo.

— ¿Es virgen?

— Qué te importa.

— No me importa.

— No es virgen. ¿Te lo puedes creer? Neville Longbottom, cuando los Carrow estaban en el colegio.— rió.

— No perdieron el tiempo.

— El pobre iluso estaba enamorado, pero mi Luna lo bateó.

Entraron a las Tres Escobas y tomaron asiento.

— Es una loca en la cama.— dijo Blaise.

Draco se atragantó con la cerveza de mantequilla.

— Joder, Blaise — se quejó y se limpió la boca —. No requerí esa información.

— Necesitaba decirlo.— levantó las manos.

— ¿Y Pansy?

— Pansy al saber que tenía una relación con Luna, se puso histérica y comenzó a romper la mayoría de las cosas en mi departamento. Después se fue y hace unos pocos días me enteré que está en Alemania.

— ¿Qué carajos hace en Alemania?

— Terapia.— informó.

— La necesita.

— Urgente.

Comieron y después de pagar salieron nuevamente al pueblo de Hogsmeade.

El dia estaba cálido y la nieve ya tenía tiempo que había desaparecido.

Blaise pidió entrar a una tienda de ropa interior. Mientras que él compraba como loco, Draco veía las cosas, las toqueteaba y después las dejaba en su lugar.

— ¿Bella no usa ropa interior provocativa?

— Uhm, sí.

— Cómprale algo.

— Blaise...

— ¿Cuánto tiempo pasarás sin sexo una vez que ella esté bien? ¿Dos o tres dias?

Draco entornó los ojos, y decidió comprarle algo.

Al final se decidió por alguna ropa interior en conjunto. Pagaron y salieron.

— ¿Qué hace Scorpius?

— Nada. Llora, duerme y hace mucha popo.

— Aww — chilló—. Ese Draco miniatura.

— Yo no hacía tanto popo.

— Tú nunca haces popo.

Rieron y entraron a otra tienda de ropa.

Al final del día, Draco tenía varias cosas para Isabella y Scorpius. Blaise para si mismo y Luna.

— ¿Quieres compañía por el resto del día, o estarás bien?

— Estaré bien.

— Cualquier cosa, contáctame por las monedas encantadas.

— Gracias.

Con un pequeño abrazo, el moreno desapareció de la vista de Draco, y Draco apareció en el departamento que compartía con Isabella.

La puerta al verlo lo dejó pasar.

El departamento estaba intacto, e incluso limpió. El sol se colaba por la sala de estar y bañaba el mármol y los muebles de un color dorado.

Olía a limpio y todas las puertas estaban cerradas.

— ¿Amo Malfoy?

Draco bajo la vista y vio a un pequeño elfo, jugando con sus dedos y viéndolo de una manera tímida.

— Dobby.

— ¿Y la ama Malfoy?

— No volverá el día de hoy.

El elfo asintió con la cabeza y se esfumó con un chasquido de dedos.

Draco entró a la habitación de Scorpius, le echó un vistazo y cerró la puerta. Después se dirigió hacia su habitación que compartía con Isabella.

Las sábanas estaban acomodadas, el olor del pergamino y la tinta fresca envolvían la habitación, junto con el perfume de Isabella.

Draco inhaló hondo y se dejó caer sobre la silla del escritorio. Dejó todas las bolsas a un lado.

Estaba cansado y quería dormir. Todavía le dolían la espalda y sentía los ojos pesados, también le picaban.

Palmeó su bolsillo y sacó una pequeña bolsa transparente con un polvo blanquecino.

Lo echó sobre el escritorio y con una tarjeta comenzó a hacer líneas finas y delgadas.

Se tapó un lado de la nariz e inclinó la cabeza hasta el escritorio. Profundamente inhaló, haciendo que el polvo entrará en su nariz. Repitió la acción por tres veces y después se echó hacia atrás en la silla.

Tomó una gran bocanada de aire y después la dejó salir.

Ahora se sentía mejor...

Buscó el equipaje y comenzó a buscar las prendas favoritas de Isabella. La pijama que había comprado para él y para ella. Las pantuflas con un gran oso en la punta. La manta con la que dormía Bella y algunos artefactos personales.

Se echó sobre el lugar que Isabella dormía y hundió la nariz en su almohada. Su olor permanecía impregnado, y a Draco le fascinó.

Su corazón tembló de dolor.

La puerta se abrió levemente.

— ¿Amo Malfoy?

— Dobby.— pronunció Draco con lentitud.

— Dobby — una pausa —. Dobby... tiene unas cosas para el amo Malfoy.

Draco se incorporó sobre la cama y vio al elfo que tenía los grandes ojos verdes y saltones llenos de lágrimas.

— ¿Qué?

— La ama Malfoy le ha entregado a Dobby una carta para el amo Malfoy. Me ha dicho que si alguna vez la ama Malfoy no vuelve, Dobby le tenía que entregar esa carta al amo Malfoy.

— ¿Carta? ¿De Isabella?

— S-sí.

— ¿Puedo verla?

— S-sí.— repitió y chasqueó los dedos. Un pergamino apareciero entre sus dedos y lo dejó sobre la orilla de la cama.

— Gracias, Dobby.

— Dobby está para servirle al amo Malfoy y la ama Malfoy.— con una reverencia, el elfo desapareció.

Dudó varios minutos en abrir aquella carta y leerla. No estaba seguro de hacerlo, ya que Bella no estaba muerta, ¿y se refería a eso con no volver a casa, cierto?

Pero la curiosidad le ganó.

Se sentó sobre la cama y se llevó la carta a su nariz, la olfateó y después acarició el pergamino, para después abrirla lentamente y comenzar a leer.

Draco Malfoy.

Mi amor: si estás leyendo esta carta, es probablemente que ya no esté a tu lado.

Quiero pedirte una disculpa por dejarte solo, cuando prometí que no lo haría.
¿Podrás perdonarme? Espero y sí.

Ya sabía sobre esto, Draco. Sabía que este día llegaría...
Por eso hice esta carta...

Draco, cuida a ese bebé y dale todo el amor que tengas para darle.
No olvides que es un pedacito nuestro.
La prueba de que nuestro amor fue real y muy bueno para durar mucho.

No te aferres a mi, Draco... Si alguna vez encuentras una mujer que te entienda y te dé el amor que mereces, no lo pienses, hazlo.

Te amaré en esta y en mil vidas más.

Tal vez en otra vida podamos tener nuestra Aetérnum juntos...

Sinceramente tuya.
Isabella Malfoy.

El corazón de Draco se rompió en miles de pedazos. Limpió las lágrimas que caían libremente sobre sus mejillas, pero no fue hasta que sintió el silencio en el lazo que se dio cuenta que Isabella Malfoy había estado esperando el momento en que Draco leyera esa carta para dejarse ir.

Isabella ya no estaba, y Draco cayó sobre sus rodillas y dejó que las lágrimas se deslizaran sobre sus mejillas, humedeciendo cada parte de su cara.

El lazo entre sus mentes ya no estaba. Y el lazo entre sus corazones había desaparecido.

Draco lloró en el interior de aquella habitación, con las rodillas sobre el suelo y la carta sobre su pecho.

Su esposa lo había dejado. Su esposa ya no estaba con él, lo había abandonado.

Sintió desfallecer. La habitación giró a su alrededor y su estómago se revolvió.

Su labio inferior temblaba. Tenía el corazón en pedazos.

Dejó salir un gritó ahogado.

Tiró el equipaje al suelo, y con el toda la ropa que había dentro. Tomó su varita y pronunció un hechizo; un latido después, toda la ropa junto al equipaje, estaban en llamas.

— Aetérnum, Bella...— murmuró.

Un búho picoteaba la ventana de la habitación, Draco se acercó y la abrió, tomando la carta de entre su pico.

Necesitamos que vuelvas a casa.

N.

Y Draco volvió a aparecer en la mansión Malfoy.

El cielo estaba extremadamente nublado y llovía con fuerza. Todo el jardín estaba mojado y hasta la entrada.

Las gotas caían sobre sus hombros y su cabello platino. El viento le sacudía el cabello y se aferraba a su cuerpo como una segunda piel.

Era un día de mierda.

Entró en la mansión sin importarle tener los ojos rojos.

— ¿Dónde está?

— Es mejor que te despidas, cariño.— Narcissa besó el hombro de Draco.

—-

No morirá.

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Yyyyyy, hay una nueva historia en mi perfil, en donde podremos encontrarnos nuevamente una vez que AM termine.

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