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051

D R A C O.

Draco pensó qué al hablar con Isabella toda la noche dejaría de extrañarla, pero estaba equivocado.

Ahora la extrañaba más.

Su corazón dolía de una manera que no sabía que podía doler.

Volvía a sentirse solo.

Le deseó buenos días y no le respondió.

Le dijo que la quería y tampoco respondió.

Lo único que obtuvo fue silenció.

Siguió mirando el papel que le había llegado esa mañana al departamento de Blaise.

Los requisitos que requerían para el divorcio.

Los tiro sobre la cama y salió de la habitación.

Deambulaba por la sala, viendo a Theodore y Astoria dormidos sobre el sillón, abrazados.

Quería ir y hechizarlos.

Gruñó y sus pisadas se hicieron más ruidosas, tratando de despertar a Astoria, Theo y Blaise.

Pero no daban señales de levantarse.

Se dejó caer sobre el asiento ruidosamente y se desató los zapatos, dejándolos caer sobre el suelo.

Blaise pegó un brinco y despertó.

— Por favor, Draco, vete a la mierda.— le espetó.

— ¿Por qué demonios siguen durmiendo?

— Es domingo.— murmuró Theo.

— Is dimingi.— gruñó

— Volvió el Draco gruñón.— señaló Blaise.

— ¿Dónde está tu hierba, Blaise?

— En mi dormitorio, mesita de noche, segundo cajón, abajo de mi ropa interior.

Draco irrumpió la habitación de Blaise, y buscó en sus dos mesitas de noche, hasta que encontró un cigarrillo ya hecho y un encendedor.

Le prendió fuego mientras caminaba nuevamente hasta la sala y tomaba asiento.

Le dio una gran calada, llenando sus pulmones de aquel humo. Sintiendo como el sabor entraba en sus papilas gustativas y lo impregnaba de su peculiar sabor.

Tosió un poco, pero se recuperó.

Volvió a darle otra calada.

De repente todo se sintió más tranquilo.

Su pulsación bajo, sus manos dejaron de sudar. O eso creyó.

— Oh, huele a mierda.— se quejó Astoria.

Draco le dio una mirada mortífera, pero cuando la chica se levantó y Draco vio que andaba solamente en una camisa que apenas le tapaba las panties, se tapó los ojos y desvió la mirada.

— Joder, Greengrass. Tápate, maldita sea.

— No soy celoso — Theo rió —. Puedes mirar, es lo justo. Yo vi a Bella, tú también a Astoria... Bueno, la has visto antes que yo...

— Deja de hablar mierda.— farfulló y se llevó la mano a la frente, quitándose la fina capa de sudor que yacía sobre ella.

Sus manos comenzaron a temblar, al igual que su labio inferior. Comenzó a hiperventilar y a escuchar los latidos de su corazón en sus oídos.

Sintió como el sillón se hundía a su lado, pero no podía darse la vuelta. Estaba mareado.

— ¿Estás bien? — alguien le quitó el cigarrillo de los dedos —. Deja de fumar tan rápido. Has estado limpio por más de cuatro o cinco meses, te hará mal.

— Fui adicto a esa mierda — farfulló con voz gutural—, no me hará daño.

Su visión comenzó a volverse borrosa.

Y alguien posó una mano sobre su cabeza y lo atrajo hacía su hombro.

— Todo estará bien.— le murmuró.

— No volverá, ¿cierto? — musitó.

— Oh, claro que volverá. Bella te quiere muchísimo, no sería capaz de abandonarte.

— El divorcio... — se ahogó —, sigue en pie.

Sintió algo húmedo y frío caer por su mejilla, rápidamente se limpió.

— Seguro es un error.

— No me responde.

— Estará ocupada.

— Astoria, ella no volverá.

Astoria lo pegó más a su hombro y dejó caer su cabeza sobre la cabeza de Draco.

— Vamos por ella, entonces.

— Le estoy dando su espacio.

— Estoy segurísima que no quiere un espacio sin ti.

— No lo haré.

Mentirá...

— Me voy, adios.— se despidió de todos. Cogio sus zapatos y salió del departamento de Blaise, apareciendo en su mansión.

Se adentró en ella con pasos seguros.

— ¿Otra vez con tus mierdas, Draco? ¿Regresando a estas horas del día, deambulando toda la noche por la calle?

— Ahórrate tu discurso — se paró en frente de su padre y arqueó ambas cejas —. Gracias.

Siguió caminando hacia la habitación que dormía con Isabella.

Al abrir la puerta, el olor inundó su nariz y él inhaló profundamente.

Con un rápido movimiento, tenía su equipaje hecho.

Bajo nuevamente las escaleras, se encontró con su madre y le besó la frente.

— Iré por algunas cosas a Verona y después iré a ver a Bella. No sé cuándo regresaré, mamá. Te enviaré cartas cada que pueda. Y no te preocupes, estaré bien.

— Pero, Draco... — meneó la cabeza —. Cuídate, y cuando estés con Isabella le dices que la extraño mucho.

— Lo haré.— le aseguró.

Se metió a la chimenea y cogio en su mano algunos polvos Flu. Murmuró el lugar exacto en donde quería aparecer.

Sintió sus pies despegándose del suelo y vio imágenes distorsionadas de varias cosas. Minutos después estaba en un hotel Mágico de Verona.

Se acercó hacia la recepción.

— Habitación individual, por favor.

— Diez galeones.

Draco buscó en sus bolsillos y colocó los galeones sobre la recepción.

— Primer piso, habitación 101.— le entregó una llave.

Draco tomó la llave en su mano y curvó los labios hacia abajo.

Subió por las escaleras y buscó aquella habitación.

Al entrar se sorprendió. No estaba para nada mal.

Era grande, tenía una cama pequeña pero limpia.

Dejó su equipaje a un lado y buscó algo de ropa limpia para bañarse

Decidió subir las paredes de su mente por un tiempo...

•~•~•~•

Al salir el sol, Draco ya estaba fuera del hotel, rumbo a la casa de Julieta.

— Quiero hablar con el... ¿dueño? — dudó.

— El dueño no está, pero puede hablar con el gerente.

— Por favor.

El joven se marchó.

Draco se acercó hacia aquella pared y la analizó con determinación.

Habían varias cartas en ella, nuevas. Era obvio que no encontraría la carta de Isabella.

Escuchó unos pasos y volteó.

— Buenos días.

— Hola. Draco Malfoy — le estrechó la mano —. ¿Podemos hablar en privado?

El hombre extendió una mano hacia la entrada y Draco comenzó a seguirlo.

Pasaron por la casa de Julieta, entraron en un pequeño despacho.

El señor le dijo que se sentara y Draco obedeció.

— ¿De qué quiere hablar, Sr. Malfoy?

— Hace unos meses estuve aquí, mi esposa ha dejado una carta en ese muro y la quiero.

El hombre arqueó una ceja y cruzó las manos por encima de la mesa que los separaba.— ¿Y?

— Necesito la carta.

— Búsquela, sí la encuentra es suya, y sino... no hay nada que hacer.

Draco se aclaró la garganta. Colocó su tobillo sobre su rodilla y una mano sobre su barbilla. Se humedeció los labios.— Claro qué hay algo que hacer... Hay muchas cosas por hacer. ¿Quiere un ejemplo?

— Por favor...

— Romper el muro por completo, hasta que encuentren la maldita carta que quiero.

— Claro, ¿y quién nos va a proveer para romper la pared y volver a construirla?

— Yo.— soltó con tranquilidad.

El hombre rió con sarcasmo.— ¿Usted? No me mal interpreta, pero no lo creo.

— ¿Por qué?

Le echó un vistazo de arriba a abajo.— No creo que tenga el dinero necesario para hacerlo.

— ¿Cómo lo sabe? — se pasó la mano por su cabello platino y una sonrisa torcida apareció en su rostro —. Olvídelo, aunque tenga el dinero necesario, y créelo, lo tengo; no le daría ni un centavo de mi fortuna... No es necesario darle nada.— sacó la varita de su bolsillo.

Volvió a reír.— ¿Qué hará con eso? ¿Hechizarme? — se burló.

— En efecto... sí — sacudió levemente la varita —. Imperius.— pronunció con firmeza.

Al ver que el hombre, cuyo nombre no sabía, quedó completamente en un trance; Draco se puso de pie y caminó hacia él, se puso en cuclillas y le habló al oído—: Le ordenarás a tus hombres romper la pared y buscar la carta que yo quiero.

Asintió.— Enseguida.

Draco sonrío satisfecho.

Hace años que no usaba ninguna de las maldiciones imperdonables. Hace años que no se dejaba llevar...

Se sentó nuevamente sobre el asiento mientras miraba como el individuo dejaba el despacho y se dirigía hacia los hombres.

Horas después, la casa de Julieta estaba completamente vacía y cerrada al público por los siguientes días.

Draco regresó al hotel, se dio una ducha, comió algo y se acostó.

Sintió como Bella trataba de traspasar los muros de su mente, intentando contactarse con él.

Pero la ignoró por completo.

Quería hablar con ella, saber que está bien. Pero Bella no podía saber dónde se encontraba.

•~•~•~•

No había tenido suerte en encontrar la carta de Isabella, todavía.

Salía a desayunar, comer, cenar.

Volvía al hotel, se daba duchas largas.

Se acostaba.

Sentía a Isabella a través del lazo.

La sentía abrumada, triste, enojada.

Le mandó una carta a Enora, pidiéndole discreción y la dirección del departamento en donde vivían.

Enora le dio la dirección y le prometió total silencio.

Al cuarto día, lo llamaron informándole que ya tenían la carta, entonces fue a buscarla.

La tenía en sus manos. Su caligrafía, su firma, su olor.

Entró al cuarto del hotel con prisa... queriendo leer la carta lo más antes posible.

Se pidió un té, se acosto sobre la cama.

Olió el pergamino y comenzó a abrirlo.

Querido Draco...

Sé qué tal vez nunca llegues a leer esta carta, y esperó que así sea; porque sinceramente, no me atrevo a decirte todo esto a la cara.

¿Cuánto tenemos de casados?
Poco, muy poco.
Pero me atrevo a decir que te has robado mi corazón. O tal vez yo te lo he entregado.

Es bastante lindo saber que nos gusta ver el cielo y las estrellas, y que lo disfrutábamos con la misma alegría.

Es lindo tener esas conversaciones interesantes que solo se dan en la madrugada.

Es lindo conocerte poco a poco.

Escucharte hablar sobre las cosas que te gustan y ver tus lindos ojos iluminarse.

Tus buenos días me alegran la vida y tus buenas noches me dan la esperanza que cada día será igual y nada cambiará, y esperó que así sea.

Cuando te pedí ser amigos...
En realidad quería pedirte que fuéramos de esos amigos.
De esos que se besan, se aman y se entregan.
De esos que se escuchan y juntos resuelven los problemas.

Quería decirte: seamos amigos, de esos a los que el título de novios (en este caso esposos) les queda corto...

No puedo decir que eres el amor de mi vida, porque recién vamos empezando y porque aún no hemos tenido una vida juntos, pero eres el amor de mi existencia.
Deseo que algún día te conviertas en el amor de mi vida.

Me gusta la forma en la que me miras. Me gusta que me hagas sentir especial. Me gusta como me hablas, las palabras cariñosas que usas.

He leído miles de novelas románticas en mi vida y nunca pensé que llegaría a sentir algo parecido al amor.

Pero cuando tome tu mano por primera vez, lo supe.
Era esa pieza que me faltaba, mi cuerpo y mi alma estaban completos, ya no era necesario seguir buscando a nadie más.

Y cuando te abracé también supe, que el mejor lugar del mundo, es en ti. Siempre en ti.

¿Te he dicho que me encanta tu risa?
¡Oh, Merlin! Podría estar escuchándote reír por horas y no me cansaría.

Y no tengo palabras para describir lo que siento cuando veo tus ojos...
Esos preciosos ojos que esperó que algún día noten los míos.

¿Y he mencionado que, aún, después de estos meses de casados, me pongo nerviosa cuando estoy a tu lado?

Mis manos aún se empapan de sudor y mi corazón se acelera.

Cuando tú me miras, mi mundo se detiene y entonces sólo existes tú y nadie más que tú.

Estoy loca por ti, Draco Malfoy.
Mi corazón está loco por ti.

Mi Draco. Mi esposo. Mi amigo.
Mío.

Y esperó que ésta carta, en éste muro, haga de mi sueño una realidad.
El sueño de que algún día me quieras...

Estoy consciente de la manera en la que nos conocimos, y no sabes de lo arrepentida que estoy. Quisiera poder conocernos de otra manera...
Una manera donde los dos estuviéramos de acuerdo.

Y también estoy y estuve consciente de que me iba a enamorar de ti.

Cuando vi por primera vez tus ojos y supe que podía quedarme por horas viéndolos, y quería suspirar como una tonta... fue cuando me di cuenta.

Cuando me tocaste por primera vez y sentí aquella electricidad y aquel cosquilleó tan adictivos, fue cuando me di cuenta.

Me di cuenta que podía llegar a amarte.
¿Pero tú podrías llegar a amarme?

Realmente esperó que algún día tu corazón me pertenezca.

Esperó que algún día me veas de la manera en la que yo te veo.

Mi corazón, mi cuerpo y mi alma te pertenecen, Draco.

Soy completamente tuya, nunca lo olvides.

Y siempre estaré para ti. En tus peores y en tus mejores momentos, te lo prometo.

Amo el significado de Aetérnum.
Significa para toda la eternidad.
Tú y yo, Aetérnum.
Il mio cuore.

Sinceramente tuya.
Isabella Malfoy...

Draco tomó la bocanada de aire más grande que había tomado en toda su vida.

Se sentía bien.

Su corazón dejó de doler.

Por primera vez alguien lo quería por lo que era y no por su apellido.

Bella lo quería...

Y él la quería.

La quería tanto que dolía. Que costaba respirar.

Arregló su equipaje y bajó a la recepción.

— Usaré la chimenea.

— Serían catorce galeones y quince sickles por el polvo Flu — Draco arqueó una ceja —. Es un Malfoy, tiene dinero de sobra — el individuo tendió una mano —. Vamos, pague.

Draco refunfuñando, sacó el dinero y se lo entregó.

Se dirigió a la chimenea y cogio un puñado de polvos Flu. Metiéndose a la chimenea; pronunció con firmeza al lugar que quería aparecer.

Se sorprendió al ver que no tenía ni una mota de polvo, pero aún así, usó un hechizo de limpieza.

Se puso en marcha. Un pie después el otro, hasta que llegó al edificio y entró sin vacilar.

Tocó la puerta y esperó a que abrieran.

— ¡Draco, no creí que estarías aquí tan pronto! — se hizo a un lado y lo dejó pasar.

— Hola, Enora.

— ¿Puedo ofrecerte algo?

Él negó.— ¿Y Bella?

La mujer se rascó la nuca.— Dormida.

— Me parece extrañó. Normalmente Isabella no duerme tan tarde.

— Sí... bueno, hemos tenido algunos problemitas con su sueño.

— ¿Cuánto? — se cruzó de brazos.

— ¿Qué?

— Pócima para el sueño, Enora.

— Sé que no te gusta que le demos pócima para el sueño, pero es inevitable, Draco. Se despierta a media noche gritando y llorando, tiene pesadillas muy a menudo. Si no le doy una pócima, Bella no duerme.

— ¿Y cuando te vas a trabajar la dejas sola? ¿Durmiendo sola en éste departamento?

— No, claro que no.

— ¿Entonces?

— Bella hizo un amigo. Él se queda con ella.

Arqueó ambas cejas.— ¿Un amigo?

— Es solamente un amigo, nada más.

— ¿Y se queda con ella mientras duerme? Joder, Enora. ¡Le puede hacer algo! — exclamó —. Sedada y con un desconocido.

— Todavía no ha pasado nada, gracias a Merlin.

— Gracias a Merlin, todavía. Pero ¿y sí le pasa algo, algún día? ¿Entonces qué?

— No le va a pasar nada. El muchacho es amable y educado.

— ¡Todos los psicopatas son así!

— Deja de gritar.

La señaló con el dedo índice.— Deja de poner a mi esposa en peligro. Una cosa es que esté despierta y la otra es que esté sedada y con un desconocido.

— Por está razon es que Bella decidió darse un tiempo lejos de ti.

Golpe bajo...

Se quedó sin palabras. Se quedó quieto, boquiabierto.

— No es cierto...— fue lo único que pudo salir de su boca.

— ¡Claro que lo es! — bufó —. Lo quieres controlar todo y tener posesión de todo. Eres un posesivo, un celoso y un inseguro. No te preocupa su seguridad, te preocupa que conozca a alguién más y se dé cuenta que merece algo mejor que tú.

— Que conozca a quienquiera... Que sea feliz con cualquiera, se lo merece más que nadie, pero que esté bien.

— No te voy a pedir que la dejes, porque no tengo ningún derecho a eso. Pero te lo advierto, Malfoy, si la vuelves a lastimar, te hechizaré. Te cortaré las bolas y las colgaré en el Big Ben...

Draco reprimió el deseo de burlarse.— Sí, claro.

— ¡Y sí tendrán relaciones sexuales, más te vale usar protección!

— Ajá.

— ¡Y no le des ilusiones sobre bebés!

— ¿Algo más? — adoptó una expresión aburrida.

— Deja de ser tan posesivo.

— Sí. Gracias por tus opiniones, que claramente nunca pedí.

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Las amo.

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