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049

I S A B E L L A.

— Lo siento — le susurró en el oído —. Siento lastimarte tanto, ser tan mala persona. Lamento darte esa parte de mi, esa parte donde no puedes confiar. No pasó nada, Bell. No pasó, y cuando estes lista y quieras escucharme, estaré aquí, esperando por ti.

— Draco...— su voz salió ahogada por el pecho de Draco.

— Hablo en serio, Isabella.

— Creo que deberías irte ya.

— Extraño las mañanas junto a ti.

— Necesitas regresar a tu mansión —levantó la mirada y lo vio a los ojos —. Mis padres ya están despiertos.

— Un rato más.— la abrazó aún más.

— Draco... no — se retorció.

— Te necesito.

— No... p-

— No me dejes.

— No...

Bajo la mirada viéndola.— ¿No qué?

— Puedo respirar...

— Oh, lo siento.

— Draco...— su voz quedó apagada cuando la puerta se abrió.

Ambos voltearon a ver, totalmente asustados.

— No sabía que Draco estaba aquí — su tía entró y se sentó sobre la cama. Llevándose la taza de té a los labios, los miro y arqueó ambas cejas —. ¿Interrumpo algo?

— Yo ya me iba.— Draco se levantó de la cama, cogio su playera, se la puso y comenzó a caminar hacia la ventana.

Minutos después ya estaban solas.

— ¿Por qué entra por la ventana? — Bella se encogió de hombros —. ¿Y cuándo entró?

— Por la noche. Lleva semanas haciéndolo.

Un escalofrío recorrío el cuerpo de Enora.— Espeluznante.

— La primera noche lo fue.

— ¿No estabas enfadada con él?

— Lo estoy.

— ¿Entonces por qué no lo echas? — inquirió.

— Me resulta difícil dormir sin él.

— Tengo los resultados.

— ¿Ya?

— Ya — tiro algo sobre la cama —. No los he abierto aún, he esperado a estar contigo.

D R A C O. All I Ask — Adele.

Volvió a la mansión. Tomó un vaso y lo llenó de whisky, llevándoselo a los labios.

— ¿Beberás tan temprano, Draco Lucius?

— Mmm.— tarareó.

— Deja eso.—su madre le arrebató el vaso de las manos, y deshecho el contenido.

Draco echó la cabeza hacia atrás y resopló.— Era lo poco que tenía la botella, madre.

— No estoy feliz con tus horarios.

— ¿Huh?

— Salir todo el día. Volver al amanecer. Dormir hasta medio día y volver a salir. ¿Qué es eso?

— Vida privada.— le dio unas palmaditas el hombro y comenzó a caminas hacia la salida.

— No vas a ir a ninguna parte hasta que no hables conmigo.

— ¿Qué quieres que te diga?

— La razón por la cual actúas así — cruzo los brazos, y añadió —, de nuevo.

— Oh, bueno... Me obligaron a casarme. Me enviaron a Europa por un mes. Casi mato a Isabella, o ella a mi — se puso la mano en la barbilla y adoptó una expresión pensativa—. Después, practicamente, me obligaron a acostarme con ella... ¿Qué más? Ah, sí, ¡cuando empecé a quererla, me dejó!

— ¿La quieres?

Hizo un mohín y se giró.— Por Dios, Narcissa.— dicho eso, abandonó la cocina. Subió hacia su habitación y se encerró en ella.

Dormía unas pocas horas al día, y por eso estaba muy cansado. Salir todo el día, entrar por la noche a la habitación de Bella, dormir con ella tres o cuatro horas, y volver a la casa.

Estaba exhausto. Lo único que quería es tener nuevamente a Isabella en su cuarto, en la cama, dormida y abrazada a él; eso era lo único que quería. Tener unas horas de sueño decentes. Sentir su cuerpo junto al de él. Besarla, abrazarla. Sentir su aroma. Escuchar su risa... Su risa y ese sonidito que hacía cuando llegaba al extasis... Sí, eso era lo único que él anhelaba.

Se dejó caer sobre la cama con los brazos extendidos, e inhaló. Inhaló varias veces y reprimió el deseo de ir y obligarla a volver a la mansión.

«Necesitaba tiempo, ¿cierto? Entonces se lo daría. Le daría todo el maldito tiempo del mundo. Cuando ella quiera escucharlo, le contará todo con punto y detalle, sin mentirle. Ninguna mentira más. Sí es necesario hacer un maldito Juramento Inquebrantable, él lo haría. Lo haría para ganarse su confianza y su amor.»

«No lo dejaría, ¿cierto? Ella no sería capaz de hacerle eso. Ella lo quería y él la quería. Joder, sí que lo hacía. Estaba completitamente loco por ella.»

Su cuerpo. Sus curvas. Sus labios. Sus ojos...

Se frotó los ojos y comenzó a caminar hacia el escritorio; tomó pluma y pergamino... comenzó a escribir.

«Isabella, Isabella, Isabella, Isabella, Isabella, Isabella. Isabella Rosier. Isabella Malfoy. Isabella Rosier de Malfoy...»

Su cuerpo entró en calor... Su ereccion creció en sus pantalones, y cuando estuvo a punto de bajar la mano y meterla dentro de sus pantalones para comenzar a tocarse mientras pensaba en su esposa; escuchó un gritó por medio del lazo y sintió dolor... mucho dolor. Entonces un silencio, como si ya no existiera, como si el lazo ya no estuviese ahí.

El pánico se extendió por todo su cuerpo. Su corazón comenzó a bombardear y sus manos sudaron.

Isabella... — una petición silenciosa —. Isabella, respóndeme.

La puerta de su habitación se abrió con fuerza, haciendo que rebotara sobre la pared. Él se volteó, con el corazón casi saliendole por la boca.

— ¿Qué pasó? — preguntó exaltado.

— ¡Ivy me ha mandado un mensaje, quiere que vayas a la mansión!

Se puso en pie y tomó una chaqueta.

Narcissa y Draco salieron de la habitación, bajaron las escaleras y salieron al jardín. Listos para aparecer en la mansión Rosier.

Su madre lo tomó de la mano y le dedicó una mirada llena de tristeza.— Cuídala.— le pidió, y se inclinó para besar su mejilla.

Ahora estaba más asustado, ahora estaba en completo pánico.

Dejó la mano de su madre y el mundo comenzó a darle vueltas y a volverse distorsionado.

Cuando por fin, sus pies tocaron el suelo. Hincó una mano sobre la rodilla y la otra la colocó sobre el estómago. Estaba a punto de vomitar.

Vio una silueta y se irguió.

— No quiere verte.

— Me vale una mierda — frunció el ceño —. ¿Dónde está? ¿Qué ha pasado?

— En su habitación... Me gustaría pedirte que pases y vayas a consolarla, pero ha estado repitiendo por cuarenta minutos que no quiere volver a verte.

— ¿Qué ha pasado? — volvió a preguntar.

— Adentrémonos, por favor.— extendió una mano hacia la entrada.

Draco asintió, y los dos hombres se adentraron en aquella mansión.

Como nunca, la mansión estaba oscura, sin brillo. El ambiente era denso, casi se podía cortar con un cuchillo.

Draco se sentó y comenzó a golpetear el suelo con su pie, y su dedo índice se movía de arriba a abajo sobre su rodilla.

— ¿Me puedes decir qué carajos está pasando?

— Creo que es mejor a que esperemos a que Bella se tranquilice y ella te cuente todo, Draco. Como has dicho tú, es su matrimonio y es cosa de dos, no de tres.

— Sí comienza nuevamente a insultarme, le partiré el cuello con un maldito hechizo.

— No estoy insultando.

— Quiero verla.— exigió.

— Enora le está inyectando calmante.

— ¿Calmante? — se levantó y comenzó a gritar —. ¿Por qué mierda están drogando a mi esposa con un calmante? ¿Están locos?

— Nadie está drogando a nadie. Isabella ha sufrido una crisis nerviosa. No ha querido hablarle a nadie, y comenzó a gritar y a romper cosas en su habitación.

— ¿Y creen que con un calmante arreglarán las cosas? — su mirada se endureció —. ¿Qué mierda de calmante le están dando?

— Es una poción de sueño, Draco — escuchó la voz de Enora —. Pero no se la ha querido tomar, tuve que inyectársela.

— ¡Es peligroso! — exclamó —. ¡Puede volverla una adicta! ¡No volver a conciliar el sueño de una manera natural! ¿Quieren eso para ella?

— No hay marcha atrás.

— Para ustedes nunca hay marcha atrás.

Empujó a Jack y esquivo a Enora. Subió las escaleras y se dirigió a la habitación de Isabella.

Estaba en completa penumbra. Algunas cosas sobre el suelo tiradas, un escritorio casi roto. Ella sobre la cama, con los ojos entrecerrados y lágrimas secas sobre sus mejillas. Se acosto junto a ella y comenzó a acariciarle el cabello con cuidado.

— ¿Estás consciente? — ella tarareó en respuesta —. ¿Te sientes bien, Bella? — negó —. ¿Qué ha pasado para que te inyecten un calmante? — inquirió, con voz baja y tranquila.

— Quiero... dormir.— habían varias pausas en su respuesta. Su voz salía ronca y sus párpados se cerraron completamente.

Draco simplemente la levantó un poco y la colocó sobre su pecho. Sus dedos viajaron hacia su espalda, y comenzó a trazar círculos sobre esta.

Le rompía el corazón verla así, y si él era el problema, estaba dispuesto a dejarla ir...

— Duerme, mi Bell. Duerme y descansa, estaré aquí cuando despiertes y estaré para ti siempre.— prometió, aunque Isabella ya no podía escucharlo.

Sus ojos también le comenzaron a pesarle. Con cada pequeño segundo que pasaba, sus ojos se cerraron; hasta entrar en un profundo sueño. Un sueño en donde todo seguía estando bien, Pansy no lo visitaba e Isabella aún estaba en la mansión Malfoy, diciéndole que lo quiere y él respondiéndole de manera correcta.

No sabe exactamente cuántas horas pasaron, pero un sonido lo despertó. Se frotó un ojo, tratando de eliminar la visión borrosa. Bajo la mirada y se encontró con una Isabella dormida, después volteó hacia la puerta y vio a Enora observándolo.

— Tu suegro pide que bajes a cenar con ellos.

— Gracias, pero esperaré a que Bella despierte.

— Jack insiste.

Con cuidado de no despertar a Isabella, se puso en pie, le besó la mejilla y echó a andar.

Cuando estuvo en el comedor, sacó su varita y la dejó sobre la mesa.— Exigo saber lo qué pasó.

— Enora, por favor.— habló Ivy, que tenía los ojos rojos, al igual que la nariz.

— A Isabella le dieron una poción envenenada.

Su respiración quedó atascada en su garganta.— ¿Cómo?

— Isabella me ha contado que la última vez que compró la poción anticonceptiva, en realidad no fue ella.

— Lo sé. ¿Entonces?

— Nunca fue una poción anticonceptiva. Era agua con veneno para fetos.

Trato de mantener la calma, pero se juro que mataría a Pansy.— ¿Y?

— Tuvieron relaciones por más de un mes y Bella no se embarazó. ¿No te parece extrañó?

— ¿Ella está embarazada? — preguntó con voz gutural.

— Estaba.— soltó como si nada.

— ¿Estaba? — dejó caer las manos sobre la mesa —. Necesito detalles.

— No era un embarazo muy avanzado, pero el veneno hizo su función y mató al feto. Es por eso, que ninguno de nosotros pudimos detectar el embarazo.

— Perdió al bebé.

— Prácticamente, fue obligada a perderlo.

Se le hizo un nudo en la garganta, el cual trató de tragárselo, aunque fue imposible. Con cada microsegundo, se hacía más grande. Y el temor se apoderó de su cuerpo.

Se quitó la capa de sudor sobre su frente.— ¿Ella sufrió daños?

— Draco...

— Joder, deja de hablar tan lento.— espetó.

— Isabella no supo que estaba embarazada, tampoco que aborto, así que no sintió nada. Sin embargo, ahora está destrozada — él asintió, dándole la razón. Enora siguió —. Draco...

Hizo una pausa y después de eso Draco no escuchó lo que Enora le explicaba. Su mente viajó a otra parte, sus oídos se taparon y todo empezó a darle vuelta

— Y es por eso que tienen que tener cuidado con los embarazos.

Meneó la cabeza.— ¿Qué quieres decir?

— Ya lo sabes.— frunció los labios.

Algo se rompió en Draco. El dolor le atravesó el cuerpo entero, y lo único que quería hacer; era llorar.

Su bufido se escuchó en todo el salón. Se puso en pie y colocó una mano sobre su cadera.— ¿Qué dijo ella?

— Nada, solamente ha llorado.

Asintió y comenzó a correr hacia la habitación de Bella.

Ella ya estaba despierta, sentada sobre la cama y la mirada completamente perdida.

Draco se acercó y prendio una luz, entonces se sentó a su lado.

— Ya lo sabes, ¿cierto?

— Sí.

— Lo siento.

— ¿Por qué?

— Ahora no me querrás mucho menos... Sin amor, sin un heredero, ¿por qué querrías estar con una persona así?

Draco la obligó a mirarlo. Sus ojos se encontraron, y Draco sintió la mayor tristeza del mundo, al ver los ojos de Isabella llenos de lágrimas.

— No quiero un heredero...

— Tampoco me quieres a mí.

Negó, y dejó un beso fugaz sobre sus labios.— Te quiero más que a nadie en este mundo, Isabella. Me has dado la esperanza, el amor y la humanidad que nunca tuve. Me has devuelto completamente a la vida. Y sin tí... Maldicion, Bell. Sin ti estoy completamente perdido — suspiró —. Puedo perderlo todo, pero no a ti.

Las lágrimas de Isabella cayeron sobre sus mejillas libremente, dándole paso al dolor en su corazón.

— Te quiero.— musitó Bella con un hilo de voz.

Draco la envolvió en sus brazos, y poco a poco, se acosto sobre la cama; dejando descansar la cabeza de Isabella sobre su pecho. Acarició su espalda y dejo besos sobre su cabeza.

— Te quiero, Bell.

— Oh, Dios. Te tardaste tanto, Draco.

— Lo sé. Lo siento.

— ¿Puedes repetírmelo? — le pidió.

— Te quiero mucho.— le susurró.

Isabella unió sus labios en un beso largo y profundo. Sus lenguas se encontraron a medio camino. Juntándose, hicieron explotar todos sus sentimientos en su interior.

Fue el mejor beso que tuvieron en todos estos meses. Un beso verdadero, con amor y cariño. Un beso profundo y tierno. Sin malas intenciones, sin lujuria de por medio.

Los pedazos rotos de Isabella, volvieron a su lugar.

Y el amor del que Draco tanto escuchó hablar, cobró sentido. Y por primera vez en sus veintiún años, sintió amor verdadero.

Su cuerpo, alma y espíritu, se convirtieron en uno.

Pasaron algunas horas acostados, sin hablar, solamente escuchando la respiración del uno.

— Draco.

— ¿Mhm?

— Me iré al Sur de Inglaterra — dijo bajito —. Iré con mi tía, Draco. Trabajaré en lo que más me gusta, y tal vez... cuando vuelva podemos empezar de nuevo. Cuando seamos más maduros.

— ¿Lo dices en serio? — su pecho se contrajo.

— Sí... lo digo en serio.

— ¿Me dejarás, Bell?

— Serán unos pocos meses.

Se separó completamente de ella y se incorporó sobre la cama.— ¿Después de todo esto, de verdad, me dejarás?

— Necesito aire...

— Te daré todo el aire, el tiempo y el espacio que necesites, pero aquí, conmigo.

— Necesito estar lejos por unos meses.

— Entonces nos vamos — frunció el ceño —. ¿Dónde quieres ir? ¿Suiza. Australia. Tailandia. Filipinas. Irlanda? Dime cualquier país e iremos. Te llevaré. Si no tenemos una casa, te compro una; con todo el espacio que quieras. No dormiremos juntos, tendrás tu propia habitación, y solo me verás cuando tú me lo pidas.

— No es eso...

— ¿Entonces qué es? — inquirió —. Te confieso mi amor, y sé que me tardado, pero lo hice, Bell. Y no me arrepiento. Y es lo más real que he dicho en toda mi vida... ¿Y me dices que te vas?

— Volveré — le aseguró —. Volveré, y estaremos juntos entonces.

— Quiero que estemos juntos ahora. Ahora, mañana, en un mes, en un año. Por siglos y milenios, ¿entiendes?

— Y yo también... Pero no ahora, por favor, Draco. Me siento asfixiada. Necesito tiempo para procesar lo sucedido.

— ¿Hablas sobre la pérdida, o sobre el maldito beso que nunca pasó?

— Sobre las dos cosas.

— ¡No lo hice, joder! Sí me dieras una maldita oportunidad de contarte y mostrártelo... te lo agradecería.

— ¿Y cómo se supone que me lo mostrarás?

Draco ahuecó su rostro en sus manos.— Cierra los malditos ojos.

Isabella los cerró lentamente.

Pudo ver varias imágenes pasar con rapidez a través de su mente. No tenía explicación y ninguna lógica, pero eran imágenes, las cuales ella nunca había visto o presenciado.

Después de unos segundos, una imagen llenó su mente.

Draco estaba despierto, parado frente al espejo; viendo las marcas que yacían sobre su cuello y pecho. Rió al verlas y su interior se llenó de sastifaccion.

Al escuchar un pequeño 'plaf', tomó su varita y empezó a bajar por las escaleras, hasta llegar al vestíbulo.

Al ver a Pansy en medio de la sala, bufó y volteó los ojos.

— ¿Y ahora qué?

— Vine a verte.

— ¿Por qué?

— Necesito preguntarte algunas cosas.

— ¿Sobre qué?

— Te lo suplico, Draco.

— ¿Tengo alguna otra opción? — ella negó —. Entonces iré por una playera.

— No será por mucho tiempo, lo prometo.

Draco asintió y extendió la mano hacia el despecho de su padre. Ambos entraron, y Draco cerró la puerta. Se inclinó sobre el escritorio y cruzó los brazos sobre su pecho.

— Adelante.

Los ojos de la chica viajaron por todo el cuerpo de Draco.—Te marcaste su nombre...

— Sí, lo hice.

— ¿A ella también le marcaste tu nombre sobre su piel?

— Sí.

— Conmigo nunca quisiste hacerlo.

— No, no quise.

— ¿Por qué sigues despreciándome?

— ¡Porque no quiero nada contigo!

— Solo te pido una noche... solo una.— suplicó con ojos llorosos.

— Deja de insistir.

— ¡No puedes seguir haciéndome esto!

— Lo estoy haciendo y lo seguiré haciendo.

— ¡Acepta la realidad, Malfoy!

— Y según tú... ¿cuál es la realidad?

— ¡No la quieres!

— Joder, Pansy. Deja de insistir con eso.

— ¡Tú mismo has dicho, que solamente te acostaste con ella por una carta!

La respiración de Isabella se atascó en su garganta.

— Sí, lo hice. Sin embarg-

Pansy lo corto.— Cuando estabas con Astoria, seguías acostándote conmigo.

— Solo fue una vez. Estaba borracho y me había peleado con Astoria.

— Fueron dos.

— No hubo penetracion en la segunda.

— Pero me tocaste... por todos lados.

— Fue para que dejaras de molestar.

— ¡Estabas excitado!

— Soy hombre, me excito con cualquier cosa.

— Solo un beso.— le pidió.

— ¿Un beso y dejarás de molestar?

— Sí, solamente uno.

Draco se acercó a ella, tomó su barbilla y alzó su mirada hacia él. Entonces acercó su rostro al de ella. Se acercó a sus labios.— No te besaría ni aunque me hicieras un maldito Juramento inquebrantable.

Escucharon un sonido sordo, y Draco dejó abruptamente la barbilla de la chica.

Se acercó a la puerta y la abrió de par en par.

Cuando aquellas imágenes se borraron por completo de la mente de Isabella, ella volvió a respirar.

— No lo hiciste.

— No me diste la oportunidad de explicártelo, Isabella. Ese es tu problema, siempre sacas conclusiones y no das la oportunidad de que te lo expliquen.

— Lo siento.

— No hay un lo siento. Fue un error, que no volverás a cometer, ¿cierto? — arqueó una ceja.

— No lo volveré a hacer, Draco.

Besó su frente.— Volvamos a nuestra mansión, Bell. Volvamos a nuestro hogar, a nuestra habitación.

— Draco, he tomado mi decisión.

— No puedes hacerlo.— le rogó.

— Necesito vivir... Necesito cumplir mis metas y mis sueños. Sueños que fueron arrebatados de mi.

Draco cerró los ojos con fuerza.— Ve y cumple cada uno de tus sueños, mi pequeña Bell.

— Me gusta más cuando me llamas tu pequeña sucia.— bromeó.

— Siempre serás mi pequeña sucia.— parpadeo hasta que las lágrimas ya no fueron una amenaza. Se mordió el labio inferior, y trató de disminuir los latidos acelerados.

Ella se iría... Se iría lejos de él, y no sabe cuándo volvería. Tal vez conocería a otra persona y ya no regresaría a él, para estar juntos.

Le dolió el corazón, pero se alegró por ella...

Sí eso era lo que quería, se lo daría, se lo permitiría.

No era su dueño, era su esposo.

Entonces él accedió. La dejaría irse, la dejaría vivir.

Draco cerró la puerta y se cernió sobre ella, comenzando a besar sus labios, sus mejillas, su nariz, su frente, su barbilla y después sus labios.

— No te acuestes con nadie, por favor.

— Hechízame.

— ¿Cómo?

— No sé — dijo entre besos —. Haremos el Juramento inquebrantable.

Isabella rió.— Confiaré en ti.

— Bajaré mis paredes de Oclumancia en el momento que te vayas, Bell. Podrás ver y saber dónde estoy y con quién, por el lazo.

— Yo haré lo mismo.— le prometió...

Me duele, me quema, me lástima.

¿Ya leyeron el segunco cap de Imperius? ¿No? ¿Y qué esperan para hacerlo?

Visítenme por esa historia... porque cuando Arranged Marriage terminé, nos comunicaremos por allá.

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