036
DRACO
Angels like you — Miley Cyrus.
Un pequeño rayo de luz entraba por la ventana, iluminando un poco la habitación.
Draco contemplaba en silencio a Isabella que dormía plácidamente, solamente con una playera de Draco puesta y unos panties.
Con cuidado se acercó y se sentó en la orilla de la cama. Su dedo comenzó a serpentear por la piel desnuda de las piernas de Isabella; desde su rodilla hasta su muslo. Observando y analizando cada pequeño detalle grabado en su piel.
Tenía celulitis por debajo de sus glúteos y un poco más arriba habían algunas rayitas blancas, conocidas como estrías, adornando la suave piel de sus glúteos.
Draco deslizó su dedo por aquellas rayitas blancas con delicadeza y cuidado.
Defectos... los llamaría la sociedad, pero para Draco eran cosas que hacían especial a su esposa. «La perfección es aburrida.»
«¿Desde cuándo ver a alguién dormir resulta tan placentero?»
El rayo de sol iluminando a Isabella en la cama. Su pelo desordenado de un castaño rojizo. Sus mejillas teñidas de un rosa pálido y sus labios entreabiertos. Su respiración apacible y profunda. Sus pestañas largas. Pequeñas pecas esparcidas por su nariz y mejillas, y alguna que otra arruga casi invisible a un lado de sus ojos.
Draco se debatió entre dejar un beso sobre su sien o seguir siendo esa persona fría y distante, el cual pretendía ser.
Pero echó al borde su maldita personalidad de mierda, y se acercó a su rostro; dejando un pequeño y casto beso sobre la sien de Isabella.
Vértigo... Es estar en el filo de un acantilado, mirando hacia abajo, decidiendo si te atreves a precipitarte al vacío o das un paso hacia atrás y regresas a la seguridad, a tu confortable existencia sin sobresaltos.
Isabella era su vértigo... y tal vez Draco estaría dispuesto a dejarse caer.
Notó como Isabella se movió y abrió perezosamente los ojos.— ¿Qué hora es? — preguntó con voz adormilada.
— Hora de que te levantes.— contesto Draco.
— ¡Cinco minutitos más! — pidió Isabella, y se puso la almohada contra la cara.
— ¡Nada de cinco minutos! — Draco trato de sonar firme pero una risa lo arruinó —. Debemos irnos, Isabella, se nos hace tarde.
Escuchó como Bella se quejaba y decía algo que quedaba ahogado contra la almohada. Draco tiro de la almohada y dejó la cara de Isabella descubierta.
— Cinco minutitos.— volvió a pedir.
— ¿Y perderte tu día en Verona? Bien, si eso es lo qué quieres...
— ¡No, no, no! — Bella se incorporó y se froto los ojos —. Lo había olvidado, joder — se puso en pie y comenzó a buscar entre sus cosas —. Diez minutos, no, veinte. Dame veinte minutos y estaré lista.
Draco sonrío al verla tan ilusionada... tan niña, tan ella, tan suya.
Le gustaba la Isabella fuerte y madura. Pero la Isabella niña, dulce e inocente lo volvía loco. Porque él sabía... Él sabía que en realidad esa era su manera de ser. Qué quizá no eran tan opuestos y diferentes cómo él pensaba al principio... porque Isabella también se escondía bajo una máscara cuando se asustaba y no confiaba en las personas. Se mostraba dura, fuerte y madura, sacaba de su interior eso que ni le interesaba, porque en realidad Isabella seguía siendo una alma pura e inocente. Una niña... fingiendo ser una mujer por obligación. Por su culpa, por la culpa de sus padres y ese dichoso Pacto.
Después de unos minutos; Isabella salió del baño ya arreglada. Tenía un conjunto con estampado en blanco y negro, una blusa muy fina y una boina roja.
Ella mostró una sonrisa inmensa y llena de felicidad mientras daba una vuelta.— ¿Parezco de esas chicas?
—¿De cuáles?— Draco puso los ojos en blanco divertido.
— Hum, ¿Parezco Francesa o Italiana? — mejoró su pregunta.
Draco se acercó a ella y colocó una mano sobre su cadera.— Dolcezza...— pronunció Draco con lentitud —... eres mejor que todas esas chicas Francesas o Italianas.— dicho eso, se acercó más y beso los labios de Bella.
Bella le pegó juguetonamente en el hombro y sonrió.— ¡Qué coqueto puedes ser cuando quieres!
Él se encogió de brazos.
•~•~•~•
Comenzaron a caminar por las calles de Verona. Desayunaron en un pequeño local y después, con las manos entrelazadas; siguieron su paseo.
El cielo estaba despejado, un sol resplandeciente estaba presente en el cielo, abrazándolos con calidez.
Algunas partes eran empedradas y otras simplemente lisas. Pero, en cada rincón de aquella ciudad, se podía sentir la historia...
Tenía un ambiente cálido y lindo, que los envolvía a ambos.
Varios turistas visitaban la ciudad por su hermosa historia. La historia de amor. Romeo y Julieta. Y, justo por eso, Draco e Isabella se encontraban allí. Fue idea de Isabella, pues siempre había soñado en visitar aquella ciudad. Ver con sus propios ojos en donde se enamoraron y disfrutar la historia en carne viva.
Pasaron por la Arena de Verona y le echaron un breve vistazo. Después visitaron la Piazza delle Erbe, habían varios edificios alrededor, comercios y restaurantes.
También pudieron conocer el Arco de los Gavi, una estructura antigua de Verona. Fue construida por la gens Gavia, una noble familia Romana cuya ciudad natal era Verona.
Era preciosa y justo alfrente daba con un lago precioso. El sol se situaba justo arriba de éste, alumbrándolo.
Bella le sonrió a Draco y apoyó la palma de su mano sobre la constructora de éste. Draco levantó sus manos e hizo un ademán de tomarle una foto, con una cámara invisible.
Siguieron su paseo; pasando por el Puente de Castelvecchio. Era un puente fortificado medieval, un puente de mampostería en arcos sucesivos que cruza el río Adigio.
Draco tomó la mano de Isabella y tiró de ella, comenzando a correr.
— ¿Qué? ¿Por que corremos? — pregunto Bella jadeante, sosteniéndose la boina.
— ¡Porque quiero! — fue la contestación de Draco entre risas.
Pasaron por un helado; Isabella pidió de Vainilla y Draco de Frutos rojos.
Bella rió al ver la comisura de Draco manchada de helado.— ¡Tienes... un poco de helado!
— Quítamelo — Ella levantó su pulgar y lentamente lo acercó hacia su cara, pero Draco negó con la cabeza —. Usa tus labios.— le ordenó.
Bella sintió como la sangre subía a sus mejillas. Con una sonrisa tímida y apenada se acercó a él y en vez de darle un pequeño beso y quitarle el helado que tenía en la comisura de sus labios, optó por usar la lengua, y se la pasó por la comisura y después por la mejilla. Divertida, dejó salir una carcajada, al ver la cara de perplejidad de Draco.
Draco frunció la nariz y el ceño al mismo tiempo; entonces, levantó su helado y se lo untó en la nariz de Isabella.
— ¡No...! — se quejó ella —. ¡Eres... un idiota!
— Me lamiste la cara.— se defendió Draco.
— Quedaré toda pegajosa... por tu culpa.— sentenció Isabella indignada.
— Ya. No pasa nada. Ven aquí — Draco le tendió una mano, pero ella le dio un manotazo. Entonces Draco, colocó ambas manos en las caderas de Bella y tiró de ella. Acercó su cara hacia la suya y le lamió el helado de la nariz.
— ¡Eso fue raro! ¡Eres raro!
— Te estoy ayudando a no quedar pegajosa.
— Eso no ayudará.
Draco se acercó a su oreja y murmuró—: Tienes una varita.... Mágica... úsala.
— ¡Hay muchos muggles! — chilló.
— Entonces vamos a por unas servilletas.
— Eso no ayudará.— repitió.
— Joder. Bell, las mojamos y ya esta.
— ¿Y mi maquillaje? — Isabella no era una de esas chicas que se preocupaba mucho por su maquillaje, en realidad le daba igual. Pero era su día. Su día para disfrutar, y quería verse bien. Quería sentirse bien con su aspecto.
— Entras a un baño y usas la varita. Ya esta, problema resuelto.
Bella no le quedó más remedio que aceptar. Y ambos echaron a andar hacia la 'piazza' más cercana que les quedaba. Usaron una servilleta y minutos después; Isabella fue a los servicios a arreglarse.
Draco se quedo parado ahí, viendo a la gente. Caminando despreocupados, hablando, besándose; metiéndose mano en los rincones, sin preocupación y sin temor a que alguién los viera.
Un hombre que vendía flores pasó por allí, y Draco sintiéndose culpable; lo paro enseguida.
Le quería comprar algo a Isabella... era la primera vez que lo hacía y quería ser algo original. No quería rosas rojas o de varios colores o lo típico. Así que, decidió comprar doce rosas rojas y doce blancas; arreglando el arreglo entre él y el individuo, quedando un ramo en forma de corazón. Las rosas rojas estaban alrededor y en el medio habían rosas blancas. Draco vio un ramo de rosas azules — lo cual le pareció algo raro, ya que nunca había visto alguna — y decidió meter esa rosa azul en el medio de las blancas. Le pagó al individuo y esperó a Isabella, con el ramo de flores a sus espaldas ocultándolo.
Minutos después ella salió, daba pasos perezosos y tenía el semblante serio y aburrido.— Estoy lista.— titubeó.
— Te quedaba mejor con el helado por toda la cara.— bromeó.
— Eh, sí, claro. ¿Qué tienes detrás? — inquirió.
— Algo.
— ¿Algo? ¿Qué es? — Bella trató de ver qué era, pero Draco la esquivó.
— ¿Estas enojada?
— No, no lo estoy.
— Si mientes, no te mostraré lo que tengo.— se encogió de brazos y entrecerró los ojos. Adoraba ver a Isabella enojada. Su nariz se enrojecía y sus ojos echaban chispas de rabia.
Ella arqueó una ceja y se cruzó de brazos.— ¡Es que eres un idiota, no te sabes controlar, no sabes jugar un juego! — soltó ella.
— ¿Algo más?
— Eres muy brusco...— dijo bajito.
— ¿Eso es un «sí, Draco, estoy enojada porque eres un cabrón»?
Ella puso los ojos en blanco.— Sí, exactamente eso.
— Bueno, en ese caso — comenzó a deslizar la mano que sostenía el ramo lentamente, hasta dejarlo a la vista de Isabella —. Ten — se lo tendió —, feliz primer medio mes de casados.— hizo un mohín y se sintió raro al decir eso... o al recordar la fecha de su casamiento.
25 de septiembre... esa era la fecha de su aniversario.
Y ellos estaban a 17 de octubre...
Bella abrió los ojos y entreabrió los labios, mirando el pequeño ramo sorprendida. Sus pulsaciones comenzaron a acelerarse. Y no supo que sintió en ese momento; felicidad, tristeza...
Solamente veía un precioso ramo enfrente suyo... Un ramo para nada típico.
— Yo... yo lo he olvidado.— musito.
— No pasa nada — respondio él —. Da igual, Bella. Es el primer mes que no tratamos de matarnos.
Bella se echó sobre él y lo envolvió con sus brazos, para después separarse y dubitativa dejó un pequeño beso sobre sus labios.— Gracias... ¡Es simplemente precioso, es muy lindo! De verdad, gracias.
Draco cerró los ojos por unos momentos y una sonrisa torcida apareció en su rostro.— De nada — dijo —. ¿Seguimos?
Bella asintió.
Siguieron caminando. El dia le daba la bienvenida a la tarde; una tarde un poco calurosa. Isabella se quitó la chaqueta y quedó con la blusita de tirantes. Draco agarró su chaqueta y la llevaba él, mientras caminaban a su próximo destino.
La casa de Julieta...
Pasaron nuevamente por la Piazza delle Erbe y entraron a la casa.
Tenía un ambiente medieval y el lugar estaba muy concurrido.
En el patio había un muro lleno de cartas. Isabella se emocionó y buscó en su bolsita una pequeña carta doblada.
— ¿En serio lo harás? — le preguntó Draco.
— ¿Y qué tiene?
— Que quiero leerla, eso tiene — Draco trató de arrebatarle la carta, pero Bella lo esquivó —. Vamos, déjame leerla.
— No. Así no tiene gracia.— insistió Isabella con una media sonrisa.
— Por favor...— suplico Draco.
— ¡Qué pesado, eh! — dio la vuelta y se acercó al muro.
El muro tenía varias cartas, algunas notas simples, pero estaba lleno. No sabía dónde poner su carta. Busco y busco; hasta encontrar un lugar decente, colocó la carta en un pequeño hueco que había encontrado. La pared era de ladrillos, por lo tanto habían muchas ranuras y huecos por doquier.
Había escrito esa carta un día antes, por la noche, cuando Draco estaba dormido.
Había escrito todo lo que sentía hacia él y todo lo que quería que tuvieran en un futuro. Había dejado su alma, su corazón y sus sentimientos en un trozo de papel. Había escrito cada y uno de sus pensamientos, desde el primer día en que lo vio hasta el día de hoy, y sus pensamientos acerca del futuro.
Nunca antes había escrito una carta de amor o algo parecido, y esa noche le resultó tan... desahogador, que se pasó mitad de la noche; escribiendo y escribiendo. Disfrutando cada letra y cada frase escrita. Escrita con el corazón en la mano. Sin temor ni miedo. Se profundizó en sus pensamientos y sus emociones y las escribió todas en un trozo de papel...
Suspiró y dejó la carta ahi. Después volvió con Draco.
— Listo.
— ¡No es justo! — declaró Draco.
— Claro que lo es.
— No, Isabella. No lo es. Tengo derecho a saber qué escribiste en esa carta.
Bella sonrió y entrelazó sus manos. Draco al sentir su toque; se relajó y se dejó llevar por ella.
Pasaron por la estatua y según la 'tradicion' era tocarle el pecho. Isabella lo hizo sin titubear y Draco puso los ojos en blanco.
— Es algo incomodo tocarle el pecho a... una estatua. No lo haré. Prefiero tocar los tuyos.— bromeó.
— Hazlo, vamos.— lo animo Isabella. Él hizo caso y le tocó el pecho a la estatua, para después entrar en aquella casa.
Había una persona que hablaba y contaba la historia. Claramente Isabella no entendía nada y Draco le tenía que traducir algunas cosas — las más importantes, a su parecer —.
Vieron la habitación de Julieta. Su vestido, el atuendo de Romeo. Y varias estatuas más.
El guía les permitía entrar en el balcón dónde Julieta se asomaba para ver a Romeo.
Después de ese recorrido salieron. El cielo ya estaba teñido de un color anaranjado, rojizo y púrpura; dándole la bienvenida al atardecer.
— ¿Podemos ir a la tumba de Julieta? — Isabella se plantó frente a Draco, juntando las manos.
Sus ojos desprendían ilusión, emoción y ruego.
Draco simplemente asintió; apesar de dolerle los pies y ya no dar más... Se encaminaron hacia la tumba de Julieta.
Estaba en un museo de arte y no era la gran cosa para los ojos de Draco. Una tumba vacía y abierta.
En cambio a Isabella le encantó aun más.
— Vamos — Draco tiro de ella —. Tengo hambre.
Y así salieron del museo, encaminándose hacia un restaurante algo prestigioso.
— Me encanto, en serio. Gracias.— le sonrió Bella.
— No tienes por qué agradecer, Bella...
— ¿Qué tienes? Te noto un poco apagado.
Y era cierto. Draco tenía la mirada apagada al igual que sus ojos. No se podía ver nada en ellos; emoción, ilusión o molestia, parecían vacíos.
— Un poco cansado.— respondió con voz andina.
— ¿Quieres regresar al hotel?
Él negó.— No, no. Hay que disfrutar lo que queda del día, Bell.
Ambos chicos se pusieron a comer. Disfrutando cada bocado que daban.
Bella levantó la mano y un mesero se presentó ante ellos.— Dos copas de vino tinto... el más rico que tengan.— pidió ella con voz melosa, sonriéndole al mesero.
El mesero asintió y echó a andar. Draco la miro confundido.— ¿Vino?
— Sí. Ya te lo he dicho, iremos pasito a pasito, Draco.
— ¿Estás segura? — se frotó el mentón con el ceño fruncido.
— Confió en tí.
Draco se relamió los labios y asintió. Minutos después; el mesero apareció con una botella y dos copas. Les sirvió un poco y les tendió las copas para degustarlo.
Draco sujeto la copa por el tallo y la agito en la mesa, haciendo pequeños movimientos circulares. Se la llevo a la nariz y aspiró, después se llevó la copa a la boca dándole un trago.
— Es bueno — dijo —. Este está bien.
El mesero volvió a servirle; ahora un poco más y se marchó.
— ¿Es necesario hacer todo eso? — Bella rió.
— Es la parte de saber si es un buen vino, Isabella.
Después de beber el vino y quedarse un poco más en el restaurante. Pagaron la cuenta y salieron.
Apenas entraba la noche. Hacia un poco de frío y el cielo estaba despejado.
— ¿Te apetece buscar un lugar solitario?
— ¿Qué tienes con los lugares solitarios?
Él se encogió de brazos.— Me gustan, son tranquilos y no hay personas alrededor.
Verona no era una ciudad grande, pero Draco tenia tendencia a encontrar los mejores lugares solitarios y con las mejores vistas.
Se sentaron sobre el pasto y vieron la ciudad bajo ellos.
Bella sintió sobre su piel una brisa fresca... había empezado una llovizna muy suave.
— Está lloviendo.— anunció Bella.
— Ya me había dado cuenta.— Draco se echó para atrás y se dejó descansar mientras sentía la llovizna caer sobre su cara y cuerpo. Bella imito a Draco y se acosto sobre el pasto.
Pasaron varios minutos antes de que la lluvia empeorara y ambos se pusieran de pie y comenzaran a correr.
— ¡Joder, Bell, la chaqueta. Ponte la chaqueta! — gritó Draco.
Ambos corrían y reían al mismo tiempo, hasta estar en un punto bajo de la ciudad.
Una melodía suave en Italiano se escuchaba por toda la ciudad, y una luz tenue alumbraba las calles. Ambos se quedaron viendo fijamente y Draco alzó una mano y acarició la mejilla de Isabella con el dorso. Ella se balanceó sobre él y atrapó sus labios en un beso suave. Un beso bajo la lluvia. Las gotas de agua se colaban por su cara hasta llegar a sus labios. Ambos estaban empapados por la lluvia, pero allí estaban. Sus cuerpos juntos, al igual que sus labios. Dejándose llevar por el momento. Un momento que quedaría grabado en sus memorias para siempre.
— Eres mi vértigo favorito.— soltó Draco jadeante. Mirándole a los ojos. Esos ojos castaños tan llenos de emociones...
Bella sonrió incrédula y volvió a besarlo.— ¿Es eso algo bueno? — le preguntó separándose de él pero envolviendo su cuello con sus brazos.
— Creo que sí — Draco rió —, no lo sé. El vértigo es algo diferente del miedo a la caída. El vértigo significa que la profundidad que se abre ante nosotros nos atrae, nos seduce, despierta en nosotros el deseo de caer, del cual nos defendemos espantados... Quiero decir, no me defendería, no lo haría. Me dejaría caer a esa profundidad si es que tú estás ahí... Eres mi vértigo, y no me importaría dejarme caer por ti.
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