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037

ISABELLA

Heaven — Julia Michaels

El sol estaba en la cima del cielo, alumbrando y calentando cualquier cuerpo. Brillando, haciendo un día extraordinario.

En el avión no se escuchaba nada más que el motor del avión y las voces lejanas de las personas encargadas de llevar a Draco y a Isabella con bien a su casa... a Londres.

Isabella estaba tan entretenida mirando por la pequeña ventanilla del avión, absorta de cualquier movimiento o ruido. Viendo las nubes y preguntándose, «¿qué se sentiría caminar sobre una de ellas?» o «¿qué sabor tendrán?» eran preguntas que cualquier niña o niño se haría. Isabella a sus diecinueve años aún se lo preguntaba.

Tomó una gran bocanada de aire y trató de no sentirse mal por volver a casa. ¿Por qué se sentiría mal? ¡Todo seguiría igual! ¡Nada cambiaría entre ellos! Eso fue lo que Draco le estaba repitiendo durante todo el día.

Tenían unas horas más de viaje. Draco estaba profundamente dormido y roncando levemente, cuando de pronto el avión se movió más de lo normal, e Isabella se asustó. Se pegó a su silla y se aferró a los lados de la silla.

Otro movimiento más. «Estamos pasando por turbulencias. Favor de, ajustarse los cinturones y mantenerse en su lugar.» Escuchó una voz.

Bella cerró los ojos con fuerza y comenzó en su mente. «¡Oh, bendito Merlin, ayúdanos, por favor!» «Oh, bendito Merlin.» «Oh, Merlin.» «¡Oh, por Dios. Vamos a morir!»

Tomó de la camisa a Draco y comenzó a sacudirlo con fuerza.

— ¿Qué? — balbuceó aún con los ojos dormidos y voz soñolienta.

— Nos vamos a morir — musitó Bella con rapidez y voz chillona —, ¡Nos vamos a morir! — repitió.

Draco abrió lentamente los ojos y frunció el ceño al ver a Isabella tan asustada. Quería reírse, quería cagarse a carcajadas, pero reprimió la carcajada y trató de tranquilizarla.— Tranquila, Bell.— acarició su hombro.

— ¿Tranquila? — replicó Bella. Sus ojos comenzaron a humedecerse —. ¿Acaso tú no lo sientes? — le preguntó cómo si fuera lo más obvio —, el avión se está moviendo más de lo normal. ¡Moriremos, Draco, moriremos! — repitió.

Draco se llevo el dorso de la mano a la boca y lo mordió, tratando con todas sus fuerzas no reírse.— Es normal.

— No lo es.— replicó ella.

— Ya. Es normal, Bella, que te lo digo yo.— insistió.

— Si morimos es tu culpa.

— ¿Mi culpa? — Se la estaba poniendo difícil, muy difícil. No podía aguantar más, quería soltar una carcajada por la expresión de su rostro; asustado y los ojos húmedos —, ¿y por qué será mi culpa?

— ¡Porque te estoy diciendo que vamos a morir y tú insistes que no! — espetó.

— Ya. Pero es que no nos vamos a morir.— sus labios se curvaron en una sonrisa y no pudo más: estalló en una carcajada.

Bella le pegó en el hombro varías veces y con toda su fuerza.— ¿De qué te estás riendo, estúpido? ¿De qué?

— De lo graciosa que te ves.

— ¡Eres un idiota! — murmuró —. ¡Morire junto a un idiota! ¡Oh, por Dios! — estaba comenzando a hiperventilar y trataba con su pequeña mano hacerse aire.

Draco paso una mano por su hombro y la atrajo más a él. Beso su cabeza y comenzó a susurrarle—: Te prometo que no moriremos — empezó—. Si llegamos a casa con bien, te prometo que haré cualquier cosa que me pidas.

— ¡Estás jugando! — exclamó Bella, agarrándose de la camisa de Draco y hundiendo la cara en su pecho —. ¡Estás burlándote de mi!

— ¿Por qué lo dices? — Draco rió.

— Porque estás tan seguro de que no moriremos y estás haciendo promesas para burlarte de mi.

Otra sacudida fuerte y Bella se pegó más al cuerpo de Draco.

— ¿Estás un poco paranoica, no crees?

— ¡Deja de burlarte de mi! — lloriqueó.

Draco dejó salir un suspiro y envolvió a Isabella en sus brazos, abrazándola aún más fuerte.— Vale, lo siento — dijo bajito —. Ignora los movimientos, Bell, ignóralo todo y mírame — le pidió, y ella obedeció. Alzó la cara y vio a Draco a los ojos —. ¿Qué quieres hacer al regresar a Londres? — le preguntó.

Y Bella sabía que intentaba mantenerla entretenida.— Nada...— dijo y era cierto. No quería hacer nada en Londres, ni siquiera quería regresar.

— ¿Ver a Pansy? ¿Tu mamá, tu papá? Hay muchas cosas que hacer, Bella.

— ¿Tú qué quieres hacer?

Draco le quitó un mechón que tenía sobre la cara y se lo colocó tras la oreja, comenzó a acariciar su mejilla con el pulgar y la vio directamente a los ojos. Tenía una mirada suplicante. En sus ojos se podía ver miedo, desesperación y tristeza.— Quiero seguir igual contigo que ahora... Así, bien, tú y yo solamente, felices... ¿Tú eres feliz a mi lado?

Ella asintió.— Yo también quiero eso...

Él besó sus labios con suavidad y al separarse vio que Bella todavía tenía los ojos cerrados, así que, unió sus labios una vez más.— Todavía no sé qué cositas has comprado en Milán, Bella... No me lo has dicho.

Bella recordó lo que había comprado en Milán y sintió una pizca de vergüenza. En ese entonces, estaba tan segura de si misma que entró y compro como si nada. Pero nunca tuvo la oportunidad de mostrarle a Draco lo qué había comprado.— Tal vez en Londres te lo muestre.

— ¿Tal vez? — enarcó una ceja divertido —. ¿Qué es?

— Algo...

— ¿Algo? — Draco adoptó una expresión pensativa —. ¿Sexual? — le susurró.

La voz ronca de Draco, hizo que Bella se estremeciera.— Puede ser...

— ¿Puede ser... algún juguete sexual? — inquirió.

Ella negó.— En absoluto, no.

— Diablos — Draco sonrió —. ¿Qué es... pequeña Bella?

— ¿No puedes esperar?

Él enarcó ambas cejas y bajo la cabeza hacia sus pantalones señalándolos.— Solamente imaginarme qué podría ser, mira como me puse... No, no puedo esperar.

Ella le dio unas palmaditas en el hombro.— Lo siento, tendrás que esperar.

Draco gruño y ella rió. Se había olvidado de la turbulencia, de los movimientos bruscos del avión, y al parecer estos habian disminuido. Volvio su atención hacia la ventanilla y se fijó que, poco a poco el sol estaba descendiendo. Suspiró y se acomodó nuevamente sobre el hombro de Draco, mirando su perfil.

Sintió los dedos de Draco sobre su hombro, trazando pequeños círculos, frotando su piel desnuda, y así... poco a poco sus ojos empezaron a pesarle y se cerraron automáticamente.

Isabella no sabía cuánto había pasado desde que se quedó dormida, pero Draco la despertó; diciéndole que ya habían llegado.

Estaban justo en la entrada de la mansión Malfoy. Draco levantó su varita y dibujó unos patrones por encima del portón, esta, en el instante se abrió; dándoles paso al gran jardín, llenos de arbustos, rosas y flores.

Siguieron por el camino empedrado hacia la puerta de la gran mansión, y al estar allí; enfrente, Draco levantó su puño y con sus nudillos tocó la fría puerta de madera, tocó dos veces.

Escucharon unos pasos y la puerta se abrió ante ellos; mostrando a una Narcissa alegre.

Giró un poco la cabeza y anunció—: ¡Ya están aquí! — volvió a fijarse en ellos. Abrazó a Draco y le dio un beso en la frente y después envolvió a Isabella en cálido abrazo —. Pasen, pasen.— los instó a pasar.

Ambos chicos pasaron el umbral de la puerta, entrando aquella mansión la cual estaba fría apesar de tener velas por todas partes.

Estaba alumbrada por aquellas velas pero le hacía falta otro tipo de luz. El ambiente era denso fácilmente se podía cortar con un cuchillo no muy afilado. Al igual que, la magia oscura se podía sentir en el aire y tocarla con los dedos.

Bella tragó...Tragó duro.

Echaron a andar, siguiendo a Narcissa hacia el comedor.

Bella vio a su padre, su madre y Lucius, sentados en la mesa; charlando y riéndose. Al verlos entrar todos se pararon de la mesa y uno por uno les dio la bienvenida. Minutos después ambos estaban sentados en la mesa con sus padres.

Bella estaba incómoda y sabía que Draco estaba igual de incómodo que ella. Sus hombros estaban tensos y sus labios fruncidos en una línea recta; asintiendo a todo lo que decían sus padres.

— Y bien, ¿cómo les fue? — preguntó Jack.

— Bien, bien.— respondio Draco.

— ¿Solo bien? — insistió esta vez Lucius, con la ceja enarcada y una copa de vino en su mano.

— Eh... pues sí.

— Lucius — Narcissa le pegó a su esposo en el hombro levemente y dejó salir una risita. Una risita tan elegante...— Déjalos, seguramente están cansados.

Bella se quedo viendo a su suegra. Tan elegante, sin hacer el mínimo esfuerzo. Siempre estaba vestida muy elegante y presentable, su cabello recogido y no hablaba mucho, solamente si le hacían preguntas o si tenía que opinar sobre algo.

En cambio; Ivy, era todo lo contrario. Se vestía elegante solamente para cuando daba la ocasión. Su cabello siempre casi estaba suelto, del mismo color de Isabella y rizado en las puntas. Sus gestos no eran ni muy elegantes, ni muy cuidadosos. Ella era de esas mujeres que te inspiran confianza y puedes hablar con ella sobre cualquier cosa, porque no se muestra dura.

En cambio; Narcissa, no. Te puede dar pena hasta mirarla a los ojos y también temor. Parece que debes cuidar cada una de tus palabras con ella.

Jack y Lucius no eran tan diferentes el uno del otro. Eran personas elegantes, tal vez un poco temibles. La única diferencia es que, Jack era un padre demasiado amoroso con Isabella. Siempre le había mostrado cariño y amor. Y siempre le había dado la mejor vida. Lucius en cambio, era todo lo opuesto como padre.

— Pueden marcharse, niños — Bella escuchó la voz de Narcissa y con cuidado alzó la vista de su plato y miró hacia ella, prestándole atención —. Dobby les mostrará su habitación. Además, su equipaje ya está en su habitación, mañana a primera hora los Elfos arreglarán su equipaje.— informó y Bella asintió. Espero por Draco para ponerse de pie y seguirlo.

Al estar en el vestíbulo donde estaba la escalinata de mármol y todos los cuadros de sus antepasados, Dobby apareció de un chasquido. Hizo una revenrencia ante ellos, y ellos empezaron a seguirlo por la escalinata.

Hasta llegar a la habitación.

— Dobby ya ha hecho su trabajo.— dijo.

— Gracias, Dobby.— Bella le sonrió.

El elfo rió de manera tímida y con otro chasquido desapareció.

Ellos dos entraron en la habitación, un poco penumbra. La única luz era de dos velas al fondo de la habitación.

Era muy grande. Tenía una cama king size en el medio de la habitación con un bello dosel de color verde esmeralda y unos adornos en dorado, un gran sillón sin respaldar de felpa negro al par de la cama. Una mesa en el centro de vidrio y patitas negras, con adornos sobre esta. Una gran alfombra de estilo medieval; de color verde esmeralda y un estilo como rosas en dorado. Había una lámpara colgando del techo y parecía una cascada. Las paredes eran de un color beige. Al lado derecho de la pared había algo más, Bella camino hacia allí y entro en un tipo de lavabo al lado derecho pegado a la pared había un espejo de cuerpo completo y al frente de ella un gran lavabo de mármol beige con dos lavamanos. Pegada a la izquierda había una puerta de color berge igual y al lado derecho de esta puerta había otra puerta igualita a la otra. Una daba al cuarto de baño, con todas sus necesidades y la otra a un gran closet. Enorme.

Bella suspiró... Era mucho, en realidad, era demasiado.

Entró nuevamente a la habitación y vio a Draco tirado sobre la cama.

— ¿Qué piensas? — le preguntó Draco.

— ¿Aquí dormías?

Él negó.— Neh — dijo —. Mi habitación es otra, está es para nosotros.

Bella asintió. Se sentía nerviosa, no sabía el por qué, pero estaba nerviosa. Sus manos le sudaban y no sabía qué carajos hacer.

— Iré a ducharme.— le informó a Draco y entró al cuarto de baño.

Su casa era grande, su habitación era grande. Pero esto, esto era otra cosa. Parecía una habitación de esas, de princesas de cuentos.

Se miró al espejo por un momento y después empezó a buscar en su equipaje. Al encontrarlo todo; entró al baño y se dio una ducha.

Hasta el agua que corría por su piel, se sentía diferente.

Se tomó todo su tiempo. Se puso crema, un poco de loción... Lencería especial, que había comprado hace unas semanas en Milán, y encima de la lencería un tipo de bata sedosa de color rojo. Toda su lencería era roja. Su brasier se ajustaba a la perfección a sus pechos, era de encaje y transparentaba un poco sus pezones. Su pantie también era roja de encaje y tenía algo — un cinturón, dijo la Sra que se lo había vendido —, que se ajustaba a su cintura, con dos pequeñas correas que se ajustaban a unas medias o algo así.

Bella se maquillo un poco y se miró al espejo.

«Joder.» pensó y se mordió el labio. Vale, no lo podía negar, se veía excelente, pero había una pizca de vergüenza en su interior.

Se dio varios golpecitos en la frente y se frotó las manos. Al final se puso la bata y salió a la habitación.

Draco seguía acostado. Tenía la camisa completamente desabotonada al igual que el pantalón y su cinturón, estaba leyendo un libro y se le veía muy concentrado.

Ella se aclaró la garganta pero nada... ni un vistazo.

Se acercó más y más, con pasos demasiado lentos y se paró junto a Draco. Colocó una mano sobre la cama y carraspeó.

Draco alzó la vista de su libro y la miró.— ¿No tienes frio? — le preguntó —. Recuerda que estamos en Londres, hará frió más tarde.— concluyó y volvió a su libro.

Bella puso los ojos en blanco y resopló. Se inclinó un poco y le arrebató el libro de las manos, tirándolo fuera de su vista.

Draco la miró perplejo.— Per...— antes que pudiera decir nada, Isabella comenzó a abrirse la bata que traía, hasta dejar a la vista su lencería. Vio como las mejillas de Draco se teñían de un color rojizo y se relamió los labios dos veces.— ¡Santo cielo! — exclamó, sin dejar de mirarla.

— ¿Estás cansado? — preguntó y se mordió el labio inferior.

Él negó varias veces con la cabeza, varias veces...— No, no.

— Uhm... entonces, uhm... ¿quieres? — «Joder, qué pro, Isabella, qué crack.»

Draco curvó su labio en una sonrisa y sus ojos brillaron con malicia.— Siempre.— dijo y se levantó.

Colocó una mano sobre el cuello de Isabella y otra sobre su espalda baja, la atrajo hacia él y atrapó sus labios en un beso lleno de deseo.

Isabella se dejó llevar por él. Sintiendo sus caricias, sus manos por todo su cuerpo. Quito la bata y la echó al suelo, para después echar a Isabella sobre la gran cama.

Murmuró 'Muffliato' con la varita en mano, sin despegar sus ojos de Isabella.

— ¿Estas eran las cositas, eh? — enarcó una ceja.

Bella asintió.— Sí... estas eran las cositas.

— ¿Y hay más? — inquirió —. ¿Más conjuntitos cómo este?

— Tal vez.

— ¿Me los enseñarás todos?

— Cada uno de ellos.

— Joder, Dolcezza...— hizo una pausa y negó con la cabeza —, me volveras loco.

Dicho eso y con otro movimiento de varita aparecieron unas cosas en su mano derecha.

— Al centro.— ordenó. Bella hizo lo que le pidió y observó como Draco se acercaba a ella y tomaba su mano derecha y la llevaba hasta el respaldar de la cama, después con una correa de cuero negro amarró su mano derecha al respaldar, y asi, sucesivamente con su mano izquierda y sus dos pies. Quedando completamente amarrada delante de Draco.

Su corazón se aceleró tanto que lo podía escuchar en sus oídos como martillaba dentro de su caja torácica. Con fuerza. Con adrenalina. Con agresividad.

Draco se quito la camisa y los pantalones, quedando simplemente en un bóxer blanco, el cual se ajustaba muchísimo a sus caderas por el bulto que traía.

Con agilidad subió a la cama y ya estaba al centro, dentro de las piernas de Isabella, mirándola con deseo.

— Me duele... — dijo Bella con un hilo de voz y Draco enarco una ceja —, las manos — las señaló con la cabeza —, están muy apretadas.

— ¿Y qué? — soltó Draco —. ¿Crees que está noche tendrás derecho a decidir sobre que está demasiado apretado o no? ¿Sobre cuando te correras? ¿Crees siquiera que tendrás control de tu cuerpo? — negó y rió con sarcasmo —. Está noche seras completita para mí. Haré de ti lo que quiera, ¿esa fue tu idea, no? ¿Para eso te vestiste así? Para seducirme y volverme loco — se cernió casi sobre ella, con las manos a sus lados para mantener el equilibrio, y rozó sus labios contra su oreja, susurrando—: Lo has logrado.

Draco se inclino hacia la mesita auxiliar y tomó otra vez su varita; pronunciando otro hechizo, un cuchillo apareció entre su mano. «Oh, joder, él me matará.» pensó Isabella.

— ¿M-me vas a matar?

Draco la miro y frunció el ceño.— No, joder. No te haré daño — dicho eso Draco soltó un suspiró —. Mejor te desató, Bell. Fue una mala idea, lo siento.

— ¿Q-qué? — Bella se maldijo por tartamudear tanto —. No, Draco, no. Está bien, todo está bien. Por favor...

— Es obvio que te haré daño, Bell. No con el cuchillo, obvio. Pero te haré daño.

— Házmelo.— pidió ella.

— No creo... no creo que estés lista.

— Joder, no soy una niña — él la miro dubitativo —. Bésame, joder, hazlo.

Y él lo hizo. Atrapó sus labios en un beso e Isabella trató de besarlo de la mejor manera que sabía. Chupando y mordiendo el labio inferior de Draco, buscando su lengua con la suya; para después juntarlas y rodearla con su lengua. Draco jadeó y empezó a tocarle el cuerpo. Su mano ascendió de su muslo hasta su cadera y de su cadera hasta su pecho, lo apretó con fuerza y tiró de su labio inferior.

— ¿Estás segura? — ella asintió —. Bien, bien — repitió —. Cualquier cosa me avisas.

Unió nuevamente sus labios y después sintió algo frío y afilado sobre su estómago. Sintió como el cinturón que tenía sobre su cintura se rompió y después sintió un poco de ardor... Un ardor que hizo que deseara más. Gimió sobre los labios de Draco y trató de levantar sus caderas y frotarse contra él, pero las correas la tenían completamente restringida de cualquier movimiento.

Draco se separó de ella y miro la pequeña herida que le había hecho a Isabella sobre el estómago, se inclinó y lamió. Paso unas cuantas veces más el cuchillo sobre su cuerpo, haciendo pequeños cortes. Sobre su cadera, estómago, clavícula y en el centro de sus pechos... todos para después ser lamidos por él.

Sus dedos se engancharon a la tela de sus panties y tiró de ellos con suavidad, hasta que estos quedaron al raz de sus tobillos.

Draco colocó sus manos por debajo de sus muslos, agarrando su piel con fuerza y hundió su cara en el centro de Isabella, en ese lugar que tanto deseaba ser atendido.

Su lengua de deslizo desde su clitoris hasta su entrada, repitiéndolo algunas veces. Hasta que se enfocó en chupar y lamer su clitoris. Llevo dos dedos y los hundió en su interior, curvando la hasta llegar a su punto dulce. Bella gimió y jadeó.

Draco sacaba sus dedos y los hundía nuevamente en su interior, sin perder el enfoque de su boca en el clitoris de Bella. Cuando la sintió estremecerse se separó y alzó la vista hasta verla a los ojos.

— Draco...— dijo ella, casi sin voz —. Yo...

La interrumpió.— No te dejaré correrte, no todavía.

Se paso el dedo pulgar por sus labios y se inclinó hacia ella hasta besarla.

Desabrochó los tirantes de su sujetador y lo abrió por completo, hasta dejar los senos de Isabella a su disposición. Draco se llevo uno a la boca mientras que con una mano acariciaba el coño húmedo de Isabella, haciendo círculos sobre este, metiendo y sacando un dedo y disfrutando de los pequeños sonidos que salían de sus labios.

Cuando la sintió estremecerse otra vez dejó de hacerlo. Se acercó a sus manos y la desató, e hizo lo mismo con sus pies.

— En cuatro...— su voz era ronca y pesada. Llena de deseo.

Mientras Bella se daba la vuelta, se sintió insegura. «¿Qué debía hacer?» «¿A qué altura debía de estar su espalda?» «¿Se tiene que mover ella también o quedarse quieta?» «¿Aguantará mucho sobre sus rodillas o no?» Tal vez Draco le leyó los pensamientos, porque la ayudo a acomodarse. Poniendo su espalda un poco curvada y su trasero un poco más alzado. Le dio un beso en la sien y le murmuró palabras lindas al oído, para después posicionarse detrás de ella.

Al principio creyó que Draco la embestiría, pero sintió un ardor sobre su trasero y el sonido de su mano contra su piel.

— Joder, Draco.— maldijo en un gemido.

Escucho la risa vibrante de Draco y después su mano frotando el lugar que acababa de azotar. Para después repetir la acción. Golpear y frotar, golpear y frotar, golpear y frotar.

Isabella pegó un brinquito al sentir el cuchillo sobre su espalda. Sintiendo como su piel se abría y daba paso a nuevas pequeñas heridas sobre su piel, para después sentir la lengua de Draco sobre estas.

Sintió un poco más de dolor junto a su trasero y en su cadera. Draco trazaba, escribía algo con el cuchillo junto en ese lugar. Después sintió la punta de la varita de Draco y lo oyó pronunciar unas palabras antes nunca escuchadas por ella. Repitió esa palabra unas cuantas veces y el dolor cesó un poco. Miro por encima de su hombro.

— ¿Qué hiciste?

— Cuando terminemos lo puedes ver.— concluyó él y se hundió en ella sin perder otro segundo.

Isabella sintió como el aire abandonaba sus pulmones y un gemido gutural salió de su boca.

Jadeó... jadeó por aire y gimió de dolor. Sintió como su coño se estiraba con cada empujón que daba Draco dentro de ella, acostumbrándose a su tamaño. Lo sintió a él, entero. Sintió cada centímetro de Draco dentro de ella.

Draco empujó otra vez y comenzó a mantener un ritmo duro dentro de ella. Cada un minuto o tal vez dos, sentía la palma fría de Draco sobre su trasero, azotandolo y después acariciandolo para calmar el ardor.

De repente el dolor se volvió el placer. Un placer riquísimo... Un placer nunca antes sentido. Y los gemidos de dolor se hicieron gemidos de placer.

A Isabella le daba pena gemir tanto pero era inevitable. No lo podía evitar, y Draco no se quejaba.

Sintió el torso de Draco sobre espalda y su brazo debajo de su estómago, mientras la embestía con fuerza.

— Puta.— susurró en su oído. Y joder... qué voz más excitante.

Nunca pensó, nunca se le pasó por la cabeza que, la palabra 'puta' además de ofenderla, la podia excitar.

Cerró los ojos y se aferró al edredón blanco debajo de ella. Se apretó alrededor de Draco y cuando por fin pensó que Draco le permitiría correrse, se retiró de ella por completo. Se quejó. Y sintió algo cálido y pegajoso contra su coño... Draco había escupido sobre ella. Después, sintió la palma de Draco frotar su saliva de arriba a abajo, y después de estar completamente untada por su saliva, él se hizo a un lado.

— Acuéstate... sobre tu pecho.

Y Bella se dejó caer, completamente aturdida y cansada sobre su pecho.

Escucho los pasos de Draco moverse en la habitación y después acercarse a ella.

— ¿Estás segura qué quieres seguir con esto? — susurró cerca de su oído.

— Sí.— respondio casi sin voz.

— Date la vuelta.— le ordenó y ella obedeció. Se dio la vuelta, quedando acostada de espaldas. Sus ojos se dirigieron a los ojos de Draco y a la vela que tenía entre su mano.

— ¿Qué harás? — preguntó asustada.

— ¿Confías en mi?

— No sé.

Él rió.— Relájate.— le pidió. Ella inspiró hondo y asintió.

Draco se acercó a ella e inclinó la vela hacia el centro de sus pechos. Vio como la cera de la vela caía sobre su pecho, y sintió un ardor. Se mordió el labio inferior y cerró los ojos... mientras, Draco, seguía un camino de cera desde el centro de su pecho hasta su estómago.

— Dime, Isabella, ¿te gusta o quieres qué pare?

— Sigue, maldición.— respondió entre dientes. Llena de deseo, excitada.

Draco tomó su pierna y tiró de ella hasta la orilla. Colocó su pierna sobre su hombro y acarició su entrada con su pene de arriba a abajo, disfrutando ver cómo Isabella se estremecía con cada rocé.

Entonces; se hundió nuevamente en ella. Se hundió completamente en su interior y se detuvo un momento, echó la cabeza hacia atrás e inspiró hondo, muy hondo.

Bella acarició el torso de Draco con su mano y atrajo su atención.— Estoy bien — aseguró —. Me gusta.

Y con eso, Draco empezó a moverse dentro de ella. Algunas veces paraba y se movía en círculos, para después salir y entrar nuevamente en ella, penetrandola. El pie de Isabella seguía sobre su hombro. La mano de él estaba sobre la cadera de Isabella. Y la mano de Isabella estaba sobre su propio seno, apretándolo. Tenía los labios entre abiertos y dejaba pequeños gemidos excitantes. Sus ojos estaban cerrados y el ceño fruncido.

— Abre los ojos.— Isabella los abrió y miró hacia Draco. Se encontró con esos ojos grises que ahora parecían más oscuros.

Draco llevó su pulgar a los labios de Isabella y ella lo recibió. Su dedo entró en su boca y Bella lo envolvió con su lengua y lo chupó.

Draco lo sacó y lo llevó hacia su clitoris, masajeándolo. Entonces se inclinó y besó a Isabella.

— Puedes correrte.— murmuró sobre sus labios.

Y Bella lo hizo. Dejo que el nudo que había en su estómago bajo, desapareciera. Su cuerpo se estremeció por completo. Se apretó alrededor del pene de Draco, y apretó su seno aun con mayor fuerza. Una electricidad la golpeó, la electricidad del placer, de la sastifaccion. Sus ojos se humedecieron y su visión se volvió casi borrosa. El orgasmo la golpeó con fuerza y minutos después sintió el orgasmo de su esposo llenarla por completo.

Draco salió de ella y llevó su mano a la entrada de Isabella, llenándola de su semen. Llevando el semen que se escurría por sus piernas de nuevo a su entrada. Y después llevó sus dedos a su boca. Bella no lo pensó y abrió los labios, permitiéndose; sentir el sabor de su esposo. Saboreó sus dedos, dejó que el sabor salado se fundiera en su lengua y sus papilas gustativas.

Draco se dejo caer sobre el blando colchón y hablo.— Mañana... la... poción...— dijo entre pausas.

Bella trató de moverse pero dejó salir un quejido al hacerlo. Le dolía completamente todo. Los pies, las manos, el cuerpo entero.

— Draco...

— ¿Sí, amor? — volteó a verla.

— No puedo moverme.

Y él rió.— ¿Te ayudó?

Ella asintió. Y él la ayudo a ponerse en pie. En realidad, la ayudo hasta llegar al baño, darse una pequeña ducha para refrescarse y ponerse la pijama. Él también hizo lo mismo.

Bella se acercó al espejo y se puso de espaldas, subiendo un poco la camisa. Vio ahí... en su piel, el nombre de Draco sobre su cadera baja. Draco, estaba clarísimo. Las letras estaban rojas y al intentar tocarlas, le ardió la piel.

— Dolerá un tiempo.— le informó Draco desde el umbral de la puerta del baño.

Y tal vez en ese momento no debería importarle. Pero ese pequeño momento en que se sintió especial, se desvaneció. Joder, pues claro. «¿Cuántas malditas veces había hecho esto? ¿Y con cuántas mujeres? Se mordió el labio, trató de no decirlo en voz alta pero no pudo, explotó.— ¿Con cuántas lo haz hecho?

— ¿El qué? — preguntó incrédulo.

— ¡Escribir permanentemente tu nombre sobre la piel de otras! — exclamó molesta.

Draco frunció el ceño y se acercó más a ella, pero ella retrocedió.— Ninguna.— dijo y era verdad.

— ¿Ninguna? — rió con amargura —. Por un momento me gusto — admitió —, hasta me sentí especial. Que estupidez ¿cierto?

— Bell, por favor... — su voz era suplicante —. Te lo juro, no lo he hecho nunca con ninguna mujer, a no ser que Blaise y Theo cuenten como una mujer, entonces no, no lo he hecho con ninguna.

— ¿Crees que me tragaré esa mentira?

— Te lo juro — repitió y se pasó la mano por su pelo mojado —. Tampoco es permanente, es decir sí pero no. Si quieres lo puedes quitar, si quieres lo puedes dejar — hizo una pausa —. En Hogwarts — continuó —, encontramos el hechizo en un libro de la biblioteca, la parte prohibida claro — aclaró—, y quisimos ver si sirve. Ellos me lo hicieron a mi, yo a ellos y después lo eliminamos. Claro, no lo hicimos con un cuchill...

Bella lo interrumpió.— ¿Entonces con quién descubriste que también lo podías hacer con un cuchillo?

— Joder — masculló —. Cuando intentaba quitarme la maldita marca del antebrazo — mostró su antebrazo —. Me hice varias heridas y después intentaba usar ese hechizo para ver si se podía quitar la maldita marca, pero no. En vez de quitarse la marca, las heridas se quedaban ahí sin curarse.

Bella inspiro hondo y se apretó el puente de la nariz.— No te creo.

— ¡Por Dios! — suspiró —. ¡Te lo juro! — insistió —. Es la primera vez que lo hago, Isabella, te lo juro.— en sus ojos se podía ver la desesperación y Bella decidió dejarlo pasar.

Giró sobre sus talones y se metió directo a la cama, minutos después Draco la siguió.

— Bell... amor, te lo juro, te lo prometo.— su voz salia como un susurro.

Y ese 'amor' ese pequeño 'amor', se le metió al corazón. Ese tono lleno de desesperación y la expresión en su rostro hizo que le creyera. Se dio la vuelta para quedar cara a cara con él. Y se odio por tener los ojos llenos de lágrimas. «¿Desde cuándo lloraba con tanta facilidad?» Pero en lo que Bella seguía pensando era en aquel 'amor' saliente de los labios de Draco... Nunca pensó que la llamaría así... nunca.

— Lo siento.— dijo bajito.

— Lo siento yo.

— ¿Tú por qué?

— Joder, por meterme con tantas mujeres, por no esperarte.

Bella casi deja salir una carcajada pero simplemente sonrió.— ¿Esperarme? No sabias de nuestro compromiso.

— No, tienes razón, no lo sabia. Pero tampoco tenia por qué meterme con tantas mujeres — admitió —. ¿Me crees? ¿Me crees qué es la primera vez que se lo hago a alguien?

Ella asintió.— Te creo.— murmuró.

Draco dejó salir un suspiró y se acercó más a ella. La beso y después paso su mano por su cuello, atrayéndola más a su cuerpo. Ella lo envolvió con su brazo y subió una pierna sobre la de Draco.

Y se quedó así... Escuchando el corazón de Draco, sus latidos y su respiración.

Draco comenzó a acariciarle el cabello y a susurrarle cosas al oído hasta que ella se quedó dormida.

Espero y les guste éste capítulo, pecadoras. Y perdonen la hora y tal vez la mala ortografía, es un capítulo muy largo y me da flojera arreglarlo.

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