031
ISABELLA
I found - Amber Run.
Bella notaba que Draco unos días estaba bien y otros estaba de un humor no muy agradable.
Habían días en dónde Draco salía con ella. Reía, hacía bromas y era una persona completamente diferente.
Otros días se encerraba en la habitación y no quería ver a nadie. Se ponía antipático y molesto.
No comía y solamente quería agua fría.
Isabella estuvo estudiando por horas, hasta encontrar un contrahechizo contra los hechizos que había hecho Lucius, para poder darle a Draco su espacio. Pues, en las pocas veces que ha podido ver a Draco en ese estado de ánimo se le veía fatal. Ojeras negras pinceladas de un morado adornaban sus ojos y unas bolsas, el pelo hecho un desastre, siempre tenía una capa de sudor en la frente y sus ojos estaban rojos.
Él insistía que estaba bien, que su organismo reaccionaba a esa forma sin la droga, pues se estaba limpiando.
Los otros días donde Draco estaba bien; en la mañana salía a correr, después se ponía a hacer miles de cosas. Parecía tener la energía al mil. No paraba de hablar y a Isabella le encantaba eso.
Había conocido a Draco en esos pocos días más de lo qué habían estado en la Luna de miel.
Sí, seguían en su Luna de miel, y aunque fuera un poco aburrida, a Isabella no le molestaba.
El punto débil de Draco era su madre, Narcissa.
Nunca ha tenido una relación buena con su padre, siempre se han llevado mal. Lucius siempre presionaba a Draco, «Se el mejor de la clase.» «¿Cómo una Sangre Sucia puede ser más lista qué tú? Es una verdadera vergüenza.» «Debes esforzarte, ser mejor.» «No seas débil, no muestres vulnerabilidad.» «Siempre mantén una máscara de hielo, así nadie podrá meterse contigo.» «Muéstrales a todos que tú eres el Alpha, no ellos. Tú.» «Haz que te temen, así tendrás el respeto de todos.» Esas eran las palabras de Lucius Malfoy casi todos los días.
Lo obligó a no mostrar sus sentimientos a tal grado, que, Draco pensó qué no tenía.
Le obligó a ser duro y obligar a las personas a odiarlo.
Lo obligó a ser una persona de mierda.
Lo obligó a pensar que no merecía ser amado y no merecía dar amor.
Era un niño. Un niño de once años...
Draco también le había confesado, que, si no estuviese casado con ella y si no conociera a Astoria, lo más probable es que se casaría con Pansy Parkinson.
No por amor, él nunca la amo, siempre fue un pequeño cariño. Sino, porque la conocía y ella lo conocía mejor que a nadie.
Isabella también supo que Draco nunca se había enamorado.
Su primer "crush" era una chica de Beauxbatons.
Le tenía miedo a los bichos pequeños.
Le tenía miedo a estar solo de por vida.
Le tenía miedo a su padre...
Le tenía miedo a la debilidad, a la vulnerabilidad y al amor...
Amaba las golosinas, en especial las Ranas de chocolate y las varitas de Regaliz.
Su estación favorita del año era el Otoño.
Le gustaba los dias frescos y la caída de hojas.
Le gustaba ver el amanecer tanto como el atardecer.
Le gustaba leer y sus libros favoritos eran los de romance. «¿Irónico, cierto?»
Había dejado de importarle la Pureza de sangre y toda esa porquería, que, alguna vez, su padre le metió en la cabeza.
No, no estaba dispuesto a tener a alguien como amigo, pero los había dejado de juzgar.
Confesó que su odio hacía Harry Potter, la mayor parte era por su padre, y también era porque él quería su amistad y Potter lo había rechazado.
Sí, Draco era un niño muy caprichoso y mimado.
— ¿Estás bien? — le pregunto Bella pegando su frente a la puerta.
— Estoy bien, Rosier.— le contesto Draco.
— ¿Quieres comer?
— No, no quiero.
— ¿Quieres hacer algo?
— Tampoco.
— ¿Agua?
— Estaría bien, gracias.
— Un elfo te la traerá en un momento.— le informo.
— Gracias, Bell.
— De nada, Draco.
•~•~•~•
D R A C O.
¿Ansiedad? ¿Estrés? ¿Enojo? Tal vez eso y más sentía Draco, en el interior de esa habitación, solo.
Las cortinas estaban cerradas, no había ninguna luz por ninguna parte, y no quería luz.
Le molestaba el sol. Le molestaba la luz. Le molestaban los pequeños sonidos. Le molestaba las voces.
Se sentía enfermo y en pocas ocasiones Draco se había enfermado.
Pero no quería demostrarlo. No quería tener a Isabella cuidándolo todo el día, por eso optaba por quedarse encerrado en la habitación sin ningún contacto con el mundo 'exterior'.
Habían noches que no dejaba de temblar, su cuerpo se empapaba en un sudor frío. Su estómago se sentía revuelto y las ganas de vomitar estaban casi siempre presentes.
Bueno, no casi, siempre.
Arcadas y más arcadas... todos los dias, a todas las horas.
Habían noches que no dormía en lo absoluto y otras en que dormía más de 12 horas al día.
Sí, doce, y hasta más.
Despertar, dormir, despertar, dormir.
Esa era la pequeña rutina de Draco cuando se sentía mal.
Había pasado una semana entera desde qué Draco había dejado la habitación.
Y sinceramente no quería dejarla.
Sinceramente, se sentía como la mayor mierda del mundo por dejar a Isabella sola, en una casa gigantesca, en su Luna de miel.
Primero se comportaba como un idiota, y ahora había decidido dejar de drogarse y los efectos eran peores que comportarse como un idiota.
Los escalosfrios no paraban y Draco ya se estaba cansando.
Por tercera vez en el día, camino con rapidez hacia el baño y se agachó; colocando ambas manos sobre el retrete e inclinándose.
Sintió una arcada y, vomitó.
No sabía como podía vomitar sin comer nada, pero aun así lo hacia.
Comenzó a dolerle la panza de tanto vomitar. No sabía cuántos minutos habían pasado, pero se sentía mejor.
Se lavó la boca y se recostó nuevamente sobre la cama.
Repiqueteo varias veces sobre su abdomen, mirando hacia el techo.
«¿Qué coño estaba haciendo?»
Ya estaba aburrido. Quería salir, quería sentirse bien.
— ¿Isabella? — su voz salió baja y cautelosa, esperando a que Bella estuviese al otro lado de la puerta, como lo hacía todo el día. Pero ella no respondio.
Draco se puso en pie y comenzó a pasearse por la habitación, moviendo los brazos exageradamente y resoplando.
Su respiración comenzó a acelerarse y sintió un cosquilleo en la punta de los dedos, subiendo hacia sus manos y brazos.
— Joder.— maldijo por lo bajo.
Se sentó en la orilla de la cama y se pasó las manos por su cabello varias veces.
— ¿Isabella? — llamó otra vez, sin tener respuesta —. ¿Bella? ¿Bell? — esta vez su voz era más firme y alta.
— ¿Draco? — escuchó la voz de Isabella al otro lado de la puerta. Se le escuchaba preocupada y algo acelerada, como si había corrido.
— Joder, estoy aburrido.— admitió.
— Pues sal y haremos algo.— le sugirió.
— No tengo ganas.— resoplo.
— ¿Estás aburrido o no? — Isabella sonaba divertida.
— Pues sí, estoy aburrido pero no tengo ganas de salir.
— Entonces déjame entrar.
— Estoy hecho una mierda.
— ¿Y a mi qué carajos me importa tu aspecto? — Bella rió al otro lado de la puerta, y su risa no fue molesta para Draco en absoluto —. Te recuerdo que te he visto dormido, desnudo, sin bañarte... Lleno de sudor, poniendo caras feas.
— Pero ahora estoy peor.
— Metete tu egocentrismo por donde te quepa y déjame entrar.
— No.
— Ya, ¿entonces qué es lo que quieres?
— Regresar a Londres.
— ¿R-regresar?
— Sí — Draco quería regresar a casa. Quería sentir el viento frió de Londres darle en la cara, quería salir y ver las calles. Tener que lidiar con Britanicos insoportables o con Britanicos demasiado amables, así le tocaba a Draco ser el Británico insoportable —, quiero irme.
— ¿Y tu madre?
— ¿Qué?
— Pues qué pensará al verte en este estado, Draco. No estás bien. Y no digas que lo estás, porque no, no lo estás — escucho como Bella dejaba salir un suspiró —. Estás mal, Draco. Necesitas ayuda.
— Por eso mismo...
— ¿Quién te ayudará en Londres?
— Blaise.— aseguró Draco.
— Ya — Bella sobava dubitativa —, ¿Cuándo quieres regresar?
— En unos días. Trataré de mejorar y regresaremos.
— Bien entonces.
— ¿Bella?
— ¿Sí, Draco?
— ¿Quieres entrar?
— Si me abres la puerta, entraré con todo gusto.
— Está abierta.
Bella suspiró y le dio vuelta a la manija, entrando en la habitación.
Draco vio como su mirada se quedaba fija en él, viéndolo de arriba a abajo.
— Arriba.— ordenó ella.
— ¿Disculpa? — Draco frunció el ceño.
— A la ducha, Draco — señaló el baño —, ¡ahora!
— ¡Ya me he bañado! — replicó.
— ¡Y una mierda! — Bella se acercó a él y le colocó una mano en la frente —. Tienes calentura.
Draco le echó una ojeada a Bella de arriba a abajo, la cual tenía un vestido rojo sin tirantes y un pequeño delantal blanco.— Bueno — el labio de Draco se curvó en una media sonrisa —, si entras en la habitación con esa actitud y vestida así, ¡obvio me dará calentura!
— No habló de ese tipo de calentura — la chica puso los ojos en blanco —. Draco, tienes fiebre... Necesitas una ducha fría.
— ¡Joder! — exclamó —. ¿Fría? — entrecerró los ojos —. No, ni de chiste.
— Pues si — Bella colocó sus manos en sus caderas —, una ducha fría, y después te daré una poción para bajarte la calentura.
— Pero si eso lo puedes hacer tú misma.— bromeó.
— ¡Al baño! — Bella enarcó las cejas. Y Draco como un niño pequeño; se puso en pie y entró nuevamente al baño, abriendo el agua —. ¡Agua fría, nada de caliente! — masculló Bella en el marco de la puerta del baño.
— ¡Igii frii, nidi di kilinti! — la imitó Draco.
— ¿Perdona? — Bella no pudo evitar una risa.
— Nada.
Minutos después; Draco estaba en envuelto en una toalla, temblando del frío en la orilla de la cama. Observando cómo Isabella le buscaba pijama.
Por eso no quería que Bella lo viera así...
Draco se dio cuenta que mientras él se bañaba, Bella había cambiado las sábanas de la cama — cosa que agradeció —.
Le tiro la pijama a la cara y Draco resoplo.— No tienes que ser tan ruda.
— No me has dejado entrar en la habitación por una semana — se giró hacia él. Tenía el ceño fruncido y parecía enojada —, una semana — repitió —, y mírate — lo señalo —. Una semana más y te encontraría muerto.
— No seas exagerada.— se quejó Draco, vistiéndose la pijama con rapidez.
Bella se acercó a él con un cepillo de pelo, y él se encogió — esperando algún golpe o algo —, pero Bella comenzó a cepillarle el cabello con cuidado.
— Quedarás guapísimo.— se burló.
— ¡Qué chistosa! — Masculló—. Dame eso.— trato de quitarle el cepillo, pero por primera vez; Isabella fue más rápida y lo aparto.
— ¡Eh, eh, eh! — Bella enarcó las cejas —. Manos quietesitas. Déjame hacer esto.
— Por favor, no me peines como en primer año.— suplicó.
— No te vi en primer año.
— ¡Ah, cierto! — Rodó los ojos —. Había olvidado que eres menor que yo.
Bella no le respondió. Sin embargo, siguió peinándolo.— No iremos a ningún lugar, así estás bien — le aseguro —. Acuéstate, y tomate la poción que está en la mesita.
— ¿Te quedarás a dormir?
— He encontrado el contra hechizo de tu padre.— informó Bella.
— Ya — musitó —, me da igual. ¿Te quedarás?
—Sí, Draco, me quedaré.
Minutos después; ambos estaban recostados sobre la cama. Bella ya se habia puesto su pijama, y Draco había dejado de temblar. Había dejado de sentirse tan ansioso y a la vez tan muerto...
Draco vio como Isabella dejaba salir un suspiró y cerraba los ojos. Estaba boca arriba, y tenía un camisón puesto.
Draco dudó unos segundos pero después se acercó a ella, rodeándola con un brazo y colocando su cara en el hueco del cuello de Isabella, inspirando su olor.
—-
Y bueno, les quiero dar las gracias por tanto amor, apoyo y paciencia.
Les quiero agradecer por meterse en esta historia tanto como yo, por tratar de ponerse en los zapatos de Draco e Isabella, y todo eso.
Espero que les guste este capítulo, aunque a mi me dolio.
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