059
B E L L A.
El cielo estaba nublado a su alrededor, las gotas de lluvia caían sobre el gorro de lana que traía Isabella sobre la cabeza.
Entraron a las Tres escobas para esconderse de la lluvia. Al sentarse Theo pidió cerveza de mantequilla para los tres. La cerveza de Bella y Astoria eran sin alcohol.
Astoria hablaba y hablaba de la boda, planeando cada peña cosa, pero Theo no le ponía atención y Bella no sabía qué decir.
— Theo, ¿los pavos reales nos entregarán los anillos?
Llevándose la cerveza a los labios, Theo asintió.
— ¿En serio, Tori? — Bella fingió admiración.
— ¡Sí! — contestó con voz chillona —. Habrán pavos reales, los cuales nos entregarán los anillos. Muy original, ¿cierto?
Bella asintió energéticamente con la cabeza.
Se sentía incómoda con ellos dos. Se había pasado todo el día con ellos, buscando vestidos para las damas de honor y smokin para Theodore. No había hablado más de 20 palabras en todo el día.
Además, se sentía muy cansada. Mucho. Le dolía la cabeza de una forma inexplicable y le molestaba la luz del día.
— Eres la peor amiga del mundo, Bella.— escuchó la voz burlona en su mente de su esposo.
— ¿Sí? — le respondió, preocupada —. ¿Crees qué sí? Es que me siento incómoda. Quiero volver a casa.
— Te siento, Bella. Tu incomodidad es la mía — rió —. Tranquila, unas horas más y estarás en casa.
— ¿Comiste?
— Lo hice.
— ¿Y estás bien?
— Muy cómodo, Bella. Tengo la cama para mi solito.
— Ojalá y te caigas de la cama.
La voz de Draco en su mente dejó de sonar. Se acomodó sobre el asiento y trato de sonreír.
Iba a matar a Draco por esto. Lo mataría. Desde que dijo que Bella necesitaba separarse más de él, obligaba a Bella salir con Astoria, visitar a sus padres y quedarse con ellos todo el día. Salir con su suegra a cualquier lado.
— Iré al baño — la chica se levantó —. Vuelvo ahora.
Bella asintió y Theo levantó el pulgar.
— Está muy emocionada, ¿cierto?
— Creí que por pasar tanto tiempo con Draco dejarías de ser tan ingenua.
— ¿Huh?
— Lo hace para molestarte.
— ¿A mi?
— Sí, Bella. A ti.
— ¿Y a mi por qué?
— Te casaste con el amor de su vida y ahora ella tiene que conformarse con la persona que te quiso toda su vida.
Se sintió aún más incómoda.
— No creo que quiera molestarme.
— No, claro — le dedicó una sonrisa de boca cerrada —. Me alegro que sigas siendo tan tú.
— ¿De qué hablan? — Astoria tomó asiento.
— Sobre algunas cosas del pasado.
— ¿Ah, sí? — arqueó la ceja —. Sigan, por favor. Yo también quiero escuchar.
— ¿Por qué mejor no hablamos sobre su boda? — sugirió Isabella.
— ¿Sobre la boda? Pff... ya hablamos mucho sobre ello. Cuéntenme historias sobre cuando eran amigos en Hogwarts.
— Theo me ayudaba mucho con las tareas.
— ¿Sí?
— Muchísimo — aseguró Isabella —. Gracias a él, yo no reprobaba.
— Bella era muy buena en pociones.
— Eso era porque tú me ayudabas, Theo. Eras dos años mayor que yo, ya te sabías todas las pociones y eso.
— Yo adoraba ayudarte, Bella.
Isabella se ruborizó por la incomodidad, bajo la mirada y decidió no responder.
— Qué lindo mi prometido, ¿no?
— Te ganaste la lotería mágica.— bromeó Isabella.
— Nuestros hijos nacerán al mismo tiempo, Bella.
— ¿Cuántos meses tienes?
— No sé.
— Oh...
— ¿Y cómo te sientes con la maldición de sangre? ¿Tienes algún síntoma, o algo?
— Muy bien, no tengo ningún síntoma raro.
— Espero que podamos encontrar una solución — dijo, con sinceridad —. No soportaría que te pasará algo malo.
— Y no me pasará. No creo en la maldición de sangre.
— Debes cuidarte, Isabella.— opinó Theo.
— Draco me está dando los cuidados necesarios.
— ¿Draco te cuida? — inquirió Astoria.
— Todo el día.— jugó con sus manos en su regazo.
— Draco está muy preocupado.
— Y no tiene por qué estarlo. Estoy bien, estaré bien.
Al ver que el cielo se había despejado, los tres se pusieron en pie. Isabella trato de pagar la mitad de la cuenta junto con Theo, pero el chico se negó rotundamente.
Se despidió de los dos y usó la aparición, llegando a su nuevo hogar.
La puerta al verla, se abrió automáticamente dándole la entrada.
Isabella inhaló profundamente, dejó su cartera y el gorro de lana sobre un sofá; entonces se dirigió hacia la habitación.
Con cada paso que daba, las risas provenientes de su habitación se hacían más claras.
Frunció el ceño ante eso y su corazón comenzó a acelerarse.
«No, no, no.»
Tomó una gran bocanada de aire y abrió la puerta.
— ¿Qué está pa... — su voz se volvió cada vez más baja al ver a su esposo con un martillo Muggle en mano.
— Bell, ven aquí — la muchacha se acercó a él, dubitativa —. Florence, ella es mi esposa Isabella. Isabella ella es Florence, mi secretaria.
— Hola, Isabella.— la mujer le tendió la mano.
Isabella la aceptó.
— Pensamos que llegarías más tarde.
Todavia no sabía lo que estaba pasando, así que simplemente sonrió y trató de tranquilizarse.
— Queríamos darte una sorpresa — prosiguió Draco —. No sé usar bien esto — le enseñó el martillo —, pero Florence insistió hacerlo así.
— ¿Hacer q-qué?
— ¡La cuna del bebé!
Isabella giró la cabeza, viendo, exactamente, una cuna a medio hacer.
— Draco quería darte una sorpresa, pero no sabía bien qué — se explicó Florence —. Entonces le sugerí comprar una cuna para su bebé.
Suspiró aliviada.
— ¿Tú lo ayudaste?
— Eso tratábamos de hacer. Soy mestiza, estuve mucho tiempo en el mundo Muggle. Sin embargo, todavía no sé usar los martillos y cosas así.
Florence tenia una sonrisa cálida, linda. No parecía una mala chica, entonces Bella se tranquilizó y le sonrió de una manera genuina.
— Gracias, Florence.
— Acepto un maleficio — bromeó —. La cuna no está todavía hecha y justo ahora parece un costal de papas.
Bella rió y se colocó la mano sobre el pecho.
— Después de terminarla, la colocaremos en la habitación del bebé.— dijo Draco.
— Sí, está bien.
Draco se acercó y le besó la sien.
— Bueno, yo los dejaré solos. Espero que puedan arreglar la cuna.
Ambos se despidieron de ella, entonces Isabella se dejó caer sobre la cama.
— No sé si enojarme o aliviarme.
— ¿Por qué?
— Cualquier mujer que se me acerqué, Bella, te pones como loca.
— Lo siento.
— ¿No confías en mi?
— Lo hago — le aseguró—. No confío en ellas.
— No haría nada con ellas — se encogió de brazos —. Lo tengo todo con mi esposa... Sexo, amor, pasión, deseo.
Bella se le acercó, ahuecando su rostro entre sus manos.
— Te quiero, Draco.
— Yo más, querida Bella.
Observó como los ojos de su esposo brillaban con intensidad. Cerró los ojos y dejó un casto beso sobre sus labios.
Juntos armaron la cuna, la colocaron en la habitación del bebé y decoraron lo que les faltaba.
•~•~•~•
Al día siguiente, los dos se levantaron muy temprano. Se arreglaron y ambos entrelazaron sus manos y salieron del departamento, apareciendo en la mansión Malfoy.
El olor a chocolate llegó a la nariz de Isabella. Ella cerró los ojos e inhaló con fuerza, permitiendo que sus pulmones se llenaran de aquel delicioso olor.
— Te veré más tarde.— le besó la mejilla a Draco y emprendió sus pasos.
— Hola, hola.— Narcissa se acercó a ella y le besó la mejilla.
— Hola, Cissy. Hola, mamá. Hola Enora.— saludó a las tres mujeres que habían en la cocina.
Su madre se acercó a ella abrazándola y besándole las dos mejillas.
Era hora de saber el sexo de su bebé, y apesar del cansancio que sentía Isabella, estaba muy emocionada por descubrirlo.
Los latidos de su corazón estaban presentes en los oídos de Isabella, escuchando cada uno de ellos.
No sabía si era normal o no, pero no tenía planeado decirle a nadie.
Se sirvió un pedazo de pastel, se sentó y comenzó a comer.
— Si sigues comiendo de esta forma, engordarás más de lo debido.— le dijo su madre.
Ella volteó los ojos.
— No me importa.
— ¡Tu embarazo no se verá nada estético!
— Sigue sin importarme.
— Debería importarte, niña. Tienes un esposo joven y muy apuesto, si te ve de esa manera se buscará a otra.
— Mi esposo está muy bien atendido por mi, madre.— le sonrió.
La mujer se tapó la boca con una mano.
— ¡Esa boca, Isabella!
— ¿Qué? — enarcó la ceja —. No dije nada malo.— lamió la cuchara.
— Ivy, Draco no se buscará a otra, te lo aseguro.— Habló Narcissa.
Enora se rió.
— ¿Quién se buscaría a alguien más, teniendo a Isabella de esposa? Enora, deja de meterle cosas a la cabeza. Puede comer todo lo que quiera.
— Ya ves, madre.
Al terminar de comer, todos se dirigieron al gran jardín de la mansión Malfoy.
Draco estaba junto a Lucius y Jack, hablando de algo.
Cuando notaron su presciencia, los tres hombres voltearon y se acercaron a ellas.
Enora se puso delante de Isabella y se agachó un poco; levantó la varita y apuntó al viente de Isabella.
Cerrando los ojos, pronunció algunas palabras.
— Revelare infantem.
Isabella sintió la calidez envolverle el cuerpo, el corazón. Sintió alegria y el cansancio desapareció.
Sintió a su bebé y todo se volvió pacifico.
Su tía abrió los ojos y se enderezó.
— Felicidadades — dijo y sonrió —. Es un niño.
Todos se acercaron a ella, abrazándole y deseándole buenas cosas.
El último fue Draco, que con pasos lentos y cortos; sacó la mano de su bolsillo y le acarició la mejilla en un gesto de cariño.
Bella envolvió su cuello con sus manos, y Draco envolvió sus manos alrededor del cuerpo de Isabella.
No tenían mucho acercamiento por el embarazo ya notable de Isabella, pero aun así, sus abrazos no faltaban.
Horas después el periodista de El Profeta llegó a la mansión Malfoy.
— Entonces... ¿tomamos las fotos?
Draco y Bella posaron junto al pequeño lago de la mansión.
Draco colocó una mano sobre la espalda baja de Isabella y ella sobre el pecho de Draco. Ambos sonrieron.
— Odio esto.— masculló Draco.
— Yo igual.
— ¡Otra! — gritó el individuo.
Draco se rascó la nuca.
— Di que ya no quieres fotos, por favor.— rogó.
— Dilo tú.
— No, hazlo tú. A mi no me prestarán atención.
— ¡Draco! — chilló—. Hazlo tú.
— ¿Bella, Draco?
— Un momento, por favor.
— No tenemos mucho tiempo. Cambien de posición y posen para la cámara.
— La única posición que quiero ahora mismo, tú en cuatro.
Bella golpeó juguetonamente el hombro de Draco.
— Yo te quiero a ti, dentro de mi.
— No digas eso, por favor. No ahora.
Posaron nuevamente para la cámara.
Click. Flash. Otra fotografía.
— Papás — el hombre de la cámara habló—. Por favor, ¿pueden dejar a solas a esta preciosa pareja?
Todos asintieron, dejándolos solos.
— ¿Qué quiere? — le preguntó Draco a Bella—. ¿Nos pondrá a tener sexo aquí?
— Denme lo mejor que tengan — les pidió —. Olviden que estamos aquí.
Ambos voltearon los ojos.
Click. Flash. Y otras fotos más.
Al final del día, Bella y Draco estaban escogiendo las fotos que querían que salieran en El Profeta. — a regañadientes —.
Regresaron a su departamento, el cual estaba completamente oscuro.
Bella prendio algunas velas y cogio a Draco de la mano, llevándolo hasta su dormitorio.
— Será Scorpius.— le dijo.
— Hmm — tarareó y su aliento le hizo cosquillas en la mejilla —. Scorpius Malfoy Rosier.
— Me encanta.
Cuando se acostaron, la primera en quedarse dormida fue Isabella.
•~•~•~•
D R A C O.
El ministerio estaba lleno. Habían voces, risas y maldiciones por todos lados. Draco resopló dirigiéndose a su oficina.
— Sr. Malfoy.
Draco paro en seco, viendo hacia su secretaria.
— Oh, Chéster...
— En un momento le entrego los documentos que me ha pedido, Sr. Malfoy.
— Gracias, Chéster.
Entró en su oficina y tomó asiento.
Odiaba las pocas horas que pasaba aquí. La mayor parte del tiempo sólo revisaba gran cantidad de papeles y nada más. Nada emocionante. Nada divertido.
Había dejado a Bella dormida hoy en la mañana. No sabía si todavía seguía durmiendo o ya estaba despierta.
— Aquí tiene los papeles, Sr. Malfoy.— colocó los documentos sobre el escritorio.
— Chéster...
— ¿Sí, Sr. Malfoy?
— Quédate, por favor. Estoy muy aburrido.
— Apenas son las ocho de la mañana, jefe.
— Jefe, hmm — achicó los ojos —. Le diré a mi esposa que me llame de esa manera.— bromeó.
Florence se sentó frente al escritorio.
— ¿Jefe? — jugó con la pluma.
— Sí. Es una broma, en realidad. Si le digo eso a Bella, seguramente me mata.
— ¿Por qué? ¿No es tu esposa para complacerte en todo lo que usted quiere?
— Y lo hace, Chéster. Sin embargo, Bella es diferente a todas las mujeres... Y tiene un temperamento... — se aclaró la garganta —. Es una persona muy firme en sus decisiones, y no le gusta que ningún hombre, incluso su esposo, le dé órdenes. Lo que quiero decir es que, el apodo jefe me queda corto a su lado.
— Pero yo he escuchado que usted es una persona muy dominante...
— ¿Ha escuchado eso? — Draco se sorprendió.
— Muchísimo. ¿Es cierto?
Draco rió.
— ¿Por qué no llamamos a Bell y le preguntamos a ella? Estoy seguro que le encantaría contar todo lo que hacemos en la oscuridad de nuestra habitación.
— ¿Usted no puede responder una simple pregunta? — la mano de Florence serpenteó por la muñeca de Draco.
Draco mantuvo sus ojos fríos sobre su secretaría. Arqueó una ceja y se llevó la mano a su mentón; pasándose el pulgar por su labio.
— ¿Y a qué viene tal pregunta?
— Simple curiosidad...jefe.
— Eres muy curiosa, Chéster.
— Solo algunas personas se ganan mi curiosidad.
— Muy bien, Florence. Gracias por los documentos — sonrió levemente —. Cualquier cosa te llamo.
La mujer se levantó y salió de la oficina.
Draco se colocó unos anteojos para leer mejor y se puso a checar los documentos.
A los pocos minutos, Blaise entró en la oficina.
— Hola.— saludó y se dejó caer sobre el asiento.
— ¿Cuándo pensabas decirme sobre ti y Luna Lovegood? — preguntó, sin quitar la vista de los papeles ante él.
— Ah, sí.
— ¿Ah, sí?
— Es que todavía no estoy seguro.
— ¿De qué?
— De si quiero dar el tercer paso con ella.
— ¿Cuál es ese?
— Pedirle que seamos novios.
— ¿Y el primer y segundo paso cuáles fueron?
— El primer paso lo dio ella.
— El besó.
— Ajá. El segundo fue acostarnos.
— Pobre Lovegood.
— ¿Pobre? — bufó —. Afortunada, querrás decir.
— No le hagas daño. Hannah Abbot se divorció de su Longbottom, y he escuchado que él va a ir tras Lovegood.
— La tengo comiendo de mi mano.
— Neh, es una Ravenclaw.
— Y yo un Slytherin.
— Los Ravenclaw siempre estuvieron un paso por delante que nosotros.— dejó los papeles a un lado y alzó la vista.
— ¿Qué hacia tu exquisita secretaría aquí?
— Me entregó estos documentos.
— ¿Y qué más? He escuchado risitas.
— Preguntarme sobre mi vida sexual.
— Te quiere dar.
— ¿Quién no?
— Te dejó, tengo cosas que hacer.
— Bien, nos vemos luego.
— Me saludas a tu esposa.
— Claro.
Draco no sabía hace cuanto Blaise no llamaba a Bella por su nombre. No tenía idea hace cuanto...
Las horas pasaron, y Draco se quedó dormido, despertó. Salió a comer, volvió a su oficina. Volvió a sentarse. Jugó con su varita. Aprendió nuevos hechizos y habló con Isabella por medio del lazo.
Levantó una última vez su varita y trató de concentrarse; pensando en los recuerdos más felices que tenía.
Pronunció con lentitud —: Expecto Patronum...
Una luz muy débil salió de la punta de su varita, para después, nuevamente, desaparecer.
Se frustró.
Se levantó y salió de su oficina.
— Adios, Chéster.
— Nos vemos mañana, jefe.
Salió a las calles de Inglaterra. La noche se estaba abriendo paso por el cielo, las estrellas tintineaban.
Se puso su gabardina, los guantes de piel de dragón y emprendió sus pasos a aquel restaurante donde había quedado con su esposa.
Al entrar pidió una mesa para dos y el mesero lo guió a una mesa.
El restaurante estaba alumbrado por unas cuantas velas.
Él tomó asiento.
— Estoy aquí.— le avisó a Bella por medio del lazo.
— Yo estoy en la entrada.
Minutos después, vio a Isabella acercarse a la mesa y tomar asiento.
— Hola, Malfoy...
— Buenas noches, Malfoy — le respondió Draco, con una sonrisa —. ¿Qué quieres cenar?
— Sorpréndeme.
— Claro que sí.
Llamó al mesero y comenzó a ordenar.
— Esto me recuerda a nuestra primera cena sin pelear.
—Horas después volvimos a pelear.— le recordó.
— ¿Cómo querías que reaccionará? Me fuiste infiel la primera noche.
— No había caído en tus encantos todavía, mi querida Bella.— tomó su mano en la suya y se la besó.
— Qué lástima... Hemos perdido tanto tiempo por tu terquedad.
— Me alegro que hayamos recuperado el tiempo perdido.
Ella se inclinó un poco sobre la mesa.
— No es suficiente para mi, Malfoy.
— Para mi tampoco.
Draco le rozó los labios con los suyos.
— Estamos de acuerdo en algo.
— La primera cosa en la que estamos de acuerdo, Bell.
— Debí ponértela más difícil, cariño.
— Lo debiste hacer, Bella, pero no lo hiciste.
— Es dificil no estar caliente a tu lado...
— ¿Ahora lo estás?
— Estoy empapada.
— Permíteme comprobarlo.
Bella se puso en pie acercándose a él. Draco colocó su mano sobre su espalda baja, alzó la mirada e Isabella ahuecó su rostro en sus manos, bajando la mirada.
Sus ojos se conectaron, Draco le dedicó una sonrisa de lado y Bella se acercó para besar sus labios.
Entonces Draco coló la mano debajo del vestido de su esposa y entre sus calzones, pasándole los dos dedos sobre su entrada; sintiendo la humedad de Bella.
Al separarse, Bella volvió a tomar asiento, y Draco se llevó los dos dedos a los labios, lamiéndolos.
— Jodidamente mojada.— murmuró.
Cuando el mesero se acercó con su pedido, ambos se enderezaron en su asiento y le sonrieron al mesero.
Comenzaron a cenar y a hablarse sobre su día.
— La próxima semana tengo planeado irnos de viaje.
— ¿Adónde?
— Escoge tú el lugar.
— Creo que no podemos hacer viajes largos por el embarazo, Draco.
— Entonces cuando nazca. Lo dejamos con mamá y nos vamos.
Cuando terminaron, pagaron la cuenta y volvieron a su departamento.
Hacían pausas para poder besarse. En cada esquina, en cada rincón.
Draco presionó las caderas de Isabella con sus manos, y se separó de sus labios para poder mostrarle la cara a la puerta.
Al entrar, Draco le dio un puntapié a la puerta y esta se cerró.
Siguieron besándose hasta que llegaron a la habitación.
Bella le quitó la gabardina a Draco y después empezó a desabrocharle los botones, pero no podía.
Se separó por un momento y le rompió la camisa.
Draco la miró divertido.
Cuando estuvieron desnudos, se vieron el uno al otro, sin parpadear.
Draco se acostó y abrió un poco las piernas, dejándole un espacio a Isabella.
Palmeó el sitio y ella se acercó a él, dándole la espalda.
Draco le abrió las piernas y colocó su mano entre ellas, comenzando a tocarla.
Bella echó la cabeza hacia atrás y le besó el cuello a Draco.
Los dedos de Draco se enterraron en el interior de Isabella, arqueándose y frotándola.
Draco deslizó la mano libre por el cuerpo de Isabella y atrapó uno de sus senos, estimulándolos.
Isabella se mojó aún más... empapando los dedos de su esposo.
Atrajo la cara de Draco hacia la suya, atrapando sus labios en un beso hambriento. Sus gemidos quedaron ahogados sobre la boca de él.
Entonces Draco alzó un poco las caderas de Isabella.
— Colócalo dentro de ti.
Ella obedeció. Cogió el pene de Draco y lo alineó con su punta, sentándose poco a poco sobre él.
— Duele.— se quejó.
Él le frotó la espalda.
— Vamos — dijo, dejando un beso húmedo sobre su hombro —. Follame— le susurró.
Bella echó la cabeza hacia atrás, besando a Draco mientras bajaba por su pene y lo tomaba por completo.
Cuando Draco la sintió por completo, le mordió el labio con fuerza y la cogió de las caderas, ayudándola a bajar y a subir por su pene.
— Mi preciosa puta... Follandome tan bien.— susurró con voz ronca cerca de su oreja.
Isabella meció las caderas contra las suyas, sintiéndolo hasta el fondo.
Gimió cuando Draco llevó sus dedos a su clitoris y comenzó a estimularla.
— Te sientes tan bien, Draco...
—-
Wenas noches, les dejo este capítulo.
No se olviden de dejar su voto.
Las vistas han bajado muchísimo y los votos también, nidea por qué, pero bueno :(
Gracias a todas que siguen votando y siendo fieles a esta historia <3
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